Thursday, March 15, 2012
JULIO PREGUNTA POR MANUEL/BAÚL DE MAGO
Roberto Burgos Cantor
Don Julio Olaciregui, quien vive en París hace ya demasiados años, me ha escrito al borde de la primavera. La calificación de demasiados a los años, se refiere al esfuerzo sostenido que hacemos los Caribes para soportar la intemperie que supone estar fuera de la cangrejera. En su caso el mar crecido de Puerto Colombia, su gris sin relente y el aroma a submarinos encallados. La desembocadura del río Grande con su trencito de juguetería y los barcos de navegación cautelosa que se ven sin adioses desde las azoteas de El Prado.
El motivo de sus letras es decirme que debe dictar una conferencia en Bergamo, Italia, y que hablará de Changó el gran putas de Manuel Zapata Olivella y de La Ceiba de la memoria. Como no ha disminuido la curiosidad que acompañó sus noches de escritor camuflado de periodista, él sigue atento a la quinta pata del gato.
Hace algún tiempo investiga las músicas, los bailes y los caminados africanos. Con una puntualidad acomodada a los relojes, que aprendió en Europa, asiste a la sala de Ana Camará en la rue Valette donde ensaya danzas africanas. Allí supo que el vestido influye en los gestos y que para soltar los nuestros, entre vuelo de ángel a ras del pecado y brincos de diablo libidinoso, hay que encontrar las modas y colores de los ancestros invisibles. Así nos regaló a Arnulfo Julio y a mi un vestido entero africano que hubiera despertado la envidia del Beny Caraballo cuando tiraba golpes sobre la lona.
Entonces me pregunta qué cómo leí a Zapata Olivella.
Al retomar los nudos de los días recuerdo que lo primero que leí fue un libro en el cual Manuel dejó testimonio de sus viajes, creo se llama Pasión vagabunda. Por ese entonces los escritores mayores cuyas novelas y cuentos hacían el cuerpo de la literatura colombiana, eran entre otros: Caballero Calderón, Mejía Vallejo, García Márquez, Manuel Zapata, Rojas Herazo, Jorge Zalamea, Cepeda Samudio. Es posible que la mayoría de ellos estuviera atrapada en una encrucijada semejante: el lastre del costumbrismo y la tentación de celebrar la naturaleza como un valor exótico, de tarjeta postal.
Sin embargo se leían búsquedas audaces. La novela de Zapata Olivella que ganó el concurso nacional de novela, Detrás del rostro, es una muestra.
Tengo la impresión que por esa época la actividad política del novelista tenía un deslinde amplio de su literatura. Es decir su literatura no servía de expresión del problema racial y discriminatorio. Pronto leí la primera novela de Zapata, con prólogo de Ciro Alegría, Tierra mojada. Es una narración digna, del buen naturalismo que conmueve al relatar el drama de los sembradores de arroz en las orillas del río Sinú.
No obstante la novela que quedó finalista en el premio Formentor, de España, En Chimá nace un santo muestra a un escritor que encontró las sendas de la experimentación y cierto riesgo narrativo. Aquí el núcleo es el bello tema de la religiosidad popular. En varias ocasiones que hablé de las novelas de Manuel con su esposa, Rosa Bosch, coincidimos en el gusto de que ésta era su mejor novela. Él tenía predilección por la referida a Hemigway.
En una de las últimas conferencias, la que ofreció en el teatrino del Jorge Eliécer Gaitán, enfrentado Manuel al cambio acelerado del mundo, los ritmos de lectura, las preferencias, dijo con admirable convicción y fe: Yo sé que seré leído en el futuro.
Publicado en El Universal (Cartagena de Indias), marzo, 2012
Imagen: Manuel Zapata Olivella
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