DANIEL MOCHER
Sepia fría
con mayonesa y ralladura de lima, tosta de sardinas y unas alcachofas que
quitan el sentido. Cerveza Turia, buen vino blanco de Mallorca, Quíbia, con
uvas autóctonas de Felanitx. Chuletitas de cordero para Elena y pargo con
verduras para mí. Sobre el postre dejamos caer los sueños de futuro como si
fueran azúcar glasé. Baileys con hielo para la señora, Glenrothes para el
caballero. Conversamos sobre un posible cambio de casa, una decisión
trascendental, encrucijada de la vida. Queremos algo mejor para los niños, hay miedo
y reticencias por lo que ansiamos dejar y por lo que pueda venir.
Somos un
poco más viejos, tenemos más heridas. Hasta los caracoles se cansan de ir
siempre con la casa a cuestas, el aire también quisiera echar raíces, de ahí su
insistencia en horadar espesuras, su caricia sexual sobre las hojas y los
cuerpos. A veces me dicen que parezco cansado, que si he pasado una mala noche,
el insomnio, la migraña, pero es solo tristeza, i’ve got the blues,
el peso del universo doblándome la espalda, constelaciones quebradas arañando
mis ojos, saber que todavía no encontré nuestro lugar y quedan cada vez menos
opciones. Merman ganas y fuerzas, ingenio, inspiración.
Hablar con
confianza es peligroso también, es como tomar una tabla ouija para invocar
espíritus. Tarde o temprano viene alguno de ellos para asustarnos con su
palidez victoriana o hace presencia una extraña sensación gótica que nadie
puede explicar. Se apagan las velas, quién las sopló, relámpagos, todo se ha
enturbiado y algo nos lleva a una estancia lúgubre y fría, a un tiempo
revuelto, no lineal, donde una hija, freudiana, mata con saña al padre.
Metafóricamente la estocada, el daño fue bien real, irreparable. Pasarán los
años y el pobre diablo volverá a sonreír, sin duda, y qué valor entonces el de
esa sonrisa desdentada. El padre se refugiará en la familia que le queda, en
los hijos que todavía no han desenvainado la espada, pero hay un miembro
fantasma que le duele, cercenado. El talón de Aquiles queda desnudo y
claramente expuesto, especialmente, para los que vienen detrás, en certera
expresión de Sánchez-Ostiz, royéndonos los zancajos, por lo general
nuestros queridos vástagos. Tu quoque, Brute, fili mi?
Como somos
muy básicos, el consuelo es el de siempre, larga vida al rock and roll, AC/DC a
todo trapo, óleos sobre lienzo, aromas de tinta y papel, versos, vasos,
destilados, floresta y pajarerías. Será el chablis adormidera amable, un poco
de gruyère, la amante, la esposa, la amiga, la que salva y destruye con su
sexo, esa pequeña y deliciosa muerte, también el juego con los niños, no solo
de pan vive el hombre, la pequeña bebé en brazos y su efecto sedoanalgésico,
opiáceo.
En la olla
reposan los calamares encebollados mientras termina de cocerse el arroz blanco.
Algunos textos ferrufinos alternados con otros textos cerezales,
Madrid-Cochabamba a mano por aquello de no andar solo en las malas. Y el
recuerdo de Pasaia Donibane, canciones marineras y acordeones, los amigos de
Errenteria, la librería Noski!, la elegante Hondarribia y su asador Abarka, el
castillo observatorio de Hendaya y ese viaje casi místico por la costa, hasta
san Juan de Luz. Txakoli y sidra en el maletero para el viaje de vuelta y sobre
el regazo, bien sujetas que vienen cuevas, unas baguettes francesas con queso y
jamón dulce.
Soy fiel y
retorno siempre a lo que alguna vez me pellizcó el corazón para hacerme sentir
vivo. No vamos a regresar empecinados solamente a los errores que condicionaron
sin remedio nuestra existencia. Me apoyo en esos instantes pasados que no
fueron porque lograron que me olvidara de mí y de las circunstancias que suelen
ser adversas a poco que uno sea un niño ingenuo y curioso entrando libre y solo
en la boca de lobo que es el mundo adulto. Hay cosas que borraría y otras que
quisiera cambiar. Sé que no es posible y hay que vivir con ello. Y tratar de
repararlo. Todos somos Sísifo, yo sería con gusto el humilde aprendiz de
aquellos que extenuados, rotos, se detienen un momento a disfrutar del paisaje
antes de volver a bajar la montaña para cargar nuevamente su piedra. Y escuchar
como un grato rumor lejano, dulce melodía de cítara, a Zeus rabioso y derrotado
rasgarse las vestiduras.
Imagen:
Ánfora griega con la representación de Zeus.
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De LOS PROPIOS PASOS, blog
personal del autor, 22/06/2023
Qué buen texto. Se agradece.
ReplyDeleteAsí es, querido Jorge, como todos los de Daniel. ¡Abrazos!
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