Katherine Mansfield
NOVIEMBRE 1915. Bandol. Creo que hace mucho tiempo que sé que la vida se me ha acabado, pero no me di cuenta ni lo reconocí hasta que murió mi hermano. Sí, aunque él yace en el centro de un pequeño bosque en Francia y yo sigo andando erguida y sintiendo el sol y el viento del mar, estoy tan muerta como él. Ni el presente ni el futuro significan nada para mí. He dejado de sentir "curiosidad" por la gente; no deseo ir a ningún lugar; y el único valor posible que cualquier cosa puede tener para mí es el que me recuerde a algo que ocurrió o tuvo lugar cuando él estaba vivo.
"¿Te acuerdas, Katie?" Oigo su voz en árboles y flores, en perfumes, en la luz y en la sombra. ¿Ha pervivido alguien, aparte de estas personas que están tan lejos? ¿O todos han fracasado y se han desdibujado siempre porque les he negado la realidad? Supongamos que muero sentada en esta mesa, jugando con mi abrecartas indio, ¿quién sentiría la diferencia? Nadie notaría diferencia alguna. Y si es así, ¿por qué no me suicido? Porque siento que tengo una tarea que realizar por el pasado maravilloso que ambos vivimos. Quiero escribir sobre ello porque él quería que lo hiciera. Hablamos de ello en Londres, en mi pequeña habitación de arriba. Le dije: pondré simplemente en la primera página: Para mi hermano, Leslie Heron Beauchamp. Muy bien: así será…
El viento cesó con el crepúsculo. En el aire hueco cuelga medio aro de luna. Reina un gran silencio. Oigo a una mujer cantando una canción a media voz en algún lugar. Tal vez está acurrucada ante una estufa pues es el tipo de canción que las mujeres cantan ante un fuego: melancólica, cálida y tranquila. Veo una casita con tiestos de flores bajo las ventanas y la masa suave de un almiar de heno en la parte de atrás. Las aves se han ido todas a reposar: contornos lanudos en las barras del gallinero. El asno, cubierto con un paño, está en el establo. El perro
descansa en la caseta, la cabeza en sus patas delanteras. El gato, sentado junto a la mujer, con la cola bien enrollada, y el hombre, aún joven y descuidado, viene subiendo la carretera de atrás. De pronto aparece una mancha de luz en la ventana y en el lecho de pensamientos de
más abajo, y empieza a caminar más deprisa, silbando.
Pero ¿dónde está ahora esta gente animada? ¿Estos jóvenes fuertes, con cuerpos duros y sanos, y pelo rizado? No son ni santos ni filósofos; son personas decentes -pero ¿dónde están?
22 de enero de 1916. Ahora, en realidad, ¿qué es lo que quiero escribir? Me pregunto, ¿soy menos escritora de lo que solía ser? ¿Es mi necesidad de escribir menos urgente? ¿Me sigue pareciendo natural continuar con esta forma de expresión? ¿Ha sido suficiente el lenguaje? ¿Deseo algo más que relatar, que recordar, que tranquilizarme?
Hay momentos en que estos pensamientos medio me asustan y casi me convencen. Me digo: estás ahora tan llena de ti misma, del placer de estar viva, de vivir, de aspirar a un mayor sentido de la vida y de un amor más profundo que se te ha consumido lo otro.
Pero no, en el fondo no estoy convencida pues en el fondo mi deseo de escribir nunca ha sido tan ardiente. Solo la forma que escogería para hacerlo ha cambiado totalmente. Ya no me preocupa la misma apariencia de las cosas. Las personas que vivieron y que yo deseaba llevar a mis relatos me han dejado de interesar. Las tramas de mis relatos me dejan perfectamente fría. No pongo en duda que todas estas personas existen y que todas sus diferencias, complejidades y resoluciones son verdaderas para ellos, pero ¿por qué debería yo escribir sobre ellos? No los siento próximos. Se han cortado completamente todos los falsos hilos que me vinculaban a ellos.
Ahora, ahora quiero escribir recuerdos de mi propio país. Sí, quiero escribir sobre mi país hasta que agote mi bagaje. No solo porque es una "deuda sagrada" que debo a mi país, porque allí nacimos mi hermano y yo, sino también porque en mi pensamiento recorro con él todos los lugares de la memoria. Nunca estoy muy lejos de ellos. Deseo ardientemente renovarlos en la escritura.
¡Ah! Las personas -las personas que allí quisimos- también sobre ellas deseo escribir. Otra "deuda de amor". Deseo por un momento poner ante los ojos del Viejo Mundo nuestro país aún no descubierto. Debe ser misterioso, como si flotara. Tiene que dejarles sin respiración. Tiene
que ser "una de esas islas…" Lo contaré todo, incluso cómo rechinaba la cesta de la ropa en el 75. Pero se tiene que contar todo con un sentido del misterio, resplandeciente, con una incandescencia pasada, porque tú, mi pequeño sol de allí, te has puesto. Te has caído hacia el borde deslumbrante del mundo. Ahora me toca a mí representar mi papel.
También quiero escribir poesía. En el umbral de la poesía me encuentro siempre temblando. El almendro, los pájaros, el pequeño bosque donde estás tú, las flores que no ves, la ventana abierta a la que me asomo, y donde sueño que te tengo apoyado en mi hombro, y las veces en que tu foto "parece triste". Pero sobre todo te quiero escribir un tipo de elegía larga... Tal vez no en verso. Quizá tampoco en prosa. Casi seguro será un tipo de prosa especial.
KATHERINE MANSFIELD nació en Wellington (Nueva Zelanda) en 1888 y emigró a Londres en la adolescencia. A partir de la muerte en la guerra de su hermano menor escribió relatos que están entre lo mejor de la tradición cuentística en inglés. Entre sus libros se cuentan Preludio y La fiesta en el jardín. Murió en 1923.
El País, Montevideo, 08/2012
Foto: Katherine Mansfield y John Middleton Murry en 1920
Sunday, September 30, 2012
Saturday, September 29, 2012
El caimán jubilado (1)/SABATINAS INTEMPESTIVAS
Gregorio Morán
Aseguran que Santiago Carrillo murió mientras dormía la siesta. Tranquilamente, como lo haría un jubilado de esos que no sufren los recortes, que tienen a los hijos bien colocados, que reciben la visita de los nietos los domingos después de almorzar, que gozan de una esposa solícita y una criada de confianza que se ocupa de los menesteres domésticos. Esos jubilados que caminan despacio, temerosos siempre de un tropezón, de una caída, que es lo único que les puede llevar derechitos a la tumba. ¡Cuántos tropezones en tu vida, Santiago! La veteranía es un grado dentro del ejército de la política.
Esa apariencia de jubilado, de esos a quienes respetan los vecinos, aunque no compartan sus ideas –¿tenía ideas Santiago Carrillo?–. Siempre me ha llamado la atención el alto concepto que tiene la gente de sí misma. “¡No comparto sus ideas, caballero!”. ¿A qué se referirán? Lo único cierto es que murió mientras dormía la siesta. ¿Cuántos años llevaba durmiendo la siesta? A ojo de buen cubero me salen veinticinco. ¿Cuándo perdió la única pasión de su vida? Quizá nunca. Cuando la política le abandonó a él –que no al revés– se buscó un sucedáneo para resentidos; se hizo tertuliano. Pasión o vicio sólo tuvo uno, y no fue precisamente el tabaco. Carrillo no fumaba, sencillamente jugaba con el humo, se distraía y disimulaba. Fumar es otra cosa.
La longevidad de un político que ya no es un peligro para nadie le otorga una especie de don religioso, casi místico, un estado de placidez y reconocimiento que alcanza la beatitud y en algunos casos roza la santidad. Fíjense en el detalle de que Rodolfo Martín Villa, un aspirante a este universo celestial, ha pedido en un artículo necrológico dedicado a Carrillo, que Dios, en el que con toda seguridad cree aún menos que yo, tenga a bien recibir a Santiago Carrillo Solares en el Paraíso. Tengo mis dudas de que seamos conscientes de que nuestro mundo político y social cada vez se parece más a una película de Buñuel. Nuestros empresarios –ahora llamados emprendedores– parecen personajes extraídos de la cena de sociedad de El ángel exterminador, y nuestros políticos de aquel otro filme inacabado de sublime truculencia, Simón, el Estilita.
Llegar a los 97 años, después de una intensa vida política tiene, además del aspecto beatífico que la simpleza ciudadana concede a los viejos profesionales, algo de perverso. Nadie mejor que ellos saben valorarlo. Se trata de contemplar cómo se han ido muriendo los enemigos: una enfermedad, un accidente, una inclinación, un tropezón… Santiago Carrillo tuvo el privilegio de dedicar líneas necrológicas a todos sus adversarios y hacerlo sin especial ira aunque con esa dosis de saña y desdén que se concede a quien ha muerto. Porque la muerte prematura –y todas lo son– significa una derrota en sí misma. Basta echar una ojeada y allí están, algunos poco conocidos, otros olvidados: Vicente Uribe; Enrique Líster; el pobre Antón, engreído amante de Pasionaria; Jesús Monzón el temerario; Gabriel León Trilla; el desdeñoso Comorera. O Fernando Claudín, uno de los personajes más sórdidos y limitados del comunismo español. Otros, más recientes y conocidos, Jorge Semprún, que llegó a ministro, sí, pero que murió antes que él, y Javier Pradera, al que había hecho vomitar en la primera reunión política de aquel estilo Carrillo, inconfundible, que te hacía echar las tripas o colgarlas del perchero.
Nunca tuvo preocupación intelectual alguna, porque la política es absorbente y exige exclusividad. Quizá sólo el cine. Su preferencia estaba en las películas de Louis de Funès, el cómico francés por excelencia de las clases medias. No era lector, ni siquiera de best sellers. Si lo hacía, se trataba de una obligación, ya se sabe, informes y comunicados. Con eso basta para hacerte una cultura. Si era menester redactar un texto largo, lo dictaba. Pequeños detalles, lo importante es que consiguió que se le fueran muriendo todos. Sólo consiguió engañarle Gerardín Iglesias, y quizá fuera porque ya le faltaban los reflejos y no pudo evitar el maleficio: nunca le des una oportunidad a un asturiano.
Ganó a Pilar Bravo, a Enrique Curiel, y a tantos y tantos que fue enterrando con un epitafio benévolo, en su estilo de caimán ya jubilado. Cuando solicitó su ingreso en el PSOE cuentan que Alfonso Guerra, que fue el recibidor, lo acogió con una sonrisa pero le salió el escenógrafo frustrado que lleva dentro y lo planteó en una ejecutiva socialista, más o menos de esta guisa: “El viejo Carrillo y el joven Verstrynge piden el ingreso en nuestro PSOE”. ¡Genial! Todo lo nuestro aún está por escribir, insisto. El hombre que había conseguido convertir al Partido Comunista de España, y por tanto al PSUC, en el agente más vivo de la lucha contra la dictadura –¡qué elocuente sería que la presidenta del catalanista Òmniun Cultural, Muriel Casals, aportara su testimonio como militante de aquel PSUC que prestigiaba la lucha de clases frente al nacionalismo!– solicitaba el ingreso en el PSOE al mismo tiempo que el delfín de Manuel Fraga Iribarne, en la universidad y en Alianza Popular. Carrillo y Verstrynge, dos generaciones, quizá también dos mundos, apuntándose al socialismo en su punto de decadencia. Toda una metáfora. Ahí empezó la jubilación del caimán.
Empezó a escribir sus memorias. Como no las tengo a mano y me da mucha pereza recurrir a ellas, por inútiles, vamos a dejarlas a un lado. Llegó a escribir media docena. Cada una diferente. Un matiz aquí, otro allá. Cuestiones del dictado. Aún recuerdo aquellos elogios de los principales intelectuales del país haciéndose mieles de su Eurocomunismo y Estado, un libro ayuno de todo, incluso de sentido; como una tertulia pero solo y de corrido. Estábamos en la gran época, porque en el caimán hay tres épocas bien definidas, la del caimán armado y derrotado, la del caimán jubilado y la que explica ambas, la formación del caimán.
Se había equivocado. Él había nacido para dirigir un partido de chavales con ambición y sin experiencia, algo así como el PSOE en vísperas de Suresnes, pero resultaba que había creado un partido clandestino con un fuerte tinte estalinista que le venía de nacimiento, por más que entonces se dijera que se trataba de la herencia leninista. Los que habían conocido o sabían de Lenin, o habían muerto o los habían matado. Lo había hecho todo en la vida para ser un fiel militante del comunismo estaliniano y ahora resultaba que aquello amenazaba quiebra, y sobre todo carecía de cualquier futuro en el ámbito español. Merece la pena relatarlo, prometo hacer un resumen de algo que ya dejé escrito en tropecientas páginas que necesitan cierta actualización.
Ahora sólo vale un acercamiento, el esbozo de un hombre que empezó su vida política en una historia terrible, que es la España que va de la revolución del 34 y el final de la guerra civil, del joven socialista que se pasa a los que tienen futuro, según cree, que son los comunistas, que rechaza la manifiesta mediocridad de su padre, Wenceslao, un modesto sindicalista al que un intelectual como Julián Besteiro manipula a su gusto. No hace falta ser Freud para detectar ahí la distancia que siempre marcará con sus “intelectuales” particulares, de Claudín y Semprún a los dos Manolos, Sacristán y Azcárate. Aún recuerdo el aluvión de admiradores cuando volvió con el bisoñé. Paco Umbral se derretía, Raulito del Pozo buscaba metáforas, las viejas plumas del Movimiento y los sindicatos, salvo excepciones reaccionarias que tenían la cabeza en el sumidero de Paracuellos, se inclinaban ante el hombre que susurraba a los caballos.
Hay que explicar la historia del caimán armado, de cómo aquel dirigente de las Juventudes Socialistas Unificadas al que descubrió Palmiro Togliatti, el líder italiano que aseguraban veía crecer la hierba, acabó convertido en un icono para el que pide una peana en el cielo Rodolfo Martín Villa.
De La Vanguardia, Barcelona, 22/09/2012
Foto: Santiago Carrillo
Thursday, September 27, 2012
Francisco Villa ‘El Hombre’
Heriberto Robles Rosales
La desconcertante vida revolucionaria de Francisco Villa se sustenta en una desproporción entre el corazón y el cerebro; como hombre leal jamás quiso traicionar sus principios, pero como general escuchó el canto de las sirenas y se enfrentó al hombre que encabezó la revolución de 1913, al presidente Carranza.
LOS RECUERDOS
Las gotas tamborileaban sobre el techo de sollate de aquella casa humilde en una población del norte de Coahuila; la luz de la lámpara de keroseno y las llamas de la estufa de leña iluminaban la casita.
El apagado rumor del manso diluvio se veía interrumpido por la intensidad de la luz y el trueno de un relámpago. El viejo aquel rodeado de sus nietos iniciaba un recorrido por sus recuerdos, recuerdos que hacían que sus nietos, junto con él vibraran de emoción al recordar sus aventuras en aquella lejana época de cuando fue soldado de la revolución, cuando anduvo en la bola, como así le decían al movimiento armado de 1913, y bajo las órdenes del legendario general norteño FRANCISCO VILLA.
Ese viejo había militado en las huestes de Villa como un simple soldado, pero había sido testigo de las famosas cargas de caballería, como aquella de los 6,000 dragones en la toma de PAREDÓN, Coahuila, donde resultaron triunfadores, pero también había participado en las cargas de caballería en las batallas del bajío, sobre todo en aquellas de Celaya, donde serían derrotados por las fuerzas de CARRANZA.
¿SANGUINARIO?
En torno de los hombres de la revolución se crearon infinidad de historias y leyendas que despiertan asombrosas y espectaculares secuencias, producto con mucha frecuencia de la calenturienta imaginación y desbordada fantasía de admiradores y detractores.
Su fama de sanguinario nunca fue probada de manera fehaciente, si bien no debe ocultarse el hecho de que con mucha ligereza envió al paredón a mucha gente, lo hizo amparado por disposiciones de guerra de don Venustiano Carranza.
Su aureola de caudillo muy macho y muy amigo de sus hombres se ponía de manifiesto viéndole platicar con ellos; eso sí, mientras no estuviera presente alguna muchachita, porque entonces dejaba a todo mundo con la palabra en la boca y terminaba yéndose con alguna mujer bien tomada del brazo.
En cada ciudad conquistada era muy común verlo del brazo de alguna dama, en el que podía pasarse bailando al compás de La Cucaracha y Jesusita en Chihuahua, que eran las piezas de su preferencia.
¡LEYENDA!
Por una u otras razones, Pancho Villa fue la leyenda viviente del norte de México, el bandido generoso y romántico que robó a los poderosos para repartirlo entre los pobres, el que creó la esperanza entre los desahuciados, el hombre entero y viril, capaz de verter lágrimas sobre la tumba de Madero, o de cargar entre sus robustos brazos el ataúd con los restos de don Abraham González, y llevarlo en forma casi maternal hasta el Palacio de Gobierno de Chihuahua. El viento rojo y violento que permitió a sus fieles saciar los antiguos resentimientos y advertirle al chacal de Huerta que la muerte de Madero no quedaría impune.
HOMBRE HONESTO
Decía el general Villa: "Soy un combatiente, no un hombre de estado, no soy lo bastante educado para ser presidente. Apenas aprendí a leer y escribir hace dos años, ¿cómo podría yo, que nunca fui a la escuela, esperar poder hablar con los embajadores extranjeros y los caballeros cultos del congreso? Sería una desgracia para México, que un hombre inculto fuera su presidente. Hay una cosa que yo no haré: es la de aceptar un puesto para el que no estoy capacitado. Existe sólo una orden de mi jefe (el señor Carranza), que me negaré a obedecer, la de ser presidente o gobernador." En ese entonces todavía no surgían las divisiones entre Villa y el señor Carranza.
ESTABA EN TODAS PARTES
Corría el año de 1916, vientos de cólera y de rabia se dejaban sentir por Chihuahua. Villa estaba derrotado, solamente lo seguían algunos 300 soldados, había tenido noticias que en la Hacienda de San Juanito, 180 hombres oficiales y jefes que habían militado bajo sus ordenes fueron fusilados y algunas cabezas de ellos fueron exhibidas en Chihuahua, en picas, como escarmiento de quien siguiera a Villa.
Esto desató la furia del guerrillero y en venganza detiene un tren que iba para las minas en la sierra y a 18 americanos que iban en ese tren los fusila, lo que provocó reacciones en el país del norte; decidido Carranza a acabar con él, pide información de dónde se encontraba, recibiendo la petición presidencial la siguiente respuesta. "TENGO EL HONOR DE MANIFESTAR A USTED QUE SEGÚN LOS INFORMES QUE HE RECABADO Y QUE CONSIDERO COMPLETAMENTE VERÍDICOS, VILLA SE ENCUENTRA AHORA MISMO EN TODAS PARTES Y EN NINGUNA."
HéROE O BANDIDO
Existen hombres y mujeres que al margen de sus actividades y de su peor o mejor manera de obrar, se ganan el aplauso del pueblo; su complicidad o su ángel es lo que comúnmente llamamos carisma, es lo que hace que esos hombres sean populares y las masas anónimas los conviertan en héroes.
Pancho Villa, además de muchos... estículos, tenía carisma, personalidad, aura, atractivo; ejerció una extraña y subyugante fascinación en quienes lo conocieron y hasta nuestros días en quien sólo hemos tenido la oportunidad de leer su historia.
En su vida fue partícipe y protagonista activo en la insurrección de 1913, su vida fue prolífica en anécdotas, hechos, y circunstancias que nadie podrá igualar en la vida; como hombre tuvo aciertos y errores, quizás equivocó el camino al desconocer al presidente Carranza, al que se le enfrentó en el campo de batalla, pero siempre lo hizo de frente, nunca utilizó la oscuridad y la traición para acabar con su enemigo.
Así era el General FRANCISCO VILLA.
Publicado en El Diario de Coahuila, 10/09/2012
Wednesday, September 26, 2012
The Grown-Up Pleasures of 'The Hobbit'
By COREY OLSEN
'The Hobbit' turns 75 this week, an occasion that will cause many to fondly reflect on their childhood memories of the adventures of Bilbo Baggins. "The Hobbit" remains widely respected as a children's book, but too often it is overlooked by adults. It tends to remain locked into the category of "juvenile literature," and even serious fans of J.R.R. Tolkien sometimes neglect it when they grow up and move on to "The Lord of the Rings" and "The Silmarillion." But Tolkien's first published novel is a much more sophisticated book than it often gets credit for, and it richly rewards adult rereading.Bilbo's Tookishness first rises up within him when he hears the dwarves sing their song of gold and dragons, and he soon finds himself unexpectedly volunteering to accompany the dwarves on the journey to recover their lost treasure. But Bilbo's story is much more than just the development of an unlikely and reluctant hero. His Baggins side, which looks at times like mere parochialism and timidity, doesn't fade and disappear as he adjusts to the world of adventure. Instead, Tolkien maintains the balance between these two aspects of Bilbo's character, showing how they mature into courage and wisdom.
Bilbo's culminating act of heroism isn't a bold rescue or the slaying of a monster but his attempt to prevent a war between allies through an act of great self-sacrifice, and at the cost of being thought a traitor by his friends. It draws on the daring of his Took side and the common sense of his Baggins side, which complement and enhance each other.
One of the most consistently underappreciated elements of "The Hobbit" is Tolkien's use of poetry and song throughout the book. Most readers skim over the poems or even skip them outright, but those who do miss out on some of Tolkien's most compelling literary moments. The songs in "The Hobbit" aren't merely verses embedded in the story; they are carefully designed to capture the voices and illustrate the attitudes of their singers.
The simple chant of the goblins when they first capture Bilbo and the dwarves, for instance, gives readers stark insight into their outlook on life in the first few short lines: "Clap! Snap! the black crack! / Grip, grab! Pinch, nab!" The harsh, explosive consonants and the action-focused, verb-heavy monosyllables instantly immerse us in the hard, violent world of the goblins, who take pleasure in acts of cruelty. The dwarves' song in Bilbo's kitchen—in which they cheerfully threaten to "Chip the glasses and crack the plates!"—sounds similar, but the relative complexity of the dwarves' phrasing and poetic lines demonstrate their comparative mildness. Readers easily grasp the domesticity of their (merely humorous) threats. The wood-elves also sing a monosyllabic song as they watch their barrels roll into the river, but their soft liquid consonants ("roll-roll-rolling down the hole!") and their enjoyment of amusing sounds ("Heave ho! Splash plump!") show that their simple pleasures are as innocent as the goblins' are cruel. Tolkien's poetry enriches and complements not only the plot of the story but the development of his fictional world.
"The Hobbit" is a brilliantly constructed story, unfolding themes that remain all too relevant to the modern world: the nature of evil, the significance of human choice, the corrupting power of greed and the ease with which good people can be drawn into destructive conflict. There is plenty there to entertain children—and even more to draw in adults.
—Mr. Olsen is an assistant professor of English at Washington College, founder of the Mythgard Institute and author of "Exploring J.R.R. Tolkien's 'The Hobbit.' "
Publicado en The Wall Street Journal, 22/09/2012
Foto: Imagen del filme de Peter Jackson
Tuesday, September 25, 2012
Tras las huellas de jesuitas en Palometas
Alexander Terrazas
El hallazgo de una virgen tallada en madera en un hueco enterrado en la comunidad Palometas, ubicada a 50 kilómetros de Portachuelo, en la provincia Santa Rosa del Sara, nos llevó hasta la propiedad “La Campana”, donde los antiguos vivientes del lugar creen haber encontrado las ruinas de las Misiones Jesuíticas de Moxos.
Bloques ondulados revelan posible presencia jesuita. Caminar por los senderos del monte de Palometas es como viajar en el tiempo al año 1750 y recorrer las huellas que dejaron los jesuitas. Llegamos a “La Campana”, una propiedad privada ubicada a unos 800 metros del sitio donde fue hallada la virgen tallada en madera. Es un lugar misterioso, enclavado a orillas de una quebrada seca que parece un camino infinito y a los pies de un cerro empinado cubierto de árboles donde se escucha el trinar de los pájaros y el silbido del viento. La propiedad tiene seis hectáreas e incluye ocho bloques ondulados cubiertos de plantaciones de papaya, yuca, maíz y árboles de motacú. Cada bloque mide alrededor de 5 metros cuadrados y están rellenados por al menos un metro de tierra. Cerca de las estructuras se observan las huellas de un pozo que por el paso del tiempo se encuentra semienterrado. De este lugar se presume que sacaron parte de la arena y las piedras para construir las ruinas enterradas que pertenecieron a la Misión Jesuítica de Moxos. Los antiguos moradores aseguran que se trata de un templo o un depósito de mercadería abandonada por los jesuitas. El guía de la excursión es el corregidor de la comunidad Palometas, Óscar Chávez, el hombre que halló la virgen de madera. El señor Chávez es nacido y criado en el pueblo y dice tener la suficiente autoridad para dar fe de lo que ha visto y oído en su comunidad. Por eso cuando se le pregunta si es cierto que encontraron objetos de los jesuitas, él asegura que sus padres y abuelitos hallaron restos óseos, pedazos de tiestos y piedras antiguas que por falta de cuidado desaparecieron.
Bloques ondulados revelan posible presencia jesuita. Caminar por los senderos del monte de Palometas es como viajar en el tiempo al año 1750 y recorrer las huellas que dejaron los jesuitas. Llegamos a “La Campana”, una propiedad privada ubicada a unos 800 metros del sitio donde fue hallada la virgen tallada en madera. Es un lugar misterioso, enclavado a orillas de una quebrada seca que parece un camino infinito y a los pies de un cerro empinado cubierto de árboles donde se escucha el trinar de los pájaros y el silbido del viento. La propiedad tiene seis hectáreas e incluye ocho bloques ondulados cubiertos de plantaciones de papaya, yuca, maíz y árboles de motacú. Cada bloque mide alrededor de 5 metros cuadrados y están rellenados por al menos un metro de tierra. Cerca de las estructuras se observan las huellas de un pozo que por el paso del tiempo se encuentra semienterrado. De este lugar se presume que sacaron parte de la arena y las piedras para construir las ruinas enterradas que pertenecieron a la Misión Jesuítica de Moxos. Los antiguos moradores aseguran que se trata de un templo o un depósito de mercadería abandonada por los jesuitas. El guía de la excursión es el corregidor de la comunidad Palometas, Óscar Chávez, el hombre que halló la virgen de madera. El señor Chávez es nacido y criado en el pueblo y dice tener la suficiente autoridad para dar fe de lo que ha visto y oído en su comunidad. Por eso cuando se le pregunta si es cierto que encontraron objetos de los jesuitas, él asegura que sus padres y abuelitos hallaron restos óseos, pedazos de tiestos y piedras antiguas que por falta de cuidado desaparecieron.
'Hay gritos extraños en la zona'. Una tarde de invierno, cuando los rayos del sol se escondían y caía la cortina de la noche, el señor Óscar regresaba a casa luego de cumplir una jornada de trabajo en su chaco. Entonces escuchó gritos y llantos de niños y mujeres que retumbaban escandalosamente bajo los pies del cerro. “Pensé que los gritos venían de los familiares de algún fallecido en el pueblo”, rememora mientras se agarra la cabeza y apunta el camino, por donde caminaba esa tarde como si hubiese algo extraño en las entrañas de aquel cerro. Después de recorrer los montículos, se para un momento para recordar y continúa con su historia. Comenta que cuando llegó a su casa preguntó si alguien había escuchado los gemidos del monte y para su sorpresa nadie escuchó nada y no había ningún fallecido en el pueblo. Entonces decidió contarle a sus vecinos, quienes también le dijeron que habían vivido una experiencia parecida. Ya en el pueblo, cuando regresamos de La Campana, don Mario Méndez, de 68 años, un antiguo viviente coincide con el testimonio del señor Óscar. El longevo hombre, que camina agachado por el paso del tiempo, asegura haber encontrado restos de tinajas, y ser testigo de gritos extraños y fuertes vientos que soplaban desde el sur con escandalosos estruendos.
“Yo los escuché a mis padres hablar de los gritos y de las cosas de los jesuitas. Antes hablaban en el pueblo pero ahora nadie dice nada porque la gente vieja se acaba y la juventud no sabe nada", comenta sabiamente el señor Méndez. Como los señores Chávez y Méndez, algunos moradores antiguos, argumentan que sí hubo presencia jesuítica en “La Campana”, hoy una propiedad privada.
La Iglesia Católica ve relación con la misión jesuítica. Después de conocer la versión de los antiguos moradores de Palometas, nos dirigimos a la Iglesia Católica para conocer su testimonio respecto a la presencia de las Misiones Jesuíticas de Moxos en la zona. En la parroquia Inmaculada Concepción de Portachuelo, el padre Aquilino Libralón cree que los bloques de tierra de “La Campana” formaron parte de la evangelización de los jesuitas que estuvieron asentados, en un principio en Santa Rosa del Sara. Según el padre Aquilino, en Portachuelo se construyó el cuarto templo parroquial el 8 de diciembre de 1770, que dependía de Santa Rosa del Sara. “Me imagino yo que aquel entonces, hubo cierta irradiación de la evangelización de las misiones jesuíticas que puede haber llegado a Palometas. Puede ser que hayan construido un templo en esa población por considerar que había grupos de personas”, sostiene el párroco. Sin embargo, señala que pese a sus argumentos expuestos es una interrogante sin respuesta científica la posible relación entre la virgen de madera y los vestigios de los bloques. “Puede ser como dicen los antiguos vivientes que antes existía un templo denominado La Campana en el lugar; sin embargo, dada la cercanía me imagino que debe haber una relación”, acota. La Iglesia Católica; sin embargo, espera una investigación científica.
Creen que Palometa fue un puerto de los jesuitas. Desde el Museo de Arte Contemporáneo, ubicado en la calle Sucre, el historiador y artista plástico, Carlos Cibrián, sostiene que es probable la existencia de la Misión Jesuítica de Moxos en Palometa y que de confirmarse el hecho mediante una investigación “sería un gran hallazgo”. El historiador explica que la misión jesuítica de Buenavista data de fines del siglo XVII y que luego se trasladaron en dirección del río arriba de Palometa hasta llegar a comprar unas propiedades donde se instalaron casi al final del siglo XVIII. En esas propiedades, según Cibrián, estaban los puertos de Cuatro Ojos y Palometas, que fueron creados para tener comunicación entre Buenavista y Santa Rosa del Sara, que fue la última misión fundada antes de la expulsión del reino de España en 1767. El artista plástico e historiador se sustenta en el Catálogo del Archivo de Moxos y Chiquitos de Gabriel René Moreno, en el que cita los puertos de Cuatro Ojos y Palometa. “Creo que con los métodos de investigación arqueológica se deberá hacer un estudio para determinar la antigüedad de todos los materiales que se encuentren en el lugar para cotejar la información”, sugiere Cibrián. Aunque el puerto de Palometa era menos operable que Cuatro Ojos, lo cierto es que hubo una infraestructura construida por los padres jesuitas. Según el historiador Cibrián, en esos puertos se construyeron almacenes con infraestructura para preservar las mercancías de Moxos, como tela, algodón, chocolate, tamarindo, tallas de madera y varios artículos traídos desde España.
La Iglesia Católica ve relación con la misión jesuítica. Después de conocer la versión de los antiguos moradores de Palometas, nos dirigimos a la Iglesia Católica para conocer su testimonio respecto a la presencia de las Misiones Jesuíticas de Moxos en la zona. En la parroquia Inmaculada Concepción de Portachuelo, el padre Aquilino Libralón cree que los bloques de tierra de “La Campana” formaron parte de la evangelización de los jesuitas que estuvieron asentados, en un principio en Santa Rosa del Sara. Según el padre Aquilino, en Portachuelo se construyó el cuarto templo parroquial el 8 de diciembre de 1770, que dependía de Santa Rosa del Sara. “Me imagino yo que aquel entonces, hubo cierta irradiación de la evangelización de las misiones jesuíticas que puede haber llegado a Palometas. Puede ser que hayan construido un templo en esa población por considerar que había grupos de personas”, sostiene el párroco. Sin embargo, señala que pese a sus argumentos expuestos es una interrogante sin respuesta científica la posible relación entre la virgen de madera y los vestigios de los bloques. “Puede ser como dicen los antiguos vivientes que antes existía un templo denominado La Campana en el lugar; sin embargo, dada la cercanía me imagino que debe haber una relación”, acota. La Iglesia Católica; sin embargo, espera una investigación científica.
Creen que Palometa fue un puerto de los jesuitas. Desde el Museo de Arte Contemporáneo, ubicado en la calle Sucre, el historiador y artista plástico, Carlos Cibrián, sostiene que es probable la existencia de la Misión Jesuítica de Moxos en Palometa y que de confirmarse el hecho mediante una investigación “sería un gran hallazgo”. El historiador explica que la misión jesuítica de Buenavista data de fines del siglo XVII y que luego se trasladaron en dirección del río arriba de Palometa hasta llegar a comprar unas propiedades donde se instalaron casi al final del siglo XVIII. En esas propiedades, según Cibrián, estaban los puertos de Cuatro Ojos y Palometas, que fueron creados para tener comunicación entre Buenavista y Santa Rosa del Sara, que fue la última misión fundada antes de la expulsión del reino de España en 1767. El artista plástico e historiador se sustenta en el Catálogo del Archivo de Moxos y Chiquitos de Gabriel René Moreno, en el que cita los puertos de Cuatro Ojos y Palometa. “Creo que con los métodos de investigación arqueológica se deberá hacer un estudio para determinar la antigüedad de todos los materiales que se encuentren en el lugar para cotejar la información”, sugiere Cibrián. Aunque el puerto de Palometa era menos operable que Cuatro Ojos, lo cierto es que hubo una infraestructura construida por los padres jesuitas. Según el historiador Cibrián, en esos puertos se construyeron almacenes con infraestructura para preservar las mercancías de Moxos, como tela, algodón, chocolate, tamarindo, tallas de madera y varios artículos traídos desde España.
Mientras llegaban a Palometas las mercancías de Moxos, otro lugar que también tuvo almacenes, quizás el más grande fue Puerto Paila, donde en esa época instalaron una procuraduría, corrales y grandes almacenes de mercaderías, porque, según los datos históricos, eran el epicentro de lo que llegaba de Chiquitos y de Moxos, hoy Beni.
“Es muy probable que sean construcciones de los almacenes de los jesuitas. Según el catálogo de René Moreno, ahí hubo presencia de los jesuitas en la penúltima década de estos, entre 1750-1760”, reitera Calos Cibrián y asegura que sí hubo una conexión entre Las Misiones Jesuíticas de Moxos y Las Misiones Jesuíticas de Chiquitos (ver infografía).
Palometa era parte de Buenavista en la misión jesuita. Después de un repaso por los antecedentes históricos de las misiones, Bismark A. Cuéllar Chávez, director general de la Fundación Educativa Turismo Cultura e Historia, sostiene que los sacerdotes Juan de Montenegro y José de las Casas, trasladan la Misión de San Miguel a la zona de Azusaquí, hoy perteneciente a la provincia Warnes. Allí permanecen un tiempo no determinado para luego trasladarla a la zona de Palometa lo que se llamó la Misión de Palometa, hoy perteneciente a la provincia Sara, en donde se quedan cerca de veinte años. En este lugar, según relata Cuéllar, el Padre José de las Casas toma la “posta”, teniendo como asistente al padre Gabriel Díaz, quien luego fuera el fundador de la Misión de Santa Rosa de Sara. Deciden trasladar la Misión de Palometas al lugar que hoy ocupa Buenavista, a donde llegan el 26 de febrero de 1723 con 1.176 cristianos y se asienta definitivamente, fundándose la Misión con el nombre definitivo de Misión de los Santos Desposorios de José y María de Buenavista, hoy Municipio de Buenavista. La fundación fue con indios chiquitanos de las naciones de los Pacarás, Zumiquíes, Cozós, Choropas y Piñocas. Al padre José de las Casas, al fallecer le sucede en la administración de la misión el jesuita Diego Jurado en compañía del padre Simón o Miguel Rodríguez (en los escritos jesuitas unos lo nombran de Miguel y otros de Simón). El padre Jurado, al ser nombrado procurador provincial del Perú en Roma, en 1765 deja su cargo al padre Rodríguez quien permaneció hasta el extrañamiento de los jesuitas el año 1767. “Como se verá hubo un asentamiento misional jesuita en la zona en cuestión (Palometas). Durante años hemos buscado la ubicación de dicha Misión y esperamos que lo encontrado corresponda a ella”, sostiene Bismark Cuéllar, miembro de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz.
Palometa era parte de Buenavista en la misión jesuita. Después de un repaso por los antecedentes históricos de las misiones, Bismark A. Cuéllar Chávez, director general de la Fundación Educativa Turismo Cultura e Historia, sostiene que los sacerdotes Juan de Montenegro y José de las Casas, trasladan la Misión de San Miguel a la zona de Azusaquí, hoy perteneciente a la provincia Warnes. Allí permanecen un tiempo no determinado para luego trasladarla a la zona de Palometa lo que se llamó la Misión de Palometa, hoy perteneciente a la provincia Sara, en donde se quedan cerca de veinte años. En este lugar, según relata Cuéllar, el Padre José de las Casas toma la “posta”, teniendo como asistente al padre Gabriel Díaz, quien luego fuera el fundador de la Misión de Santa Rosa de Sara. Deciden trasladar la Misión de Palometas al lugar que hoy ocupa Buenavista, a donde llegan el 26 de febrero de 1723 con 1.176 cristianos y se asienta definitivamente, fundándose la Misión con el nombre definitivo de Misión de los Santos Desposorios de José y María de Buenavista, hoy Municipio de Buenavista. La fundación fue con indios chiquitanos de las naciones de los Pacarás, Zumiquíes, Cozós, Choropas y Piñocas. Al padre José de las Casas, al fallecer le sucede en la administración de la misión el jesuita Diego Jurado en compañía del padre Simón o Miguel Rodríguez (en los escritos jesuitas unos lo nombran de Miguel y otros de Simón). El padre Jurado, al ser nombrado procurador provincial del Perú en Roma, en 1765 deja su cargo al padre Rodríguez quien permaneció hasta el extrañamiento de los jesuitas el año 1767. “Como se verá hubo un asentamiento misional jesuita en la zona en cuestión (Palometas). Durante años hemos buscado la ubicación de dicha Misión y esperamos que lo encontrado corresponda a ella”, sostiene Bismark Cuéllar, miembro de la Sociedad de Estudios Geográficos e Históricos de Santa Cruz.
Piden una investigación
Realizar una investigación con expertos arqueólogos para poder determinar si efectivamente corresponde al asentamiento o solo es un rancho de “pascana” hacia el puerto de Cuatro Ojos. Esa es la propuesta que plantea Bismark A. Cuéllar Chávez, de la Fundación Educativa Turismo, Cultura e Historia. "No se olvide que por ese camino se llegaba a dicho puerto (Ojos), desde donde se exportaba e importaba productos hacia Europa. Hoy ese puerto ha desaparecido por una crecida que tuvo el río Grande", sostiene Cuéllar. De igual forma, el historiador Carlos Cibrián añade que amerita que se haga una investigación profesional, para lo cual se debe comprometer el concurso y apoyo de las autoridades, que poca importancia le han dado a la investigación científica de nuestras raíces históricas. De hecho, en la zona y en otras se han encontrado vestigios de asentamientos ancestrales de los Arawak, tronco étnico y lingüístico de nuestros nativos, pero no se les ha valorado como corresponde, a tal punto que dichos restos están diseminados en casas particulares o en depósitos municipales. De hecho, El Día se comunicó con el secretario de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Gobernación de Santa Cruz, Manlio Roca, quien se comprometió contactarnos con la secretaria de Educación, Cultura y Juventud para acceder con los arqueólogos. Sin embargo, hasta el cierre del reportaje no recibimos ninguna llamada por parte de las autoridades departamentales.
Lugares paradisíacos en Santa Rosa del Sara
La provincia Sara posee gran variedad natural de flora y fauna, sumada a la riqueza mineral de su suelo. Como muestra están las poblaciones de Caranda y Colpa, yacimientos hidrocarburíferos de importancia histórica en la economía de Santa Cruz. Por su territorio corren varios ríos que dotan al paisaje de por sí pintoresco, de un atractivo adicional por sus puertos fluviales como Cuatro Ojos y Loma Alta. Los ríos Palometas, Palometillas y Guendá son espacios de sosiego y frescura permanente.
La principal actividad económica es la agrícola, las tierras son aptas para la producción pecuaria y forestal. Los principales cultivos son el arroz, maíz, soya, frejol, yuca y plátano, destinados principalmente al consumo interno; los excedentes de arroz son comercializados. La actividad pecuaria se enfoca en la cría de ganado bovino, aves de corral, cerdos, ovinos y caprinos. La ganadería menor está destinada al consumo doméstico.
Por la existencia de recursos forestales, la población se dedica al trabajo en aserraderos y carpinterías. Diversas especies de árboles maderables proveen de materia prima para la construcción. La reserva forestal El Choré facilita el desarrollo de una variada flora y fauna.
Se cuenta con un Plan de Uso del Suelo (PLUS) y uno de ordenamiento territorial (Norte de Santa Rosa). Existen propuestas para implementar sistemas de producción sostenibles (manejo de bosques, sistemas silvopastoriles y agrosilvopastoriles).
El municipio tiene un potencial hidrocarburífero, especialmente de gas natural, que puede aprovecharse en sistemas renovables, tales como el biogás, y la energía eólica, hídrica y solar. El potencial pecuario es notable, sobre todo para la producción de leche y queso; en este sentido, existen proyectos orientados al incremento de la producción y la construcción de lecherías. En la agropecuaria es destacable el potencial en el cultivo de arroz. Los recursos hídricos son abundantes; se cuenta con muchas corrientes de agua subterránea de poca profundidad.
Publicado en El Día (Santa Cruz de la Sierra), 16/09/2012