Friday, March 16, 2012
A propósito del fotógrafo Jorge Mario Múnera
Pablo Burgos
Trabajaba para mi maestro Engelbert Theuretzbacher en el proyecto “Un mundo de muchas caras” cuando, gracias a los buenos oficios de Roberto Burgos Cantor, pudimos conversar con Ernesto Sábato en Buenos Aires. El proyecto proponía hacer doce libros con 720 fotografías de rostros en doce ciudades diferentes. Habían logrado fotografiar rostros en Viena y Amberes; ahora lo lográbamos en Bogotá, Ciudad de Panamá y Buenos Aires. Pero libros sólo existieron dos: Viena y Bogotá. A Sábato lo visitamos con el libro de Viena. Cada libro llevaba un ensayo: el de Viena fue escrito por Iris Gniosdorsch, el de Bogotá por Armando Silva. Contar con Sábato para escribir el ensayo del libro de Buenos Aires era un sueño. Y también podía ser una ayuda importante para gestionar los recursos para la impresión del libro.
Sábato nos recibió en su casa en penumbra de Santos Lugares. Nos acompañó María Constanza. A manera de saludo Sábato le dijo: “Y vos, además de ser bonita, ¿qué más hacés?” Fue un misterio entender qué tanto veía Sábato. No recuerdo si tomamos té o café. No sé si conversamos tres o cuatro horas. O quizás menos y mi memoria sobredimensiona el encuentro. Recuerdo sí, mucho mejor, lo que nos dijo sobre la fotografía. Hojeó el libro y se rió con socarronería. Dijo que pensaba que la fotografía era un arte menor. Que quizás una serie de fotografías podría tener un sentido distinto. Miró el libro de nuevo y negó con la cabeza: “Pero algo así no...”. Para sobrellevar la incomodidad de lo que era el comienzo de una obvia negativa a nuestra solicitud, le conté que Santiago Mutis había dicho que el libro parecía un catálogo de la policía secreta (del DAS, fue lo que dijo Mutis). Se rió mucho Sábato. Nos contó entonces la anécdota vivida con Burgos Cantor, en la que viajando juntos a Manizales, casi se cae la avioneta en la que iban. Nos asombró que sus versiones eran idénticas. O se habían puesto de acuerdo, o los dos escritores habían evitado la tentación de añadir artificios literarios a la historia. Nos lo diría el cronista Germán Pinzón años después: “La realidad supera la ficción”[1].
Hace poco vi un documental sobre Henri Cartier-Bresson[2]. Él piensa también en la fotografía como un oficio, no un arte. Es interesante que cuando hablamos de la fotografía como arte, en los libros de historia del arte, en las historias de la fotografía, aparecen las fotografías de Cartier-Bresson y Kapa y Koudelka como paradigmas del arte fotográfico. Sin embargo, todos ellos fueron corresponsales, corresponsales de guerra sobre todo. Ninguno se consideró artista. En el documental Cartier-Bresson plantea lo mismo que Sábato: una o dos fotografías de un fotógrafo no significan nada. Una exposición de fotografía en la que se muestran una o dos fotografías de varios fotógrafos no significa nada. Es el conjunto de la obra de un fotógrafo lo que tiene sentido. Para Cartier-Bresson lograr una buena fotografía se reduce a un problema de geometría. O, quizás sea mejor decir, de “geometrías”.
En el documental no vemos el rostro del fotógrafo. Él insiste en que el anonimato es vital para su oficio. Debe ser un caminante, un observador anónimo, desconocido. Lo que vemos en sus fotografías es su mirada. Lo vemos a él. No su rostro. Vemos un primerísimo primer plano de su ojo. Del espejo de su ojo. De lo que el fotógrafo mira. Lo vemos a él como en un espejo.
El conjunto de la obra de un fotógrafo es un trabajo de arte mayor. Una serie de fotografías puede ser un arte mayor, no uno menor. Es la vida del fotógrafo lo que hace de su trabajo un arte. Un ser humano consagrado a la vocación, al oficio de la fotografía, todos los segundos de su vida. Consagrado a observar la vida que pasa, que le pasa, que de alguna manera nos pasa a todos, invisible. Pregunta el fotógrafo Jorge Mario Múnera (Medellín, Colombia, 1953): “Si tú, por ejemplo, fueras un fotógrafo genial, y tomaras una gran foto todos los días, lo harías en un sesentavo o un cientoveinticincoavo de segundo. ¿Qué pasa las otras 23 horas, 59 minutos, 59 segundos, y un poco más?”.
Múnera mismo responde: “la vida es lo que pasa”.
(agosto de 2011)
Publicado en el blog POST OFFICE COWBOYS (Roma-Bogotá), 15/03/2012
Imagen: Henri Cartier-Bresson/Quai de Javel, Paris, 1932
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