Friday, December 3, 2010
La realidad que superó la fantasía, el universo kafkiano
Diversos manuscritos de Franz Kafka que, al igual que todas sus obras, había pedido a su amigo Max Brod que quemase tras su muerte, y que llevaban más de 50 años custodiados en las cajas fuertes de un banco suizo UBS en Zurich, fueron recuperados en días pasados. La ocasión es propicia para rememorar la figura de uno de los autores más influyentes del siglo XX
Marcelo Suárez Ramírez
Varios manuscritos y dibujos del escritor checo Franz Kafka que llevaban más de 50 años custodiados en las cajas fuertes del banco suizo UBS en Zúrich, fueron exhumados esta semana en medio del enfrentamiento judicial por su pertenencia entre sus herederas y el Estado de Israel. La apertura de las cajas fuertes se produjo en pleno litigio para dirimir quién debe heredar los documentos, si las autoridades israelíes o las herederas designadas por el amigo de Kafka, Max Brod.
La historia de los manuscritos está plagada de herencias insospechadas y deseos póstumos insatisfechos. El primer capítulo de este episodio comienza con la carta que el propio Kafka le escribió a Max Brod. “Querido Max, mi último deseo: todo lo que deje detrás, los diarios, los manuscritos, las cartas, las mías y las de otros, bocetos y todo lo demás debe ser quemado completamente sin haber sido leído; lo mismo aplica para todos los dibujos y escritos que tú u otras personas posean; a ellas debes pedírselos”.
Brod no solo incumplió la promesa, sino que fue publicando las obras que consideraba más valiosas, como El castillo y El proceso y se llevó los papeles consigo a lo que entonces era Palestina cuando los nazis ocuparon Praga. En 1956, al estallar la guerra de Suez, Brod temió que el conflicto destruyera los documentos y los más importantes los mandó unos a Inglaterra y otros a Suiza.
Si embargo, más allá de estos antecedentes y el destino de los documentos, está la figura misteriosa y absorbente de Kafka, cuya obra se sitúa entre las más influyentes e innovadoras del siglo XX, especialmente por La metamorfosis, una novela corta que ‘voló la cabeza’ a más de uno al describir de una manera agresiva y mordaz las crisis personales que surgen como producto de la modernidad.
Brújula invitó a una serie de escritores nacionales para que se sumergieran nuevamente en ese universo kafkiano en que el escritor habitó como si se tratase de un insecto y, aunque nunca lo quiso, que no pudo evitar que el mundo también se adentrara en él.
SOY UN BICHO “Cuando Gregorio Samsa despertó aquella mañana, luego de un sueño agitado, se encontró en su cama convertido en un insecto monstruoso. Estaba echado sobre el quitinoso caparazón de su espalda, y al levantar un poco la cabeza, vio la figura convexa de su vientre oscuro, surcado por curvadas durezas, cuya prominencia apenas si podía aguantar la colcha, visiblemente a punto de escurrirse hasta el suelo. Innumerables patas, lamentablemente escuálidas en comparación con el grosor ordinario de sus piernas, ofrecían a sus ojos el espectáculo de una agitación sin consistencia”.
Así da inicio La metamorfosis. El impacto que produce la primera lectura de este fragmento puede ser diverso, pero es casi imposible que alguien quede indiferente ante esas palabras, más allá de las circunstancias y el momento en que se lo lea.
Para el ganador del Premio Casa de las Américas, Claudio Ferrufino-Coqueugniot, el impacto tuvo estrecha ligazón con el momento de Argentina en 1975, donde él se encontraba. “En mi primera noche me paseé por los portones cerrados del Abasto, y la humedad de la ciudad, más el agua que se había utilizado para lavar los pisos, hacían brillar el pavimento como caparazón de cucaracha”, explica el cochabambino.
En el caso del vallegrandino Manuel Vargas, era un joven recién llegado a La Paz, cuando su amigo René Poppe le prestó la obra. “Fue una impresión muy grande, salí de la biblioteca pálido sintiendo lo que le pasaba a Gregorio Samsa. A partir de allí busqué todo lo que tuviera que ver con Kafka”, asegura Vargas.
En la misma ciudad se encontraba Homero Carvalho cuando el libro llegó a sus manos. “Tenía 13 años y soñaba con convertirme en escritor. Fue una revelación, un punto de partida, una epifanía maldita y gloriosa a la vez. Algunos de mis cuentos, como Evolución, están inspirados en esta obra.
A su vez, Darwin Pinto (Sabayoneses) indicó que se acercó a La metamorfosis gracias a que leyó lo que había escrito García Márquez sobre la novela. “Me sorprendí creyendo cada palabra pese a que me estaban hablando de un tipo vuelto escarabajo y todas las dificultades que este ser tenía para vivir dada su nueva condición. Ahí por fin entendí que no importa lo que cuentes cuando narras, lo que importa es que te crean. Creo que ésa es la diferencia entre un escribidor y un escritor”, aseveró Pinto.
Un aspecto que destaca, a su vez, el poeta Gabriel Chávez es que fue Borges el que tradujo algunos cuentos de Kafka que figuraban en una edición de Losada, pero no La metamorfosis, y que la versión de la editorial atribuida a él es de un anónimo traductor español de La Revista de Occidente. “Es interesante anotar que esta versión, que se creía era de 1938, se hizo en realidad en 1925, apenas un año después de la muerte de Kafka”, dijo Chávez.
El sociólogo Mario Portugal considera esta obra como una metáfora sobre la tensión entre identidad y rol social del hombre moderno y de la dificultad del entorno para aceptar la decisión del individuo. “En este caso, el protagonista está constreñido por su rol como trabajador y por lo tanto se espera que su identidad sea reflejo de ello: buen hijo, proveedor familiar, comprometido con el trabajo, etc. Sin embargo, el protagonista reniega de este rol social que define su identidad y cuando asume la verdadera se da cuenta de que su entorno considera esto como una desviación social (la metáfora del insecto)”.
TRIBULACIONES Y LAMENTOS La vida de Franz Kafka se vio marcada por un profundo sentimiento de inseguridad, asfixiado por demonios internos que permanecen anónimos para el mundo, su obra caminó por los senderos más extraños del mundo de la literatura, por lo que generalmente se relaciona sus escritos con su existencia atribulada y angustiosa.
Carvalho dice que lo vivido por Kafka fue muy determinante para lo que escribió, pues “los escritores somos siempre autobiográficos, unos más que otros”. “Kafka fue un incomprendido, solamente los que lo amaban lo toleraban aunque no lo hubiesen entendido a cabalidad. No debe ser fácil estar a lado de un genio atormentado como este imprescindible autor nacido en Praga, una de las ciudades más hermosas del mundo”, expresó.
Por su parte, Pinto afirmó: “Creo que escribió con el corazón herido de muerte porque no le daba la gana de ir a un terapeuta o porque era tan tímido que no podía contarle esas cosas a su amigo Brod o a sus novias que siempre lo dejaban. Creo que agarró la miseria que de vez en cuando nos corroe y la sacó convertida en belleza, en una belleza rara”. Gabriel Chávez considera que la ficción siempre está contaminada por la realidad del autor, aunque es difícil afirmar en qué medida. “La literatura de Kafka suele interpretarse en clave autobiográfica, pero no está de más recordar que actualmente se debate hasta qué punto el Kafka que conocemos no fue una construcción de Max Brod, que quiso fabricar un autor a la medida de sus personajes”, mencionó Chávez.
Intentando no caer en lo que algunos autores llaman la ‘Kafkología’, Portugal sitúa la obra del autor en su contexto histórico: la segunda Revolución Industrial y la Primera Guerra Mundial. “La Gran Guerra coincide con una época en la que escribe, La metamorfosis. Al culminar esta contienda, su país, República Checa, pasa a formar parte de un nuevo país, Checoslovaquia, significando el surgimiento de nuevos procesos sociales, políticos, económicos y culturales. Estos dos eventos, seguramente habrán contribuido a definir y redefinir el ‘campo cultural’ (noción de Bordieu) en el cual se desenvolvía y, por tanto, a influir sobre su obra”, indicó el sociólogo. Al respecto, Ferrufino menciona a Kierkegaard, que se opone al colectivismo platónico y a partir de él toma carta de presencia el asunto individual, incluida la angustia como fuente vital. “Kafka es un individuo, por encima del escritor, cuyas dudas lo sitúan en los márgenes de todo: la política, la religión, el judaísmo. Alimenta su mente, expuesta en su obra, con la riqueza del no poder ser, una opción pendular casi ilógica que acarrea consigo los demonios de la duda, el terror, la ansiedad y la incertidumbre”, afirmó el escritor.
Un insecto del siglo XXI ¿Qué lugar ocuparía la figura de Kafka si hubiera vivido en estos tiempos? Los escritores también se plantearon la interrogante y las respuestas fueron variadas. Carvalho opina que Kafka hubiera sido un escritor costumbrista, un cronista de los tiempos que solamente daría cuenta de la realidad con un magnífico estilo y una prosa vigorosa, llena de símbolos y metáforas. “Tratándose de Bolivia, en esta época lo ‘kafkiano’ bien podía ser una categoría de análisis de la realidad”, dijo Homero. Por su parte, Portugal cree que posiblemente su obra no hubiese sido tan relevante como lo es ahora, porque ya describirían procesos sociales sobre los cuales ya se ha escrito y analizado. “Considero que el aporte de Kafka fue el ser de los primeros en escribir sobre estos procesos que surgían y que marcarían la sociedad del siglo XX”. Ferrufino-Coqueugniot asegura que hoy Kafka desentonaría entre el revuelo de tanto ‘pavo real’. “Temía que sus escritos se interpretaran como literatura. Orhan Pamuk, en un artículo para Le Monde en 2004, hablando de Flaubert decía que éste era un santo y un eremita, el primero de varios santos eremitas de la literatura moderna”. Puesto a realizar el ejercicio, Chávez supone que un autor con las características de Kafka no sería comercial y tendría dificultades para publicar. “Posiblemente acabaría sus días, ‘kafkianamente’, como un guionista de películas clase B”, indicó. Darwin Pinto asegura que si Kafka viviera hoy sería casi un desconocido. “Su condición de vivo le restaría popularidad, le haría un mal marketing. Es increíble el atractivo que tiene la imagen de un escritor muerto para la gente y si encima es un descubridor de mundos, pues ahí ya tiene su nombre asegurado en el olimpo de los escritores, como es el caso de Kafka. No hay mejor gancho para un libro, que su autor esté muerto”, aseguró Pinto.
Vida y obra
- Origen. Franz Kafka nació en Praga el 3 de julio de 1883 como miembro de una familia judía. Era hijo de Hermann Kafka (1852-1931) y Julie Löwy (1856-1934). - Progenitores. Su padre era originario de Wossek, aldea de población mayoritariamente judía checo-hablante, cerca de Písek, en la región de Bohemia del Sur. Se estableció por su cuenta en Praga en 1881. La madre de Franz, Julie, nacida en Podiebrad an der Elbe, era de familia germano-hablante perteneciente a la burguesía judeoalemana. - Desarrollo. El matrimonio se instaló en Praga y pasa a formar parte de su mejor sociedad. Desde el comienzo, quien marcará la pauta de la educación de Franz es el padre que, como resultado de su propia experiencia vital, insistirá en la necesidad del esfuerzo continuado para superar todas las dificultades de la existencia, siempre desde una actitud permanente de autoritarismo y prepotencia hacia sus hijos. - Vínculos. Las relaciones con sus hermanos constituyeron una experiencia singular en la conformación de la personalidad de Franz, especialmente en lo que respecta a Georg y Heinrich, por cuya muerte se sintió culpable en cierto sentido al vincularla con sus deseos de que desapareciesen motivados por sus celos. - Estudios. La educación secundaria la cursó en el riguroso Instituto de Enseñanza Media Imperial Real. Como estudiante tuvo un papel constante en la organización de actividades literarias y sociales. Promocionó representaciones para el teatro judeoalemán. - Literato. En 1912 Kafka toma conciencia de ser escritor. Escribe en ocho horas El proceso y a fines de ese año termina de escribir Contemplación, una colección de 18 relatos que habían aparecido en varios medios. - Cumbre. En 1913 escribe su libro inicial Consideración y en 1915 la novela corta La metamorfosis. - Parejas. A principios de 1920, mantuvo una relación amorosa con la escritora, traductora y periodista checa Milena Jesenskà. En 1923 se unió a Dora Diamant, de 25 años, descendiente de una familia judía ortodoxa que se convirtió en su compañera. - Partida El estado de salud de Kafka empeoró sensiblemente con el avance de la tuberculosis que padecía. Murió en una sanatorio de Viena el 3 de junio de 1924. Su cuerpo fue llevado a Praga, donde fue enterrado el 11 de junio. - Legado. Con anterioridad a su fallecimiento, dio instrucciones a su amigo y albacea Max Brod de que destruyera todos sus manuscritos; Brod hizo caso omiso de esas instrucciones, y supervisó la publicación de las obras.
Santa Cruz de la Sierra - Bolivia, Sábado 24, Julio de 2010
Imagen: Franz Kafka
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