Tuesday, March 6, 2012
Buenas noticias
Pablo Stefanoni/La verdad de la milanesa
Cada vez que el Estado intenta regular a la prensa, aparecen como reacción voces que sostienen que debe apostarse más bien por la autorregulación. Y en gran medida tienen razón... y es eso justamente lo que ha hecho Página Siete con la decisión del director de dar por finalizada la colaboración de un columnista con este diario.
La colega Maggy Talavera ha considerado que se trata de una “mala noticia”, dado que se trataría de un caso de autocensura –la peor de las censuras–. Yo no coincido. Más bien me dio orgullo ser parte de un periódico que puede combinar la independencia de opinión frente al poder –junto con la pluralidad ideológica en sus columnistas– y al mismo tiempo trazar sus propias fronteras editoriales: racismo y golpismo quedan fuera de esta línea (dos temas particularmente sensibles en el país del racismo y del golpismo).
Además, como lo ha demostrado la publicación de Claudio Ferrufino en el diario El Día, hay medios donde sí puede publicar libremente sus opiniones, donde llama a no escatimar derramamiento de sangre para acabar con el Gobierno constitucional de Evo Morales (que además sigue siendo una gestión con apoyo social).
Tampoco coincido con Maggy en que los excesos del actual Gobierno se combatan tolerando los llamamientos racistas/golpistas o con pedidos de usar la marcha contra el TIPNIS para implementar “la brutal justicia de las masas” (una especie de farol del siglo XXI)' Ferrufino puede ponerse “malévolamente a pensar que quizá un millón de muertos tendría el hálito de una resurrección” para Bolivia y Página Siete tiene el derecho a no publicar sus columnas.
Como parte del Comité Editorial de Página Siete, siento que esta decisión contribuye al debate en el campo periodístico acerca de las fronteras entre la crítica al Gobierno (y hay cientos de razones para levantar la voz) y el uso de ciertas circunstancias para tratar de armar asonadas.
En general, las actitudes autoritarias de los gobiernos no son aisladas de la cultura política más amplia y desde la crítica despojada de “exabruptos” y argumentada se contribuye enormemente a construir una cultura política democrática. Las lecturas apocalípticas no ayudan...
Sin duda, la libertad de prensa –con todas las distorsiones que implica a menudo, con medios que actúan sin prurito como meros conglomerados empresariales– es mejor que la ausencia de esa libertad. Sabemos que un mundo sólo con medios estatales, además de aburrido, sería más desinformado. Esos medios estatales “manipulan” (es decir, ordenan las noticias, priorizan u ocultan) igual pero al revés.
En este caso, que Ferrufino sea un buen escritor o haya ganado un premio prestigioso no le da impunidad para decir (o mejor dicho publicar) cualquier cosa. El hecho que no las haya escrito en Página Siete es una evidencia, en todo caso, de que no se trata de temor del periódico a ser “víctima” de la ley antirracista. Se trata de una cuestión de principios que hace a la credibilidad de un medio.
Personalmente, puedo hasta defender la libertad de Ferrufino a publicar exabruptos (incluso, à la limite), pero que lo haga en medios que publican ese tipo de cosas; una columna no es solamente un contenido sino una firma; es cierto que estas opiniones no fueron parte de sus columnas en este periódico, pero alguien no es democrático en un medio y racistoide en otros. Creo que incluso sería mejor que no se le aplicara ninguna ley y que el “castigo” a las opiniones racistas/golpistas/¿homofóbicas? sea el propio reproche de la sociedad, que los exaltados sean aislados por el consenso democrático de la ciudadanía.
Si algo hizo avanzar a Bolivia –en lo que ha avanzado– en estas décadas fue la continuidad democrática, incluso en medio de profundas crisis como la de 2003. Al final, las ánforas –y el debate público, especialmente aunque no únicamente en los medios– van ordenando las disputas políticas, que deben existir en cualquier sociedad. Y cuando no existen entramos en problemas. Ya sabemos a qué conduce el supuesto unanimismo político. Ya sabemos que ningún partido representa a todo el pueblo o a toda la nación y que es mejor no abusar de acusaciones de “antipatria”.
Y si se trata de estrategia opositora, un pequeño consejo humilde y gratuito: los extremismos como los expresados en los artículos de Ferrufino son bastante funcionales al Gobierno y la oposición haría bien en distanciarse de estas posiciones. Si el Gobierno pudiera crear una oposición a su medida, colocaría a alguien como Ferrufino como su líder y el programa de gobierno sería, justamente, la suma de impulsos que van a contracorriente con las sensibilidades de la mayoría de la sociedad boliviana. Fue esta sensibilidad, no cobardía, lo que hizo que los manifestantes del TIPNIS hicieran oídos sordos a los golpistas y a los partidarios del farol.
Publicado en Página Siete (La Paz), 28/02/2012
Imagen: Monigote que amenaza con linchamiento en un barrio boliviano. Con banderas del MAS
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