Tuesday, April 29, 2014

Amazonía y pensamiento mágico


HUGO BURGOS
Ahora que se ha exaltado con razón el paradigma del realismo mágico en literatura, vienen a la mente las nociones de otro como sería el pensamiento mágico o sobrenatural de las antiguas naciones amazónicas de Sudamérica. Sería el inglés Sir James Frazer en mil páginas de la Rama Dorada, 1890, que viniera a sistematizar un juego de principios no racionales que usaban los pueblos de todas las latitudes para activar su creencia en un mundo sobrenatural, por quienes no disponían de una explicación científica.
Frazer explicó el aparentemente abigarrado mundo de la magia inserto en la cultura, clasificándola en “magia homeopática y magia contaminante”. El inglés sin embargo no trató el pensamiento existente en las culturas amazónicas, su mundo sobrenatural. Los aborígenes habían tomado la magia como una pseudociencia que servía para curar enfermedades, hacer el daño o tomar venganza para salvar a su pueblo.
Uno de los elementos de su pensamiento es la institución del “chamanismo”, infaltable intermediación entre los espíritus y la gente común. El “curador” o chamán es un intermediario que tendrá que seguir una escalera de aprendizaje y alcanzar conocimiento para seguir un ritual, emboscar al enemigo, acaso matarlo, cortar su cabeza como trofeo, convertirla en “tzantza” y hacer la fiesta de la misma, acto que ha sido defenestrado como falsedad pese a la afirmación de autores serios, Harner, Karsten y otros. El arma habría sido unos dardos mágicos que acaso fueron enviados en los sueños. Es definitivo el uso de tres plantas la “ayahuasca” (bejuco de las almas), el “huantug” y el tabaco. La primera contiene el alucinógeno o alcaloide (harmina o harmalina) llamado “banisteriopsis” en un vino visionario que trasladará la vida real al mundo a colores de los sueños.
Lo último es el poder que habrá adquirido el chamán, creyendo la gente que podía convertirse hasta en un animal y que sus poderes son los poderes de la naturaleza, de animales, del sol, de las energías básicas del universo, poderes asumidos para salvar a otros humanos de la enfermedad y la muerte, proveerles de fuerza en la vida diaria, y vivir en armonía con la naturaleza. Naciones antiguas como Cofanes, Seona Secoya, Cocamas, Omaguas, etc., trascendieron con el chamanismo.
Los Quijos en 1603 creían que las erupciones del volcán Sumaco eran producidas por diablos llamados “sinsedeque”, alaridos que se escuchaban desde lejos. El jesuita Rafael Ferrer (1603) no estaba equivocado cuando en cartas informaba que al voltear un cerro de Baeza, se encontró con espantable monolito donde se había tallado cuatro tigres con uno enorme en el centro. Escribía que al fin el Señor le daba oportunidad de vencer a Satanás, cuando arrojaban al abismo sus desechos, en el Santuario de los Otorongos.

El autor
Hugo Burgos Guevara, antropólogo ecuatoriano formado en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam), donde obtuvo su maestría después de haber realizado dos
investigaciones, en Michoacán y en los Altos de Chiapas:
“Medicina Campesina en Tzintzuntzan, Michoacán” e “Indigenismo entre los tzetzales y tzotziles de los Altos de Chiapas, México”. Su primer logro fue haber desarrollado la teoría de “colonialismo interno”, tanto entre los tzeltales y tzotziles de Chiapas, como entre los indígenas de Ecuador, donde su obra “Relaciones interétnicas en Riobamba“, editada en México, se difundió internacionalmente y motivó que fuera invitado a universidades de Europa para explicarla. Hizo su doctorado en la Universidad de Illinois, alcanzando el título de Ph. D. en Antropología con una tesis acerca de “La estructura de los Ceques en Quito Inca, visión mitológica y política de los gobernantes incas
del Cuzco, Tomebamba y Quito”. Esa obra fue publicada en 1995 con el título de “El Guamán, el Puma y el Amaru, Formación estructural del gobierno indígena en Ecuador”, que alcanzó el Premio José Mejía Lequerica de ese año. Es columnista habitual del diario El Comercio de Quito.
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De SOL DE PANDO, 26/04/2014

An Empire Wilderness de Robert D. Kaplan


Jesús M. Pérez
Robert D. Kaplan ocupa un lugar especial en mi biblioteca. Debe ser el autor del que más libros tengo ahora mismo en mis estanterías. An Empire Wilderness es su libro más inusual. Viajar por su propio país, los Estados Unidos, con la misma mirada con la que ha escrito libros sobre los países ribereños del Océano Índico o África Occidental. Su propósito es discernir el futuro de los Estados Unidos recorriendo en coche y haciendo entrevistas en un periplo por el Medio Oeste, el Oeste y los estados del Pacífico. Lo que encuentra es un país cada vez más polarizado entre una clase media/alta conectada a la globalización y otra clase baja sin futuro con trabajos poco cualificados que viven en mundos apartes. La fragmentación social no sólo es una cuestión económica, sino espacial. Unos viven en urbanizaciones valladas y con seguridad privada. Otros en barrios violentos, sucios y feos. Kaplan vislumbra el futuro del país como una réplica del paisaje de Los Angeles, donde no hay un centro, sino una sucesión de áreas urbanas que convierten al coche en imprescindible para ir a cualquier parte.
Lo que preocupa a Kaplan es si Estados Unidos como nación tiene futuro. Y lo que se encuentra es que la política “nacional” interesa cada vez menos y las preocupaciones fundamentales de la gente son de tipo local. Washington D.C. se ve como un poder lejano e intrusivo. Pero el debate no es sólo “Washington D.C. se lleva nuestro dinero con impuestos”, sino incluso los gobiernos estatales se ven como un poder ajeno. Las verdaderas preocupaciones son las cuestiones del municipio, el condado o la región. El patriotismo que asociamos con Estados Unidos sólo lo encuentra en militares y los trabajadores de una fábrica de bombas atómicas. En el largo plazo, Kaplan sólo le ve futuro a Estados Unidos como una confederación al estilo suizo.
Otro asunto que interesa a Kaplan son las fronteras. La creciente población hispana en California, Arizona y Nuevo México le lleva a vaticinar la disolución de la frontera sur de Estados Unidos en el largo plazo. Mientras que por otra parte, los estados de Washington y Oregón se ven cada vez más conectados con la Columbia Británica, una región que se siente a su vez desconectada de Canadá. La interconexión económica y social ha generado una identidad nacional propia: La República de Cascadia. Kaplan encuentra en el noroeste de Estados Unidos que la frontera se ha diluido. Son comunes los lazos personales a un lado y otro. Las tres regiones comparten una alta conexión con las economías de Asia Pacífico, una importante inmigración asiática, unos ecosistemas similares y unos paisajes urbanos europeos, con sus paseos peatonales, sus biblotecas y cafés.
El libro fue escrito en la segunda mitad de los años 90. No sé qué encontraría Robert D. Kaplan si hiciera un viaje parecido hoy. Pero ayuda a poner en entredicho las predicciones sobre el futuro de Estados Unidos como potencia imperial sin considerar su dinámica interna. A mí, al menos, me ha entrado las ganas de coger la mochila y cruzar Estados Unidos.
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De Guerras Posmodernas, blog del autor, 07/01/2013

Friday, April 25, 2014

In Dad's hometown, a European soul


NICHOLAS KRISTOF

KARAPCHIV, Ukraine -- To understand why Ukrainians are risking war with Russia to try to pluck themselves from Moscow's grip, I came to this village where my father grew up.
The kids here learn English and flirt in low-cut bluejeans. They listen to Rihanna, AC/DC and Taylor Swift. They have crushes on George Clooney and Angelina Jolie, watch "The Simpsons" and "Family Guy" and play Grand Theft Auto. The school has computers and an Internet connection, which kids use to watch YouTube and join Facebook. Many expect to get jobs in Italy or Spain, perhaps even America.
"We feel our souls are European," Margaryta Maminchuk, 16, told me. "That is why we are part of Europe's future."
The village school, which is in my great-uncle's old family mansion, invited me to speak to an assembly, and I asked the students how many identified as European. Nearly all raised their hands.
These villagers aren't "important" and claim no sophisticated understanding of international events. But it's average Ukrainians like them who are turning this country around, defying President Vladimir Putin of Russia and his military, quite simply, because they dream to the West.
On past visits to this village, which my family fled in the 1940s, it seemed impossibly backward. It was near the Romanian border, a world apart from Kiev, the capital, and even a decade ago many houses lacked electricity and plumbing. Horses did the plowing. Nobody spoke English. If people went abroad it was to Russia.
Yet Ukraine has changed and opened up. Almost everyone now has electricity, plumbing and television, and many young men and women have traveled to Italy to find jobs. There is bewilderment that Poland is now so much richer than Ukraine -- and resentment at Moscow for holding Ukrainians back.
I asked Margaryta, the girl with the European soul, whether she could speak Russian. Everyone in the village can speak it, she acknowledged, but she added primly: "I will not speak Russian. I am a patriot."
Granted, significant numbers of Ukrainians in the eastern part of the country feel deep bonds with Moscow and want more autonomy. In the short term, despite a diplomatic accord reached with Russia and Ukraine that aims to defuse the crisis, Putin may succeed in dismembering Ukraine. But, in the long run, he is both undermining his own economy and also driving Ukrainians forever into a Western orbit, as surely as the Soviets propelled Czechs to the West when they invaded in 1968.
Even here in the village, Ukrainians watch Russian television and loathe the propaganda portraying them as neo-Nazi thugs rampaging against Russian speakers.
"If you listen to them, we all carry assault rifles; we're all beating people," Ilya Moskal, a history teacher, said contemptuously.
For people with such fondness for American culture, there is disappointment that President Barack Obama hasn't embraced Ukraine more firmly.
"The U.S. is being very slow and cautious," said Anatoly Marinchuk, a retiree, scolding gently. "You should be firmer, and quicker with financial assistance."
He's right, I think.
It's not just Ukrainians who are watching, and Putin himself, but all the world. We don't have great tools, but we can do more.
As Wesley Clark and Phillip Karber, two U.S. military experts, suggested in a report to the Obama administration, the United States can do a far better job supplying nonlethal assistance to the Ukrainian military, in part to deter Russia. We can make clearer that Russia would face devastating banking sanctions if it invades Ukraine. We can send more officials on visits, and Obama would warm hearts if he found a way to quote the national poet and hero, Taras Shevchenko.
We should take heart from the recognition that backing Ukraine places us on the right side of history. Ukraine has had wretched national leaders, so today leadership comes from ordinary people who are driven by deep popular aspirations like those reverberating in my family's ancestral village.
Without moving an inch, this village has been an ever-changing place. When my father was born, it was Austria-Hungary. Throughout his childhood, it was Romania. In the 1940s, it became the Soviet Union. In 1991, it became the Republic of Ukraine.
And, in 2014, by popular will, it is becoming part of the West.
Ukrainians hope to avoid a war with Russia that they know they would lose. But many believe deeply that their futures depend on reorienting their country to the West. That they won't compromise on.
Ukraine faces difficult times ahead, but tectonic forces are propelling it westward. In the battle between Putin and Taylor Swift, I bet on Swift.
"We love your culture, and we want to be part of you," one man from Donetsk told me, almost beseechingly. "If you abandon us, we will never forgive you."
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De THE NEW YORK TIMES, 20/04/2014

Una enorme minoría sin poder


Silvia Blanco

Una chica se sube a un tranvía en Budapest. Cuenta que nada más verla, cinco hombres empiezan a hablar de ella. Le gritan: “¡Vuelve a la India, gitana!”. Ella cree que son de Jobbik, el partido de la extrema derecha húngara. Se baja antes de tiempo, en la siguiente parada. Alexandra tiene 20 años y no ha tenido oportunidades para subirse a casi ningún tren: no acabó la escuela, lleva dos años en paro, ha vivido en una institución de acogida en la adolescencia, hace siete años dio en adopción a su hija. Ahora trata de conseguir una vivienda social y va por las noches al colegio. “Me gustaría seguir estudiando, ser normal y trabajar”, enumera como aspiraciones vitales.
Los gitanos son la principal minoría de Hungría. Se estima que constituyen alrededor del 8% de una población de unos 10 millones de habitantes. Como en el resto de Europa, son los que más sufren la discriminación, el racismo y la pobreza. En un país donde la extrema derecha es la tercera fuerza política e intoxica de odio el debate público, donde todavía hay grupos de civiles uniformados que intimidan esporádicamente a los gitanos y donde hace cinco años hubo asesinatos racistas, los intentos de parte de la minoría por ganar poder político no acaban de cuajar.
Alexandra, que pide que no se publique su apellido, ha acudido a un mitin del Partido Gitano Húngaro, lanzado en noviembre. Decenas de familias jóvenes se van colocando junto al escenario. Toman refrescos, charlan. Los niños juegan en una plaza alfombrada de hierbajos del distrito VIII de Budapest, donde viven muchos gitanos de la capital. Suena hasta doler una música saltarina de un trío: guitarra, órgano y cantante. Casi dos horas más tarde, empieza el mitin de fin de campaña. “¡Vamos a representarnos a nosotros mismos!”, exhorta uno de los líderes, que trata, con poco éxito, de captar la atención de los no más de 200 asistentes. “Nadie nos necesita, ni a la derecha ni a la izquierda. No les importamos. Solo nos utilizan antes de las elecciones”, les dice. Al día siguiente, en las legislativas del 6 de abril en las que volvió a ganar Fidesz, del populista de derechas Viktor Orbán, solo les eligieron 17.840 ciudadanos, un 0,18% de los votos.
“La voz de los gitanos en Hungría es irrelevante”, constata Ágnes Osztolykán, del partido verde LMP. Ha sido diputada durante los últimos cuatro años. “En el anterior Parlamento [el 6 de mayo toma posesión el recién electo], solo había tres diputados gitanos en el partido del Gobierno, Fidesz. Por parte de la oposición, yo era la única”. En total, 4 de 386 escaños. Sabe que su carrera política es una excepción, igual que el hecho de ser universitaria. “Hay pocos gitanos con un nivel educativo alto. Por eso no podemos organizarnos”, explica. Pero la solución, para ella, no es un partido étnico. “Tenemos que hacer entender a la gente que la integración de los gitanos es un problema de todo el país, no solo de una minoría”, opina. “Cuando me convertí en diputada, me dijeron: ‘No queremos una diputada gitana, sino una política con una especialización’, que era la educación. Me ocupé de cuestiones que afectaban a los gitanos, pero desde las ideas políticas del partido”, no étnicas, advierte.
Aladár Horváth es un conocido activista contra la discriminación y portavoz del Partido Gitano. Tras el mitin, sentado en la terraza de un café, cuenta que él mismo tenía dudas sobre la creación de un partido étnico. “Creíamos que en una sociedad democrática la política no se hace según la etnia a la que pertenezcas, pero nos han excluido”, comenta. Acaba de decir a sus simpatizantes que son pobres porque están discriminados. Que hay más gitanos en la cárcel que en las universidades. Que hay que luchar por que Hungría también sea un país para los romaníes. “Los partidos están presos de sus votantes racistas. Así que nos hemos organizado”. Después de los pésimos resultados, no se presentarán a las europeas. Fueron acusados de falsificar las firmas necesarias para presentarse, algo que niegan. Uno de los fundadores del partido, Sándor Szoke, hace autocrítica y admite la necesidad de hacer una limpieza interna, porque sospecha que algunos se unieron al partido “solo para ganar dinero”.
Como en un bucle, la escasa organización y la falta de cultura política se relacionan con la pobreza. “Los votantes gitanos son más vulnerables a la venta de votos, a cambio de dinero o de comida, o a través de la distribución de subsidios o empleos públicos”, explica Zeljko Jovanovic, de la fundación Open Society de Budapest. Pone un ejemplo: en el pequeño pueblo de Szakácsi, los gitanos son el 70% de la población y allí gobierna... la extrema derecha.
En Hungría hay canales oficiales de representación de las minorías —con la nueva ley electoral, hay un representante gitano en el Parlamento, pero sin derecho a voto— y un órgano de autogobierno local gitano que aconseja al Ejecutivo. “Estos mecanismos oficiales son importantes, pero Fidesz controla la financiación y el sistema electoral, y por lo tanto los representantes gitanos consiguen mucho más de ese autogobierno que los propios gitanos”, denuncia Jovanovic. En las legislativas, el 90% de los votos de los gitanos fue para Fidesz, según el autogobierno citado por la agencia de noticias húngara.
Alexandra no tenía claro si iba a votar. Tampoco si lo haría en las europeas de mayo. “En Europa saben que a los gitanos nos maltratan, que estamos en la calle, y no les importa. Los políticos son todos iguales y Europa no nos va a dar nada”, explica resignada.
El Gobierno húngaro impulsó en 2011 la estrategia europea para integrar a los gitanos y, como explica José Manuel Fresno, asesor de la Comisión Europea, “Hungría es un país muy activo a la hora de plantear medidas y diseñar políticas, pero poco efectivo en cuanto a resultados”. Entre 2007 y 2013, Budapest solo invirtió el 8,8% del dinero que tenía reservado por la UE para integración, una partida de la que se benefician sobre todo los gitanos. En un informe publicado este mes, la Comisión Europea celebra que Hungría haya decidido hacer obligatoria la educación preescolar, pero le sugiere que haga algo contra el discurso de odio. Para el periodo 2014-2020, los países tendrán que destinar el 20% de esos fondos para luchar contra la exclusión. “En vez de pagar por cursos de peluquería para gitanos, los Gobiernos nacionales deberían apoyar programas educativos y de empleo adaptados a las demandas del mercado. En vez de pagar por cursillos, conferencias y grupos de trabajo sin fin, los fondos de la UE deberían sufragar tuberías y acceso a la electricidad en barrios gitanos”, protesta Jovanovic.
Los esfuerzos de Bruselas para integrar a los seis millones de gitanos de la UE se han intensificado en los últimos años. Pero suenan remotos y poco eficaces desde este barrio de Budapest donde vive Alexandra con su madre y tres de sus hermanos, hacinados en el piso de un amigo hasta que se desenmarañe la burocracia que les separa de una casa social. En el campo, la situación de los gitanos es aún peor. Muchos viven en casas sin ducha ni electricidad. A la pobreza se suman las campañas de intimidación que llevan a cabo grupos de civiles uniformados que marchan de vez en cuando por los pueblos para aterrorizar a los gitanos. Son sucesores de una organización prohibida, la Guardia Húngara, vinculada a la extrema derecha de Jobbik. La tercera fuerza política presenta a los gitanos como delincuentes y vagos que viven de subsidios. “El problema es el silencio de los partidos moderados de izquierda y derecha”, critica Jovanovic. “En este contexto, en el que el odio está tolerado, los gitanos temen que si se reafirman en política solo pondrán en riesgo su ya vulnerable posición”, lamenta, aunque subraya que la minoría cada vez es más consciente “del poder que necesita y podría tener”.
Discriminados
  • La segregación de los niños gitanos en las escuelas húngaras afecta al 45%, según un informe de 2012 de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales.
  • El 80% de los gitanos en el país centroeuropeo reside en hogares en riesgo de pobreza, el doble que el resto de la población.
  • El 45% de los romaníes vive en casas donde falta al menos cocina, váter, ducha o luz.
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De El País (España), 23/04/2014

Foto: Una niña gitana recoge agua de una fuente en las afueras de la ciudad de Ozd, al noreste de Hungría. / L. BALOGH (REUTERS)

Thursday, April 24, 2014

LA INSOPORTABLE FEALDAD DE GARCÍA MÁRQUEZ.

REINALDO ARENAS.

El señor García Márquez está realizando esfuerzos desmesurados y fantásticas piruetas políticas con el fin de que Fidel Castro se mantenga en el poder. Ahora es un abanderado del diálogo entre Castro y los Estados Unidos y de las “reformas” en Cuba, siempre y cuando el Comandante siga siendo el jefe. García Márquez parece dispuesto hasta a lamerle los calcañales al presidente norteamericano con tal de que éste ayude económicamente a Castro.

Actúa muy bien García Márquez al intentar mantener a Castro en el trono, pues una vez que caiga, el señor García no podrá evitar una confrotanción con la justicia por su complicidad y colaboración con uno de los criminales más notorios de este siglo. El fin del señor García (lo de Márquez es optativo, pues es su segundo apellido) puede ser parecido al de los grandes colaboradores que tuvo Hitler. Eso le debe saber muy bien al autor de La Hojarasca.

En realidad, hace más de veinte años que García Márquez debió comparecer ante los tribunales norteamericanos por haber plagiado incesantemente a William Faulkner. Pero los norteamericanos tienen tan mala memoria que seguramente no recuerdan quién es Faulkner. En cuanto a la pobre “inteligencia” yanqui, padece tan profundamente el síndrome de la culpa que prefiere desechar el original “imperialista” y leer una versión colombiana del mismo, versión que es además populista y menos compleja.

¿Cuál es el motivo de que un hombre de talento hasta para el plagio se haya plegado a los servicios secretos de Fidel Castro? La respuesta me la dio un cineasta colombiano a quien le comenté con tristeza que sus compatriotas debían sentir una gran vergüenza por ser conciudadanos de una persona como el señor García Márquez. “Es una gran pena”, me respondió. “Pero, por suerte, en Colombia, García Márquez es casi sólo conocido bajo el nombre de Cara de Fo”.

Su respuesta fue para mi una iluminación sobre la personalidad de García Márquez. ¡Cara de Fo! Es decir, alguien de rostro tan repugnante que parece como si siempre estuviese oliendo algo pestífero y cercano a su persona. No se trata de un simple desequilibrio estético o de una discrepancia con los cánones convencionales de la belleza (lo cual tendría su atractivo), se trata de una fealdad que sale del alma y que se manifiesta como espejo de la misma en el exterior. Una fealdad que, al igual que El Retrato de Dorian Gray, cada fechoría acrecienta. Contemplad ese rostro engurruñado, papujo y despectivo, ese cuerpo de batracio erguido sobre sus ancas posteriores, y pensad en la tragedia de tan terrible fealdad en un hombre con sensibilidad artística que además presume de tenorio.

Pobre criatura. Cuenta su ex-ayudante, Antonio Valle, que una de las amigas sentimentales del señor García, conocida como Norkita, le confesó un día desesperada: “¡No puedo, a pesar de las ventajas materiales, tener relaciones con una caguama!”. Y ahí mismo rompió con el señor García. ¡Pobre criatura! Cuántas tribulaciones habrá padecido. Cómo habrá tenido que luchar para, a pesar de su cara de fo y de su cuerpo de caguama, abrirse paso en el competitivo, complicado y cruel mundo del erotismo. Si a eso agregamos que, según declaraciones del escritor colombiano Gustavo Álvarez Gardeazabal. “García Márquez es un hombre casi completamente desarmado de la cintura para abajo”, el lector podrá hacerse por lo menos una remota idea del terrible trauma del responsable de La mala hora.

Una fealdad tan ríspida sólo podía encubrirse con la fama. Y hacia la fama se lanzó García Márquez, propulsado por su compinche, el Comandante en Jefe, hasta llegar al Premio Nobel. Ahora algunas tiernas ninfas no repararán (al menos por unas horas) en el rostro de García Márquez y por amor a la literatura o a la notoriedad (y a todo lo que las mismas acarrean) se inmolarán en los altares de Eros, aunque después, como Norkita, salten aterrorizadas.

De todos modos, una suerte de cirugía plástica metafísica le garantiza al eterno discípulo de William Faulkner muchas noches de placer. Esa cirugía plástica que produce el triunfo, el señor García la ha logrado gracias a sus estrechos contubernios con Fidel Castro. Es lógico pues que lo defienda. Cuando Castro caiga, Cara de Fo, sin los cosméticos del poder y de la gloria, tendrá que mirarse en el espejo. ¡Terrible momento! Roguemos para que no muera de un infarto, pues lo queremos vivito y con su cola de caguama coleante para que pueda comparecer al juicio que un tribunal internacional le celebrará con todas las de la ley.

Les recomendamos a los testigos de cargo (que serán miles) que lleven espejuelos de sol para que puedan contemplar sólo a trasluz la insportable fealdad de García Márquez y no pierdan la ecuanimidad.

Reinaldo Arenas. 1989.

Nota aclaratoria: Este artículo fue entregado a Antonio Valle Vallejo por el autor, en los momentos en que Antonio Valle Vallejo lo ayudaba a mecanografiar su autobiografía, debido a que RA ya estaba enfermo. Antes que anochezca, como contó el propio Reinaldo Arenas en ese libro; para su publicación. Nunca antes ha sido publicado.



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De Biblioteca LGTTB "Oscar Hermes Villordo", 28/11/2012

Tuesday, April 22, 2014

Estampas literarias de las calles del pecado


Freddy Zárate

El ensayista mexicano Octavio Paz (1914-1998) señaló que “una sociedad se define no sólo por su actitud ante el futuro sino frente a su pasado”. En la actualidad los bolivianos estamos obsesionados por nuestro pasado político tras la asunción del primer presidente indígena. La continua publicación de textos que refieren al paraíso del incario y a los males heredados a través de más de 500 años de opresión colonialista son claros ejemplos. En fin, vivimos tiempos de cambio. Pero la sociedad boliviana no necesariamente se rige por la coyuntura política en su diario vivir (no sólo de política vive el hombre). En los seres  humanos también afloran sentimientos arcanos, deseos clandestinos, instintos ocultos, inclinaciones recónditas y pasiones varias. Esta conjunción –muy humana– está reflejada por ejemplo en los placeres que conlleva la expresión epónima de burdel.

La prostitución no es algo nuevo, sino todo lo contrario, forma parte de nuestra historia, es parte de nuestra realidad social. Rastreando así sea un poco la historia literaria boliviana brota un retrato de subdesarrollo pintado por una doble moral y religiosidad católica. Este a la vez va asociado a la vida lujuriosa, clandestina y peligrosa. Este escenario de la vida cotidiana ha servido de inspiración en distintos cuentos, dramas y novelas a nivel universal.

El perfil discreto de la prostitución en la literatura boliviana

La tristeza del suburbio

El escritor y periodista Claudio Cortez A. (1908-1954) a finales de la década de los treinta publicó su novela La tristeza del suburbio (1937). Esta trama tiene como escenario las calles pobres de la urbe paceña. En ellos transitan ebrios, mendigos, excombatientes de la Guerra del Chaco (1932-1935) y mujeres libertinas. “Una calle ancha sin empedrar, donde hay casitas pequeñas, tiendas, pisquerías y chicherías, iluminadas en su entrada con lamparillas rojas. El ambiente festivo de esa calle con sus postes de luz a grandes intervalos, con trechos penumbrosos, oscuros y malolientes, inspiraban asco y terror (…). En ese barrio se manifestaba la alegría que proporcionaba los organillos, pianos, cantatas y bailes de esas mujeres sucias que festejan a quienes visitan esas casas”. El autor hace referencia al callejón Conde-Huyo en el cual sus visitantes se extasiaban entre el placer y el peligro. Numerosos testimonios literarios señalan insistentemente la gran relevancia de esta curiosa calle, sobre todo en relación con las noches paceñas hasta finales de la década de los cincuenta.

La ilustre ciudad

El escritor y político Gustavo Adolfo Navarro (1896-1979) adoptó el seudónimo de Tristán Marof desde 1922. Este autor nos presenta su novela La ilustre ciudad: historia de badulaques (1950). El propio Marof considera que La ilustre ciudad “es un libro festivo, que pretende interpretar el lado humorístico de una de las sociedades más conservadoras del país”. El relato de La ilustre ciudad trata de condensar la vida cotidiana de la culta e histórica Charcas, llamada también La Plata, Chuquisaca y finalmente Sucre. La trama acontece durante la presidencia de Ismael Montes. Los personajes que pinta Marof van desde distinguidos caballeros y damas de la más alta alcurnia chuquisaqueña, estudiantes universitarios de la antigua casa de estudios (Universidad de San Francisco Xavier), extranjeros, clase media y el sector cholo (mestizo). Uno de los personajes de la novela es Manolito del Tejar. Es descrito como un joven de la aristocracia chuquisaqueña. Elegante en su forma de vestir y elocuente conversador. Acababa de llegar de Chile. Uno de sus temas favoritos de Manolito era la “casa de las niñas” (prostíbulo chileno). Este personaje resalta animosamente la diferencia entre las cholas chuquisaqueñas que tenían el pudor hipócrita y las chilenas liberadas al placer febril. Estas “niñas” se desnudaban de manera natural, eran bellas, elegantes, chiquillas deseosas de complacer al eventual acompañante. A diferencia de las cholas que eran timoratas, difícilmente se despojaban de su vestimenta, toscas en atención y descuidadas en su higiene. El grupo de oyentes quedaba electrizado con los relatos de Manolito y crecía su deseo por estar en la “casa de las niñas”.

La calle del pecado
El dramaturgo y periodista Raúl Salmón de la Barra (1926-1990) compuso la obra teatral La calle del pecado. Salmón fue el creador de lo que llamó “el teatro social”. Dramas de fácil comprensión, escritos con el propósito de mostrar los males de la sociedad y de ofrecer una solución moralista. Los personajes y el dialecto que trazó Salmón son prototipos de la sociedad fácilmente identificables: cholas, birlochas, pitucos, ricos, comerciantes, hampones y prostitutas. El conocido catedrático Mario T. Soria relata en su estudio sobre el Teatro boliviano en el siglo XX (1980) las peripecias que asumieron Raúl Salmón y su elenco. “Tuvieron que defenderse hasta con los puños por llevar adelante su obra teatral”. Una de las piezas teatrales que tuvo éxito y provoco gran polémica social, cultural y artística fue la calle Conde-Huyo o la calle del pecado, estrenada en enero de 1944. El relato se desarrolla cerca de las diez de la noche en el callejón Conde-Huyo (en la actualidad ya demolido por ampliación de la Plaza Alonso de Mendoza), que consistía en dos cuadras llenas de boliches y burdeles. La calle del pecado por las noches albergaba a estudiantes universitarios, artistas, zapateros, albañiles, músicos, homosexuales, policías y bohemios. Todos buscaban sexo, libación y diversión. Pero a la vez Salmón refleja algunas realidades latentes de la época que pueden ser extensibles hasta el presente. La calle del pecado también causó la propagación de enfermedades venéreas (en la actualidad el SIDA), el proxenetismo se hace latente en las líneas que trazo Salmón (“!Todas estamos atrapadas aquí! ¡Las dueñas nos atrapan!”). La miseria conduce a la calle, la falta de empleo, la necesidad de comer, familias desintegradas o simplemente a quienes les gusta el sexo por placer.   

La tumba infecunda

El periodista, poeta y narrador René Bascopé Aspiazu (1954-1984) escribió la novela La tumba infecunda publicada después de su muerte (1985). Esta obra recibió el premio de novela “Erich Guttentag”. El protagonista retratado por Bascopé es un militar retirado de nombre Constantino Belmonte. Es a través de las evocaciones existenciales de este castrense que va desenvolviéndose la novela. Los ojos de Belmonte nos traslucen distintos personajes y diferentes lugares que experimentó este personaje. En uno de sus pasajes de la novela, el autor hace referencia a los placeres exóticos que acostumbraba consumir Belmonte: “El My. Constantino Belmonte jamás conoció otra forma del amor que el de los burdeles”. Fue un trauma de amor con Genoveva Farragoitia que lo hizo indiferente al afecto “real” que suelen provocar los hombres y mujeres. “Años después, Constantino reconoció la tersura de los senos de una mujer en un prostíbulo de la calle Conde-Huyo y desde entonces creyó que estaba destinado a recordar aquella piel de Genoveva en los lenocinios (…). Los lupanares de la calle Conde-Huyo habían sido su primer refugio en la ciudad”, donde aprendió a convivir, proteger y ser protegido por las mujeres licenciosas. Pero fue hasta la muerte de Tomasina de la Barra (consentidora) donde las casas del placer se desmoronaron y “con ella se llevó la suerte de El Arco del Triunfo, El Toisón de Oro y La Nueva Babilonia”. Al entierro asistieron llorosas todas las mancebas de la calle Conde-Huyo. Para rematar se produjo un misterioso incendio que terminó en cenizas el prostíbulo La Nueva Babilonia. En el lenocinio El Arco del Triunfo se declaró una epidemia de viruela que diezmó a las mujeres y el burdel El Toisón de Oro sufrió una invasión inaudita de ratones que ahuyentaron a sus clientes.                           

Muerta ciudad viva

Acaba de publicarse la novela del escritor Claudio Ferrufino-Coqueugniot titulada Muerta ciudad viva (2013). El relato tiene como escenario Cochabamba. Los personajes transitan por las periferias de mercados populares, tabernas y prostíbulos muy frecuentados de la urbe cochabambina. Sus protagonistas recorren en su diario vivir por el delirio del sexo, el alcohol, la vida, la muerte y la delincuencia que campea a sus alrededores. Uno de sus personajes sintetiza su existencia con estas palabras: “Esta vida mía la he dedicado a beber y culear”. En un pasaje de la novela titulado Putas describe cómo funcionarios de la Dirección del Menor entran a inspeccionar un local. La dueña sabe cómo esquivar a los burócratas (códigos informales). Les ofrece comida, bebida y sexo. En el local los funcionarios públicos encuentran chiquillas que oscilan entre 15 a 16 años, huidas o despojadas de familias del Beni. El inspector “emite un discurso de moral y la necesidad de cambiar la estructura del país” ¡pobres chiquillas! –se lamenta el burócrata–. Pero mientras continúen las cosas como están, hay que disfrutar de estas mujeres licenciosas a cambio de no cerrar el local por los muchos desacatos a la ley.

Este pequeño recorrido de lenocinios a través de la literatura por una parte, nos muestra nombres y rostros anónimos: adúltera, cortesana, prostituta, hetera, ramera, querida, manceba, entretenida, meretriz, relajada, mujer de vida fácil. Todas estas denominaciones, con ligeras variaciones en cuanto a la función y a la actuación, han descrito a la misma mujer: la prostituta que sirvió de inspiración a muchos autores nacionales y extranjeros. Por otro lado, estos lugares de lujuria no solamente exhiben alegorías del placer sino también son el reflejo de las tristezas del suburbio, la desesperanza, la subsistencia o el acorralamiento que son retratados continuamente a través de nuestras letras.  

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Publicado en Lecturas (Los Tiempos/Cochabamba), 06/04/2014

Foto: La Razón-Bolivia

Hip hop en El Alto del cielo


Por Christian J. Kanahuaty* 
Si algo tiene el mundo de la música es su versatilidad. Su capacidad de hacer cosas con la magia de la  lírica. Algo que estuvo oculto en las letras de los libros de historia de pronto es revelado por las palabras que se lanzan al aire envueltas en ritmo.
Para Los Racionais MC´s, de Sao Paulo-Brasil, así como para los argentinos de Cuarto Poeta y para los de Tinez, afincados en Costa Rica, el hip hop es la herramienta que denuncia la segregación económica y las maneras en que el capitalismo ha vulnerado los valores morales de la juventud.  A veces, esta herramienta es usada junto con la religión, como en el caso de los brasileros, o con los lenguajes de la barriada, como ocurre en Argentina. Pero son muchas más las rutas de expresión hiphopera. 
Nacidos en la ciudad boliviana de El Alto, Ukamau y ké exploraron en sus líricas una vertiente más de la exclusión: el racismo.
Hacia finales del 2003, en Bolivia se expulsó a un presidente. Por más de un mes se paralizaron y bloquearon todas las carreteras de conexión interna y externa del país. Fue una suerte de guerra civil. Vecinos de la ciudad de El Alto y de otras ciudades del resto de Bolivia se enfrentaron al ejército demandando la no exportación del gas a precios simbólicos y la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Las Fuerzas Armadas defendieron el supuesto Estado de derecho y la permanencia en el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, pero el presidente puso su cargo a disposición del Congreso para que sea su Vicepresidente quien asumiera la primera magistratura, entre caras de frustración y escepticismo que rayó en cinismo. A las cinco de la tarde de ese 17 de octubre ese mismo presidente subiría a un helicóptero para llegar a Santa Cruz de la Sierra y desde ahí, partir en un vuelo privado rumbo a Miami. En honor de su doble nacionalidad (boliviana y estadounidense) reclamaría asilo político a Washington.
Al día siguiente, las aguas volvieron a su curso y las reformas políticas empezaron a sucederse. Pero en las calles de la ciudad de El Alto algo había cambiado en serio. No en vano habían perdido durante ese mes de enfrentamientos a 60 personas y los heridos sumaban 500. Fue desde el barrio que se leyó la ciudad. No fueron los académicos ni los literatos quienes lo hicieron, aunque las novelas no tardarían en llegar, pero escritas por personas que habían vivido el conflicto frente al televisor… La ciudad y su dilema se convirtieron en versos hip-hop en lengua aymara, en la voz de Abraham Bohórquez. Luego, tras unas cuantas semanas, se tradujeron al español. Versos para sentir la raza y la fuerza de una ciudad que prefiere estar en alto que morir de rodillas.
abraham bohorquez la prensa
Abraham murió hace unos años en circunstancias aún desconocidas, y ha nacido, por supuesto, el mito. Las razones del fuego han sido muchas: sus líricas en Ukamau y ké, su trayectoria como comunicador y gestor cultural, la capacidad para pasar de la arena de la música a los debates políticos y académicos. Decía lo que tenía que decir frente a intelectuales de la talla del mismo Vicepresidente de la República, Álvaro García Linera, quien ahora se rodea de la intelectualidad europea para decir su propia verdad. Para mostrar que un marxista leninista también puede creer en el Estado y renunciar a lo que fue (un guerrillero que luchó contra la dictadura y los primeros gobiernos neoliberales), para iniciar proyectos extractivistas que necesitan de intervención militar para desalojar a los pueblos indígenas que se reconocen como dueños del territorio… Bohórquez estaba ahí, interpelaba y promovía la articulación de fuerzas de resistencia.
El camino a la política estaba marcado por su voz, pero se quedó trunco cuando murió el cuerpo. Será entonces su otra voz, la del freestyle que hace rimas, la que funde una nueva forma de entender la música en Bolivia. Las bandas de rock han sido siempre intimistas, las bandas de blues son una suerte de tributo de lo que sucede en Argentina, México o Estados Unidos y las bandas de folclor rondan entre lo comercial y el culto insufrible por lo autóctono como mercancía.
Entierro de Abraham
Cantar hip-hop a 4100 metros sobre el nivel del mar es una cuestión de honor. Se corre un gran riesgo que se siente en los pulmones, pero la sensación de que con cada grito, con cada palabra, se arma una nueva constelación es insuperable. La realidad no está abajo, se construye en el firmamento y es desde ahí que se puede observar mejor la oscuridad de las certezas de un hombre que ha dejado de sentir.
Ukamau y ké hablaba de todas esas cosas que importaban a las vendedoras de comida en la calle, a los lustrabotas, a los choferes de los camiones, a los adolescentes que iban al colegio, pero que al regreso, tenían que recoger a su padre totalmente embriagado de la cantina de la esquina. También te hablaba como hermano, como prójimo, como universitario que luego de terminar los cinco años reglamentarios no tendría trabajo. Te cantaba como a ese hermano que para evitar la burla familiar se dejaría sobreexplotar en un empleo odioso, pero que no tendría más remedio que soportar. Hablaba de las cosas que uno pensaba y no las decía sino solamente en la intimidad, con los amigos que no se volverían a ver tras ingresar a los espacios laborales.
Bolivia es un  país que ha luchado contra el racismo desde diversas trincheras. No obstante, todo ello no ha derivado en un “ser” capaz de aglutinar la identidad nacional. Bolivia no es México ni Estados Unidos. Somos, desde la década de los cincuenta, un pintoresco supermercado donde los países que se sienten dueños del mundo compran a precios de regalo todo lo que necesitan.
En Bolivia, el subdesarrollo, el empobrecimiento y la segregación han adquirido otro matiz: la baja autoestima marca el signo de todo lo que hacemos, soñamos y amamos. Somos un país culpable (hemos perdido todas las guerras en las que nos hemos visto involucrados. Teniendo todo, no tenemos nada), deliramos a causa de nuestro fatalismo geográfico (no tenemos salida al mar, estamos rodeados de montañas y cordilleras) y nuestras maneras de relacionarnos con el prójimo están teñidas de darwinismo social (cada boliviano que sienta que tiene una célula de “hombre blanco” más que el que está a su lado, se siente superior); cada región es un país, cada lengua es una barrera y cada casa es una patria. Se desconoce a los vecinos. Se los evita y se piensa que a los indígenas y a los campesinos hay que eliminar, explotarlos como a bestias de carga. Y si bien esto ha cambiado en gran medida desde que tenemos un presidente indígena, en lo cotidiano las huellas del racismo no se han borrado de las conductas de los hombres.
Ukamau y ké era una ruptura estética. Una forma sónica donde los golpes eran más fuertes que puñetes de un desconocido bajo la lluvia. Te hacía sentir que el mundo podía mejorar, que uno de verdad podía construir algo más grande que uno mismo y que valía la pena soñar. Era una sensación epidérmica, eléctrica. Te hacía levitar y pensar al mismo tiempo.
El fuego siempre estaría encendido. El fuego siempre generaría más hogueras. La Paz-El Alto, Cochabamba, Santa Cruz, siempre arderían y en ese fulgurante ambiente sabríamos, a través del hip-hop de las alturas, que el futuro no nos pertenecería nunca, pero que tendríamos siempre, siempre, un mañana.
*Christian Jiménez Kanahuaty (Cochabamba, 1982). Con la editorial Correveidile publicó las novelasInvierno (2010) y Te odio (2011). En poesía ha sido antologado en: Cambio Climático, panorama de la joven poesía boliviana (Bolivia), Changement d’ambiance panorama de la jeune poésie bolivienne. (Ginebra, Suiza), Tea Party I (Cinosargo, Chile), Traductores del silencio (Perú). En crónica, aparece en Bolivia a toda costa, crónicas de un país de ficción (Bolivia). En cuentos consta en Intravenosa número 14 (Argentina).
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De La Barra Espaciadora (Ecuador), 22/04/2014