Friday, April 30, 2010
Con el científico y filósofo Daniel Dennett/El heredero de Bertrand Russell
Mario Marotti
(Desde Santiago)
CASI EN PUNTAS DE PIE pasó por Uruguay, para luego seguir a Chile, uno de los pensadores más destacados de la actualidad. Considerado por muchos el heredero intelectual de Bertrand Russell, Daniel Dennett vino a la región para participar en dos simposios organizados dentro del marco del aniversario del nacimiento de Darwin y también para reconstruir parte del periplo del naturalista inglés. El primero de esos encuentros, "Darwin 200", se desarrolló en Punta del Este en los primeros días de setiembre de 2009 (ver "Especial Darwin", El País Cultural Nº 1046). En Santiago, participó en el seminario público "El legado intelectual de Darwin en el siglo XXI" donde compartió mesa con, entre otros, el psicólogo Steven Pinker y el novelista Ian McEwan.
Un moderno Da Vinci. Daniel Clement Dennett (Boston, Estados Unidos, 1942) estudió filosofía en las Universidades de Harvard y Oxford, donde fue alumno de Willard van Orman Quine y Gilbert Ryle. Aficionado a la navegación a vela, escultor, pianista, granjero, esa misma amplitud de intereses parece caracterizar también a su trabajo académico que, centrado en el estudio de la conciencia y la intencionalidad, abarca desde la robótica hasta la estética y la crítica de arte.
Renegando de la figura del filósofo que especula desde su sillón sin contrastar sus ideas con la realidad, afirma que hoy la investigación filosófica debe realizarse en un ámbito que sea compatible con la ciencia. Dennett es conocido principalmente por su defensa de un modelo computacional para la mente basado en la inteligencia artificial, las neurociencias y la psicología. En su primer libro, Contenido y Conciencia (1969), ya esbozaba esa idea que luego desarrolló en La conciencia explicada (1991).
Para Dennett, los seres humanos usamos diferentes estrategias a la hora de cuestionar a la naturaleza: para explicar por qué un objeto lanzado hacia arriba vuelve a caer usamos el enfoque causal de la física pero en otras oportunidades nos resulta más útil abordar la explicación desde la perspectiva de la intención e interpretamos erróneamente el comportamiento de una cosa como si fuera un ser pensante. Frases como "el cajero automático no quiso darme plata hoy", son comunes. Dennett opina que buena parte de los estudios actuales sobre la conciencia adolecen de ese problema. Para él, invocar experiencias introspectivas no es válido, porque justamente presuponen lo que tendrían que demostrar. El asunto, dice, debe abordarse desde una perspectiva exterior (estrategia que su colega John Searle compara con la del borracho que busca las llaves bajo el farol "porque ahí hay luz").
Entre esos supuestos, se cree que en el cerebro existe un localizado "teatro cartesiano" donde un "yo interior" reúne percepciones y decide acciones. Dennett afirma que tal cosa es una ilusión porque la mente funciona como un complejísimo sistema de minúsculos robots. Ya en 1959, Oliver Selfridge, uno de los pioneros de la inteligencia artificial, mediante su programa "Pandemonium", lograba simular procesos así: una especie de tormenta de ideas donde multitud de autómatas independientes ofrecían sus servicios para resolver un problema. En ese escenario, la conciencia no sería otra cosa que una serie de patrones de interactividad neuronal, una colección de borradores que en continua revisión, fluyen informando la actividad de todos. Una vez que una solución "gana popularidad" y se impone, el cerebro optimiza esos resultados dando esa falsa idea de localización. Dennett trata de encontrar la forma en que esos patrones fueron moldeados por la selección natural, vinculando así el problema de la cognición con la teoría de la evolución.
Darwin otra vez. Acérrimo defensor de la selección natural, en La peligrosa idea de Darwin, afirma que por su versatilidad la teoría rebasó los límites de la biología para derramarse "peligrosamente" en otras áreas del conocimiento: la sociología, la psicología, la filosofía. Para él, la selección no es más que un proceso algorítmico, una simple rutina (entendida como un programa que se repite una y otra vez) que condujo a la vida desde los sencillos organismos unicelulares a sus facetas más complejas: la mente humana, la conciencia, el libre albedrío. "Si la evolución inconsciente puede dar cuenta de los artefactos maravillosamente llenos de inteligencia de la biosfera, ¿cómo podrían quedar exentos de una explicación evolucionista los productos de nuestras propias mentes reales?", reflexiona.
Ya en el siglo XIX, hombres como Alfred Russel Wallace, chocaron contra una barrera infranqueable cuando intentaron explicar la aparición del hombre mediante la evolución. Dennett, en cambio, afirma (en contra de la opinión del desaparecido paleontólogo Stephen Jay Gould, que relativizaba el verdadero alcance de la teoría), que no se requiere nada más. Ese simple mecanismo, ciego, que opera sin que nadie lo dirija, puede producir sorprendentes resultados. Pero a la hora de reconstruir
las complejas relaciones que permitieron a la vida llegar a su estado actual, es difícil deshacerse de nuestros hábitos explicativos. Según Dennett, ahí radica la dificultad.
Otros investigadores disienten. El lingüista Noam Chomsky acepta de buena gana la evolución pero considera que ciertas cualidades de la mente como la capacidad para el lenguaje no tienen analogía alguna en el reino animal ya que no existen registros de avance gradual a través de estados intermedios. Eso, piensa, hace difícil su explicación desde el punto de vista evolutivo. Chomsky forma parte de un grupo de investigadores (Thomas Nagel, Jerry Fodor, Roger Penrose) que sostienen
que la conciencia es algo tan misterioso que quizá nunca llegue a saberse cómo el cerebro se hizo consciente. Podría ser algo que esté más allá de nuestra capacidad de entendimiento (de la misma manera como, por ejemplo, el álgebra está más allá de lo que puede llegar a comprender un perro). Para Dennett, en cambio, no existe el dilema: "El lenguaje, la música, el arte, la política, la ética y todo lo que hacemos es un fruto que cuelga del árbol de la vida, y en consecuencia, es en última instancia un producto o subproducto de la selección natural".
Genes y memes. Inspirándose en las ideas que el biólogo Richard Dawkins expuso en El gen egoísta (1976), Dennett hace extensivo el concepto de evolución también a la cultura. Ambos plantean la controvertida existencia de un mecanismo similar al que opera en la biología a través de los genes, funcionando en la cultura a través de unidades análogas, los "memes". Así podrían ser explicadas las leyendas urbanas, las tradiciones culinarias y la popularidad de algunos ritos.
Lo cierto es que la aplicación de la teoría de la selección natural a áreas diferentes de la biología resulta, ya desde el siglo XIX,
polémica. El darwinismo social de Herbert Spencer (1820-1903) llegó incluso a ser citado como justificación del colonialismo, de ciertas prácticas discriminatorias e incluso de atrocidades como el nazismo. Aunque las tesis de Dennett nada tienen que ver con esos planteos, quizá ese antecedente también suma para provocar que sus trabajos sean vistos con particular antipatía por ciertos sectores humanistas. A la vez, Dennett los acusa de no tener las herramientas para pararse frente al
problema.
Por momentos, la vieja discusión del siglo XIX en torno a la evolución, la ciencia y la religión parece retornar con fuerza. En 1995, en la revista The New Criterion, Phillip E. Johnson reseñaba la peligrosa idea de Darwin en estos términos: "el materialismo científico y el darwinismo son en sí mismos doctrinas construidas socialmente y no hechos objetivos". Citando a Paul Feyerabend, remataba afirmando que "los científicos no se sienten satisfechos con gobernar sus propias áreas con lo que ellos consideran las reglas del método científico, sino que quieren universalizar esas reglas y convertirlas en parte de la
sociedad, empleando todos los medios a su alcance -el altercado, la propaganda, las tácticas de presión, la intimidación- para conseguir sus propósitos".
En Santiago. Con prominente calvicie y larga barba blanca, Dennett en persona es la viva imagen de Darwin. Comienza su charla preguntándose por qué la idea de Darwin resulta tan peligrosa. Para él, es porque logra vincular, desde una perspectiva única, la física y la biología con la poesía y la ética. La selección natural, afirma, refuta la idea de que para diseñar algo complejo se necesita algo aún más sofisticado. "La habilidad no requiere entendimiento", dice, mostrando una diapositiva donde se ven, luciendo muy similares, un castillo de termitas y la Sagrada Familia de Gaudí. Por tanto, éste debe ser asumido como un efecto, no como la causa. Para explicar esa idea, recurre al "Turco" de Von Kempelen.
Construido en 1769 por el inventor húngaro Wolfgang Von Kempelen, el "Turco" tenía la forma de un mueble en cuyo interior había mecanismos de relojería y sobre el cual había sentado un maniquí, vestido con túnica y turbante, que podía mover las piezas de un tablero de ajedrez. Ganaba casi siempre. Para un joven Edgar Allan Poe (que lo vio en Richmond en 1836) resultaba imposible que una máquina sin mente jugara ajedrez. Ese razonamiento lo condujo a deducir, con éxito, que en algún escondrijo debía haber un jugador. Sin embargo, hoy se sabe que eso no tiene por qué ser así. "Deep Blue" (una auténtica computadora, ¡sin trucos esta vez!) le ganó al campeón Garry Kasparov, mostrando que puede haber competencias sin que necesariamente haya comprensión.
Avanzando hacia el terreno de la cultura, Dennett se pregunta quién inventó las palabras, la música o las religiones. Para él, la respuesta es: nadie, surgieron por evolución; y citando a Alain (seudónimo de Émile-Auguste Chartier, filósofo francés, 1868-1951), reflexiona sobre quién diseñó las canoas de los polinesios: "Es el mar en persona quien las modela, decidiendo cuales son funcionales y destruyendo a las otras".
Evolución cultural y genética
-DR. DENNETT: ¿cuándo comenzó usted a interesarse por la ciencia?
-Como estudiante de licenciatura no tomé ningún curso de ciencias pero ya en Oxford comencé mi educación científica, que es autodidacta, y me encontré con muchos maestros que me ayudarían a entender sus respectivas disciplinas. Con los años llegué a tener una "educación de un millón de dólares" (sic) gracias a mis amigos en biología, psicología, neurociencias e inteligencia artificial.
-¿Qué piensa usted de la filosofía entendida de la forma tradicional?
-La filosofía clásica, si retrocedemos hasta Platón o Aristóteles, o más recientemente hasta Hume y Kant, estaba profundamente involucrada con la ciencia de su tiempo. De hecho, no había separación entre filosofía y ciencia. Un rastro fósil de esto es la American Philosophical Society (que no debe ser confundida con la American Philosophical Association,
que es la asociación de los filósofos). La APS fue fundada por Benjamin Franklin y otros, y estaba compuesta por físicos y otros naturalistas. El aislamiento en la "torre de marfil" de los filósofos actuales en la academia es relativamente reciente, y deplorable. Los filósofos que yo admiro se involucran profundamente en otras disciplinas.
-¿La cultura es para la humanidad una forma de evolución, independiente de que haya o no cambio fisiológico?
-Sí, la evolución cultural está amortiguando la evolución genética de los seres humanos y está sobrepasándola. La amortigua proporcionando una abundancia de invenciones que superan, neutralizan, o eluden las presiones de la selección que, de otra manera, tendría efectos fuertes sobre nuestra evolución genética. Ser un corredor rápido o muy musculoso no es más un rasgo fenotípico muy importante gracias a, por ejemplo, los automóviles y las grúas. Cuando reconocemos que ha habido muy poco cambio genético en la humanidad desde los tiempos de Aristóteles, vemos que el ambiente tremendamente diferente y la vida de los seres humanos modernos se debe casi enteramente a las innovaciones culturales.
LIBRE ALBEDRÍO Y DESEO.
-¿Fue el lenguaje el gran salto evolutivo que nos hizo diferentes del resto de las especies? ¿Por qué ninguna otra especie desarrolló un lenguaje?
-Sí, creo que esto está absolutamente claro. Y es buena la pregunta de por qué otras especies no han desarrollado un lenguaje. Es una cuestión desconcertante, nadie lo sabe. Una teoría podría ser que un grupo social tiene que tener ciertas características (no ser demasiado grande ni demasiado pequeño, no ser demasiado cohesivo o combativo) antes de que la comunicación lingüística pueda conseguir un equilibrio. Los animales salvajes en una manada quizá no tengan necesidad de decirse nada. Por otra parte, la lengua puede depender de algunas características que se hayan desarrollado por otras razones selectivas primero y que oportunamente quedaron disponibles para dar origen al lenguaje. En un futuro próximo, tal vez tengamos mejores teorías al respecto.
-¿Existe la "libertad" para el hombre? Cuando alguien elige algo, ¿está él o ella realmente eligiendo o es tan sólo una ilusión?
-No, no es una ilusión, aunque las ideas tradicionales del libre albedrío se confunden. Las variedades de libre albedrío y del deseo son verdaderas, y son compatibles con todo lo que hemos aprendido sobre la física, la biología y el cerebro. No hay problema con el determinismo, pero esto no es fácil de ver. En mi libro La evolución de la libertad se desarrolla este asunto.
-¿Hay áreas donde el darwinismo (o digamos, la evolución por selección natural) no pueda ser aplicada?
-Por supuesto, hay áreas donde el pensamiento evolutivo no sirve de mucho. Pero incluso en áreas tales como la creación artística, es mucho lo que se gana viendo el avance creativo de un artista, e interpretándolo como una forma de evolución de procesos mentales e ideas.
Algunos libros
La actitud intencional, Tecnos, 1991; La conciencia explicada, Paidós, 1995; Contenido y conciencia, Gedisa, 1996; La peligrosa idea de Darwin, Galaxia Gutenberg, 1999; Tipos de mentes, Debate, 2000; La evolución de la libertad, Paidós, 2004; Romper el hechizo. La religión como un fenómeno natural, Katz Editores, 2007.
Publicado en El País/Montevideo-Uruguay, marzo 2010
Imagen: Daniel Dennett
La genealogía ilustre de un poeta trascendente
La cuestión. ¿Qué papel cumplieron en el Río de la Plata los antepasados
de Julio Herrera y Reissig? La respuesta / La mejor de las fieras humanas
Esta exhaustiva biografía de Julio Herrera y Reissig escrita por Aldo Mazzuccheli es fundamental y está muy bien escrita. La mejor de las fieras humanas (Taurus, 480 pesos) es el producto de una investigación que se revela completa y que no sólo repasa la vida del poeta sino también sus orígenes y el Uruguay que le tocó vivir. Profesor en la prestigiosa universidad de Brown, periodista y poeta Mazzuccheli ya se había dedicado al tema en un trabajo sobre el Tratado de la Imbecilidad del país de Herrera y Reissig con el que se doctoró en Stanford.
La historia de un hombre comienza mucho antes de que este nazca, en las palabras aprendidas o heredadas con las que se ve situado a hacer algo. En el caso de Julio Herrera y Reissig, las palabras familiares e íntimas vienen de antemano mezcladas con las palabras de la comunidad en la que nació, porque sus antepasados -un número anormalmente grande de ellos cualquier estándar concebible- fueron personalidades de la más importante figuración política en la región. Sin una conciencia de tal genealogía, la vida de este hombre no alcanzaría la dimensión, ni el poder, ni la callada dosis de tragedia que tiene. El punto de inflexión en la larga genealogía familiar es quizás el momento, justo al entrar el siglo XIX, en que el bisabuelo paterno del poeta, Nicolás Herrera, se casa con una mujer excepcional de la que aún no hay biografía ni justa noticia, Consolación Obes. Pues hay que decir que, en materia estricta de genes, y sin hacer de esta historia asunto meramente biológico, lo que claramente hace una diferencia en toda esta saga familiar parecen ser siete hermanas de apellido Obes. Esas hermanas Obes, dicho sin sombra de exageración, parieron o hicieron de abuelas o bisabuelas de
una porción apreciable del siglo XIX en el Río de la Plata. Tenían un hermano, Lucas José. Venidas de familia establecida de muy antiguo en Las Palmas -igual que los Herrera, también de aquellas Islas Afortunadas, luego conocidas como Islas Canarias- sin esas siete hermanas no habría habido batalla de Caseros, ni habría caído Rosas en el año cincuenta y dos; no habría habido Teatro Solís en Montevideo ni diario El Siglo; ni voto secreto y obligatorio en 1912 en la Argentina; ni Julio Herrera y Obes, ni Los éxtasis de la montaña, ni La Nueva Troya de Alejandro Dumas (h), ni El león ciego, ni los maravillosos retratos en que aparece, una y otra vez, Manuela Nébel, ni los turbulentos años sesenta del siglo XIX en Uruguay habrían tenido el aspecto que tuvieron. La enumeración es arbitraria, pero ni por un momento fantasiosa. Revisémosla brevemente. La batalla de Caseros, a consecuencia de la cual cae Juan Manuel de Rosas, es ganada por un ejército que es fruto de una alianza para la que Manuel Herrera y Obes, hijo de Nicolás y Consolación, juega un rol diplomático decisivo; el diario El Siglo no
solo es órgano de difusión de los Ramírez o los Herrera y Obes, sino que es administrado por Cayetano Alvarez y Obes, y es en su momento inicial propiedad de Miguel Álvarez -y tanto los Ramírez como los Álvarez son descendientes de Pascuala Obes y Julián Álvarez-; el Teatro Solís es una iniciativa en la que Manuel Herrera y Obes es fundamental; es, además -aunque aquí el parentesco es político- realizado por una comisión en la que el elemento decisivo es Juan Miguel Martínez, cuñado del mismo Manuel Herrera y Obes; el voto secreto en Argentina está directamente ligado a Roque Sáenz Peña, el presidente que hizo aprobar la ley n° 8871, de reforma del sistema electoral bajo su mandato, el 10 de febrero de 1912. Era hijo del doctor Luis Sáenz Peña y de doña Cipriana Bonavía Obes; la novela de Dumas surge a partir de los relatos de Melchor Pacheco y Obes, hijo de Jorge Pacheco y Dionisia Obes, este enviado a París por el gobierno de la Defensa de Montevideo; El león ciego es la obra de teatro más famosa de Herrerita, el primo de Herrera y Reissig, bisnieto pues de Consolación Obes; y los retratos que toman como modelo a Manuela Nebel son los de Carlos María Herrera, artista de primera magnitud del Novecientos montevideano, también primo del poeta; finalmente Jorge Pacheco Areco desciende por línea directa de los ya mencionados Jorge Pacheco y Dionisia Obes. Y conste que en esta arbitraria enumeración se refieren unas pocas entra las muchísimas consecuencia directas de los gozos y las sombras y los partos de estas siete señoras.
FAMILIA PATRICIA
Julio Herrera y Reissig era, además, hijo del doctor Manuel Herrera y
Obes y sobrino del ex presidente Julio Herrera y Obes. Murió a los 35
años.
Publicado en El País/Montevideo-Uruguay
Imagen: Julio Herrera y Reissig
Quince razones por qué me gusta la novela de Claudio Ferrufino
Por: Ricardo Bajo H.
1.- Me gusta su ritmo, lo vertiginoso, las frases cortas y punzantes. 2.- Me gusta su humor y su pasión desenfrenada por el sexo, como salvavidas del pobre inmigrante, del inmigrante pobre. 3.- Me gustan sus “sentencias”, sus frases para subrayar y quedarse: “cuando uno no tiene personas, se recurre a la música”, “las putas refugian las penas del inmigrante”, “no somos bolivianos entonces, no somos nada”, “extraño pueblo el nuestro, en apariencia tan nacionalista y tan chaqueteador cuando no debe”, “el viaje de un inmigrante hombre consiste en tres cosas: hambre, sexo y trabajo”… 4.- Me gusta porque me devuelve y recuerda a las columnas de Claudio en los suplementos culturales, de alguna u otra manera. 5.- Me gustan sus odios y sus amores, los de Carlos Flores, los de Claudio Ferrufino-Coqueugniot, contra Clancy y Bush, contra los gringos pelotudos y los bolivianos más pelotudos por copiones y provincianos, por “estar” a favor de los negros compañeros de laburo, de los cuates, de las nostalgias de calles y pueblos lejanos y sus olores. Por sus añoranzas de Cochabamba, de La Paz, de Punata y Cliza. Y de las peleas en la plazas vallunas. 6.- Me gusta por la nostalgia que rezuma (que siento yo como exiliado voluntario también). 7.- Me gusta su voz, su lenguaje (lleno de malas-buenas palabras), su latinoamericanismo total, inclusivo, de cultura común y su feroz antiamericanismo-imperialista que declina. Su cosmopolitismo con amor a lo provinciano, a la aldea global, mas aldea y más global que nunca. 8.-. Me gustan sus referencias de ametralladora, sus guiños de cinéfilo, de amante de la música (de Neil Young a Dylan, de los Stones a los Beatles, de Totó la momposina a los irlandeses y kurdos), de los parques y los museos. 9.- Me gustan sus historias de putas, no tristes, sino ladronas, sus alcoholes confraternizadores, sus desarraigos, su creencia en la fraternidad obrera y en la amistad, su desnudo de lo mejor y lo peor del hombre y sus circunstancias. 10.- Me gusta esa mezcla particular de crónica, testimonio, ficción, periodismo y ensayo. 11.- Me gusta su tristeza de blues o de bossa nova, su rabia contra la máquina de coro punkie, su alegría y alboroto de boliche rockero. Su cadencia de cueca de exilio sufrido y triunfador. 12.- Me gusta porque como Richard Serra rescata arte de lo rudo, del laburo deshumanizador, de la tragedia, del duro batallar, de la inmundicia espiritual “de los bolivianos de Virginia”, mezquinos y envidiosos. Y copiones de lo peor, de lo más bajo de las subculturas gringas. Me gusta porque traza un retrato íntimo de la inmigración, sin miserabilismo, sin mirar con pena, sin enaltecer al inmigrante sufrido por el mero hecho de serlo, sin glorificar. Como hacen otros porque es políticamente correcto y “onegero”. 13.- Me gusta también ver asomado el “yo” verdadero del narrador, lleno de humor, sarcasmo e ironía, como toda la novela, cuando dice “me asombra que mi novela derive constantemente en el asunto pero parece que la vida transcurre así, un saludo y a darle que el mundo se acaba”. O cuando dice: “Continúa la guerra. En Bolivia reina Evo Morales. La derecha se enloquece y juega a la democracia. Llega el momento en que la novela deja de ser newsreel y va a dedicarse en pleno a la literatura”. O “Ya ni cuento lo que ocurrió en Irak. En tres años de novela lo único que consiguió George Bush es que me desinteresara del asunto. Baño de sangre, muladar de cuerpos descompuestos”. 14.- Me gusta “ver” a Miller (tanto sexo) y a Bukowski (tanto insulto y “malapalabro” en inglés y castellano en una combinación que no queda ridículo o de pose, como hacen otros) y a tantos otros escritores, músicos, artistas, pensadores más, escondidos. 15.- Y me gusta sobretodo porque cada página que avanza la novela se pone más buena. Y porque normalmente me pasa al revés, el entusiasmo me suele durar hasta la página 30.
Publicado en La Ramona (Opinión/Cochabamba), año 2009
Imagen: Poster anarquista mexicano
Discurso de José Emilio Pacheco aceptando el Premio Cervantes
1947 es una fecha tan lejana como 1547. Ambas se han hundido en la sombra eterna y son irrecuperables. Tal vez la memoria inventa lo que evoca y la imaginación ilumina la densa cotidianeidad. Sin embargo, del mismo modo que para nosotros serán siempre gigantes los molinos de viento que acababan de instalarse en 1585 y eran la modernidad anterior a la invención de esta palabra, en algún plano es real otra experiencia: la de un niño que una mañana de Ciudad de México asiste asombrado a una representación del libro convertido en espectáculo. Salvador Novo pertenece al Grupo de Contemporáneos, equivalente exacto del Grupo de 1927 en España. A telón cerrado aparece el historiador árabe Cide Hamete Benengeli a quien Cervantes atribuye la novela. La cortina se abre. De la oscuridad surge la venta que es un castillo para Don Quijote. Quiere ser armado caballero a fin de que pueda ofrecer sus hazañas a la sin par Dulcinea del Toboso. Dos horas después termina la obra. Desciende de los aires Clavileño, que en esta representación es un pegaso. Don Quijote y Sancho montan en él y se elevan aunque no desaparecen. El Caballero de la Triste Figura se despide: “No he muerto ni moriré nunca -Mi brazo fuerte está y estará siempre dispuesto a defender a los débiles y a socorrer a los necesitados”. En aquella mañana tan remota descubro que hay otra realidad llamada ficción. Me es revelado también que mi habla de todos los días, la lengua en que nací y constituye mi única riqueza, puede ser para quien sepa emplearla algo semejante a la música del espectáculo, los colores de la ropa y de las casas que iluminan el escenario. La historia del Quijote tiene el don de volar como aquel Clavileño. Sin saberlo, he entrado en lo que Carlos Fuentes define como el territorio de La Mancha. Ya nunca voy a abandonarlo. Leo más tarde versiones infantiles del gran libro y encuentro que los demás leen otra historia. Para mí el Quijote no es cosa de risa. Me parece muy triste lo que le sucede. Nadie puede sacarme de esta visión doliente. En la mínima historia inconclusa de mi trato con la novela admirable, hay a lo largo de tantos años muchos episodios que no describiré. Adolescente, me frustra no poder seguir de corrido la fascinación del relato: se opone lo que George Steiner designó como el aparato ortopédico de las notas. Me duele que las obras eternas no lo sean tanto porque el idioma cambia todos los días y con él se alteran los sentidos de las palabras. También me asombra que necesiten nota al pie términos familiares en el español de México, al menos en el México de aquellos años remotos: de bulto como las estatuillas de los santos que teníamos en casa; el Malo, el demonio; pelillos a la mar, olvido de las ofensas; curioso, inteligente. Y tantas otras: escarmenar, bastimento, cada y cuando. Ignoro si podría demostrarse que el primer ejemplar del Quijote llegó a México en el equipaje de Mateo Alemán y en el mismo 1506 de su publicación. El autor del Guzmán de Alfarache había nacido en 1547 como Cervantes y estuvo en aquella Nueva España que don Miguel nunca alcanzó. Tal vez el gran cervantista mexicano de hace un siglo, Francisco A. de Icaza, hubiera rechazado como una más de las Supercherías y errores cervantinos, que es el título de la obra de Icaza, esta atribución que me seduce. Por lo pronto me permite evocar en este recinto sagrado a Icaza, el mexicano de España y el español de México, a quien no se recuerda en ninguna de sus dos patrias. En todo caso sobrevive en el poema que le dedicó su amigo Antonio Machado: “No es profesor de energía/ Francisco A. de Icaza, sino de melancolía”. Y en la inscripción que leen todos los visitantes de la Alhambra. Otra leyenda atribuye su inspiración al mismo mendigo de quien habló también Ángel Ganivet: “Dale limosna, mujer/ pues no hay en la vida nada/como la pena de ser/ciego en Granada”. Como todo, Internet es al mismo tiempo la cámara de los horrores y el Retablo de las Maravillas. No me dejará mentir la Red si les digo que el 30 de noviembre de 2009, en una rueda de prensa en la Feria del Libro de Guadalajara me preguntaron, con motivo del Premio Reina Sofía, si con él yo estaba en camino del Premio Cervantes. “Para nada”, contesté. “Lo veo muy lejano. Nunca lo voy a ganar”. Al amanecer del lunes 30 la voz de la señora ministra de Cultura, doña Ángeles González Sinde, me dio la noticia y me hundió en una irrealidad quijotesca de la que aún no despierto. Por aturdimiento, no por ingratitud, apenas en este día doy gracias al jurado por su generosidad al privilegiarme, cuando apenas soy uno más entre los escritores de este idioma y hay tantas y tantos dignos con mucha mayor justificación que yo de estar ahora ante ustedes. Para volver al plano de la realidad irreal o de la irrealidad real en que los personajes del Quijote pueden ser al mismo tiempo lectores del Quijote, me gustaría que el Premio Cervantes hubiera sido para Cervantes. Cómo hubiera aliviado sus últimos años el recibirlo. Se sabe que el inmenso éxito de su libro en poco o nada remedió su penuria. Cómo nos duele verlo o ver a su rival Lope de Vega humillándose ante los duques, condes y marqueses. La situación sólo ha cambiado de nombres. Casi todos los escritores somos, a querer o no, miembros de una orden mendicante. No es culpa de nuestra vileza esencial sino de un acontecimiento ya bimilenario que tiende a agudizarse en la era electrónica. En la Roma de Augusto quedó establecido el mercado del libro. A cada uno de sus integrantes -proveedores de tablillas de cera, papiros, pergaminos; copistas, editores, libreros- le fue asignado un pago o un medio de obtener ganancias. El único excluido fue el autor sin el cual nada de los demás existiría. Cervantes resultó la víctima ejemplar de este orden injusto. No hay en la literatura española una vida más llena de humillaciones y fracasos. Se dirá que gracias a esto hizo su obra maestra. El Quijote es muchas cosas, pero es también la venganza contra todo lo que Cervantes sufrió hasta el último día de su existencia. Si recurrimos a las comparaciones con la historia que vivió y padeció Cervantes, diremos que primero tuvo su derrota de la Armada Invencible y después, extracronológicamente, su gran victoria de Lepanto: El Quijote es la más alta ocasión que han visto los siglos de la lengua española. Nada de lo que ocurre en este cruel 2010 -de los terremotos a la nube de ceniza, de la miseria creciente a la inusitada violencia que devasta a países como México- era previsible al comenzar el año. Todo cambia día a día, todo se corrompe, todo se destruye. Sin embargo en medio de la catástrofe, al centro del horror que nos cerca por todas partes, siguen en pie, y hoy como nunca son capaces de darnos respuestas, el misterio y la gloria del Quijote. Muchas gracias.
Publicado en Brújula (El Deber/Santa Cruz-Bolivia), 24/4/2010
Imagen: José Emilio Pacheco
Monday, April 12, 2010
LA OBRA DEL MARQUÉS DE SADE/La infamia como senda a la luz
Lisandro Otero
La obra de Donaciano Alfonso Francisco de Sade constituye una incursión en la perversidad, pero es también una forma de emancipación y rescate de sumisiones. Para algunos este monstruo de impudicia y libertinaje colmó todos los excesos imaginables en que puede incurrir un ser humano en su ejercicio sexual. Si embargo, algunos pensadores, como el católico Pierre Klosowski, creen que Sade fue un espíritu verdaderamente religioso porque usó el mal como si fuera un muro que es necesario horadar para llegar a obtener la luz.
El marqués de Sade se adentró en una existencia licenciosa durante la cual usó todas las depravaciones en busca del placer, conoció las indignidades y el deshonor, sufrió prisiones y vio su obra censurada, sufrió la reprobación de sus contemporáneos y sus páginas fueron mutiladas. Al final de su vida muchos de sus textos sufrieron la destrucción total y hasta sus propios restos físicos fueron pulverizados y diseminados sin dejar huella. Él parecía estar poseído por una voluntad de autodestrucción y no dio mucha importancia a su propia obra literaria, que a ratos parece ser el lenitivo de un espíritu atormentado por sus demonios. Su propio estilo, seco, austero, descriptivo, sin aderezos del lenguaje, no revelaba a un escritor con ambiciones de gloria.
Sade surgía de una época en que el poder absoluto de la aristocracia y el clero habían alcanzado una autoridad insolente sobre la sociedad, que gemía bajo ese molde estrecho. Era necesario romper el influjo de las minorías y dar vía de salida a los nuevos impulsos democráticos que el pueblo reclamaba. La ruptura física de las instituciones, la fractura social que estaba por manifestarse, venía precedida por esta violación de convenciones, por este atropello del cuerpo humano que Sade ponderaba.
Es sabido que el acto sexual es esencialmente un ejercicio de posesión, un acaecimiento donde el ímpetu y el ardor determinan el control de una individualidad. Para Sade los abusos que practicaba eran una respuesta al despotismo reinante, una refutación a la arbitraria autocracia que oprimía a la Francia del siglo XVIII.
Descendiente de la muy encumbrada casa de los Condé, por su origen nobiliario estaba destinado a una carrera militar que asumió por un lapso, hasta que un ventajoso enlace matrimonial con una familia burguesa de la judicatura le condujo a asumir una doble existencia. Amante de la conocida actriz La Beauvoisin, montó una casa de citas en Arcueil adonde conducía prostitutas que sometía a extrañas prácticas sexuales, en las que intervenían el dolor, las excreciones humanas, el bestialismo, la sodomía, la pedofilia y el tribadismo. Una de sus víctimas, Rose Séller, lo denunció, dando lugar a un proceso legal que lo arrastró a la prisión de Vincennes.
Al salir, se refugió en su castillo de La Coste donde su sirviente Latour le procuraba las rameras que usaba en sus experiencias. También secuestraba adolescentes y usaba sofisticados afrodisíacos. Fue condenado en reiteradas ocasiones a la prisión de Vincennes, huyó a Cerdeña y a su regreso terminó cautivo en La Bastilla, donde escribió sobre un rollo de papel de doce metros de largo su obra capital Los 120 días de Sodoma. Al estallar la Revolución Francesa fue confinado al manicomio de Charenton. Escribió sus novelas Justine y Juliette y varias obras teatrales para la Comedie Française.
Finalmente asumió su gran vocación liberadora, se unió al proceso de transformación social que agitaba a Francia y fue electo Secretario de la Sección de Picas durante el gobierno de Robespierre. Allí escribió panfletos como este: “¡Hermanos! Hemos establecido la libertad sobre su trono y si jamás un tirano logra arrebatárnosla sería porque ya no queda un parisino en territorio francés… Una Constitución bienhechora va a implantar la verdadera felicidad en lugar de las angustias de la miseria y de la esclavitud, desgracias de nuestros días; el yugo de los males que nos obligó a bajar nuestra cabeza altiva se ha desarrollado en esta energía republicana que hace temblar a los reyes…”
Pero esas misma “energía republicana” estaba a punto de enviarlo a la guillotina cuando la caída de Robespierre le liberó de un inminente final. La llegada al poder de Napoleón le puso a la merced de su más implacable enemigo, que ordenó la destrucción de sus libros y le incomunicó por el resto de su vida en el asilo de Charenton.
En su testamento, redactado en 1806, ocho años antes de su muerte, escribió: “quiero que las trazas de mi tumba desaparezcan de la faz de la tierra porque aspiro a que mi memoria sea borrada de la mente de los hombres”. Su hijo mayor le complació incinerando el manuscrito de la que quizá fuese su novela más importante: Las jornadas de Florabella, en dos tomos, y destruyó, además, la mayor parte de sus originales. Durante cien años Sade fue un nombre olvidado hasta que a inicios del siglo XX Guillaume Apollinaire le redescubrió y contribuyó a establecer su reputación como uno de los grandes escritores de las letras francesas y situó su obra junto a Ovidio, Catulo, Safo, Chaucer, Rabelais y Bocaccio, contiguo a Musset, Balzac y Maupassant, junto a Barbusse, Celine, Jarry, Aragón y Pierre Louÿs, quienes cultivaron la literatura del erotismo.
Publicado en La Jiribilla (La Habana/Cuba), 2006
Imagen: Afiche de Susan Bee para Marat-Sade, 1970
Tuesday, April 6, 2010
Intercambio de acervos/Museo Gallino en Montevideo
Pedro da Cruz
UNO DE LOS museos de arte más importantes del país fuera del ámbito capitalino, el salteño Museo de Bellas Artes y Artes Decorativas María Irene Olarreaga Gallino, o simplemente Museo Gallino (MG), alberga una importante colección con características particulares. Un aspecto interesante del acervo del MG son sus múltiples conexiones con lo local y la región del litoral, así como con Montevideo, otras regiones del país, e incluso países como Italia y Hungría.
A ese aspecto del acervo se suma una serie de referencias cruzadas entre los motivos de algunas obras, ya sean personajes históricos o lugares, y las historias personales de los artistas que las crearon. Las múltiples referencias configuran una serie fascinante de posibles "lecturas", a partir de las que se podrían trazar distintos itinerarios en el espacio físico del museo. La idea curatorial de la presente exposición, cuyo objetivo es mostrar parte del acervo del MG en el Museo Nacional de Artes Visuales, estuvo pautada por un itinerario sumamente subjetivo, que en cierta forma fue condicionado por la premisa de elegir sólo pinturas (el acervo del MG incluye gran número de esculturas), y restricciones en cuanto a desarticular la unidad de una de las principales salas del museo.
Las fuentes del retrato
En 1865 Juan Manuel Blanes viajó al litoral con el objetivo de pintar un retrato del general Lucas Píriz. No es creíble que el pintor haya encontrado personalmente al general. Píriz, de divisa blanca, había sido gobernador de Salto, y al arribo de Blanes era uno de los principales defensores de Paysandú, donde murió cuando la ciudad fue tomada por las fuerzas coloradas de Venancio Flores. Unos años más tarde, Manuel Estevez Dos Santos, retratista activo en Salto, pintaría General Lucas Píriz, un retrato asombrosamente similar al pintado por Blanes.
Cabe preguntarse si ambos artistas usaron una fotografía como fuente, una costumbre que había comenzado a practicarse en las academias de Europa en la época en que Blanes regresó de Italia.
Sin sonidos ni palabras
Cuando Antonio del Corchio pintó Dr. Santos Errandonea, estaba retratando a un pro-hombre salteño. Ya en las legislaturas anteriores a 1900 Errandonea fue diputado del Partido Colorado por Salto, bancada que compartía con José Batlle y Ordóñez y Feliciano Viera. Éste último integró el Consejo de Estado creado por Juan Lindolfo Cuestas, y luego fue diputado por el departamento de Salto. Fue Ministro del Interior durante la segunda presidencia de Batlle y Ordóñez, y lo sucedió como Presidente de la República en 1915.
La hija mayor de Viera, Petrona, nació en Montevideo, pero en 1897 fue llevada por su familia a Salto. A causa de una meningitis la niña quedó sordomuda, por lo que la familia decidió regresar definitivamente a Montevideo, instalándose en una quinta de la Avenida 8 de Octubre.
La quinta de los Viera era visitada por artistas como Pedro Figari y Pedro Blanes Viale, así como por Vicente Puig, el primer maestro de Petrona. Ella pasó luego a estudiar con Guillermo Laborde, miembro del Círculo de Bellas Artes. Petrona adoptó un estilo planista, y sus motivos principales serían retratos y juegos infantiles.
Héroes, artistas e intelectuales
Una posible reacción ante el Artigas pintado por Eriberto Prati en 1919 es de extrañeza: un personaje de pelo castaño, pobladas patillas, una mirada algo perdida en los ojos claros, y un gesto napoleónico, con la mano derecha metida en la chaqueta del uniforme del Cuerpo de Blandengues. La sensación de no reconocer la figura retratada no se debe a certezas sobre su apariencia, ya que no existen fotografías de Artigas, sino a la fuerza del imaginario fundacional de Blanes, que con su Artigas en la Ciudadela, determinó en 1884 el paradigma de la figura del héroe.
Los hermanos gemelos Eriberto y Edmundo Prati nacieron en Paysandú en 1889, y poco después fueron llevados por su familia a Italia, donde vivieron durante la infancia y la adolescencia. Con poco más de veinte años regresaron a Uruguay, estableciéndose en Salto en 1910. Al año siguiente fundaron la Empresa de Pintura y Decoración Prati Hnos., que recibiría numerosos encargos de decoración de edificios públicos, como el Ateneo, y las principales mansiones de Salto, entre otros el Palacio Gallino, sede del actual Museo Gallino.
Un lugar intangible. Mataojo no es una localidad definida, sino un lugar intangible del noreste del departamento de Salto, entre el arroyo Mataojo y el río Arapey Grande, donde existían pueblos de los que hoy sólo quedan algunas casas aisladas. En 1888 nació allí Carmelo de Arzadun. Cuando tenía 15 años se trasladó a la ciudad de Salto, donde comenzó a estudiar pintura con Estevez Dos Santos, el retratista del General Píriz.
Dos años más tarde la familia de Arzadun decidió viajar a Europa y radicarse en España. Después de cursar estudios en la Escuela de Artes y Oficios de Bilbao, Arzadun regresó a Uruguay en 1909 para solicitar una beca de estudios, gracias a la que dos años más tarde viajaría nuevamente a Europa, esta vez en compañía de José Cúneo. Luego de su regreso definitivo a Montevideo en 1915, Arzadun se integró al Círculo de Bellas Artes, en el que fue profesor durante un corto período a partir de 1917.
Ni lunas ni ranchos
Cúneo se había integrado al Círculo de Bellas Artes, donde fue alumno de Herrera, ya en 1906. Al año siguiente viajó a Europa por primera vez, y luego de estudiar en Italia y regresar a Uruguay, volvió a viajar, esta vez a Francia junto a Arzadun, en 1911. En los años siguientes realizaría varios viajes a Europa, los que intercalaría con estadías en distintos puntos del Interior de Uruguay en un movimiento pendular.
En 1914 se enfrentó por primera vez al paisaje del campo uruguayo en Treinta y Tres, y cuatro años más tarde estuvo en Cerro Largo, donde pintó obras en un marcado estilo planista, que Cúneo compartía con otros artistas que habían pertenecido al Círculo de Bellas Artes. A partir de 1930 estuvo durante casi dos años en Florida, donde comenzó la serie de obras con los motivos por los que sería más conocido: los ranchos y las lunas.
En 1945 Cúneo viajó a Salto con el objetivo de pasar una convalecencia en casa de parientes. Durante su estadía impartió cursillos de dibujo y pintura en el Taller Pedro Figari, taller de artes plásticas de la Asociación Horacio Quiroga, una asociación cultural que contó al escritor Enrique Amorim entre sus principales impulsores.
Personajes y lugares
Nacido en Hungría, el artista plástico José Cziffery estudió en Budapest y luego en París, entre otros con Henri Mattise, antes de viajar a Uruguay. En 1946 arribó a Salto enviado por Carlos Herrera Mac Lean, presidente de la Comisión Nacional de Bellas
Artes, para dirigir el Taller Figari de la Asociación Quiroga. Una estadía que en un principio había sido planeada por unos meses, resultó en que Cziffery se afincara en Salto, ciudad en la que permaneció durante el resto de su vida.
El Taller Figari fue un referente para numerosas figuras del arte uruguayo, tanto para los que lo frecuentaron como alumnos y docentes, así como para los que lo visitaron en distintas oportunidades. La docencia de Cziffery fue de fundamental importancia para la formación de un grupo de jóvenes salteños con inquietudes artísticas, entre otros Casimiro Motta, Artigas Milans Martínez, Leandro Silva Delgado, Aldo Peralta y Lacy Duarte.
De El País, Montevideo, abril 2010
Imagen: Pedro Figari/Toque de oración, 1925
Friday, April 2, 2010
Eréndira Ikikunari, la Conquista desde la visión de los indígenas
JORGE CABALLERO
La película Eréndira Ikikunari, dirigida por Juan Mora Catlett se estrena este viernes en 15 salas de la ciudad; el director menciona que llevar esta historia el cine es por su pulsión de tratar "temas basados en lo que somos los mexicanos; no tiene mucho sentido seguir modas internacionales con los presupuestos ridículos que manejamos en México; tenemos mucha riqueza cultural con infinidad de historias que podrían llevarse a la pantalla. Este caso de Eréndira es porque es una heroína real mexicana prácticamente desconocida, una especie de Juana de Arco; quien además se enfrenta a los prejuicios de su propio pueblo, que no tenía mujeres guerreras y realiza lo que los hombres no pudieron hacer: robar un caballo a los conquistadores".
Eréndira Ikikunari es una película de acción que narra un episodio de la conquista de México, basada en una leyenda del siglo XVI: una muchacha excepcional, que ante la invasión de su tierra mostró un valor y una entereza asombrosos. Una mujer guerrera que lucha por alcanzar la dignidad y el respeto. El tema contiene la materia prima de la tragedia: una heroína, el caos apocalíptico y la lucha fratricida por el poder dentro de un grupo familiar. Para contarnos esta historia, Juan Mora Catlett recurre a animaciones inspiradas en códices y lenguaje purépecha, mismo que es manejado por actores michoacanos.
"El caballo, para los indígenas de los pueblos mesoamericanos y específicamente para los purépechas, era un monstruo mitológico, Eréndira lo roba, aprende a montarlo e inicia la guerra contra los invasores. Es una historia importante no sólo en el sentido de la anécdota sino como ejemplo reflexivo del papel de la mujer mexicana en la historia y en la actualidad, donde se le sigue coartando su desarrollo como ser humano, hacerlo con este personaje que no es ficticio ni inventado es increíble", afirma el director sobre uno de los aspectos importantes de su obra.
Mora Catlett continúa y enlista: "otras cuestión en Eréndira es la dignificación de la conquista de México, porque siempre se ha manejado en la enseñanza oficial, que un puñado de españoles de alguna manera mágica conquistaron a cientos de pueblos indígenas. Cuando esta llamada Conquista fue una especie de guerra entre los pueblos indígenas fomentada por los españoles, quienes al final, cuando habían dividido a todos, tomaron el control... un evento catastrófico."
Los dueños de la historia
"Otro elemento que me interesó es que los purépechas son una cultura viva, son los dueños de la historia de Eréndira: por medio de la tradición oral la leyenda ha sido embellecida, modificada, idealizada a través de las generaciones, como sucede con todas las tradiciones de la memoria oral; quién mejor que ellos para representar la historia de Eréndira; no me pareció correcto hacerla con actores chilangos, hablada en español. Lo natural era filmarla con ellos, hablada en purépecha, rodarla íntegramente en Michoacán y utilizar los paisajes de ahí."
Del trabajo con los actores explica: "hice una convocatoria en las comunidades para ver a quién le interesaba participar; después, en Morelia, conformé un proyecto de elenco donde estuvimos ensayando nueve semanas y el último día elegí a los personajes. Era muy importante que fuera actuada por gente de la comunidad y hablada en purépecha porque las condiciones de rodaje eran difíciles: estar prácticamente desnudos y descalzos en el campo, entre espinas, piedras, bajo el sol candente, noches heladas... esa gente está adaptada a esas condiciones, sabe cómo moverse -uno identifica inmediatamente a alguien que no sabe caminar en el campo-, tenía varias ventajas y una muy importante era que tenían puesto el corazón en la película, un compromiso emocional a priori por estar representando algo de ellos".
En apreciación del director una de las reacciones que provocó la cinta en la comunidad purépecha: "fue muy interesante porque ellos no han analizado su propia historia, darse cuenta de sus divisiones internas, darse cuenta de que fueron presas de los españoles porque se pelearon entre ellos... esto los hizo reflexionar. Uno de los resultados que no esperaba es que después del estreno en Morelia le pasé a una universidad unos dvd para que la proyectaran en las comunidades que no tienen acceso al cine y el resultado ha sido sorprendente porque la entienden perfectamente y genera muchas discusiones sobre su situación: siguen existiendo las divisiones entre ellos. Por ese lado estoy muy contento por el resultado".
El también realizador de la cinta que recoge la resistencia indígena durante la Conquista, Retorno a Aztlán, recuerda: la exhibición de Eréndira en Pátzcuaro fue muy emotiva porque el público en su mayoría era purépecha, la ovacionaron y después hubo declaraciones de que se sentían orgullosos de ser indígenas, incluso una dijo: "Es la primera vez que entiendo una película mexicana", ella no hablaba muy bien el español.
Para Mora Catlett: "La forma de la película fue importante, porque es una leyenda que no es histórica, decidí no hacer una reconstrucción naturalista porque tenía que representar a los españoles y caballos como los muestran los textos históricos. Yo quería mostrar la impresión que los indígenas tuvieron al ver a estos invasores, los veían como dioses, como marcianos y a los caballos como bestias monstruosas, inclusive le da mucho más significación y valor al acto de Eréndira; entonces opté por tratarla desde el punto de vista no realista sino desde el punto de vista indígena, como referentes usé los códices del siglo XVI específicamente los de La Relación de Michoacán y la imagen que los indígenas tenían de los españoles en expresiones artísticas y artesanales".
Imagen: Escena de la película