JORGE MUZAM
Latigazos solares sobre la espalda. Recorremos el huerto aún humedecido por la lluvia de hace cuatro días. Avistamos zapallos italianos ya formados, largos porotos verdes y tomates a medio madurar. Arrancamos acelgas florecidas, lechugas alzadas y manojos de pasto para los conejos. El sol nos expulsa pronto. Volvemos a leer. Comienzos de Babbitt. Sinclair Lewis nos ofrece usinas y niebla, obreros tristes, cuervos especuladores en ciernes, norteamérica mutando hacia una injusticia mayor. Luego un mate dulce, queque de limón, y el comienzo de Las uvas de la ira. Volvemos a esa obra tal como volveríamos gustosos a un verano juvenil. Prepondera la poesía, la pintura, las nubes amenazantes, el sol abrasador. Tras la tormenta de polvo las mujeres y niños no miran el paisaje devastado sino el rostro de los hombres. Si ellos no se han derrumbado la esperanza permanece intacta. Y ellos siguen impertérritos, no bajan la vista, y eso es suficiente para que las mujeres vuelvan a cantar y los niños a jugar con cautela.
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De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 06/01/2015
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