Siempre he
lanzado los dados y abrazado la oscuridad con la escasez cantada desde muy
lejos, fuera del alcance de mis brazos; con amor, quizás fama chica y toda
muerte de años que volaron sobre mí; aunque siempre retorno al hogar y atizo y
apago incendios de sueños de tener y no tener; claro, sin olvidar ni a Rameau
ni a Grieg. Es el péndulo eterno, el de todas las vísperas.
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