JORGE MUZAM
33 grados. Caen pavos asados desde un cielo azul cerúleo. Una disquisición inconducente se me escapa de las manos. Richard Ford y Milan Kundera, ambos reflexionadores literarios avezados, hurgan en el sentido de la creación desde veredas distintas. Ford desde cierta imposibilidad teórica, desde cierto resentimiento hacia el academicismo, parece llegar igual, aunque de un modo distinto, a las poco frecuentadas orillas de la gran conjunción teórica donde con tanta destreza se maneja Kundera. Flores en las grietas, de Ford, es una secuencia de pequeñas heridas del alma, de recuerdos, pareceres, cotidianeidades y simplezas, que por la exactitud y honestidad de la forma pareciera llegar muy lejos. En la mitad del libro asoma Carver, y desde entonces Ford lo hace caminar junto a él. La admiración es el sine qua non del afecto. Los testamentos traicionados, de Kundera, aclara, paso a paso, lo que parecía inaclarable. Se enderezan paradojas o se ponen al trasluz. La historia es una habitual injusticia. Ni Kafka ni Musil ni Gombrowitz enmendaron el rumbo novelístico que sus obras merecieron enmendar. Los descubrimientos de sus obras fueron tardíos, como super civilizaciones extintas de las que nadie tuvo noticias en su época de oro.
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De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 06/01/2015
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