EDUARDO SOLER
¿Y el modelo?
Durante los debates de los últimos años, los defensores del proyecto político kirchnerista adujeron que su condición de “intelectuales orgánicos” estaba dada en su convencimiento de que construían un modelo económico definido por el “desarrollo con inclusión social”.
En este contexto, desde la oposición política predominante muchas veces la postura estuvo encapsulada en sí misma en la cuestión política, es decir, el poder de control del Estado, sin que existiera un modelo económico alternativo, más allá de un cierto reforzamiento neoliberal.
Por el contrario, otro tipo de críticas también existieron, redondeando ya la gestión kirchnerista, y que ComAmbiental buscó reforzar, las cuales apuntaban al corazón mismo de este “modelo de desarrollo”, que por cierto no es necesariamente “nacional” o “popular”, sino asociado a la economía-mundo.
El mayor problema para la interpretación consiste en una suerte de debate ficticio que se apoderó de los grandes medios masivos, por ejemplo cuando la oposición predominante plantea que “Argentina está aislada del mundo”, cuando su inserción, aunque dependiente, está en ascenso.
El modelo económico en su matriz productiva no es otro que el modelo agro-exportador de otrora pero adaptado de modo importante a la coyuntura actual, tanto a las economías emergentes (China), como al modo de producción del agronegocio del monocultivo de soja transgénica. Y con el agregado minero.
Tal vez sea por ello que en la proclama número 15 del Grupo “Carta Abierta” se escriba textual: “grano, aceite y harina de soja argentinos, histórica base de la riqueza y la producción del país”. Este error, dicho sin anestesia, señala la continuidad histórica, aunque también esconde novedades importantes.
Como planteara en muchas ocasiones la socióloga Norma Giarracca, una referencia imprescindible en el análisis de la ruralidad, los diagnósticos del sector oficioso desconocen las transformaciones por las cuales la oligarquía local quedó durante los noventa subordinada a la corporación global semillera.
Por caso, cuando Horacio Verbitsky en su columna apunta a los exportadores de soja e identifica a las llamadas cooperativas, no debe por eso dejar de observarse que en el proceso de producción los actores locales son dependientes de los “insumos” de grandes corporaciones como Monsanto o Syngenta.
Esto no significa que el conflicto sea inexistente, porque justamente la lucha perdida por la resolución 125 sobre las retenciones significó la maduración de una identidad kirchnerista, pero la lectura incompleta resultó no caracterizarla como lucha por la apropiación de la renta diferencial.
Desde allí, la participación de las cooperativas en la liquidación de granos fue una política alentada por el propio gobierno nacional, como expresara Sebastián Premici también en Página/12. E incluso otros informes indican que seis empresas extranjeras dominan aún el 60 por ciento de las transacciones.
Frente a esta situación general, el estudio correcto de los números no miente.Como sintentizó Darío Aranda, la década extractiva significó el avance de 12 a 20 millones de hectáreas de superficie cultivada con soja, con un aumento proyectado por el Plan Estratégico Agroalimentario hacia el 2020.
Economía Verde Dólar
Resulta entonces que el modelo en términos estructurales es una economía concentrada y en gran medida extranjerizada, como reconocen ahora los intelectuales oficialistas, que es la causa principal que explica la dolarización, de la mano con la devaluación y la inflación interna.
La lógica del agronegocio no es la producción de alimentos para “acabar con el hambre en el mundo”, como dice su propaganda, sino la producción de granos, mayormente de soja, en tanto commodities, que como tal adoptan valores especulativos en la Bolsa de Chicago: dolarizados.
Este modelo de negocios no fue cuestionado nunca por el gobierno kirchnerista, sino que la visión política fue capturar parte de estas divisas, a través de las famosas retenciones agropecuarias, una medida de carácter fiscal instrumentada en 2002 por el entonces presidente Eduardo Duhalde.
Pasó desapercibida mayormente en la semana un anuncio del Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, por el cual el gobierno nacional decidió investigar a empresas exportadoras que no registraron el ingreso de divisas de 3.824 millones de dólares, principalmente cerealeras, mineras y petroleras.
A esta cifra se suman otros 3.000 millones de dólares de empresas importadoras que transfirieron dólares al exterior (preferentemente, sus casas matrices) pero no registraron ingreso real de bienes, ya sean para consumo final, o bienes intermedios como partes industriales en nuestra proto-maquilas.
Enrique Martínez, expresidente del INTI, se mostró preocupado por la noticia: “Este anuncio es grave. ¿Somos un colador?”. Desde ComAmbiental acotamos: “En la crisis, se agudiza el control para salvar la balanza de pagos. Pero el modelo agro-minero exportador es el problema”.
“Es cierto, pero si además nos dejamos joder de esta manera…”, respondió Martínez. El diálogo anecdótico demuestra la vigencia del análisis coyuntural, por sobre un problema estructural que el kirchnerismo nunca enfrentó. En la bonanza, retenciones y regalías sostuvieron planes sociales.
Aquí nadie está contra la redistribución del ingreso, pero lo cierto es que con el actual sistema este proceso se da, con suerte, “al final del tubo”, para aplicar una analogía del sector ambiental. Una tecnología “al final del tubo” no evita la contaminación, sino que trata de corregir los vicios al final.
Por cierto, ello se parece mucho a la metáfora del “derrame” neoliberal, como aquí señalamos en otras ocasiones, solamente que el Estado agita un poco la economía para intentar que se derrame algo más de ese gran vaso de la economía concentrada, y dirigir políticamente los excedentes logrados.
Es decir, que esta intervención a posteriori no corrige la concentración primaria de la economía, que sólo sería posible en los fundamentos del proceso de producción, como fuera el caso con una agricultura dirigida hacia la soberanía alimentaria, con tierra distribuida entre chacareros y campesinos.
La insustentabilidad del modelo, reiteramos, se configura en que trata de cubrirse la “deuda social” existen en las grandes urbes, creando una “deuda ecológica” con la deforestación hacia las generaciones futuras, y una nueva deuda social con los campesinos desplazados por la soja.
Una patriada china
Podría haber comenzado esta columna así, pero se perfila como un final para seguir pensando. Página/12 publicó la Carta Abierta 15 con el sugerente título “La Patria en peligro”. Por su parte, Telam hizo la consigna contundente al expresar que el grupo pide el “manejo estatal del comercio exterior”.
En primer lugar, resulta entre trágica y farsante la propia declaración de Carta Abierta, al decir que el “viejo país oligárquico”, fuente de todo mal, en el pasado “supo construir sus juntas reguladoras del comercio exterior”. ¿La patriada que se propone ahora es repetición de este hito conservador?
La repetición es la historia de la dependencia neocolonial, solamente que del reconocimiento del imperialismo británica a principio de siglo, y luego de las relaciones carnales con El Imperio yanqui, ahora mismo la mirada se dirige hacia el auge del Imperio del Centro, la gran China desarrollista.
En otra declaración que pasó también desapercibida, al menos por la trascendencia que tiene, el Presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, expresó que la idea de la Junta de Granos viene de China, “que nos está pidiendo que establezcamos relaciones comerciales entre Estados”.
La medida de la Junta Nacional de Granos, de por sí, no es un mal instrumento, como tampoco lo son las retenciones a la exportación. Sin embargo, lo que no debe olvidarse es que se trata siempre de aportes secundarios, si no se transforma la matriz productiva del modelo de agronegocios exportador.
Dicho de otro modo: Cría cuervos y te sacarán los ojos (con perdón de los cuervos). Esperemos que aún queden los ojos para ver el futuro sin caer en la desgracia de Casandra.
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De Comunicación Ambiental, 09/02/2014
imagen: El grano de soja, moneda del agronegocio
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