JORGE MUZAM
He escrito poco últimamente. Digamos que esta vez sí recibí un mazazo existencial, un acorralamiento de sogas y punzazos arteros, para alegría de mis aspirantes a enemigos. Sin embargo, no fueron ellos quienes lograron tumbarme, sino una concatenación de circunstancias que se fueron hilvanando de la peor forma posible, y donde mi papel está lejos de salir indemne de culpa. Siempre estamos en guerra, leía anoche en un libro de Philip Roth. Emociones que nos juegan malas pasadas, orgullos esculpidos de convenciones, enormes egos deslizándose por un tobogán de clavos, y estás al medio, y debes pelear sucio para que no te cercenen lo poco que queda en pie. Y a veces hasta te sientes satisfecho de haber tenido éxito comportándote como una asquerosa rata. Pero me aburre hablar de esto. Cuando recreas tus batallas siempre lamentas no haber dado golpes más certeros, y darlos imaginariamente en retrospectiva es como patear bolas de humo. Es noche de luna llena, pero no lo sabríamos si no viéramos las noticias, o si el calendario no hociconeara los ciclos astrales, porque un domo de nubes obcecadas nos mantiene como rehenes. Son las nostálgicas del estalinismo invernal, ciegas señoras vestidas de tutúes acuosos que palpan los cerezos florecidos sin darse por enteradas. Sigo escribiéndole a Lo, su acostumbrado diario, que espero no caiga en manos de biógrafos insensatos o censores moralistas. Es un diario tierno y procaz, plagado de muletillas perversas, de gritos de desesperación, de añoranzas de regazo, un diario que pide comprender lo que ni el solicitante entiende. Sólo anoche le manifesté esta inquietud a Lo. Quizá lo relacionen con las Cartas a Nora, de James Joyce. Aunque puedo asegurar que soy más sucio, que mis objetivos se diluyeron no hace mucho, y que mi patria no es ni nunca será Dublín.
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De CUADERNOS DE LA IRA (blog del autor), 09/10/2014
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