Tuesday, June 4, 2024

Antagónica Furry


JOHN STEFAN H.

 

Impresiona el universo creativo de Antagónica Furry (Bolivia 1984), porque siempre logra establecer un diálogo perturbador entre fuerzas contrarias, por un estilo que se ha ido nutriendo de referencias a la cultura aderezadas con una gran sensibilidad plástica, lo que singulariza su capacidad para fabular sobre enigmas existenciales que, a través de su discurso, encuentran un cauce expresivo muy poco común en el arte boliviano, en específico en el collage. Desde su aparición allá por los 2012, si no me equivoco, mantiene con firmeza la tensión entre lo empírico y lo emocional, lo real y lo fantástico; tocando la recreación del arte sin imposta patriótica en sus piezas, propuestas contemporáneas galardonadas con primer sitio en el Pedro Domingo Murillo, por dupla seguidas. No sería tan elocuente ni lograría personajes que evidencian la frágil frontera entre el bien y el mal, la voz y el silencio si tendría costura con su entorno. Eso por un lado. Por otro está el despliegue escénico de sus planteamientos de corte, producto de una mirada artística, rigurosa y documentada, que no tengo dudas, las cuida por su grado de perfeccionista, dato que deja ver en su propuesta de redes. Y en tercer lugar está la razón de que cada exposición finge ser naciente de otra artista, porque propone y cambia. Logré ver su visceral arte en "Edénica in dermis", pero me quedo con "En las antípodas de mi conciencia", donde lo pictórico sobresale, me llena de calidez y de añoranza por la usanza de viejas pinturas cortadas de un modo que de lejos parecen una sola pieza al óleo. Esto me motivó a querer conocerla, por uno de esos caprichos de los amantes del arte siempre tiene, no tuve oportunidad, me embaucaron porque preguntando me dijeron que estaría en su inauguración, me refiero a la última, me dieron un argumento, una historia que se multiplica en otras muchas para llenar una “velada serafina”, al modo de las celebradas en los círculos culturales en los que cada tertuliano aportaba la suya quedando así sometida al juicio de los demás sin respuestas. Algo de un imprevisto fue la excusa, aún no me la trago.

En una de sus instalaciones está ella cortando piezas y de fondo su voz lee un poema, al parecer suyo. Me recordó a los ensayos de la primera ópera romántica, Ondina, de Hoffman (1815), si no se hubiera incendiado el teatro la noche previa al estreno. La cantante protagonista, Johanna Eunicke (documentada en la realidad), presta su voz al relato de lo sucedido. Antagónica Furry me recuerda a Johanna que temblorosa leía o decía de memoria las cosas. Pero no es crítica, es un gusto escuchar la naturalidad de una mujer con su temple y cuidado para que esto no suceda. Una obertura que sirvió de preámbulo a una interpretación operística al ver su trabajo. La necesidad de respuestas propició entonces un banquete que me animó a desinhibirme de los comensales (los artistas observando), lo que desencadenó una espléndida oportunidad para preguntar qué les parecía su propuesta, me dieron respuestas francas de esas sanas, a diferencia de esos que podrían corresponder a los “recitativos”.

Y sin proponérselo, el misterio se convierte en enigma indescifrable del que todos acabamos por desentendernos, seducidos ante este despliegue imaginativo que brinda el arte y la belleza, al tiempo que ensalza el valor de la palabra, el silencio y la escucha. Ahora entiendo su ausencia.

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Texto de John Stefan H., escritor español que hasta hace dos días radicaba en Sucre - Bolivia. 

Saturday, June 1, 2024

Osadías y descalabros; Miguel Sánchez-Ostiz


DANIEL MOCHER

 

Vuelve Miguel Sánchez-Ostiz con un breve poemario en prosa, Osadías y descalabros, el de después del ictus, el que ha pergeñado entre 2021 y 2023, lentamente, con dificultad, tras el tropiezo, los arabescos en la caída y el inevitable encontronazo con el suelo duro y grave de la realidad. Dice el maestro que te has derrotado y lo sabes, y sin embargo insistes, osado y sin futuro alguno, en poner una palabra detrás de otra, persiguiendo fantasmas y oscuridades y unos versos que se sostengan y te sostengan, pero que huyen sin remedio. Y desde esa fragilidad regresa a las andadas, desde la ruina y el humo, a la intemperie, desarzonado, con todas las derrotas remozadas, como nuevas, aferrándose a las viejas cosas, al mundo íntimo, tan personal y propio, que siempre, para bien y para mal, le ha acompañado. Concurren lo circense (¿a quién le cuentas de tu cuerda floja?) y lo teatral (sombras en el escenario de un muro ciego), las referencias literarias (Magris, José María Álvarez, Joan Margarit, Boris Vian) y musicales (Reggiani, Raimon, Johnny Cash), la remembranza de unos tiempos grises, impuestos, de pensamiento único y dirección obligatoria (nos iba la vida en las devociones ajenas hechas propias a la fuerza), un tiempo presente no mucho más benévolo, también lo que pudo ser y no fue (en recuerdo de los mares de Asia por donde no has navegado), los errores imperdonables (es preciso atreverse a vivir la propia verdad, y ponerse en claro, aunque duela), los sueños de vida mejor esfumándose (los del tiempo de las cerezas que nunca viste), las amistades falsas (mire compadre, deje las cosas como están, no remueva el cieno, vayamos cada cual, en paz, por nuestro lado) y las de veras, los ajustes de cuentas (ponerme en paz con cuanto quise y pude tener y no tuve), el peso de la vejez herida y arrinconada (supongo que la vejez será esto: un “cerrado” y un “se vende” vistos al paso en lugares que hasta ayer eran puntos de referencia de lo vivido y hoy son de “liquidación por derribo”), el refugio inconsistente /05/de la escritura (ni tu sombra puedes dejar. Como mucho, un nombre enterrado entre papeles, libros y cachivaches) ante la presencia cada vez más palpable de la muerte (se mete en el espejo profundo de la sala de respeto y desde esa lejanía te observa), de nuevo lo goyesco, el esperpento también, soliloqueos y desbarres en la patria de Caín, la autocrítica más acerada (éramos cuadrilleros de un mal poema), el refugio último de la imaginación (retomar viajes truncados, aunque sean imaginarios) y el recuento hipnótico y obsesivo de los desconsuelos (de los días junto al fuego del invierno queda un olor a hollín húmedo y a ruina en penumbra) y los descalabros (no tienes ni olvido ni absolución posibles y a pesar de ello, no callas). Por fortuna, este sobresaliente poemario viene cargado de voces que no pueden ni deben guardar silencio. Por el propio autor y por todos nosotros, sus lectores, sus semejantes, ses frères.

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Publicado en Revista Purgante, 31/05/2024