MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ
La de la melancolía en escabeche fue una de las burlas del Padre Isla —cuando publicaba con el remoquete «de la extinta compañía de Jesús»—, pero lo cierto es que he regresado a esa calle paceña de la Alegría como si fuera a pasar la tarde con Juan Carlos Calderón y a hablar de las cosas del tiempo, de las estafas de los pillos que nunca faltan en las farras, y eso que en su fondo, en un callejón, está el Rincón Español, del que hoy prefiero no acordarme. Para qué. Es mejor mantener vivos los mejores recuerdos, los buenos momentos, los más intensos y dejar que corran las aguas servidas. Conviene ser cauto, más cauto, me dicen. Es imposible. Me volvería a echar ahora mismo a las calles en cuesta de La Paz o me iría a Riberalta a escuchar la lluvia atronadora y remontaría el Madre de Dios hasta donde pudiera, yo qué sé, me iría a husmear mercados –unos ispis con llajua rabiosa en el Uruguay o una pierna en Las Cabecitas del pasaje Kuljis en compañía de Ricardo García Camacho, poeta: abstenerse morandos y pesebristas del gobierno–, a que me ahúme un yatiri en Pampahasi y me quite de khencha, que ya aburre, carajo, ya aburre, o a las nieblas de las apachetas de la carretera de Guaqui o aquellos otros de la de Oruro, los de la magia negra y los peores deseos, o me bajaría a la feria de Alasitas a comprarme media biblioteca de Alejandría enana y un fajo de billetitos y una maletita, y aluego a la León de la Barra a por media libra de Caranavi, rica, pero sobre todo a donde me vendieran por cuatro perras un conjuro para poder poner de una puta vez el corazón en su sitio y dejarle el suyo a la cabeza perdida por inadvertencia, si es que la encuentro... En La Paz es más fácil tener el corazón en la boca que en su sitio. No sigo, que aquí quede, plomo derretido en las sartenes donde hierve la inbidia, la palabra vana, la fantasía negra del pajpako.
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De VIVIRDEBUENAGANA, blog del autor, 05/02/2015
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