Sunday, February 19, 2012
Nocturno paceño
Miguel Sánchez-Ostiz
Ahora que es noche cerrada en La Paz, el cielo parece venirse abajo en truenos, relámpagos y un aguacero que acoquina. La ciudad está podrida por el agua y se viene abajo. Hay barrios enteros en alerta por estas lluvias que no cesan. Aquí las lluvias del verano traen frío y muerte. Estos están siendo días muy agitados, de muchas idas y venidas por la ciudad, de asuntos que se quedan pendientes. El tiempo corre y falta por mucho que lo mimes, y Ella Fitzgerald canta Solitude. Hoy, es decir ayer, que es domingo de carnaval, todavía aquí, estuve en nuestra tertulia dominical. Se habló de muchas cosas: del tesoro de La Mercedes que llegará a España la próxima semana, del pujo gubernamental por “descolonizar” el país y la ciudad de paso, derribando todo lo que huele a español, en concreto una casa de hace más de doscientos años donde quieren construir un Palacio del Pueblo y que es un atropello arquitectónico de primer orden; de cómo el presidente del Estado plurinacional habría sostenido que los derechos humanos perjudican la formación de los soldados y aparecido en una tribuna soltando unas coplas carnavalescas bochornosas… pero sobre todo hablamos de algo que al menos a mí me preocupa y mucho. No voy a ocultar que para mí es un amigo muy querido, pero al margen de ese detalle que invalida el juicio o cuando menos lo mediatiza, Claudio Ferrufino-Coqueugniot es un autor literario valioso –hace poco ganó el premio nacional de novela que publica Alfaguara por Diario secreto– y un columnista fogoso, valiente, nada derechoso, pero abiertamente antigubernamental, cuyos artículos publicados en varios periódicos bolivianos han acabado molestando al gobierno, de manera que, al margen del derecho a replica que pueda asistirle, los ataques públicos que acaba de padecer, haciendo depender la calidad literaria de su novela de sus ideas políticas, y que piden implícitamente su cabeza, ponen en tela de juicio hasta donde llega la libertad de expresión o si aquí también entramos en el terreno de lo políticamente correcto y del discurso domesticado. Penoso y para mí inquietante. No puedo menos que acordarme de Cioran cuando hablaba de aquellos ángeles que anunciaban el paraíso con trompetas y acababan haciéndolo con metralletas. Al menos sé que no está solo, aunque eso ahora mismo no signifique gran cosa… estaba pensando que Manuel Mújica Laínez en su Viaje de los siete demonios, en lugar de hacer descender al demonio de la gula en el Potosí del general Melgarejo, debería haber hecho descender el demonio de la inbidia en esta ciudad que el agua amenaza con llevársela por delante a fecha fija.
Publicado en VIVIR DE BUENA GANA, blog del autor, 20/02/2012
Imagen: La Paz de noche/Fotografía de Miguel Sánchez-Ostiz
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