Thursday, February 26, 2015

Crónica de mi otro yo (O comienzos de la novela que no vendrá)

Fesal Chaín

En aquella época me encerraba en mi pieza, a escuchar a Los Beatles en mi radio Aiwa, al compás de Oh Darling apretaba los dientes y los puños y  miraba una ventana con barrotes pero no, no era una cárcel, no. Era mi pieza, la del planchado, la de la tele, el comedor de diario, la de la puta que los parió. Así era. Ahora en un viejo departamento refaccionado, escuchoOh Darling y a mi costado hay unas ventanas sin barrotes, que dan a un callejón de ratones muertos y charcos putrefactos, y escucho por unos fonos a Los Beatles, leyendo Tokio Blues. Han pasado 30 años y mi yo cree que soy el mismo de ayer, pero no es así, soy mi padre de ayer. Quiero creer que soy mi hijo, pero cuando mi hijo me visita no soy él. Quiero creer siempre que soy aquel que mi esencia desea rescatar y sacar del callejón. Pero no. Quiero creer que soy aquel que me ama, pero no. Como en aquella época, en que me encerraba en mi pieza apretando los puños y los dientes y pensaba que los que cantaban a través de la radio Aiwa eran yo. O cuando  flaco sucio y mal vestido tarareaba Black Bird. O que cuando escribo, millones de ojos fijan su pupila sobre mí y esperan ansiosos el libro. Pero claro, no soy Murakami, ni Lennon, ni menos el que conversa conmigo desde la mañana a la tarde,  pero que jamás sale a la intemperie a mostrarse a los otros que supuestamente me rodean. Pues no me rodean. Ni siquiera me ven, ni siquiera saben que existo y los que saben no saben. Y no tengo ganas ni la más mínima intención en llenar 196 páginas, para qué. Pero sí recuerdo que deseaba cantar en un gran escenario circular In my Life, y que lloraba a mares sobre la mujer que me acompañaría mis próximos  50 años. Y que la playa  y sus olas eran el mundo que vendría, pues era mi ayer y quien no vuelve al lugar donde nació no merece la inmortalidad, ni ser parte de ningún paisaje futuro. Y así entre cigarros húmedos y arena silbaba And I love her, carraspeando o meando sobre la arena las cervezas de pendejo pasado a nostalgia imposible.  Y no me preocupaba de revisar los textos o tener expectativas de que estarían limpios e impresos en hojas blancas o amarillas con lomo y todo, ni menos tenía ideas que ordenaran esos textos. Todo era tan bello, todo era tan enmierdadamente bello y feo. Grotesco. Sin finalidad ni comienzo. Todo era una puesta en escena de la nada, como un túnel, un torbellino sin ojos. Todo era como siempre ha debido ser, hasta que el cuerpo se va cansando, se va haciendo duro, se va haciendo rugoso y entonces te comienza a molestar, así como te interrumpen los vagabundos y la loca que peina la muñeca, mientras tratas de tomarte un café sólo con ese yo que te conversa retrotrayéndote al mar de las canciones. Y pienso entonces en el comienzo de Tokio Blues, en el comienzo del propio Murakami, en mi propio comienzo cuando  “en aquella época (…) me importaba muy poco el paisaje. Pensaba en mí, pensaba en la hermosa mujer que caminaba a mi lado, pensaba en ella y en mí, y luego volvía a pensar en mí. Estaba en una edad en que, mirara lo que mirase, sintiera lo que sintiese, pensara lo que pensase, al final, como un bumerán, todo volvía al mismo punto de partida: yo”. (1)

(1) Tokio Blues, Haruki Murakami.
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De SITIOCERO, 21/02/2015

Tuesday, February 24, 2015

Ejercicios de estilo de Raymond Queneau


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CARLOS ANDIA

Idioma original: francés
Título original: Exercices de style 
Año de publicación: 1947
Valoración: Está bien (según el tipo de lector, imprescindible o intragable)

De vez en cuando se encuentra uno con cosas que llevan de vuelta a épocas pretéritas, cuando el tiempo no tenía valor, y podía uno dedicar horas a misterios insondables y preguntas fundamentales. En esas tareas, la literatura terminaba siendo una especie de monstruo de infinitas cabezas y miembros, que adoptaba formas múltiples y a veces ninguna, que nos atraía fatalmente y nos enloquecía un poco. Nunca se terminaba de entender el misterio y menos de dominarlo, y terminaba uno enrededado y hechizado sin remedio.

Casi sin quererlo, este tipo rarito llamado Queneau nos coloca de golpe ante algunos de esos dilemas, en plan: ¿Qué es la literatura? ¿Dónde confluyen o se separan fondo y forma? ¿Hasta qué punto puede un texto ser independiente de su autor? Nada mejor que un caballero de las huestes de Breton (aunque después desertase, claro está), y de formación mixta literario-matemática (¡toma!), con trayectoria errática y multidisciplinar,  para meter mano a semejantes comecocos.

Y además tiene Raymond la virtud de no hacerlo mediante complicadas reflexiones teóricas, sino por medio de una especie de juego, casi una broma. Un ejercicio práctico que es él mismo el mensaje, y que inmediatamente evoca el “cadáver exquisito” al que en un tiempo anduvo vinculado, los manifiestos dadá, o cosas de esta índole.

Ejercicios de estilo es el relato de una anécdota brevísima y un poco tonta, expuesto de noventa y nueve formas diferentes. Nada más que eso. Noventa y nueve versiones de unas pocas líneas, que pueden ser varias docenas más si aceptamos las propuestas que el autor nos hace en el anexo; o cientos, o miles, si cada lector aporta sus variaciones. Todo vale: manipulaciones de la sintaxis, barbarismos, cualquier tipo de jerga, figuras retóricas, distorsión de conceptos... ¿Se atrevería alguien a llevar al extremo, por ejemplo, el amago de formulaciones matemáticas que presenta el autor? Bien, el mismo Queneau acabó alborotando con ello años más tarde.

En definitiva, si cada persona relata un mismo hecho en la forma en que le da la gana, incluso de varias formas cada uno, nos iríamos a una de las preguntas del principio: mismo contenido y distinta forma, ¿son obras diferentes? ¿Cuáles son literarias y cuáles no? Vamos, que nos metemos en un vórtice quizá inútil, quizá apasionante. Pero esto mola, o no?

De forma que, como era previsible, toda esta locura nos da pie a plantearnos nuevas cuestiones: ¿se mantiene el contenido si alteramos la forma? ¿Cuáles son los límites de la literatura –si los tiene–? ¿Es lícito ocultar vacíos mediante el adorno y el florilegio? ¿No nos lleva todo esto a ponderar la intransferible identidad del autor? Algunos de los más grandes –se me ocurren a bote pronto Góngora, Cortázar, por supuesto Joyce– han utilizado con maestría artificios formales que exploraban esos límites; pero con todo, si uno quiere contemplar el juego de fondo y forma en su estado puro y diríamos a pelo, nada mejor que el experimento del que estamos hablando. 

Lo de menos es que, como es lógico, entre los 99 ejercicios de Queneau los haya más o menos afortunados, trabajados o ingeniosos. Y casi me atrevería a decir que ni siquiera hace falta leerlos, basta con sondear cinco, seis, una docena, o los que nos apetezca. Lo que realmente importa es detenerse a contemplar en abstracto lo que constituye uno de los pilares de la literatura. Contar cosas y contarlas de cierta manera. 
Dicho de otro modo, viene a ser como ponerse frente al Blanco sobre blanco de Malévich sin anestesia. Ahí tienes la pintura: piénsalo.

Y no puedo terminar sin dedicar unas líneas al reconocimiento que merece el traductor Antonio Fernández Ferrer. Trabajo ímprobo, si no directamente imposible, cuando se trata de trasladar de idioma el sinnúmero de volteretas sintácticas, juegos de palabras, referencias cultistas y aberraciones léxicas que contiene el librito. Vamos, como el pobre Salvador Elizondo intentando domar Finnegans wake. De modo que se entiende y encaja perfecto que se llame ‘versión’ y no sólo ‘traducción’ a semejante empresa. En tales condiciones, ni siquiera se puede uno atrever a criticar ciertos atrevimientos del Sr. Ferrer, aunque en alguna ocasión lleguemos a sospechar si ha podido aportar más de lo que debiera. Los varios traductores que circulan por el entorno ULAD seguro que están de acuerdo (o no?).

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De UN LIBRO AL DÍA, 23/02/2015

Escarabajo al chocolate


CLAUDIO RODRÍGUEZ MORALES

Te lo cuento para que sigas reparando en la existencia de eso que llamabas “la tonterita”, con esa paciencia encantadora que acabé sobregirando. Vine a saberlo todo por una nota que leí en una revista de divulgación científica, la misma que a veces yo compraba y que tú sostenías con la punta de los dedos en el pasillo del departamento al tiempo que comentabas, medio en serio medio en broma, “esta revista parece que tiene alas, porque siempre la encuentro tirada en la taza del baño”. Sólo eso bastaba para dejarme abochornado, como si fuera la primera vez que cometía ese descuido y que, de seguro, seguiré cometiendo sin que esté tu llamado de atención para advertirlo, sino más la bien soledad vuelta fatalismo.

Estaba muy ajada la revista –hablo de aquella de la sala de espera, no la que encontraste en el baño-, al igual que las restantes tiradas sobre la mesa de centro, algunas con las hojas arrancadas y otras presa de esos maniáticos que gustan hacerles barba, bigotes y anteojos a las personas de las fotografías, que no tienen la culpa de las frustraciones ni menos de la suerte de los pobres diablos. Al menos yo siempre me he dedicado sólo a leer las revistas y dejarlas en su lugar, teniendo presente tu ceño fruncido en algún punto indeterminado de mi cabeza ante la posibilidad de que yo reprodujera las malas costumbres del resto. “Cuidadito, mire que si lo pillo haciendo cosas de delincuente…”, te imaginaba diciéndome mientras estirabas de costado la palma de tu mano en señal de advertencia.


Quiero que sepas que he continuado con la práctica de pasar horas en salas de espera, sin poder recordar después el motivo que me hace ocupar sus asiento y sillones, sino más bien por detalles como el amoblado, el tamaño, las plantas, el aire acondicionado y la calefacción, la vista de Santiago con su manto gris disperso, la Cordillera a medio nevar o el río Mapocho y el canal San Carlos compitiendo por cuál de los dos es más feo. Rara vez las recuerdo por la gente, que siempre es la misma o por lo menos se parecen unas a otras con gestos contrariados, bostezos, pestañeos, sin disfrutar el paso del tiempo, las revistas ajadas, la televisión prendida –un plasma en el mejor de los casos-, la música del equipo de radio de la secretaria o del mp3 cuyos audífonos sobresalen de sus orejas, a ver si con ello logran aislarse del mundo. Como si se tratase de un trabajo especializado, podría definirme como un esperador profesional, inmune a todas esas artimañas, salvo tomar una revista de divulgación científica, leerla y pensar en mi suerte. (No estoy seguro de haberte dicho ese chiste, y si lo repito es para que sonrías, aunque sea por cortesía, más aún ahora que no importa que agote tu paciencia.)

No es lo mismo esperar sabiendo que me recogerás a la salida con el escarabajo y que tendré en el departamento una buena dosis de tu amor templado para seguir adelante. Dosis que, por cierto, se agotó y ni siquiera fuiste capaz de avisarme cuando me batía con el último conchito, tal como pasa con la lucecita del escarabajo anunciando la baja de combustible y que es necesario abastecerse en la primera estación de servicio que aparezca a la orilla del camino. (Hablo como si hubiera manejado alguna vez, cuando siempre has sido tú la conductora. Ahora mismo te veo recorriendo caminos terrosos y nevados del sur junto a lagunas y bosques interminables, moviendo con agilidad el volante, la caja de cambio y los pedales, con un sabor dulce, cremoso y un tanto amargo que alguien puso en tu boca y no fui yo.) De haberme dado tú una luz de alerta, habría buscado una manera para recargar de nuevo la batería de tu paciencia, más aun ahora que sé, por ejemplo, que la grasa del cacao puede ser una fuente de energía, y así salir a recorrer juntos en el escarabajo nuestros accidentados caminos.

Ya perdí la cuenta de todas las salas de espera por las que he pasado. Tú, en cambio, eras buena en esos detalles con tal de no hacerme repetir la ropa, cosa que hago con frecuencia, pero no de adrede, te lo aseguro: la combinación de colores es un detalle insignificante en mis tantas batallas mentales. A lo más puedo ocuparme de los documentos que llevo dentro de la carpeta y que, espero, no se pierdan en alguna escalera, silla, oficina, café, plaza o en el Metro. Cuando esto ocurría en el escarabajo, no había de qué preocuparse: tú los rescataban en el espacio entre el asiento del copiloto y el soporte del cinturón de seguridad. Tu brazo acalambrado, unas cuantas uñas quebradas y el rostro rojo por el esfuerzo eran motivos más que suficientes para recuperar energía con proteínas y almidón concentrados en ese alimento envuelto en papel plateado. Por la noche, mientras buscabas la lima en el velador de tu lado, reprobabas con un leve coscorrón mi torpeza. “Menos mal que ya perdió la virginidad, sino también tendría que salir a buscársela.”, decías risueña con la cara llena de crema, la lima desplazada con destreza entre dedo y dedo y los papeles rescatados dentro de una carpeta sobre el velador de tu lado.

La espera mencionada pudo ser para una atención médica (psiquiátrica, de seguro, para poder superar tu partida), una entrevista de trabajo (“no sé qué hacer con usted, nunca se me afirma en nada”, escucho tu reproche con nostalgia), una reprogramación de deudas o evitar el corte de un servicio doméstico (me volví un caos en las finanzas, aunque siempre lo fui, pero contigo no se notaba). Lo que recuerdo con claridad es la nota científica que me reveló la razón de por qué en estos momentos estoy más solo que cualquier perro callejero y que los muertos de los poemas de Gustavo Adolfo Becquer. Sí, una nota científica de no más de tres párrafos me hizo tomar conciencia, una vez que abandoné la sala de espera -notificado de una mala noticia: un nuevo examen para descartar patología, no hay vacantes o un corte de luz-, de mi decadente figura de avaro de cuento infantil. Como ese tal Ebenezer Scrooge de Charles Dickens, viéndome reflejado en las vitrinas del comercio, en espejos de baños públicos, en el vidrio del Metro, sin acostumbrarme a tener que batírmelas con mi soledad, sin que estés tú para arreglarlo todo con tu ligera negación de cabeza, tu leve golpecito en mi calva para que todo vuelva a funcionar como corresponde. Ahora soy sólo yo, con mi sombrero, abrigo, bufanda y joroba, un viejo de treinta y tantos años, caminando apenas, sin ganas de llegar a ningún lado, sin que tú pases a buscarme a cualquier punto de Santiago en el escarabajo, siempre atenta a mis coordenadas. Tal como Scrooge, me creo con derecho a un segundo intento, pero no soy un personaje de Dickens, sino un ser condenado por esta mortandad capitalina.

Una nota científica de menos de un cuarto de página que vuelve a mi cabeza cada vez que paso por fuera de una confitería, un quiosco, un pasillo de supermercado o un vendedor callejero de barras gigantes, color café oscuro, cuadriculadas y puestas sobre una pequeña caja a modo de mesa, sin ningún tipo de higiene. Imposible no acordarme de tu manito agitando mi camisa o tocándome con el índice para pedirlo con voz de niñita y yo reaccionando con una ligereza suicida que me hacía seguir sentado de copiloto en el escarabajo, sin acusar recibo, pese a tu mueca de pena que nunca tomé en serio. Creía ilusamente que una cartera, polera, vestido, perfume o zapato estimularía, por vía sanguínea, la sensación de placer de tu corteza cerebral, y para eso estaban las tarjetas de crédito que, más encima, figuraban a tu nombre. “Vamos a dar una vuelta al mall, chiquitita”, te proponía.

¡Cómo podía saber de tu necesidad de esos nombres tan extraños -triptófano, serotonina, finiletilamina, anandamina- para sentirte relajada y sin insomnio, cambiando el estrés por euforia, cuando estaba seguro que era yo –y las tarjetas de crédito- quien podía darte eso y más! Al final de cuentas, tus gestos de alegría eléctrica me convencían de mi condición de superhombre, capaz de torcerle la mano al destino y ganarle a quien se me pusiera por delante, más aún cuando empuñabas la mano y sostenías con la otra el volante del escarabajo. Entonces, debí poner atención a esa barrita que siempre pedías al pasar por una esquina comercial –mira, relleno de almendras, maní, trufas, o crema de menta, manjar, amargo o solito, que rico, monito, cómpreme uno- con argumentos del tipo tengo el estómago vacío, me puede dar fatiga, es que hace tanto frío, me voy a enfermar, el resfrío, los nervios, y yo insistiendo soterradamente que conmigo y nuestro panorama te debía bastar. Por eso, no dudaba en negarte suavemente ese derecho que tenías adquirido por género (tal vez decir esto moleste a las feministas, pero tú nunca fuiste de aquellas, más bien decías que yo, con mi incompetencia para la vida, acababa poniéndote en el rol protagónico del hogar) y te repetía argumentos del tipo te puede hacer mal, que ya vamos a comer, que es de noche, que las espinillas y la alergia.

En casos extremos, la excusa era nuestra hija, en su condición de bailarina de academia, que debe cuidar su peso, pero tú qué tenías que ver, mantenerte en su punto tal vez, con tu pancita coqueta que yo acostumbraba acariciar luchando contra tu vergüenza, con los kilogramos justos para que yo los cubriera con mis extremidades exageradas en el mejor momento de la noche. De verdad, creía que tu antojo podía echarlo todo a perder, hacerte crecer de manera desmesurada, deformar tu exquisita redondez, y recién ahora me doy cuenta de todo lo contrario; habría renovado el recipiente de tu paciencia para conmigo, con ese pedazo de chocolate que tanto evité entregarte. 

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De PLUMAS HISPANOAMERICANAS, 24/02/2015

Imagen: Picasso

Las millonarias inversiones aymaras que están cambiándole la cara a La Paz

BORIS MIRANDA

Es domingo por la tarde en el mall Megacenter, el más exclusivo y grande de La Paz. Dos muchachos que llegaron de la ciudad aymara de El Alto salen del Nike Shop con zapatillas nuevas, mientras una mujer de ascendencia indígena, asesorada por su hija, revisa en detalle la nueva Rav4 de Toyota en la tienda oficial de la marca japonesa.

A esa misma hora, en la calle que por décadas fue el símbolo de consumo y diversión de los ricos de La Paz, irrumpe una columna de comerciantes con trajes tradicionales de gala y autos adornados. Detrás de ellos una banda marca el ritmo del baile con la morenada, una de las danzas folclóricas más populares en Bolivia.
Casi ninguno de los danzarines nació en la ciudad sede de gobierno, la mayoría emigró desde el campo hace tres o cuatro décadas. Hoy varios de ellos viven en los barrios exclusivos, como San Miguel u otros de la zona sur paceña.
Para muchos, esta transformación urbana es consecuencia de la irrupción de un "nuevo sector emergente" compuesto en su mayoría por migrantes aymaras que lograron insertarse con éxito en los circuitos económicos establecidos y que ahora rompen con fronteras imaginarias, como las de los barrios de la antigua élite boliviana.
"Existen sectores populares que ingresaron bajo sus propios términos dentro del circuito capitalista global. Así participan de una economía en la que estuvieron históricamente marginados. Estos actores han logrado permear el país", señala a BBC Mundo el investigador Nico Tassi, coordinador de la investigación "Hacer plata sin plata: El desborde de los comerciantes populares en Bolivia".
Tassi precisa que estos "propios términos" tienen que ver con la forma en que estos actores se relacionan: señala, por ejemplo, que gerentes de los bancos más grandes del país asisten invitados a las celebraciones aymaras y establecen vínculos de fraternidad o "compadrazgo" en lugar de la relación tradicional entre un cliente y un proveedor.
Este bloque emergente es nombrado por algunos como "burguesía aymara", mientras otros lo identifican como la "nueva élite económica" surgida desde el comercio informal y los barrios populares de Bolivia.

Comerciantes triunfadores
En La Paz no sólo se los reconoce por los edificios "cholet" -esas vistosas construcciones multicolor con motivos indígenas que son la insignia de la nueva arquitectura aymara- sino también por su capacidad de compra y venta de automotores, por su vertiginosa adquisición de mansiones en los barrios caros de La Paz y la expansión de sus negocios comerciales.

En la investigación "Hacer plata sin plata", se resalta que entre 2004 y 2012 los depósitos bancarios de este grupo social se multiplicaron por cuatro, al pasar de U$2.559 millones a U$9.983 millones. Mientras que, en el mismo período, la cartera crediticia se disparó de U$2.420 a U$7.612 millones.
Elizabeth Verástegui es una de las empresarias exitosas que ahora tiene dos elegantes boutiques de ropa en San Miguel, zona de tiendas que era controlada por el empresariado tradicional.
Ella comenzó su vida como comerciante con un capital de arranque menor a los US$70 a mediados de los 80. Apostó por vender ropa usada.
"Mi primer puesto era de 1,5 por 1 metro, ahora tengo unas boutiques con productos muy bien seleccionados. Para tener ganancia yo hacía todo, lavaba y planchaba, no podía contratar a nadie. Tenía que ir en las madrugadas, todavía de noche, en lluvia, nieve y frío para conseguir la mejor ropa. Por eso ahora tengo artritis", relató Verástegui a BBC Mundo.

Nuevo hogar
Un agente de bienes raíces paceño señala que, en el último quinquenio, decenas de edificios han sido adquiridos por inversores aymaras en los barrios donde Verástegui tiene sus tiendas.
Si bien es algo cada vez "más natural", el vendedor señala que persiste el rechazo de parte de algunos de los vecinos.
"A mí me contactan para ejercer como intermediario porque todavía hay propietarios que se niegan a vender cuando ven que sus potenciales compradores vienen de sectores populares. Cuando yo cierro una transferencia recibo el 5% del monto acordado. No es un mito que estos nuevos ricos pagan grandes sumas en efectivo y casi sin regatear", relata el agente, que pide reserva del nombre para no afectar su negocio.
En los últimos cinco años, según datos del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, al menos un millón de personas superó la brecha de la pobreza para convertirse en clase media en Bolivia.
El microcrédito para comerciantes creció en promedio un 36% en los últimos cinco años, según la Asociación de Bancos de Bolivia, y las ciudades de La Paz y El Alto son las principales protagonistas de este crecimiento. Como prueba de su vocación emprendedora, una de cada cinco personas económicamente activas en la urbe alteña tiene un microcrédito.

La fiesta del éxito
Entre los comerciantes minoristas del barrio de San Miguel existen varios ejemplos de éxito.
En domingo, este gremio celebra su fiesta con danzas folclóricas en mitad de la calle más famosa de la zona sur de La Paz, rodeada por centros comerciales donde los sectores acomodados tradicionalmente van de compras.
El organizador de la celebración, Marcelino Taqui, vive en este sector y empezó con un pequeño puesto de venta de dulces y refrescos hace 30 años. En un fin de semana gastó más de US$5.000 para pagar la banda de música, el salón de la fiesta, las bebidas, comidas y los trajes con los que sus colegas danzaron durante toda una tarde.
Y aquel gasto es mínimo si se compara con los cientos de miles de dólares que las fraternidades folclóricas invierten en sus fiestas anuales.
Estas asociaciones, de acuerdo al testimonio del agente de eventos Maury Fhernández, contratan a las mismas productoras que llevan a Bolivia a bandas internacionales como Guns N’ Roses o Scorpions para conseguir a los artistas de música tropical o cumbia más reconocidos de México, Argentina, Chile y Perú.
"Nosotros nunca hemos traído problemas en esta zona residencial. Siempre hemos sido muy trabajadores. Yo estoy muy feliz de que podamos celebrar aquí", relató Taqui a BBC Mundo.

Racismo en la red
Pero la llegada de esta élite aymara a sus nuevos barrios de residencia no siempre es bien recibida.
"No es racismo, sólo tratar de que tengan un poco de educación. No escupir, no echar basura, es sólo eso. Ah y un punto muy importante: que se bañen porque realmente apestan", apuntó Sandra V. en su Facebook.
No fue la única: miles de expresiones similares se reprodujeron por las redes sociales.

Como respuesta, hace poco se organizó un convite comunitario andino, denominado "apthapi", frente al Megacenter. En el evento, las comidas típicas bolivianas se mezclaron con pizzas y gaseosas en un largo manto tendido en el suelo para que cualquiera pudiese degustar o contribuir a la comilona.
No se trató sólo de un almuerzo colectivo, sino de un acto de resistencia. Hasta hace poco, esta zona no conocía de ese tipo de expresiones populares y era un barrio de casas y restaurantes exclusivos.
Tras el "apthapi", que convocó a un millar de personas, los comentarios siguieron.
"Ojalá Irpavi (zona donde está ubicado el mall) no se convierta en otro barrio asqueroso que daña la imagen de La Paz", escribió en Facebook Luciana B. "Deberían quedarse en El Alto y no bajar a joder al Sur", remató en la misma página Ame N.

Fenómeno regional
Fernanda Wanderley, doctora en sociología de la Universidad de Columbia, en Nueva York, le explicó a BBC Mundo que el surgimiento de esta "nueva élite" se debe al boom económico que atraviesa América Latina en general y a la creciente capacidad de consumo de las clases medias bolivianas durante los nueve años que Evo Morales lleva en la presidencia.
"En los últimos años se vio una movilidad social pronunciada. Las actividades de esta nueva élite son el comercio, los servicios, transporte y también construcción".

Nico Tassi añade que estos nuevos inversores aymaras han logrado articularse muy bien con actores económicos de otros países. Por ejemplo, en el rubro automotor con comerciantes provenientes de India y el mundo árabe asentados en Chile, o en la importación de productos de manera directa desde las gigantes fábricas de China.
Son comerciantes salidos de capas populares los que controlan el comercio de electrodomésticos en el norte de Bolivia (muchas veces sin pagar impuestos, según denuncias) e incluso han logrado ingresar sus productos en los estados fronterizos de Brasil.

Los mercados en el oriente boliviano también son manejados por ellos y el transporte interprovincial les pertenece. Las estimaciones más conservadoras señalan que la feria aymara de El Alto -un enorme mercado donde se venden desde juguetes hasta armas, además de ropa americana y vehículos- mueve US$1 millón diarios.

Y hay más casos testigo de este fenómeno social: en la última edición del rally Dakar participó un experimentado chofer de camiones y buses que hace apenas 30 años no tenía donde dormir. Este año, Fortunato Maldonado invirtió cerca de medio millón de dólares en el Toyota FJ Cruiser con el que participó en la competencia. Encontró la fortuna rescatando fierros viejos con un capital de arranque de menos de US$50 y ahora tiene una empresa con más de 100 vehículos y realiza trabajos en minería en casi toda Bolivia.
"Todo el mundo me pregunta de dónde saco el dinero para correr… Lo que no saben es que todo el año estoy trabajando. Mis hijos y yo viajamos los doce meses para supervisar los proyectos que tenemos. Yo he caminado cien veces las ferias antes de encontrar los fierros con los que gané mis primeros US$6.000", rememoró Maldonado, de 63 años, ante BBC Mundo.
Hace 15 años, pocos habrían imaginado los "cholet" multicolor que se multiplican en La Paz, como tampoco creerían que desde los suburbios marginados llegarían inversores con capacidad para comprar un auto 0 kilómetros o una casa en efectivo y sin regateo. Sin embargo, los indicadores financieros, la arquitectura, las danzas en las calles residenciales y un sexagenario corredor del Dakar son prueba de la transformación.

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De BBC Mundo, 22/02/2015

Sunday, February 22, 2015

Bolivia, esos cielos... (1)

Miguel Sánchez-Ostiz

Repaso cientos de fotografías sacadas en Bolivia en los últimos años: calles, paisajes, gentes, mercados... en busca de qué, no lo sé, de alguna certeza, pero a su vista revivo los cielos bolivianos, luminosos las más de las veces, encapotados otras, en días de lluvia en La Paz o en Riberalta que me acuerde. ¿He sido dichoso en Bolivia? Mucho. Nueve viajes. Alrededor de un año y medio de mi vida, día por día. De joven, eso no tiene mucha importancia, en la edad del recuento en cambio sí la tiene. A cierta edad, cuando vas de capa caída, los fiascos resultan más dañinos que a esa otra en la que vaso en mano o sin él, el campeón de turno te dice: «Pero si tienes toda la vida por delante». No hay caso. Nada peor, le dije a una agente literaria que me dejó tirado hace un tiempo, que las esperanzas frustradas. Hace unos años escribí Bolivia cielos e infiernos, pero el libro se quedó tirado. Lo iba a editar un profesor, poeta y editor de Zaragoza, un granuja capón. Se llamó andana sin decir ni pío. Pero a cierta edad eso pasa mucho, cada vez más. No están, no han llegado, se han ido... ya no trabajan ahí. Has pasado. Te lo advierten las agentes literarias, las que no te dan, de entrada, con la puerta en las narices. Pasado o no, aquí sigo, una página detrás de otra, con Bolivia de por medio o sin ella. En Bolivia dicen que soy kencha, es decir, que tengo mala suerte. Pues igual. Debería hacerme una milluchada, pero las apachetas me quedan lejos, casi todo me queda lejos, menos las ganas de vivir, de escribir, de Bolivia, de sus cielos, sobre todo de sus cielos.

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De VIVIRDEBUENAGANA (blog del autor), 17/02/2015

Saturday, February 21, 2015

Ética, épica, estética

Pablo Cingolani

Confieso algo: los últimos días, las últimas dos semanas, me anduve intoxicando fuerte, peor que juntar Clonazepán y Artane. Lo hice así: leyendo una biografía más del Che Guevara, releyendo su diario de guerra escrito en Bolivia, sus famosas Notas de Viaje, y el libro que escribió –como descargo- uno de los miembros de la bautizada por el propio Che como la  “resaca” de la guerrilla boliviana, un hombre llamado Eusebio Tapia.
A esta línea base de la ensalada guevarista, lo acompañé con algunos pimientos con ajo de las aguafuertes porteñas de San Roberto Arlt, el bendito cardo del cuento El Sur de También San Borges y mis citas marcadas de las conversaciones de Vicente Zito Lema con Enrique Pichon Riviere. Dos ejes citables: la locura de (Saint) Artaud y ¿si los tobas me comen?, el miedo a los malones indígenas cuando Pichon era niñito, allá en el Chaco.
Para terminar el menjunje, le agregué nuevos condimentos: leí por vez primera el primer tomo de las memorias de Dorfman, el libro más famoso de Sepúlveda (El viejo que leía novelas de amor) y para no leer puro chilenos (je!) , un ensayo de Jozami sobre Rodolfo Walsh (que, inevitablemente, contrapunteé con el libro Montoneros del pelado Perdía y el tomo II de La Voluntad). Ah, como postre, me releí de un tirón –dos días- Final de novela en Patagonia, de Mempo Giardinelli, otro del Chaco pero no Gualamba.
Además de comer e ir al baño de manera consecuente, también vi varias películas: volví a ver, entre varios clásicos, Scarface y El secreto de sus ojos de Mr. Campanella y vi otras cintas que nunca había visto, anoto dos: Buenos Aires Viceversa de otro intoxicado, de Agresti, y un peliculón estonio-georgiano titulado Mandarinas.
Como me cebé con esto que escribo, le pondré algo de música: diré que sólo escuché Vida de Sui Generis (toda la vida escucho Vida, porque es la obra maestra de Charly García), un CD de colección de Keith Richards (que incluye la mejor versión de todas de Gimme Shelter) y un compilado de Spinetta que me grabó un psiquiatra amigo la última vez que nevó en Buenos Aires y nos fuimos de parranda y derrapando por el parque Lezama con el Rogelio Guanuco, el indio diaguita-calchaquí que le da la mano a Evita, joven él y como trabajador minero de Rio Turbio, en la famosa foto que inmortalizó la visita de Ella a ese extremo de la Argentina.
Semejante manduque, tamaña libación de libros e imágenes y sonidos, me produjo una leve levitación atmosférica que me llevó hacia, hasta mi propio Aleph. Confieso que no hay droga más exquisita que la lectura, ni mejor antídoto para todos los dolores del mundo que ella. En ese estado de gravedad existencial, he intentado varios textos, todos abandonados, a saber:
 –uno precisamente sobre el hecho de leer, el acto de hacerlo, que dejé ahí, sin llegar a ningún puerto ni literario ni menos terapéutico. Anoto por anotar que empieza así: Leer es salvarse en este mundo desencantado…
-un poema decidor, de los míos, sobre Artigas que dale nomás comienza así: Escucho al viento/ Y lo veo a José Gervasio/ Comandando el destino… Puta madre que lo creo así.
-otro texto sobre la cuestión marítima de mis hermanos de acá, arranca tal cual: Sin mar para Bolivia, no hay Patria Grande. Tal cual, Heraldito.
-un escrito más titulado Tres historias con milicos y que dice para empezar que nací en un país donde los militantes populares teníamos serios problemas con los militares, con las Fuerzas Armadas de nuestra patria…aunque todos fuimos soldados y eso está bien también.
-otro texto, dramáticamente encabezado así: La ausencia de destino y que prosigue: ¿Hacia dónde mierda vamos? ¿Hacia la liberación nacional o hacia Corea o peor, hacia la China? Se empieza a complicar la receta, ¿no mi amor?
- Y otro texto, final, que bauticé Penetración cultural: ¿hasta cuándo? Y ahora que lo releo tiene cosas buenas como estas preguntas que copio y transcribo:
¿Cuáles son las relaciones que existen entre la lucha de liberación, el conflicto político o armado, y la cultura?
¿Se suspende la cultura durante la guerra de liberación? O
¿Es la lucha por la liberación nacional una manifestación cultural, un fenómeno cultural?
Fanon forever.
Bueno, vale mi hermano, ya no jodo más con mis obsesiones. Toda esta lata era sólo pata encuadrar este mi texto que titulé con esas 3E malditangas. Sólo para avisar de qué viene y cómo viene. ¡Intoxicado estaba!
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Ética, épica, estética: ¿cómo la sigo?
Empiezo con una cita de Giardinelli –que, confieso, no me termina de gustar, no me gusta ese espíritu –“higiénico” propongo- que lo anima, el mismo que anima a Sepúlveda o a Cortázar o a García Márquez o a Sábato. Ninguno me termina de gustar- pero esta cita me incita.
Dice el chaqueño universal, en su libro patagónico: “Para mí es inevitable que en esta ruta vacía, en este mundo despojado y solo que es la inmensa Patagonia, me acompañen –me salven, diría yo- todos los libros que he leído”.  Está buena la intención, hasta la intensidad, pero le falla el contexto, el amarre, el espíritu como decía: ¿Por qué la Patagonia, ese desierto donde los nuevos Cristos van a sucumbir o a probar de su propia medicina, es considerada como un planeta despojado y solitario cuando, en verdad, el mundo despojado y solo es todo el que rodea a la Patagonia (o a la Amazonía o al fin del mundo)? Hay una ética detrás de estas palabras e indudablemente hay una estética, pero está ausente la épica.
La épica, pero escribí la época, y entonces corrijo al dedo y aprovecho y pregunto, ya que hablamos de épica: ¿Cuál es la épica de nuestra época? Me olvidé: también vi Birdman del mexicano universal y ya que estamos vamos a parafrasear a don Carver: ¿de qué hablamos cuando hablamos de épica? ¿De Pancho retomando un discurso digno pero que es sólo eso, es un discurso, o de Obama, cómo te vamos extrañar mi negro cuando vuelvan a ganar los republicanos y se siga pudriendo todo?
Nací el 63, tenía 7 años cuando los Montoneros ajusticiaron al secuestrador y ocultador del cadáver de Evita, tenía 11 años cuando fuimos con mis viejos –a insistencia mía- de vacaciones a Tucumán, tras que el ERP se había tomado Acheral, tras que con esperanza o con pena/ yo había visto a la luna buena/ besando el cañaveral, oyendo a la Mercedes Sosa cantando Luna Tucumana y cantándola yo mismo en el colegio: así aprendíamos.
¿Penetración Cultural? Estábamos librando la batalla en el terreno del lenguaje (Ernesto Cardenal) y Dorfman, Ariel había escrito su famoso libro: para leer al puto Pato Donald. En Tucumán, nos agarró una pinza del ejército: era emocionante, hasta épico. Crecí así. No me pidan que reniegue de mi historia, de una historia sensible y de una épica que –en ese momento de la historia- la escribían unos señores y unas damas que eran los guerrilleros. ¿De qué hablamos cuando hablamos de épica? Cuando quien suscribe habla de épica, habla de ellos, de los guerrilleros. Esos hombres y esas mujeres que se jugaban la vida, con armas en las manos, porque creían, por lo que creían que era justo. Porque tenían fe en el destino, no en su ausencia.
Defínime justicia. Vale. ¿De qué hablamos cuando hablamos de justicia? Justicia es que ningún chico pase hambre y menos se muera por ello. ¿Vale? Sí, vale, Justicia es que ningún indio tenga que perder su alma porque lo avasallan, porque invaden sus tierras, porque le meten el puto capitalismo y al sistema en su vida, ni nosotros que somos los buenos porque ellos son más buenos que nosotros los buenos, nosotros los izquierdistas nosotros los nacional populares. ¿Vale? No, no vale. Decime: ¿cómo le doy de comer a los pibes sin joder a los indios donde está el petróleo, donde está la riqueza para alimentar a los chicos? Sencillo: para que coman los pibes, quitale a los ricos, no a los indios. Quitale TODO a los ricos, y dejales lo justo, para que vivan como todos: igualar, de eso se trata. Eso quería el Che Guevara. Por eso luchaba. El Che y todos los guerrilleros.
Vos me estás mamando.
No, no te estoy mamando: sólo te cuento una verdad: yo crecí así, con esa mística en la sangre, con esas imágenes en la niñez: los chicos necesitan leche, los guerrilleros expropiaban el camión de la lechera privada y lo llevaban hasta donde estaban los chicos que se morían de hambre y les daban leche, leche para que coman y no revienten de injusticia. ¿Eso estaba mal?
* * *
Bueno, en fin, disculpen tanto delirio ya advertido pero ahora encontré la huella. Es esta, así clarita:
1) La ética: no puede haber un solo niño que se muera de hambre. Hasta lo dice la famosa ONU.
2) La épica: robar a los camiones de las empresas privadas de mierda que venden la leche, fue, es y seguirá siendo, una hecho de valor, de coraje, en suma: una épica.
3) la estética: esta es la puta cuestión que resuelve todas las otras. ¿En qué mierda de mundo vivimos cuando hay niños que se mueren de hambre, cuando hay niños violados por sus padres, cuando hay mujeres asesinadas por sus parejas, cuando hay parejas que no tienen trabajo, cuando el trabajo esclaviza?
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Ética, épica, estética: como síntesis anotaré cuatro palabras más, sólo estás cuatro palabras: Haroldo Conti, Paco Urondo.

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Imagen: Jean-Michel Basquiat/Print Series, 1982

Friday, February 20, 2015

Esta noche me acostaré temprano

 HUGO VERA MIRANDA

Esta noche me acostaré temprano. Un par de oraciones al Altísimo y a la cama. Nada de embriagarme con amigos. Esa vida de mierda se terminó. Nada de marihuana. Nada de leer a putos poetas malditos. Abdico de toda puta vorágine insustancial y nociva. Dejaré de follar a cuanta mujer se me presente por delante o por detrás. De partida solo lo haré con ella. Con mi mujer. Seré bueno esta noche. Mañana seré un hombre más bueno aún. Lo prometo. Lo juro. Mañana me ducharé temprano. Daré un beso a mis hijos y me iré al trabajo. Luego al mediodía volveré a casa. Le daré un beso a mi mujer. Acariciaré a mis hijos y seguiré siendo un hombre bueno. Por la tarde saldré del trabajo y llegaré a casa. Ella me esperará con jazmines en las manos. Su hermosa sonrisa presente y una canción de Bruno Mars. Hablaremos de mi trabajo. Me contará sus cosas. Todas interesantes. Veremos una película y nos iremos a la cama. Y al otro día lo mismo. Y al otro día lo mismo. Y al otro día lo mismo. Y así. Por siempre. Nos iremos de vacaciones. Volveremos. Luego nuevamente vacaciones. Luego nuevamente volveremos. Y así por siempre. Seremos felices. Respetados. Ejemplo de la Humanidad. ¡Esa es vida! Por siempre. ¡Esa es la vida!

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De INMACULADA DECEPCIÓN, 19/02/2015

Imagen:Carsten Holler, 2007  

Thursday, February 19, 2015

Ni te cases, ni te embarques

 "De manera que llegado el día, no ha de faltar un hombre que me ame de sobra para despertarme de amor cuando me haga la dormida, para que tumbe la puerta del baño cuando lo esté haciendo esperar demasiado, para que no le asuste ser vampiro en una que otra luna, y que sea capaz de hacerlo donde sea y como sea y no siempre en la cama como los muertos. Un hombre que no deje de hacerlo conmigo porque se imagina que yo no quiero, sino que me obligue a querer hacerlo aunque yo no quiera, a todas horas y en cualquier parte, como sea y por donde sea, debajo de los puentes, en las escaleras de incendio, en el retrete de una avión mientras el mundo duerme en medio del Atlántico, y que aún en las tinieblas exteriores o en los finales más ciegos sepa siempre que soy yo la que está con él, y que soy yo y ninguna otra la que fue mandada a hacer sobre medida para hacerlo feliz y ser feliz con él hasta la puta muerte. Y si no lo encuentro, no importa. Prefiero la libertad de estarlo buscando hasta siempre al horror de saber que no existe otro a quien pueda querer como sólo he querido a uno en esta vida. ¿Sabes a quién? A ti, cabrón."  

Gabriel García Márquez, Diatriba de amor contra un hombre sentado. 

Escucha una a alguien decir que no lee al Gabo por "su manía de describirlo todo al detalle y de hablar como si supiera lo que piensan las mujeres", y se queda en suspenso, porque si en algún momento Duma ha de echar su aliento y la puta de Babilonia hacer su entrada y la barca Nalfgar levar anclas es éste, pero no, y es por eso que el mundo va como va.

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Del blog LA GUARDARRAYA DE LA SIBERIA, 13/02/2015

Wednesday, February 18, 2015

¿Helado de chocolate o de vainilla?


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RAFAEL CARPINTERO

Desde Estambul Pere Juliá me hace la siguiente pregunta: “¿Quién te hubiera agradado más que recibiera el Nobel, Kemal o Pamuk?”. Para los que no viven en Turquía quiero aclarar que una pregunta así puede estar inspirada por: a) la inocencia más pura; o b) por la pura malicia. Viniendo de quien viene, supongo que se debe a la pura curiosidad, pero como cabe la posibilidad de que sea capciosa, lo mejor es responderla como a eso de “Y tú, ¿a quién quieres más? ¿A tu mamá o a tu papá?”, “Yo… A los dos igual”.
Puede que provenga de los tiempos bizantinos, con aquello de las carreras entre los azules y los verdes, pero en Turquía el personal se decanta por un lado u otro de lo que sea con un fervor político de aquí te espero. ¿Que no te parece mal el gobierno? Pues quieres que Turquía se convierta en Irán. ¿Que no te desagrada la oposición? Pues eres un golpista. Algo parecido ocurre con  lo de Yaşar Kemal y Orhan Pamuk; o, para ser más exactos, sólo con Orhan Pamuk. ¿Que dices que te gusta? Entonces es posible que caigan sobre ti mil rayos y truenos. Pero, y lo digo a sabiendas de que me voy a convertir en pararrayos humano, creo que todo se debe a la pura envidia porque es de una familia con coche y pasta, y más tiene rico empobrecido que pobre enriquecido. Así que, si se quiere dar una respuesta de izquierdista clásico políticamente correcta, lo suyo es decir: “Me gustaron las primeras novelas, sobre todo Cevdet Bey, pero lo demás no me lo he leído porque los escritores postmodernos me resultan una pesadez”. Puedo garantizarles que en determinados círculos nadie le va a contestar que es difícil saber si un autor es un pesado sin haberlo leído.
Es una pena que el asunto se plantee como oposición antitética perifrástica (a tu mamá o a tu papá) porque Yaşar Kemal y Orhan Pamuk siempre han sido muy amiguetes y, por lo que yo sé, se admiran mutuamente. Hasta intervinieron juntos para evitar derramamientos de sangre cuando aquellos líos en las cárceles . Lo cierto es que Pamuk caía bien en Turquía hasta que se hizo famoso fuera, y saquen ustedes las conclusiones que quieran. Pero cuando le concedieron el Nobel, no veas… La opinión más extendida es que se lo dieron gracias a que es agente de la CIA y su hermano del Mossad; de hecho, se repite mucho que vienen de una familia de origen judío. No me extrañaría nada que tuvieran algo que ver con los jesuitas también.
Volvamos a la pregunta. Me voy a dejar poseer por mis espíritus de profesor de lengua y traductor (son espíritus distintos). Observen el pluscuamperfecto de subjuntivo “hubiera agradado”; aunque en mi tierra usamos el condicional compuesto “habría agradado” ambos están “admitidos” por la Sacrosanta Academia (por cierto, me resulta totalmente ridículo que con lo de los acentos y demás hablen de “falta grave”, sólo les falta decir “y en peligro de muerte si se ha de comulgar”). Tras el paréntesis, volvamos al pluscuamperfecto de subjuntivo/condicional compuesto:  con ese tiempo, como decía Alarcos Llorach en la gramática académica que tengo en casa, “se sugiere la irrealidad en el pasado de las nociones manifestadas”.  Así pues, se trata de una pregunta irreal en el pasado (la irrealidad, no la pregunta). Es decir, ha pasado algo, pero quizás me habría gustado que ocurriera de otra manera (q.e.d.). Y ahora, el triple salto mortal. ¡Poséeme, oh espíritu traductor! ¿Cómo podríamos replantear en otros términos la pregunta? ¿Cuál es su sentido intendido indirecto según la bonita terminología de García Landa y Viaggio? Dios mío, ¡cuánta erudición! Asumiendo de forma hipotética que el pasado podría cambiarse, lo que la pregunta sugiere muy finamente es “¿Te habría gustado más que le dieran el premio Nobel a Yaşar Kemal?”. Ah, pero yo sólo soy un pobre hombre y ni siquiera sueco. En fin, voy a intentar contestarla en lo posible aunque sé que me voy a meter en un follón.
De ser “¿Quién te hubiera agradado que fuera el primer Nobel turco de literatura?”, respondería sin titubear que Yaşar Kemal. ¿Por qué? Porque tiene una trayectoria literaria y personal impecable, una obra impresionante y la edad suficiente como para no dar más de sí. No tengo la menor duda de que se lo merece. Además, en Turquía, y fuera de ella, tiene un prestigio enorme a pesar de lo mal que lo ha pasado a manos de sus compatriotas, que si comunista, que si separatista, que si cárcel, que si exilio… O quizás gracias a eso, siempre hay alguien que suelta el chistecito de que en Turquía no puedes ser buen escritor si no has pisado la cárcel. A pesar de tantas penalidades, estoy convencido de que Yaşar Kemal es fundamentalmente una buena persona que quiere lo mejor para sus congéneres y opina lo mismo del prójimo, que en el fondo todo el mundo es bueno y que el ser humano tiene remedio. Aunque sea muy, muy en el fondo.
Pero si la pregunta fuera: “¿Crees que los abueletes suecos tuvieron razón en darle el Nobel a Pamuk?”, respondería que sí aunque parezca contradictorio (más contradicciones, son lo mío). ¿Por qué? Porque vivimos en un mundo postmoderno, nos guste o no, que a mí me da igual, y eso influye en las modas y en la gente. A ver si me explico: desde que Einstein formulara su teoría, todo es más relativo, valga la perogrullada, y eso también afecta a la literatura. Dice mi amigo Antonio Cuesta que una de las cosas que más le gusta de Pamuk son las preguntas que formula y una de las que menos, que no dé respuestas. En parte, ahí está el truco. Yaşar Kemal se hizo las preguntas adecuadas en su momento y las contestó de la forma que le parecía más correcta. Pamuk plantea unos interrogantes más propios del presente y no les da una respuesta concreta, como corresponde a este universo nuestro de fractales, caos y efectos mariposas. O sea, Pamuk es más relativo; más (post)  moderno, en suma.
Bueno, pues si nos vamos a mirar los criterios generales del Nobel, vemos que la idea es darle el premio a quien haya llevado a cabo “el mayor beneficio a la humanidad” o, de una manera más humilde, haya efectuado “una contribución notable a la sociedad” (me lo he sacado de la Wikipedia, no he ido muy lejos). Desde este punto de vista, creo que Orhan Pamuk ha contribuido de forma más notable a la sociedad mundial ahora. Fíjense que en los criterios generales no se menciona la necesidad de ser agente imperialista, pero tampoco lo contrario, puedes serlo y que te den el Nobel siempre y cuando contribuyas lo tuyo. ¿Quiere eso decir que Yaşar Kemal no se merece el premio? Claro que no, pero en mi opinión es más lógico que se lo hayan dado a Pamuk.
¿Cuál es el problema, pues? No sé si se habrán dado cuenta, pero si vamos a un bar moderno donde dan tapas de diseño, no decimos “No me gustan estas tapas”, sino “Estas tapas son una mierda”. Mejor aún si lo hacemos sin probarlas. Algo parecido ha pasado con Pamuk en Turquía. A todos los que les caía mal como persona les ha dado por decir que como literato es una mierda y, por extensión, los premios Nobel son una caca. Si comparamos el caso, siento henchido el corazón de amor patrio cuando me acuerdo de lo que pasó en España con Camilo José Cela. Pocos afirmaron que fuera buena persona, pero casi todo el mundo aceptó que era un buen literato. Aquí, no.
Así que se han extendido una serie de mitos sobre Pamuk. Por ejemplo, que en El castillo blanco plagió El viaje de Turquía, lo que demuestra que muy poca gente se ha leído ambos libros. O que en turco es ilegible pero en las traducciones queda muy bien (¿Cómo es posible eso? ¿En todas las traducciones a todas las lenguas? Pues que lo retraduzcan al turco). O que vende muchos libros pero se le lee poco (como decía Jale Parla, ¿cómo saben eso? ¿Van casa por casa a ver si tienes sus libros y te preguntan si te los has leído o no? ¿Se fían de las respuestas?). Y, por supuesto y perdonen que sea tan pesado, que aprendió a escribir en EE.UU. en unos cursos que prácticamente organiza la CIA (uno creía que los servicios secretos se dedicaban a otras cosas en vez de a clases de redacción, así les luce el pelo).
Con todos estos rollos me acuerdo de algo que me pasó con mi tan estimado Tahsin Yücel. Cuando Pamuk publicó El libro negro la progresía turca en general se quedó boquiabierta. ¡Qué libro tan bueno, no entiendo una palabra! Ibas por ahí con tu chaqueta de pana, tus botas de suela de tocino y el libro en la mano y a lo mejor ligabas y todo. Las críticas eran unánimemente elogiosas. Hasta que salió la de Tahsin Bey. Dejaba el libro por los suelos y demostraba habérselo leído concienzudamente. Parte de la crítica, porque la publicó en dos entregas, se titulaba algo así como “¿Puede un mal escritor ser un buen novelista?”, para que se hagan una idea. Bueno, pues una vez me encontré con Tahsin Bey, antes de que a Pamuk le dieran el premio, y le comenté con segundas que estaba traduciendo algo suyo. La respuesta de Yücel me pareció muy propia de él: me dijo que Pamuk era un escritor de categoría mundial y que a ellos no se les podían aplicar los criterios habituales, por lo que no era demasiado conveniente tener en cuenta sus críticas a El libro negro. No es que se deshiciera en elogios, pero sí que parecía ser consciente de la contribución a la Humanidad (el Nobel, el Nobel) que hacía Pamuk. Luego le felicitó por el premio, aunque “sin entrar en detalles” (porque sigue sin gustarle como escritor), mientras que otros le ponían como chupa de dómine. De hecho, el propio Pamuk me ha dicho en alguna ocasión que echa de menos críticas como las de Yücel porque por lo menos sólo se metían con su forma de escribir.
¿Que si me gusta más el helado de chocolate o el de vainilla? Eso es cosa mía. ¿Que si quiero más a mi mamá o a mi papá? A los dos igual. ¿Que si deberían haberle dado el premio Nobel a Orhan Pamuk o a Yaşar Kemal? Creo que es más lógico que se lo hayan dado ahora, bueno, hace unos años, a Pamuk. Sin ánimo de molestar, claro.
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De EL CARPINTERO TRADUCTOR, 04/03/2011

Foto: Yaşar Kemal

Tuesday, February 17, 2015

Historia de una pelea cubana contra los demonios


Fernando Ortiz (La Habana, 1881-1969)

Capítulo IV

SUMARIO: Defensas inútiles contra los demonios. Las oraciones del Ánima Sola, del Justo Juez, de San Ciprián, de Las 7 Potencias Africanas, del Gran Poder de Dios, de La Santa Camisa, de la Santa Cruzada, etc. La Cruz de Caravaca. Los Agnus Dei. El escapulario del Carmen. El Hábito de San Francisco. El Detente. La Virgen de los Remedios. La Virgen de la Caridad. El Cristo de la Humildad y la Paciencia. El Padre José González de la Cruz y sus exorcismos. ¿Por qué la villa de Remedios iba a ser hundida? ¡Misterio!

En aquellos tiempos era abrumadora en la población de Remedios, la gran cantidad de demonios que allí pululaban. La real demografía humana de la villa, de unos 613 habitantes, se sumergía en una fantástica “demonía” de nada menos que 800 000 demonios como atestiguaba el presbítero protagonista de esta endiablada historia, que era un famoso exorcista muy al tanto de la estadística infernal.
Los diablos torturaban horriblemente a los remedianos, quienes usaban de las técnicas defensivas populares, que ellos conocían para poder resistir. Los católicos, como recordaba fray Bartolomé de las Casas, no carecían para su defensa contra los demonios de un "espiritual amparo". "Lo que, por la bondad de Dios, entre los cristianos no falta, como haya proveído de los santos sacramentos en su Iglesia, con el ejercicio de los cuales principalmente se suelen defender de los demonios y sus prestigios, y de los ministros (encantadores, magos é hechiceros), con los exorcismos y conjuros de que la Iglesia usa; con el agua bendita, con invocación de la Santísima Trinidad, con el nombre de Jesús y título triunfal de nuestra redempción, diciendo muchas veces: Titulus triumphalis, defendant nos ab omnibus malis; Jesus Nazarenus, rex judoeorum. Y por estas palabras: Sancte Deus, Sancte fortis, Sancte inmortalis, 83 miserere nobis, no olvidando el nombre de Nuestra Señora Sancta María. De todas estas palabras divinas están escriptos, en las historias de los sanctos maravillosos ejemplos cerca de  esta materia."1 Por su parte el padre Navarro, que en aquel siglo fue experto contra demonios, aconsejaba que cuando el hombre sienta misteriosos ruidos (si está en pecado mortal) "haga actos de contricción, invoque el nombre de Jesús y de la Virgen, santígüese, tenga siempre a mano agua bendita y válgase de ella; que haciendo esto, Dios le dará la mano y le ayudará de la manera que le convenga". Todo ello era inútil. Los demonios de Remedios no cejaban pese a las santiguadas, jaculatorias, letanías, conjuros, reliquias, medallas, escapularios, rosarios, aspersiones de agua bendita y demás armas y estratagemas pías.
Tampoco les valieron a los remedianos las oraciones que se reputaban de más virtud para ahuyentar a los "enemigos malos". No faltaba en Remedios copia de esas oraciones heréticas o al menos vanas, parasitarias e infectas de magia y diabolismo, rechazadas pero de hecho toleradas por la iglesia, por estar ellas muy entrañadas en la vetusta, folclórica y sentida religión del pueblo inculto, siempre aferrado a sus milenarias creencias. Aún se hace de ellas público comercio en todas las Américas hispánicas, a cuyos pueblos muchos califican de "fieles católicos" aun cuando siguen realmente en una sincrética paganía. Como señalaba el padre Navarro, con el uso indebido de palabras y cosas santas, que propiamente constituye la llamada "santería", se ofende más a Dios porque es artimaña del demonio para ser adorado. Y observa: "que algunos hechiceros y hechiceras dicen el Padrenuestro o el Avemaría; pero nunca vemos que digan el Credo; y la razón que yo imagino es por el aborrecimiento de nuestra santa fe católica." El credo implicaba profesión de fe.
De nada les sirvió rezar a los viejos cayeros la oración del Ánima Sola, de gran popularidad por Sevilla y por los pueblos indianos que tenían por emporio y ejemplo a la ciudad de San Fernando. Su eficacia debió de ser muy reconocida cuando todavía esa oración se usa cotidianamente en el bajo pueblo cubano con variantes diversas. Pero el Ánima Sola no hacía caso y seguía gimiendo sus penas en las llamas del Purgatorio, como La Llorona remediana, que pedía sufragios, misas e indulgencias.
También conocían los creyentes criollos del siglo XVII la famosa oración Al Justo Juez, antigua devoción y apreciadísimo amuleto del hampa española, traída a Cuba conjuntamente con las devociones de la virgen de la Caridad, de la de Regla y de san Lázaro, por la chusma de los galeotes, por la soldadesca refertera y por los negros curros y los matones que nos llega­ron de las villas manchegas, del Zocodover de Toledo, del Rumbo de Sevilla, de los Percheles de Málaga, de las Almadrabas de Zahara, y de las pillerías playeras de Huelva, Sanlúcar y Cádiz. Esta oración Al Justo Juez continúa siendo de las más populares entre la gente que sabe de peleas con los malos enemigos, así contra "los lazos del demonio como contra los lazos de la Justicia". Algunas de sus redacciones contienen conjuros terribles... "con dos te miro, con tres te hablo, la sangre te bebo y el corazón te parto... “Se invoca a la Veracruz y hasta a "la Hostia Comagrada que se ha de celebrar con la leche de los pechos virginales de María Santísima". Cuando el diablo oía tales conjuros, los pelos debían de parársele de punta, por más que ciertos teólogos aseguran que el Maldito, aunque barbudo como un chivo, es calvo como calavera. A los demonios de Remedios la Oración al Justo Juez no les producía efecto alguno.
También era entonces de gran boga la Oración de San Ciprián, especialmente compuesta contra los diablos y seguida de prolijos exorcismos. No cabe duda de que san Ciprián debió de ser un excelente patrono contra los demonios y hechicerías.
El gran dramaturgo español de aquella época, don Pedro Calderón de la Barca, había popularizado la antigua leyenda del santo en su obra lírica El mágico prodigioso. Cipriano fue un gran filósofo antioqueño que por amor a una tal Justina pactó con el demonio y se hizo mago muy sabichoso, hasta que la bella muchacha lo convirtió al cristianismo y ambos murieron como mártires y fueron santos. La pericia de san Ciprián como mago lo capacitó singularmente para habérselas contra las tretas mágicas de Lucifer y, como a un buen especialista, acudían a él los devotos que temían los endemoniamientos, brujerías y magias, y ellos rezaban fervorosos su benéfica oración. Esta debió de venirnos a Cuba desde Salamanca, donde hubo una famosa cueva, la Cueva de san Ciprián, la cual, según el jesuita padre Martín del Río, era "aula de las artes diabólicas donde el demonio era el profesor". Aún conservamos en Cuba dicha oración para los casos de tribulaciones con "la cosa mala"; pero, al parecer, resultaba ineficaz hace siglos contra el pandemonium de Remedios, y acaso tampoco sea de efecto alguno en estos tiempos de ahora, tan endemoniados.
Muchas otras oraciones debieron de experimentar los atribu­lados hijos de Remedios para librarse de sus convecinos infernales, tales como la dedicada a Las 7 Potencias Africanas, la cual sirve, entre otros portentos, para "alejar las malas sombras que te sigan"; la del Gran Poder de Dios contra los sacu­dimientos de la tierra, muy corriente todavía por Santiago de Cuba y su comarca temblorosa; la de la Santa Camisa, la camisa "del Hijo de Dios vivo", invocada contra toda suerte de enemigos para "que pies traigan y no me alcancen, hierro y no me hieran, nudos y no me aten"; la de El Señor del Santo Sudario, con "cartas halladas en el Santo Sepulcro y escritos de la propia mano de Jesucristo", muy maravillosa para libertar a los endemoniados si se coloca sobre estos el texto bendito de dicha oración; la Oración a las 9 Ánimas de Lima,devoción de origen americano y carmelita, que aún se estila mucho entre los brujos y ganguleros de Cuba, los cuales en sus sincretismos, heréticos de todas las religiones, la mezclan con padrenuestros, cantos lucumíes y conjuros kimbisas ...
Tampoco se espantaron los demonios de la negra Leonarda con la Oración de la Santa Cruzada, muy recomendable contra los enemigos visibles y los invisibles, para que todos "se retiren mil pasos atrás" de quien la lleva consigo, y para que quien la reza con "el velo negro de la Madre de Dios sea tapado" y con "la leche de sus pechos virginales sea bañado"; además, hay que acompañarla con humo de albahaca o apasote y "limpiezas" con hojas de resedá.
Lo mismo ocurre con la Oración de San Silvestre "contra los demonios, brujos, hechiceros, malhechores y mujeres malas", la cual hay que rezar con un previo baño del cuerpo y una "limpieza" de la casa hecha con agua endulzada de azúcar y perfumada de albahaca, apasote y rompesaragüey.
Si los remedianos hubieran sabido la Oración al Angel Espíritu Vencedor, que hoy se vende y se usa en la santería católica, quizá la habrían probado con éxito; pero no la conocían. Es rogativa también moderna y nada africana, que debe usarse con el pañuelo impregnado de agua "Espíritu Vencedor", producto místico preparado según fórmula secreta y garantizado con la marca Magistral, registrada en Cuba al número 48398 del correspondiente registro oficial de la República y distribuida (es este un anuncio gratis) por "El Arte", que es un establecimiento habanero de oraciones, ídolos, fetiches, talismanes y otras mercaderías del comercio sobrenatural.
Sería increíble que a los remedianos tampoco les fuera eficaz la Cruz de Caravaca, por entonces muy de boca en boca. Es esta una cruz patriarcal con dos travesaños (como la llamada Cruz de Lorena), la cual fue entregada milagrosamente por un ángel a un sacerdote que quiso decir misa en Caravaca, cuando esta población del reino de Murcia pertenecía a los musulmanes. Después, la portentosa cruz fue llevada a Cuenca y allí obró numerosos milagros, según refiere el padre Beringer, de la Compañía de Jesús. Por aquella época la devoción a la Cruz de Caravaca estaba de moda. Los jesuitas la prohijaban, repartiendo papeles con el dibujo de esa cruz de dos cruceros, extendiéndola por España, Francia y Alemania.2 Se cuenta que el jesuita español padre Román de Higuera, entre otros fraudes análogos piadosamente cometidos. A.M.D.G., falsificó antiguos papeles para demostrar que esa pasmosa cruz estaba hecha de unos trocitos del madero de la Vera Cruz y que los ángeles la habían tomado del pecho de san Roberto, Patriarca de Jerusalén. A la Caravaca se le atribuían numerosísimas indulgencias concedidas por varios papas. Sus facsímiles se vendían "como pan bendito". Tanto fue el negocio y el escándalo que de él se derivó, que la cardenalicia Congregación del Índice tuvo que declarar que las indulgencias de esa cruz eran todas falsas, condenándolas como tales en los años de 1668 y 1678.3
Se dice que fue falsa también la Caravaca misma y falso el milagro de su transporte angelical, y quizá por eso las invocaciones de los afligidos remedianos eran estériles. Los demonios estaban quizá en el secreto. Sin embargo, los devotos de Remedios debían de ignorar esas condenaciones, pues la devoción siguió vigente entre los fomentadores del comercio con lo sobrenatural y en Cuba todavía es de las oraciones más buscadas por la ingenua devotería. En la Habana se edita y distribuye por millares, atribuyéndosele nada menos que 3 600 días de indulgencias, y se vende con otras oraciones e imágenes católicas y heréticas, y medallas, amuletos y objetos de los cultos cristianos y del paganismo lucumí, al costado mismo del único templo habanero de los jesuitas y en otras tiendecitas análogas del comercio religioso, a la vez eclesiástico, saritero y brujo. Hasta contamos actualmente en Cuba con un libro de 152 páginas, titulado Tesoro de milagros y oraciones de la Cruz de Caravaca, de suma virtud y eficacia para curar toda clase de dolencias así del cuerpo como del alma, como también un sinnúmero de prácticas para librarse de hechizos y encantamientos con bendición y exorcismos, etc. La obra aparece con un pie de imprenta de Roma; pero quizá ello será otro ardid del demonio para engañar a los devotos. Es de presumir que la edición, recopiando seculares originales, haya sido hecha en la Habana, en casa estampadora de centenares de oraciones populares, así al servicio de Dios y de la Virgen, como de los santos, las "potencias africanas", los santeros, los brujos y los demonios. Uno de los escasos atributos religiosos de sus viejas devociones callejeras que se conservan en la Habana, es la gran Cruz de Caravaca, con sus dos travesaños de madera verde, que está fija en una esquina de las antiguas calles de Amargura y Mercaderes, llamada por eso de La Cruz Verde.
Los remedianos probablemente a otra cruz rezaban asimismo y la portaban como amuleto, la llamada de San Zacarías, de doble crucero como la de Caravaca y también con su oración y letras mágicas. La oración que la acompaña es un exorcismo contra la peste y el cólera y para ahuyentar los demonios. Aunque antaño fue muy eficaz para salvar a los teólogos del Concilio de Trento, en 1548, y obró milagros repetidos y merecidas indulgencias por varios obispos, particularmente de fray Jacinto María Martínez, mitrado de la Habana, según se dice al pie de la estampa4 parece que a los vecinos de Remedios de nada les sirvió. Todavía se conoce otra cruz, análoga, también de dos travesaños, la titulada de San Benito y con iguales pretensiones contra el enemigo malo; mas no sabemos si los remedianos del siglo XVII pudieron valerse de ella, aun cuando suponemos que sí pero inútilmente.
El hecho de que la Caravaca fuese tan fraudulenta como las leyendas e indulgencias que le fueron atribuidas para aumentar con ellas la demanda, con la demanda la venta, con la venta el negocio y con el negocio el pecado de simonía y sus provechos pecuniarios, no es óbice para que la cruz realizara portentos y espantara a los demonios. Los milagros nacen de la fe del creyente y no de una virtud intrínseca del objeto sacro. Un santo de palo puede provocar milagros, pese al escéptico y negativo proverbio. No ha mucho se descubrió que un Santo Sudario de Cristo, conservado como tal durante siglos en la francesa abadía de Cadouín, y acreditada su "santidad" por una historia de miles de milagros, entre otros la resurrección de más de 60 muertos, no era en realidad sino un lienzo del tiempo de las cruzadas en el cual, para más sorpresa, había estampado un versículo del Korán. Así lo refiere un jesuita erudito, el reverendo Padre Francez. S. J.5  y no obstante, este paño mahometano hacía milagros entre los cristianos. ¿Por qué, pues, no podía hacerlos, aunque superchera, la Cruz de Caravaca entre los vecinos de Remedios?
Además, enseñan los teólogos que la milagrosidad de un hecho no depende siquiera de la santidad ni virtud de quien lo realizase sino de la intrínseca sobrenaturalidad del fenómeno y de la permisión de Dios, cualesquiera sea el individuo actuante. Y bien advierte el padre Ribadeneira S. J., con varias otras autoridades eclesiásticas, en relación a los milagros: "Los cuales, puesto caso que sean ciertos y verdaderos, no por eso el que los hace es más santo; y mucho han hecho milagros que están en el infierno".6    
¿Tendrían los remedianos suficiente provisión de Agnus Dei? Los Agnus Dei eran unas piezas de cera, tomadas del Cirio Pascual, que tenían modelada la efigie del mítico "Cordero que se lleva los pecados del mundo". Eran benditos por mano del papa y dotados de maravillosa virtud que obraba mediante un rito especial. Eran eficacísimos estos talismanes eclesiásticos contra los cataclismos meteóricos: desvanecían los huracanes, disipaban las tempestades, destruían la furia de los vientos, amenguaban la violencia de los rayos y hacían temblar y huir a los espíritus malignos, según el ritual que los cargaba de potencia sacra. (Sacrarum ceremoniarum sive rituum Sanctae Romanae EccZesiae libri tres, Roma, 1560). El sagrado mana que fluía del cristiano amuleto venía aumentado por la virtud mágica de unos versículos, que lo acompañaban como un conjuro para que, entre otras cosas, a morte cita liberat, Et Cacadaemones fugat, Inimicos nostrosdomat, etc. Urbano V obsequió con tres de esos Agnus Dei a un emperador de Bizancio. Para evitar sus falsificaciones y el consiguiente comercio fraudulento de ellas, una bula de Paulo II en 1471, reservó su producción exclusiva, como patente de invención y marca industrial, al Sumo Pontífice y conminaba con duras penas a quien introdujera subrepticios Agnus Dei en el eclesiástico mercado.
El padre Las Casas7 refiriéndose a ciertos espejos que usaban los indios, dice que "eran como unas patenas de cálices, algunas grandes, otras menores, que pesarían doce ducados, y algunas más y otras menos, las cuales traían colgadas al cuello, con una cuerda de algodón, como nosotros traemos un Agnus Dei"El Agnus Dei era entonces muy usado por los españoles. Lo dice el padre Las Casas, y en el Edicto de fe promulgado por el Santo Oficio de Cartagena en 1610 se prohibió expresamente mezclar el Agnus Dei, "cosa sagrada", con oraciones vanas y supersticiosas. A pesar de tales prohibiciones, el Agnus Dei figuraba también en la magia católica. Al rey Carlos, el Hechizado, el Inquisidor General y su padre confesor, "le hacían desayunar con un gran cuenco de aceite bendito, po­niéndolo en cueros como su madre lo parió; y estregándole primero muy bien la cabeza con el aceite, le ungían después lo restante del cuerpo como á un atleta, sin dejar parte ni resquicio que no bendijeran y pringaran; y a mayor abundamiento le propinaban de cuando en cuando una buena purga, en que, además de los diluentes y laxantes que son de estilo, había incienso bendito, pedacillos de huesos de mártires pulverizados, tierra del Santo Sepulcro y Agnus Dei." 8 ¡Poca diferencia con las recetas brujas de los tata-nganga brujos que aún hay en Cuba! Todavía por 1743 fray Vicente de Berg en su Enchiridium, página 23, exponía las prodigiosas facultades de tal fetiche y daba instrucciones para su uso9. Con tales armas de sobrenatural eficacia los remedianos se sentirían algo asegurados contra los aviesos demonios en su amada villa; pero no consta si estaban proveídos de ellas, o si, aún estándolo, no les sabían sacar buen partido por falta de fe.
Estas y otras oraciones y devociones análogas no han sido siempre del agrado oficial de la iglesia y fueron a veces reprobadas por las autoridades eclesiásticas más celosas y cultas. Uno de los más ilustrados prelados de Indias, el primer obispo de México, fray Juan de Zumárraga, en su Doctrina breve, impresa en dicha ciudad en el año 1544, estableció claramente en Indias la doctrina de las oraciones vanas.10 Pero en la práctica han sido toleradas, a veces favorecidas, y suelen encontrarse, por lo general, donde se venden imágenes, estampas, misales, novenas, rosarios, medallas, y demás adminículos de los cultos y devociones de la iglesia.
Por otra parte, los remedianos tenían a su mano un medio que se decía seguro de no caer en los infiernos. Muchos no lo ignoraban porque habían pasado el mar y frecuentaban el trato con la gente marinesca entonces muy devota de nuestra señora del Carmen. Sabido era que el escapulario del Carmen tenía esa virtud, la de librar de los fuegos infernales, como si aquel fuese una póliza de seguro espiritual. El escapulario consiste en un pañito cuadrangular de lana, de color blanco, castaño y negro con ciertos símbolos, que se cuelga del cuello, bendito precisamente por un fraile carmelita, y sirve a manera de un amuleto. Se refería en no pocos textos que la misma Virgen en persona le entregó y le puso el escapulario con sus manos al santo fundador de la orden monástica carmelitana, diciéndole estas palabras: "Muy amado hijo, recibe el escapulario de tu orden, que es señal de mi hermandad, y privilegio singular para ti y todos los carmelitas. El que muriere con él no padecerá el fuego eterno. Es señal de salud en los peligros, confederación de paz y pacto sempiterno". Y bien lo decía terminantemente el jesuita padre Ribadeneira, comparando ese don del escapulario con otros hechos por la virgen a diversos santos: "éstos y semejantes favores fueron personales y no se extendieron a otros, pero el santo escapulario, que le dio a su amado San Simón, no sólo fue privilegio para su persona y orden, sino para todos los fieles que se agregasen a ella, y esto no para un día solo y una edad, sino para todas las presentes y futuras"11. Acaso esta doctrina tenga sus puntas de herejía y de fetichismo salvaje, pues pone la salvación de las almas y su entrada al purgatorio o la gloria en el simple hecho de llevar el escapulario en el momento de morir, como si fuera un pasaporte sacro visado por un carmelita cónsul del imperio celestial, y no en la suficiente eficacia de los sacramentos y de las buenas obras y virtudes; pero así era la opinión general y eclesiástica. Y los remedianos del siglo XVII no tenían por qué entrar en mayores sutilezas ni distingas teológicos. Quizás defendidos por sendos escapularios al cuello y sabiéndose así seguros, los remedianos no se inmutaban ante los ataques de los demonios.

Notas:
1 P: Bartolomé de las Casas, Ob. cit., ed. 1909, p. 252.
2 Papechochii, Hist. et. Mirac. Crucis Caravacante, Amberes, 1684.
3 Henry Charles Lea, A Bistory of Auricular Confession ud Indulgence in the Latin Church, t. III, Filadelfia, 1896, p. 565.
4 Ed. moderna de la Burgalesa, Monte 23, la Habana.
5- R. P. Francez S. J., Un pseudolinceul du Christ, París, 1935.
6- P. Ribadeneira S. J., Tratado de tribulación, Madrid. 1911, p. 268.
7- P. Bartolomé de las Casas, Historia de las Indias, t, II, p. 66.
8- Leandro Fernández Moratín, "Los hechizos de Su Majestad el rey don Carlos II”, En Curiosidades de mística parda, Madrid, 1897, p.230.
9- A. D. White, A history of the Warfare of Science with theology in Christendom, vol. I, Nueva York, 1896, p. 343.
10- Joaquín García Icazbalceta, Biografía de don fray Juan de Zumárraga, Madrid, 1929, p. 307.
11- P. Ribadeneira S. J., Ob. cit., II. p. 398.

* Fernando Ortiz: Etnólogo, antropólogo cubano, abarcó también las ramas de la sociología, lingüística, musicología, jurisprudencia y crítica. Fue miembro de la Sociedad Económica de Amigos del País desde 1907 y su director de 1923 a 1932, miembro de la Academia de la Historia desde su fundación hasta 1933. Figuró en el Grupo Minorista, de gran repercusión en la cultura y política cubanas en la década del treinta, y se relacionó muy estrechamente con intelectuales y artistas de renombre, como Juan Ramón Jiménez, Federico García Lorca, Nicolás Guillén, Wifredo Lam, Alejo Carpentier, Rita Montaner, María Zambrano y Fernando de los Ríos. Se dedicó infatigablemente al descubrimiento de lo cubano y al rescate y revalorización de la presencia africana en la cultura cubana. Indagó y profundizó en los procesos de transculturación y formación histórica de la nacionalidad cubana. Publicó más de cien títulos, entre los que podemos citar: Apuntes para un estudio criminal: Los negros brujos (1906); Entre cubanos (1914); Historia de la arqueología indocubana (1922); Glosario de afronegrismos (1924); Alejandro de Humboldt y Cuba (1930); Contrapunteo cubano del tabaco y el azúcar (1940); Martí y las razas (1942); El huracán, su mitología y sus símbolos (1947); Los bailes y el teatro de los negros en el folklore de Cuba (1951); Los instrumentos de la música afrocubana, cinco volúmenes (1952); e Historia de una pelea cubana contra los demonios (1959).

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De LA JIRIBILLA-Revista Cubana de Cultura, La Habana, 23 al 29 de abril de 2011

Imagen: El demonio Yan-gant-y-tan