PABLO CINGOLANI
Borges, el
inmortal Borges, amaba a Islandia.
En su ensayo
sobre las kenningar de la poesía islandesa, se refiere a ellas como “el primer
deliberado goce verbal” de una literatura que él consideraba instintiva, es
decir: nutriente, raigal, fecunda, nacida del roce de la piel con el viento
gélido de la isla y del coraje de esa piel puesta a vencer o morir en el campo
de batalla. Eso sí: siempre con honor, como el General Quiroga, que va al muere
en coche y con la misma dignidad, tal y como lo escribió en uno de sus
poemas-brújula.
Para don Borges,
Islandia podía sintetizarse en tres líneas:
El héroe mató
al hijo de Mak;
Hubo tempestad
de espadas y
Alimento de cuervos.
Sustituyamos a
Mak por Albión, a las espadas por los goles y a los cuervos por los millones de
seres humanos de todo el mundo que celebraron la victoria del equipo de fútbol
islandés contra su similar inglés en la antesala de los cuartos de final de la
copa de Europa, y listo: la vida se recrea, la vida continua y la saga sigue:
la saga siempre sigue.
Borges, el
inmortal Borges, detestaba el futbol aunque, secretamente, hubiera disfrutado
de la desdicha británica, rememorando que los actuales atletas de Islandia son
los descendientes del infalible e implacable Thor, el aniquilador de la
prole de los gigantes, y que así los vencieron, con el ardor intacto y la
fe arraigada en los antiguos dioses, esos que salvaban o condenaban sin
remedio. Los ingleses, ya se han olvidado de ellos y así les va.
Borges, el
inmortal Borges, despidió así al General Quiroga, a Facundo, y vale la pena
anotarlo, aprendérselo de memoria:
Yo, que he
sobrevivido a millares de tardes
y cuyo nombre
pone retemblor en las lanzas,
no he de
soltar la vida por estos pedregales.
¿Muere acaso
el pampero, se mueren las espadas?
Las espadas nunca
mueren; lo que cesa, lo que nos conmueve cuando se apaga y nos hace temblar de
nostalgia, es el valor del hombre al empuñarlas.
Ahora que está tan
de moda eso de la motivación, del coaching y demás pajas,
sería bueno que los entrenadores de balompié le lean (completo) este poema de
Borges a sus jugadores, especialmente a sus propios compatriotas, esos
muchachos que ganan, sin pudor, millones de dólares y luego van y pierden, van
y renuncian, van y lloran.
Río Abajo, 28 de
junio de 2016
Las citas
islandeses están tomadas de Historia de la eternidad, una que editó Emecé casi
cincuentenaria y que traje conmigo a Bolivia desde Argentina. El poema a
Facundo lo tomé de internet.
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