Monday, October 24, 2011
Bolivia dormida, bajo la cama del Libertador
René Darwin Pinto
Bolivia está botada en esa oscuridad plácida que se adivina bajo la cama histórica donde murió el Libertador, en esa hacienda de esclavistas donde aún, dicen los que viven ahí, se oyen fantasmas por siempre encadenados a esa tierra, mitad de aquí, mitad de allá.
Es verano y Bolivia tiene calor, pese a que los ladrillos del piso han sido regados. Acaba de llover con esa alegría estacionaria que uno siente en la cumbia y todo está en su lugar esta mañana de formas caribeñas en la hacienda San Pedro de Alejandrino, en Santa Marta (Colombia), tal cual lo ha descrito García Márquez en El general en su laberinto.
Afuera, los árboles tienen grabados mensajes de libertad; la estatua del Libertador sigue libre de cacas de pájaros y al fondo, esa especie de templo funerario de piedra blanca donde dicen están sus restos. En la casa, la tina del baño de donde emergía Bolívar chorreando aguas de tisanas, cargando sus tristes 45 kilos de amargura, sigue ahí; el reloj que ataja al tiempo, detenido a la hora de su muerte, y la cama pulcra, con una bandera de Colombia usada como sábana, y bajo ella, Bolivia dormitando.
El día anterior, viniendo desde Cartagena de Indias en un bus, después de pasar por Barranquilla y ver el estuario del río Magdalena, había visto la ciénaga con sus casitas de madera de pie sobre el pantano y las decenas de ojos blancos de los ramilletes de negritos que miraban a la gente en la carretera como si vieran seres vivos por primera vez. Luego, los famosos bananales de los libros del Gabo y los rieles de un ya inexistente ferrocarril amarillo. Después, Santa Marta y sus playas de arena blanca, su arroz con coco y sus picos nevados. ¿Y Aracataca? Está a dos horas. Vamos. No. ¿Por? De noche el camino es territorio de guerrillas. Mierda.
De modo que esta mañana, estoy en la hacienda donde murió el Libertador diciendo esa frase terrible “He arado en el mar”, y la habitación donde expiró, y la muchachita de la casa museo, explicándolo todo… Que la cama estaba así, que el reloj fue detenido por el médico fulano de tal a la hora de la muerte del Libertador… y yo: señorita disculpe, todo muy lindo, pero ¿qué se llama ese animalito? ¿La perrita bajo la cama? Sí. Bolivia. Ah mire, yo soy boliviano (me río). Ah, no (nerviosa), este, es que se llama Olivia, pero por el clima latinoamericano y eso, este, vea, también tenemos un gato que se llama Ecuador... Mentía más nerviosa, pero a Bolivia, no le importaba.
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La Razón (La Paz), 23/10/2011
Imagen: La muerte del Libertador, obra pictórica de E. Yépez D. Z.
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