Wednesday, January 20, 2010
Ay, Dolly Lola Lolita
por Gregorio Martínez
Hace 50 años, Vladimir Nabokov publicó Lolita, la novela que incorporó a la literatura y a la realidad a la inquietante y seductora niña del mismo nombre.
Qué coincidencia, en 1955, hace 50 años, cuando apareció Lolita por primera vez, la novela cumbre de Vladimir Nabokov (1899-1977), en ese momento también alcanzó altísima popularidad el son cubano Avemaría Lola, cantado por el che Carlos Argentino con el tronar de la inolvidable Sonora Matancera.
Aun en la escritura parecía que ambas expresiones artísticas se remedaban. ¿Dónde había aprendido el escritor ruso ese hipocorístico tan hispánico, Lola, que trastrueca el nombre Dolores? Dolores Ibarruri, La Pasionaria, que en la guerra civil española lanzó por radio la arenga: ¡No pasarán! Dolores del Río, la actriz mexicana que fue estrella en Hollywood antes que naciera Salma Hayek. Lola Flores, La Faraona. Lola Thorne, nuestra poeta. Y simplemente Lola, la rica puta más memorable del burdel de Nasca.
Vladimir Vladimirovich Nabokov, hijo de aristócrata familia rusa que la revolución bolchevique arrojó al exilio, empieza su novela con estas líneas que vierto aquí, literales del inglés, lengua que Nabokov asumió recién después de 1950, justo para escribir Lolita: "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Mi pecado, mi alma. Lo-li-ta. LO-LI-TA".
Cursi a primera vista y porno light, sin una mínima palabra obscena en todo el libro. Ni siquiera coño (cunt). Ni la menor comparación con el porno duro, diabólico, del Marques de Sade. ¿Acaso, dueño de singular pericia retórica, Nabokov había manejado la inmundicia con guantes de seda, aferrado a la idea de que aun en la perversidad existen maneras aristocráticas? Bueno, Nabokov deliraba con ser Marcel Proust. En este aspecto contó con la alabanza de quien entonces era el pontífice de la crítica literaria en Estados Unidos, el talentoso Edmund Wilson.
Similar cursilería afecta a la ponderada expertez de Nabokov como lepidopterólogo. Sofisticado especialista en el artificio para capturar y coleccionar lindas mariposas que ayer nomás fueron horribles gusanos. Creía que Proust, por mariposón, podría haber sido un erudito en mariposas. Nabokov no era biólogo. Solo un pretendido esteta de mariposas muertas. Algo semejante a las bellas palabras con las cuales el narrador protagonista de Lolita, el chivo viejo Humbert Humbert, nos va relatando su mañosa perversidad, su condición de pedófilo consumado.
Por cierto, Lolita fue publicada la primera vez por Olympia Editions de París. Según Nabokov, ninguna editorial de Estados Unidos quiso correr el riesgo de requisa o cárcel. Quizás todo fue puro teatro para crear el mito de lo prohibido. Estaba imitando la penuria de Ulises, la novela de James Joyce, que sí sufrió un acoso terrible. Olympia era una editorial francesa de baja estofa que publicaba pornografía ligera. Tan desconocida que cuando le pregunté, en París, al poeta charapa José Carlos Rodríguez, este me contestó con una carcajada: "La única Olympia que conozco es una puta que recala por Le Petit Bateau, o sea El Botecito".
Alguien alegará que Humbert Humbert amaba la ternura juvenil, la rosa en botón, tal como lo ha establecido cierta crítica literaria. No. Eso es mixtificar un discurso narrativo cuyo contenido es claro. Humbert Humbert era un crudo pedófilo, según la textualidad de la novela. El alter ego de Nabokov no resulta muy distinto al autor de Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll, otro aristócrata lascivo que fotografiaba a su sobrinita Alicia y escribía sólo para ella. Si el mundo tiene una imagen menos sórdida de Lolita, esto se debe al filme que Stanley Kubrick hizo en 1962.
Mientras tanto, el son cubano resuena: "Lola, ay Lolita, Lola/ conmigo vas a acabar". Canción y novela, pese a que ya existían en París la Unesco y el Congreso por la Libertad de la Cultura, fueron condenadas y prohibidas por la España de Francisco Franco. Debo decirlo, el Congreso por la Libertad de la Cultura fue gestado por Michael Josselson, el secreto fundador de la CIA en 1947. En ambas expresiones artísticas, Lolita y el son cubano, los doctos comisionados de la cultura entrevieron blasfemia y explícita loa al acto copulatorio: "A ti que te gusta mucho/ y a mí que me vuelve loco/ te pusiste liqui liqui/ para romperme, Lolita, el coco".
Algún estudio literario, no tan tedioso como la desconstrucción derridiana, podría advertir que entre los fenómenos culturales diferentes, escritura y tambarria en este caso, siempre existen nexos y substratos comunes. De ahí que en el mismo periodo florecía también el meneo incitante de las Dolly Sisters, las rubias gemelas del Caribe que llegaron a Nasca enviadas por Satanás, según la homilía del párroco Eduardo Varea. Justamente Nabokov nos lleva por el mismo camino en las líneas finales del primer parágrafo de Lolita: "She was Dolly. She was Dolores".
Nabokov tiene un notable mérito. Fue el temprano inventor de la novela light. Pero en lascivia, que de eso se trata, Lolita resulta un cuento de hadas frente a los Trópicos del pernicioso Henry Miller, su coetáneo, para no hablar de otros depravados gloriosos. Aun Caperucita roja, en la versión original recogida por Charles Perrault, no la de los tramposos hermanos Grimm, es un festín de concupiscencia.
Eso de que Nabokov era un estilista en inglés suena a embuste. Gracias a que en su infancia tuvo institutrices rigurosas, Nabokov hablaba alemán, inglés, francés y conocía bien el italiano, el castellano, mas siempre escribió en ruso. Lolita fue un libro compuesto de acuerdo con las exigencias del mercado. Su escritura es simple. A tal punto que las distintas traducciones al castellano coinciden palabra por palabra. Basta cotejar la edición Anagrama, Barcelona, 2001, traducida por Francesc Roca, con el texto de Edivisión, México, 1992, traducción de Enrique Tejedor. Hasta en el caso de "My sin, my soul", ambos dicen: "Pecado mío, alma mía". No caen en la literalidad de traducir: "Mi pecado, mi alma". Todo lo contrario a lo que ocurre en la traducción de la novela Ana Karenina de Leon Tolstoi. He revisado seis versiones en castellano y cada una varía en la frase inicial.
Pero al margen de cualquier mérito, una sospecha última, con datos concretos, ensombrece a Lolita. El 19 de marzo del 2004, un estudioso de la literatura alemana, Michael Maar, publicó en el prestigioso diario Frankfuster Allgemeine Zeitung, un artículo titulado "¿Qué sabía Nabokov?" En dicho artículo, Michael Maar muestra que en 1916 Heinz von Lichberg dio a la luz un cuento de 18 páginas, "Die verfluchte Gioconda" ("La Gioconda maldita"), que contiene la historia que Nabokov desarrolló en su novela. Es más, la tentadora chiquilla se llama Lolita y la acción ocurre en Alicante, España.
Heinz von Lichberg murió en 1952 y, entonces, ya era un autor olvidado. Michael Maar escuchó la anécdota sobre el cuento de boca del escritor berlinés Rainer Schelling. Un día decidió ubicar el cuento. Su sorpresa fue tremenda. Ahí estaba toda la historia y aun el nombre Lolita. Ahora se sabe, Nabokov no solo conoció a Heinz von Lichberg, lo increíble es que formaron parte del mismo grupo de intelectuales en Berlín, entre 1922 y 1937.
Cuando Lolita empezó a publicarse en Estados Unidos, Nabokov contó muchas veces cómo se había originado la novela, temeroso de que se pensara que era su propia experiencia. En la explicacion que aparece como epílogo en algunas ediciones, el autor declara que la primera versión de la novela tenía 30 páginas y transcurría en París, donde la había escrito en 1939. Jamás se refirió al cuento del ignorado Heinz von Lichberg. ¿Por qué tendió Nabokov un manto de silencio sobre "La Gioconda maldita"? Quién sabe. Pero tiene atenuante. Los buenos plagios, que superan al original, merecen el perdón de Dios.
NOTA: Gracias al escritor Manuel Vargas tuve el gusto de leer esta columna de Gregorio Martínez, que aparte de lo que pensemos de Nabokov es literatura per se. CFC
Imagen: Afiche de "Lolita", de Adrian Lyne, 1998
Tuesday, January 19, 2010
“El 2009 fue un año fructífero para la literatura boliviana"
Adolfo Cáceres Romero
Este fue un año fructífero para las letras nacionales, sobre
todo si se tiene en cuenta la serie de eventos culturales,
como: las ferias del libro de La Paz, Santa Cruz de la
Sierra y Cochabamba; los foros, seminarios, presentación de
obras y certámenes literarios, que se dan en dichas
ciudades; este año además hubo un encuentro internacional de
escritores en Tarija, con una notable presencia de
escritores argentinos y chilenos, manifestó el escritor,
Adolfo Cáceres Romero al ser consultado sobre su opinión
respecto a la literatura el año 2009.?
Resaltó que, luego del Foro de la Crítica Nacional,
auspiciado por el Centro Pedagógico y Cultural Simón I.
Patiño, a través de su Centro de Literatura Boliviana, se
presentó al Viceministerio de Educación una lista de 15
novelas, con miras a seleccionar las 10 mejores novelas
bolivianas; propósito nada fácil por el procedimiento con el
que se procura la cualificación de las mejores novelas
bolivianas. Lo que se advirtió es que esos críticos
respondían a criterios de selección de grupos y generaciones
que desconocen la múltiple variedad de la narrativa actual,
ignorando la obra de los novelistas que se hallan fuera del
país, de ahí que no salían de lo consabido, repitiendo
nombres y títulos de la primera mitad del siglo XX.?
La narrativa muestra una significativa renovación?
Según Cáceres, la narrativa de 2009 muestra una
significativa renovación en cuanto a la visión de la
realidad boliviana. Dos novelistas son los que llamaron la
atención de la crítica y de los lectores, a mediados de
dicho año: Claudio Ferrufino Coqueugniot, que ganó la 50
versión del Premio Casa de las Américas de Cuba, con su
novela “El Exilio Voluntario”, que fue publicada por la
Editorial “El País”, de Santa Cruz; Edmundo Paz Soldán con
“Los vivos y los muertos”, novela que llama “non fiction”,
por estar centrada en la vida de unos adolecentes
norteamericanos. Asimismo, Eduardo Scott Moreno ganó por
segunda vez el Premio Nacional de Novela, con “He de morir
de cosas así”.?
Ramón Rocha y Ariel Gamboa, presentan su guión
cinematográfico novelado con el título de “Iskay”. Amalia
Decker publica en Alfaguara su tercera novela: “Yo la reina
de sus sueños”. Gaby Vallejo Canedo es autora de “Tatuaje
Mayor”, novela juvenil. “El vuelo de la esfinge”, de Rosse
Marie Caballero.?
?
Producción de cuentos y poesía?
En el ámbito de los cuentos, Cáceres destacó obras como
“Diario”, cuentos de Maximiliano Barrientos y “Angulo
muerto”, el segundo libro de cuentos de Miguel Esquirol
Ríos.?
Agregó que con Gente Común, comienza la producción de
Shariel Baptista, joven narradora, con “Confesiones de esta
vida, la otra y la de más allá”; también Rosse Marie
Caballero presenta “Los vagidos del gato”, cuentos
publicados por La Hoguera. “Las batallas del pan” es una
antología de Yerba Mala Cartonera, que reúne la obra de 14
cuentistas. Iván Prado Sejas es el autor de “Los sueños del
Padre”, cuentos de terrícolas, terrimarcianos y marcianos.
Escritores Unidos y la Editorial Kipus publicaron “Pétalos
de sangre” de Gonzalo Montero Lara; “Cuentos de siempre”, de
Jenny Mouzón Oporto. ?
Refiriéndose a la poesía dijo que es notable la antología
“Cambio climático”, que selecciona la producción dispersa de
la novísima poesía boliviana, editada por el Espacio Simón
I. Patiño de La Paz.?
“Carlos Rimassa, pintor y hombre de teatro, con “Perfil de
tiempo” nos brinda su segundo poemario. “Bajaron las nubes”,
de Norma Mayorga; “Estaciones”, de Jorge Ayala Zelada,
señaló.?
En ocasión del Festival Nacional de Teatro “Bertolt Brecht”,
David Mondacca presentó en la Feria del Libro de Cochabamba
su drama “Amores que matan”; Mauricio Rodríguez Medrano ganó
el Premio “Adolfo Costa du Rels” del IV Concurso de
Escritura Dramática, que auspicia la Oficialía de Cultura de
La Paz, con “Las muertes de San Andrés”, pieza teatral en
tres actos, de carácter policial. Finalmente, una obra digna
de destacar es “Memorias razonadas de un escritor perplejo”,
de H.C.F. Mansilla.
del Diario Opinión (Cochabamba-Bolivia)
Imagen: Bolsa de coca/Curahuara de Carangas, prov. Sajama, dpto. Oruro/llama y oveja/aymara/c. 1900