JUAN CASTELLANOS
¡Qué viva México!
Serguéi
Eisenstein es uno de los de los directores de cine más importantes de la
historia. En la URSS publicó y estrenó El Acorazado Potemkin, La
huelga y otras obras de gran importancia. Animado con el
financiamiento que le ofreció el escritor Upton Sinclair, Eisenstein arrancó a
finales de 1930 la filmación de “Da zdravstvuyet Meksika!” (¡Qué viva
México!), una de las películas inconclusas más famosas de la historia.
Cuando declaró a los periódicos locales sobre su visita a México éste señaló:
“Durante
un mes aproximadamente me dedicaré a estudiar el ambiente mexicano, y después
procederé a la manufactura de la película basada en el asunto local. Tras este
estudio decidiré si la obra la basamos en un argumento determinado o en una
exposición fiel del país, de sus costumbres y de su pueblo, documentándome
previamente en visitas que realizaré al Distrito Federal y regiones inmediatas,
al Istmo de Tehuantepec y a Yucatán, pues no omitiré por ningún motivo las
famosas ruinas de Chichén Itzá, y mi interés por el folklore local es enorme.” [1]
Su
genialidad es indiscutible en la historia. Llegó a México en 1930, con la
verdadera necesidad de viajar por el país y retratar lo que aquí pasaba.
Evidentemente se fascinó por el Día de Muertos. Comenta. “No hay evento más
maravilloso ni de mayor dignidad que pueda ser capturado por una cámara como lo
es el Día de Muertos en México”. Su lente grabó el día de muertos.
Víctor
Serge: con Benito Juárez y León Trotsky
Víctor
Serge llegó a México en 5 de septiembre de 1941 junto a su hijo Vlady en medio
de la “media noche” del siglo XX. Ese tiempo de avance del fascismo en toda
Europa, la derrota de la república de España en la “Guerra Civil”, del triunfo
contrarrevolucionario del estalinismo en la URSS, del asesinato de León Trotsky
en México y del suicidio de Walter Benjamin en Port a Bou.
Serge es un
errante del siglo XX que terminó. Claudio Albertani lo describe así en su
prólogo a la última novela en México Los años sin perdón: “Víctor Napoleón
Lvovich Kibalchich (Bruselas, 1890-Ciudad de México, 1947), mejor conocido como
Víctor Serge, fue un apátrida sin papeles que pasó diez años en diversos
cautiverios, generalmente duros. Nunca poseyó algo y perdió repetidas veces las
pocas cosas a las que tenía apego: libros, manuscritos y objetos personales.” [2]
Resumir a
Serge políticamente es difícil. Hijo de narodnikis, de joven fue
juzgado por simpatizar con la Banda Bonnot que asediaba París, posteriormente
en Barcelona se hace militante de la CNT y anarquista convencido. En 1919
adhiere al bolchevismo y juega un rol trascendental en la fundación de la III
Internacional Comunista. Fue el traductor de un sin número de reuniones en la
sede de la I.C. En 1929 se hizo miembro de la Oposición de Izquierda y
militante de las ideas de Trotsky a quien nunca, más allá del distanciamiento
político que luego ocurrió, dejó de admirar en medio de la más feroz represión
del estalinismo.
En México,
Serge pasó su primer día de muertos en 1941 y lo relata del siguiente modo,
sorprende su mención a Benito Juárez y a León Trotsky:
“Día de
Muertos. Hemos visto en las calles pequeños esqueletos blancos o dorados, bien
hechos: cabezas de muertos de azúcar con ojos verdes o rojos. Sus nombres en
color brillante en la frente de cada cráneo. Pequeños panes con forma de
cráneos y huesos. Evocación de azúcar y más encantos.
Hemos
visitado el pequeño cementerio y la iglesia de San Fernando, a dos pasos. Un
corazón cerrado por todas partes, las piedras grises de la iglesia, las losas
con viejos nombres de los años de 1860 en el muro, como si los ataúdes fueran
un homenaje a ellos y sin duda los dejamos. Abandono.” [3]
Dice Serge
que las tumbas difieren de las europeas: “Una pequeña oficina, una máquina de
escribir y [...] bajo de bóvedas con viejos ataúdes en las esquinas, retirados
de las tumbas, vacías, calcinadas por el polvo y el tiempo. Las tumbas del
jardín aplastantes y sin estilo. Extraña necesidad en otros países de ahogar a
los muertos bajos las piedras pesadas orgullosas. Aquí no es así.” [4]
Finalmente
relata su visión sobre Benito Juárez:
“La tumba
de Benito Juárez, sin ninguna inscripción, muy sencilla, un hemiciclo o
columnata, sin una inscripción, nada, muy bello, pero sin ninguna explicación.
Largas expresiones dolientes en su estatua. El brazo inmovilizado, el cuerpo
fuerte. La cabeza es noble y verdadera, sorprendente por su sencillez, no vemos
a un hombre abatido.
Juárez
tiene una fuerte similitud con Lenin: el Lenin de la independencia mexicana,
encuentro una fuerte relación de ambos personajes. Estoy solo. Sueño por
momentos que resucita, mientras contemplo a Benito Juárez, pero recuerdo que
los hombres no resucitan, sigo mirando a Juárez y recuerdo que no pueden
resucitar y que sólo estoy soñando.” [5]
Algo relata
Serge que es curioso. León Trotsky, asesinado en México, fue recordado por los
que festejaron la tradición. Comenta: “Segunda ocasión de mi estancia en México
el Día de Muertos. Luego de la fiesta de muertos que siguieron al asesinato de
León Trotsky en México hemos visto en las calles calaveras en homenaje y
recuerdo a Trotsky. Hay pequeños ataúdes y dibujos con Trotsky muerto en
azúcar. Rechazo de Jeaninne que ve a los niños comer calaveras de azúcar.
Siendo aún europea está horrorizada por lo que sucede este día. No dura mucho
pues luego come una calavera de azúcar de ella misma.” [6]
Serge,
Serguéi
El día de
muertos se celebra en México el 2 de noviembre. Difícilmente hay una
celebración así en el planeta. Un festejo a la muerte. Cráneos de dulce,
ofrendas, gente caracterizada de Catrina, fiestas en los cementerios, poemas
titulados “calaveritas” son algunos de los elementos de dicha festividad.
Los
orígenes de este festejo se remontan a las tradiciones indígenas en particular
a la tradición nahua. Los aztecas pensaban que el inframundo, en la tradición
occidental el infierno, era un lugar de relajación, de reposo y tranquilidad.
El color
azul del inframundo difiere de modo radical a la concepción tradicional de la
muerte en occidente: mientras en la obra de Dante el infierno es rojo y lleno
de fuego en la tradición indígena nahua el inframundo, lo que nos espera a todo
después de la muerte es calmo y no existe tormento.
Mictlán,
según los nahuas, ordenado por su dios Mictlantecuhtli es un espacio de
confort, relajación y no de tormento como lo pensaron los occidentales. La
muerte según los indígenas no era lamentable: las personas pasamos a un mundo
menos doloroso que el real. Dicha celebración de la muerte se expande a las
culturas de Mesoamérica.
La historia
del día de muertos fascina a todos los extranjeros que vienen al país. Dos
personalidades son analizadas en este breve texto. Dos rusos. Dos comunistas:
uno escritor, el otro, cineasta. Ambos se fascinaron por el día de muertos en
México. Culmino, ya comenzaré a armar mi ofrenda de este año que incluye una
parte de mí, ya muerta en tiempos pasados.
NOTAS AL
PIE
[1] Entrevista a El Universal, 9
de diciembre de 1930.
[2] Claudio Albertani, “Victor
Serge y los años sin perdón” en Victor Serge, Los años sin perdón, Universidad
Veracruzana, 2014.
[3] Victor Serge, Carnets, (1936-1947), Éditions
Agone, Marseille, 2012.
[4] Ídem.
[5] Ídem.
[6] Ídem.
_____
De IZQUIERDADIARIO.COM
Imagen: S. Eisenstein en México
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