Sunday, March 21, 2010
Encarecimiento que hizo Olintlec del poderío de Moctezuma
Partió, pues, Cortés de Cempoallan, que llamó Sevilla, para México, a 16 días de agosto del mismo año, con cuatrocientos españoles, con quince caballos y con seis tirillos, y con mil trescientos indios entre todos, así nobles y de guerra como tamemes, entre los que cuento los de Cuba. Ya cuando Cortés partió de Cempollan no había vasallo de Moctezuma en su ejército que los guiase camino derecho de México, pues todos se habían marchado, o por miedo, cuando vieron la liga, o por mandato de sus pueblos y señores, y los de Cempoallan no lo sabían bien. Las tres primeras jornadas, en que el ejército caminó por tierras de aquellos amigos suyos, fue muy bien recibido y hospedado, especialmente en Xalapan. El cuarto día llegó a Sicuchimatl, que es un lugar fuerte, puesto en la ladera de una sierra muy áspera, y tiene hechos a mano dos pasos como escaleras para entrar en él, y si los vecinos quisieran prohibirles la entrada, con dificultad subieran por allí los peones, cuanto más los caballeros. Pero, según después se vio, tenían mandato de Moctezuma que hospedasen, honrasen y proveyesen a los españoles, y hasta dijeron que, pues iban a ver a su señor Moctezuma, que supiesen de cierto que les era amigo. Este pueblo tiene muchas y buenas aldeas y alquerías en la parte llana. Sacaba de allí Moctezuma, cuando lo necesitaba, cinco mil hombres de pelea. Cortés agradeció mucho al señor el hospedaje y buen tratamiento, y la buena voluntad de Moctezuma; y cuando se despidió de él, fue a pasar una sierra bien alta por el puerto que llamó del Nombre de Dios, por ser el primero que pasaba; el cual es tan sin camino, tan áspero y alto, que no lo hay tanto en España, pues tiene tres leguas de subida. Hay en ella muchas parras con uvas, y árboles con miel; en bajando aquel puerto, entró en Theuhixuacan, que es otra fortaleza y villa amiga de Moctezuma, donde acogieron a los nuestros como en el pueblo anterior. Desde allí anduvo tres días por tierra despoblada, inhabitable, salitral. Pasaron alguna necesidad de hambre, y mucha más de sed, causa de ser toda el agua con que tropezaron salada, y muchos españoles que a falta de agua dulce bebieron de ella, enfermaron. Les sobrevino también un turbión de piedra, y con él un frío que los puso en mucho trabajo y aprieto, pues los españoles pasaron muy mala noche de frío, sobre la indisposición que tenían, y los indios pensaron morir; y hasta murieron algunos de los de Cuba que iban mal arropados y no hechos a semejante frialdad como la de aquellas montañas. A la cuarta jornada de mala tierra volvieron a subir otra sierra no muy áspera, y porque hallaron en la cumbre de ella mil carretadas, a lo que juzgaron, de leña cortada y compuesta, junto a una torrecilla, en la que había algunos ídolos, la llamaron el Puerto de la Leña. Dos leguas pasado el puerto, era la tierra estéril y pobre: mas después dio el ejército en un lugar que llamaron Castilblanco, por las casas del señor, que eran de piedra, nuevas, blancas, y las mejores que hasta entonces habían visto en aquella tierra, y muy bien labrada, de lo que no poco se maravillaron todos. Llamábase en su lenguaje Zaclotan aquel lugar, y el valle, Zacatami, y el señor, Olintlec; el cual recibió a Cortés muy bien, y aposentó y proveyó a toda su gente muy cumplidamente, porque tenía mandamiento de Moctezuma que lo honrase, según después él mismo dijo, e incluso por aquella noticia y mandamiento o favor sacrificó cincuenta hombres por alegría, cuya sangre vieron fresca y limpia, y hubo muchos del pueblo que llevaron a los españoles en hombros y hamacas, que es casi en andas. Cortés les habló con su farautes, que eran Marina y Aguilar, y les dijo la causa de su venida a aquellos lugares, y lo demás que a los de hasta allí decía siempre, y al cabo le preguntó si conocía o reconocía a Moctezuma. Él, como asombrado de la pregunta, respondió: "Pues, ¿hay alguien que no sea esclavo o vasallo de Moztezumacín?" Entonces Cortés le dijo quien era el Emperador, rey de España, y le rogó que fuese su amigo y servidor de aquel tan grandísimo rey que le decía, y si tenía oro, que le diese un poco para enviarle. A esto le respondió que no saldría de la voluntad de Moctezuma, su señor, ni daría, sin que él se lo mandase, oro ninguno, aunque tenía mucho. Cortés calló a esto y disimuló, pues le pareció hombre de corazón, y los suyos gente de manera y de guerra; pero le rogó que le dijese la grandeza de aquel su rey Moctezuma, y respondió que era señor del mundo, que tenía treinta vasallos cada uno con cien mil combatientes, que sacrificaba veinte mil personas cada año; que residía en la más linda y fuerte ciudad de todo lo poblado; que su casa y corte era grandísima, noble y generosa; su riqueza, increíble; su gasto, excesivo. Y por cierto que él dijo la verdad en todo, salvo que se excedió algo en lo del sacrificio, aunque en verdad era grandísima carnicería la suya de hombres muertos en sacrificios por cada templo, y algunos españoles dicen que había años que sacrificaban cincuenta mil. Estando así en estas pláticas, llegaron dos señores del mismo valle a ver a los españoles, y presentaron a Cortés cuatro esclavas cada uno, y sendos collares de oro de no mucha valía. Olintlec, aunque tributario de Moctezuma, era gran señor y de veinte mil vasallos. Tenía treinta mujeres todas juntas y en su propia casa, con más de otras cien que las servían. Tenía dos mil criados para su servicio y guarda. El pueblo era grande, y había en él trece templos, cada uno con muchos ídolos de piedra y diferentes, ante quien sacrificaban hombres, palomas, codornices y otras cosas, con sahumerios y mucha veneración. Aquí, y por su territorio, tenía Moctezuma cinco mil soldados en guarnición y frontera, y postas de hombres en parada hasta México. Nunca hasta entonces había sabido Cortés tan entera y particularmente la riqueza y poderío de Moctezuma; y aunque se le presentaban ante sí muchos inconvenientes, dificultades, temores y otras cosas en su marcha a México, oyendo aquello, que a muchos valientes por ventura desmayara, no mostró punto de cobardía, sino que cuantas más maravillas le decían de aquel gran señor, tanto mayores espuelas le ponían de ir a verlo; y como tenía que pasar para ir allá por Tlaxcallan, que todos les afirmaban ser grande ciudad, y de mucha fuerza y belicosísima generación, despachó cuatro cempoallaneses para los señores y capitanes de allí, que de su parte y de la de Cempoallan y confederados les ofreciesen su amistad y paz, y les hiciesen saber que iban a su pueblo aquellos pocos españoles a verlos y servir; por tanto, que les rogasen lo tuviesen por bueno. Pensaba Cortés que los de Tlaxcallan harían otro tanto con él como los de Cempoallan, que eran buenos y leales, y que como hasta allí le habían siempre dicho la verdad, que también entonces les podría creer; que aquellos tlaxcaltecas eran sus amigos, y se alegrarían de serlo asimismo de él y de sus compañeros, pues eran muy enemigos de Moctezuma, y hasta que irían de buena gana con él a México, si hubiese de haber guerra, por el deseo que tenían de librarse y vengarse de las injurias y daños que habían recibido de muchos años a esta parte de la gente de Culúa. Disfrutó Cortés en Zaclotan cinco días, pues tiene fresca ribera y es gente apacible. Puso muchas cruces en los templos, derrocando los ídolos, como lo hacía en cada lugar que llegaba y por los caminos. Dejó muy contento a Olintlec, y se fue a un lugar que está dos leguas río arriba, y que era de Ictazmixtlitan, uno de aquellos señores que le dieron las esclavas y collares. Este pueblo tiene en el llano y ribera dos leguas a la redonda, tanto caserío, que casi tocan unas casas con otras, al menos por donde pasó nuestro ejército; y será de más de cinco mil vecinos, y colocado en un cerro alto, y a un lado de él está la casa del señor con la mejor fortaleza de aquellos sitios, y tan buena como en España, cercada de muy buena piedra con barbacanas y hondo foso. Reposó allí tres días para repararse del camino y trabajo pasado, y para esperar los cuatro mensajeros que envió desde Zaclotan, a ver qué respuesta traerían.
Extracto de la Conquista de México, de Francisco López de Gomara
Imagen: Personaje alado de los Tuxtlas, Veracruz, México
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