No hemos llegado
ni a la mitad del año y el departamento de Cochabamba ya registra su décima
víctima por feminicidio. Prácticamente dos por mes y ni hablar de la cantidad
de casos no consumados vinculados a esta problemática. Como para estar
orgullosos, además de nuestra gastronomía, que encabecemos el ranking nacional
siendo la tercera región más poblada. Por simple estadística no deberíamos ser
los primeros. ¿Será como consecuencia de esa concentración o densidad
poblacional de la que algunos sociólogos hablan cuando se refieren a la envidia
como seña peculiar de los cochabambinos? Tampoco es que estemos tan apiñados,
teniendo apenas la mitad de habitantes de Costa Rica y un territorio
ligeramente superior al de este país. ¿Qué sucede, entonces?
Paradójico que en
esta “década de grandes transformaciones” que el régimen evista gusta propagar
a los cuatro vientos, como dándose aires de genial inventor, por haber creado
instancias y organismos exclusivos destinados a combatir la violencia doméstica,
lejos de frenar esta lacra, más bien el fenómeno se agrava de manera
preocupante. De poco sirve la Ley 348 con la rimbombante etiqueta de “Ley
Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia”, que
estipula entre otros delitos relacionados, el de Feminicidio con sanción de
treinta años de cárcel. Tanta es la confusión de los operadores de justicia que
pierden más el tiempo en discusiones bizantinas acerca de que si es pertinente
aplicar en cualquier caso donde la víctima sea una mujer, solapándose muchas
veces con el Código Penal que define claramente los delitos y penas. Pero
parece que lo más importante era dar una imagen de supuesta modernidad y
legislación acorde a las tendencias mundiales.
Seguramente en
muchos países se llevarán la sorpresa al saber que en Bolivia contamos desde
hace unos años con una Fuerza Especial de Lucha contra la Violencia (FELCV) a
imitación de otros brazos operativos como la FELCC o la FELCN, organismos de
policía que combaten el crimen y las drogas, respectivamente. Si suena
hasta bonito que esté comandada y operada casi en su totalidad por mujeres para
dar la impresión de inclusión e igualdad de oportunidades. La realidad dice que
esta división policial es la quinta rueda del carro, que aparentemente fue creada
para limpiar la conciencia de las autoridades ante la violencia machista y
recurrente que sacude el seno de la sociedad.
A poco de
estrenada esta unidad, apenas le asignaron recursos y personal, con oficinas
que funcionan en condiciones paupérrimas y deprimentes. Tanto dinero ha
dilapidado el Gobierno en canchitas y coliseos pero no es capaz de dotar de
instalaciones idóneas a las fuerzas de seguridad. Para el caso de Cochabamba,
la FELCV opera desde una vetusta casona con paredes y techos ruinosos que
avergonzaría a cualquiera. Recuerdo que una vez salió en televisión que cierta
noche estaban atendiendo al calor de las velas porque no se habían pagado las
facturas de varios meses de luz, y lo mismo podría decirse del agua y otros
servicios. Ni pensar que tengan internet para efectuar decorosamente su
trabajo. Con tan magro presupuesto es complicado atender a una metrópoli que
bordea el millón de habitantes y sus escasos vehículos parqueados en la puerta
es posible que estén de adorno por falta de gasolina.
Así las cosas, ya
no es noticia que cada día lluevan denuncias de violencia intrafamiliar, acoso
sexual, laboral y político contra mujeres. Sólo cuando a algún abusador se le
pasa la mano o comete homicidio contra su pareja saltan las alarmas. Pasa en
todos los niveles socioeconómicos. Desde las altas instancias del poder hasta
los sectores más empobrecidos. Nos rasgamos las vestiduras, endurecemos unas
cuantas leyes y creamos algunas unidades represivas para darnos falsa sensación
de seguridad. Pero de labores preventivas, comenzando en la escuela, casi no se
oye nada. Pero qué podemos esperar si el mismísimo caudillo es el primero en
denigrar públicamente a las mujeres con sus chistes y comentarios, que lejos de
ser criticados son más bien defendidos a ultranza hasta por sus propias
ministras. Luego queremos exigir buen comportamiento y mesura al pueblo llano.
Pronto nos acostumbraremos también a las muertas, aunque dejen regueros de
huérfanos y familias rotas.
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De EL PERRO ROJO
(blog del autor), 12/05/2016
Foto: ERBOL
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