Thursday, July 14, 2016

En el Noel Kempff la bulla aún no ha nacido

ROBERTO NAVIA GABRIEL

Una pareja de zorros llega hasta la casona de Flor de Oro para comer las sobras de comida que los guardaparques les tiran con cariño de amo. Los dos animales salen a paso de liebre de las entrañas del Parque Noel Kempff Mercado y pasean con asombro por el patio del campamento, con ganas de saciar un apetito que se repite con cada puesta de sol. Ulises Carageorge ya lo había anunciado en la mañana, cuando pilotaba el deslizador por el ancho y serpenteado río Iténez. “Los animales que supuestamente son salvajes, son amigables dentro del parque. Van a conocer a zorros que se acercan a pedir comida como si fueran mascotas”.

Ulises es uno de los guardaparques más antiguos de esta reserva natural que, en 1991, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Es un hombre amable, tiene una mirada diáfana y cuando dice tal cosa, hay que creerle. La noche ha caído sin avisar y los zorros entran en escena por el patio que da a la cocina del campamento. Los guardaparques están cenando y los zorros esperan con la paciencia de un perro lo que esos defensores del bosque y de los animales vayan a sobrar. Cerca de esta casa grande, el Iténez mece sus aguas sin prisa. De a ratos parece una hamaca enorme, profanada por algunos deslizadores pesqueros que aprovechan la sombra de la noche para despertar el hambre de los peces que caen en la trampa de los anzuelos. Los pescadores se ubican en alguna orilla, encima de sus botes, cubiertos por sombreros que les cubren de la bruma que navega por todos los costados del río y que desaparece con los primeros rayos del sol.

El ruido de los deslizadores es una música melódica que no contrasta con el canto de las aves ni con el gruñido del viento ni con el aleteo de los delfines de agua dulce. Los patos ya saben cuándo se acerca una lancha porque alzan vuelo en bandada, para volver a nadar cuando el aparato haya pasado hacia su destino final, hacia alguna esquina de las entrañas del parque, donde mora el jaguar y el venado, el perrito del monte y los zorros que algunas noches llegan hasta el campamento de Flor de Oro para cenar fuera de la cocina de los guardaparques.

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De EL DEBER



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