Darwin Pinto Cascán
Pese a la noticia del premio Libertad, hay un poco de tristeza en la casa de Roberto Navia. No sólo porque su hijo Manuel Andrés (16) está en Villamontes con los abuelos, sino porque los dos perros que siempre daban la bienvenida a la entrada, los mimados del hogar, han muerto. Karina, la esposa de Roberto, la mujer de carácter firme y contundente voz; aquella con la que se eligieron como compañeros de vida desde sus tiempos de pobreza universitaria, me cuenta que a Tita se le detuvo el corazón en una cirugía, y Dogui, murió de cáncer. “La peleó hasta el final”, dirá Roberto. Todo en seis meses. Navia saca un vino tinto traído de España. No bebo, pero es una ocasión especial. Pocas cosas hay mejores que celebrar los logros de un amigo.
“La muerte de ellos me confirmó que las cosas, objetos o animales, por más pequeñas, llenan la casa y la vida de uno”, dice Navia. Brindamos, por la salud, por el premio y por el reencuentro después de mucho.
Al contrario de nosotros, Navia sólo está en casa en vacaciones. El resto del año está viajando, cazando historias, viviendo sin envidiar sin criticar: trabajando. Por eso los resultados, los premios, los libros. Hoy por hoy es el mayor representante de su generación de reporteros. De lejos. Vive y piensa como periodista todo el tiempo. Por eso la repercusión de su trabajo. Como el premio Libertad que le otorga la Asociación Nacional de la Prensa (ANP). Y sólo tiene 38 años.
Por eso fui a su casa y no encontré ni a Dogui ni a Tita. Pero salió él en polera y chinelas. Fui para saber, para después de sentarnos en su sala al amparo de sus libros más queridos, preguntarle después del brindis:
¿Qué son los premios para vos?
Son el reconocimiento al esfuerzo, a la siembra que en algún momento se emprendió y que de pronto aparece una persona o institución que te dice: lo estás haciendo bien.
¿Tenés enemigos?
Es una pregunta interesante. No odio ni envidio a nadie. No soy un ángel, soy humano, pero te puedo asegurar que esa condición humana no me encierra en sentimientos mezquinos. Ahora, que yo no caiga bien a alguna gente, es probable, ya sabemos que en la viña del Señor hay de todo. Pero en caso de que alguien me odie o yo no le caiga, pido a Dios que los bendiga y allá ellos con su amargura.
¿Te has topado con gente, dentro del mismo rubro, que ha tratado de sabotear tu labor?
Me he topado con todo tipo de gente. Pero prefiero recordar a aquellos que han creído en mí, que han hecho equipo conmigo. Y si alguna vez me topé con alguna alma mezquina, dejé que la vida se encargue.
¿Es más fácil o difícil ser periodista hoy que hace diez años?
Es más fácil en un sentido y difícil en otro.
Fácil porque ahora la crónica ya no es una mala palabra, hay un camino recorrido...
...¿Y por qué más difícil?
Porque cada vez hay más intereses económicos o políticos que quieren ocultar sus porquerías bajo la alfombra. El mundo se pone más oscuro, y hay más muertos, ya sea por la inseguridad, por narcotráfico, por la barbarie de alguna autoridad.
¿Qué ganaste y perdiste como periodista?
Gané lo mejor y lo peor de mi vida. Durante estos años he vivido con intensidad, he viajado y decir eso ya es mucho. He conocido este país y me he subido a trenes y buses en el extranjero que me han llevado a destinos remotos.
Pero en los intervalos de esa felicidad, me he topado con historias de guerra, con gente que lo ha perdido todo y entonces uno retorna a casa con esas historias duras.
¿Llevas a casa la tristeza?
Lucho para que no se me quede. Una forma de exorcizar es hacer lo que nos gusta: escribir. La palabras son como el viento, se llevan las preocupaciones, las tristezas acumuladas.
En tu caminar por el mundo, te has topado con Charly García armando lío sobre una limosina en Buenos Aires y has visto entre la niebla la mansión de Mick Jagger en Londres... Pero también has hablado con gente que no existe en las cifras oficiales y la has dado voz incluso a gente que ya ha muerto...
Esas cosas maravillosamente opuestas las he vivido ¿Qué oficio me puede dar esto? ¿Estar en el cielo y en el infierno el mismo día? ¿Comer como un monarca hoy y al día siguiente caminar como mendigo entre mendigos?
En ese camino ¿cambió el Roberto Navia que llegó a Santa Cruz desde el campo, sin dinero, cargando en una mochila todo lo que tenía en el mundo; con respecto al de hoy?
Todo lo que he vivido, con la hiel y la miel, me ha convertido en esto: en el mismo de siempre.
Toda pasión requiere sacrificios... ¿cuál fue tu sacrificio mayor?
Desatender a mi familia. No haber estado en momentos claves. Eso, una vez, pasa. Pero si se repite, pesa. Pasaron cinco años y ya casi no conozco a los que están cerca de mí.
¿Alguna vez tu familia te recriminó por eso?
Mi madre lo entiende y ora para que de cada viaje llegue bien y vivo. Mi esposa ha sido el apoyo constante, sereno, mi fuerza. Pero claro, humana como es, siente la ausencia y en algún momento llega alguna palabra que te hace pensar y preguntarte hacia dónde voy.
¿Y hacia adónde vas?
Hay preguntas que no sé responderme. A veces soy un viajero sin rumbo.
Cuando ves el periodismo nacional actual... ¿qué sentís? ¿tristeza, vergüenza, orgullo?
Veo la cara y la cruz. Por una parte, un periodismo mediocre, desinteresado en la investigación, uno que no cuestiona. Pero por otro, sé que en algunos medios, entre ellos EL DEBER, apuestan por el periodismo de investigación, invierten, va al lugar de los hechos donde sea.
¿Y cuál crees que es la razón de ese lado negativo del periodismo?
Hay varios errores. Uno de ellos es que nos hemos creído esa mentira de que la gente no lee y que por eso hay que darle pastillitas de texto con fotos grandes e infografías. También se piensa que el periodismo de investigación no vende. Y otro elemento es que muy pocos se preocupan en la formación de periodistas, que aprendan a investigar y a escribir.
¿Han intentado comprarte?
Han intentado comprarme para que no investigue. Puedo contarte dos o tres situaciones...
¿Desde qué esferas?
Desde una esfera política, una empresarial y una jurídica. Una autoridad política, después de entrevistarlo y cuestionarlo, sacó un fajo de dólares y se puso como loco. Me agarró desesperado y me puso el dinero en el bolsillo. Yo le tiré el dinero en la cara.
En otra oportunidad, un capo de una compañía puso un sobre de dinero entre un folder y me lo entregó. Yo saqué el sobre en su delante, vi que tenía dinero y también se lo tiré. El hombre, ofendido, me dijo que antes había dado dinero a otros colegas. Le aclaré que hay gente honesta en esta profesión. Hoy es difícil corromper a un periodista.
¿Por qué?
Porque el periodista que apuesta al oficio como un apostolado, ya sabe que los lobos están hambrientos.
¿Es o fue una práctica habitual la corrupción de periodistas?
Creo que la condición humana da para todo y los periodistas, humanos como son, pueden recibir tentaciones. Pero apuesto por no estigmatizar a la profesión, sino que cada quién es dueño de su conciencia y a ella no se le puede mentir. En este oficio no sólo hay que parecer honesto, sino, hay que serlo.
¿Recomendarías el oficio?
Sí y no. Sí, en caso de que el postulante sea un periodista apasionado. Y no, porque hay que tener además la suerte de caer en un buen medio que quiera hacer periodismo de calidad.
Y que pague sueldos dignos...
Claro, no sólo de pasión vive el hombre. La platita, sirve para llenar la olla y formarse.
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De PODER Y PLACER (Santa Cruz de la Sierra), 2014
Imagen: Lyonel Feininger/El lector de periódicos en el Café du Dôme
¿Estar en el cielo y el infierno el mismo día? ¿qué oficio puede dar esto? Muy cierto!
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