Saturday, November 26, 2011
Jurados observan “bajo nivel” de las otras obras presentadas
A pesar de que este año se postularon 40 obras al Premio Nacional de Novela, Wilmer Urrelo, presidente del jurado, señaló que la mayoría tenía un “bajo nivel”, tomando en cuenta la magnitud del evento.
Fue por eso que más allá de la obra de Claudio Ferrufino, no se escogió ninguna finalista, como ocurrió en años anteriores.
“Es una crítica que habitualmente pasa en los premios, llegan novelas tremendamente mal escritas que no están en nivel para presentarse en un premio”, dijo Urrelo, y aclarói que la obra ganadora Diario secreto es “muy buena” y que ha dejado de lejos a las otras obras.
Por eso, en el acta del jurado, se puntualiza: “Los abajo firmantes vieron con preocupación que, de manera general, las obras no presentan ni el cuidado necesario en el trabajo del lenguaje ni en la estructuración y utilización de estrategias narrativas ni en la complejidad de mundo. En consecuencia, se recomienda a los postulantes considerar estas observaciones para las siguientes versiones del premio”.
Además de Urrelo, el jurado estuvo integrado por Marcelo Villena, Alba María Paz Soldán, Homero Carvalho, William Camacho.
Una propuesta interesante
“Diario secreto, se distinguió desde un principio. Es una novela dura. Tiene una gran riqueza en su lenguaje y cuestiona mucho las estructuras morales”, comentó Urrelo.
Entre las características destacadas en Diario secreto están el uso de un lenguaje preciso y el recurso de varias voces narrativas.
La historia, contada en primera persona, narra la vida de un hombre psicópata, quien habla reiteradamente de matar y refleja así su concepción de la vida. El contexto lo sitúa como un emigrante que no deja de añorar a su natal Cochabamba.
Otro de los jurados, Marcelo Villena, comentó que “es importante valorar que en la obra se trabajó una forma narrativa correcta y que tiene la participación de varias voces”.
William Camacho, señaló a su vez que es una novela donde juegan y participan muchas voces, y que explora los lados oscuros del ser humano. “Tiene la característica de poner en crisis al lector acerca de lo que es bueno y que es malo”, finalizó.
Publicado en Página Siete (La Paz), 31/10/2011
Imagen: Wilmer Urrelo, escritor y Premio Nacional de Novela.
Wednesday, November 23, 2011
Libro mayor de Raúl Zurita/La obra del Paraíso
Juan de Marsilio
UN LIBRO GRANDE: casi setecientas cincuenta páginas de poesía. En la tapa, la foto en claroscuro del autor y un título: Zurita. Quien no conozca al poeta podría considerarlo soberbia, vanidad. Aquel que, más enterado, recuerde que ha escrito textos sobre el Desierto de Atacama o el cielo de Nueva York, pensará en una sostenida megalomanía. Si ha leído a Zurita, estará preparado para enfrentarse con el delirio -el poeta se refiere a los textos como "estas demencias"- pero más aún con la profundidad, el dolor y la grandeza.
CONÓCETE A TI MISMO. El año pasado, entrevistado por Chiara Bolognese (Anales de Literatura chilena, 12/2010, Nº 14) y anunciando este libro, justificaba así el título: "Se llama así no porque crea que yo o lo que sea mi vida tenga algo de especial, al contrario, sino porque es mi dato básico, el hecho básico de estar vivo, si puedes llegar al fondo de ese dato concreto que es tu vida, sin autocompasión ni falsa solidaridad, estarás posiblemente vislumbrando el fondo de todas las vidas; los seres humanos no somos mucho más que distintas metáforas de lo mismo y todos, más o menos, somos semejantes en nuestras angustias y miedos, en nuestra necesidad de amor, en nuestra perplejidad frente a la muerte." Al modo de Dante, hace cuestión personal del universo entero, pero a través de una rigurosa y despiadada autoindagación, poblando al mismo tiempo la propia voz de infinidad de otras voces prójimas. Un proyecto serio, en una época que el autor considera banal: "El silencio con que son recibidos hoy los grandes poemas que continúan escribiéndose, es un silencio infinitamente elocuente del tiempo que nos tocó vivir: el tiempo de la agonía del lenguaje y su sustitución por el inmenso ruido omnipresente de la publicidad."
El HOMBRE Y SU CIRCUNSTANCIA. "Yo trabajo en la obra del Paraíso, pero como uno más en el recorrido de su vida. Y trabajar con la vida es trabajar con la corrección sistemática de la propia experiencia asumida como un borrador de la experiencia que será, de la vida que alguna vez será. Es un proyecto de construcción de un nuevo sentido y de una forma social de experiencia." Lo que antecede es parte de "¿Qué es el paraíso?" uno de los textos iniciales del libro, y muestra la huella de haber vivido con esperanza el gobierno de Allende. Pero este libro también canta la derrota, la dictadura y sus horrores y luego un país que ya no sueña con asaltar ni construir el Paraíso. Por eso cierra el texto este paréntesis que lo define: "(Fragmento encontrado entre tus
ruinas)".
A la cabeza del texto, se pregunta a las gentes de Hiroshima, a los trabajadores chilenos y a las naciones de la Tierra qué es el Paraíso. Así, lo doloroso personal y nacional es, desde el arranque, ocasión de decir lo universal. Este libro está escrito en un presente inmediato pero también como si las cosas que cuenta -es poesía que se vuelve un poco novela y un mucho historia- hubiesen ocurrido también hace millones de años (ese es el sentido de la cita de Thomas Mann, "Hondo es el pozo del tiempo", que precede el cuerpo del libro y se repite, retraducida y resignificada, a lo largo del texto). Esto, emparienta a Zurita con el
Canto General, de Neruda. Pero el lenguaje de este poeta es más cercano al de Vicente Huidobro, aunque se pueda reconocer en la enunciación de las visiones de este libro -amén de acentos bíblicos y dantescos- algunas resonancias de Walt Whitman, que también influyera en Neruda. Eso sí, en este largo poema, la esperanza -que está, aunque bajo asedio- no es enfática ni desbordante.
EL POETA Y SUS MUERTOS. Este es un libro de dolor y desgarro (sus tres secciones son: "Tu rota tarde", "Tu rota noche" y "Tu roto amanecer", en alusión a la tarde del 10 de setiembre de 1973, la noche entre el 10 y el 11 y la mañana del 11 de setiembre). Es un libro de muertos recordados, si no con culpa de haber sobrevivido -que Zurita la ha sentido y expresado no sólo en su poesía- sí con el deber de dar testimonio. Esto se ve en el rescate de los Sueños, de Kurosawa, en especial aquel en que una compañía de fantasmas se reporta ante su comandante, que ha sobrevivido y regresa, derrotado, a casa. Pero también, en esta interpelación: "Mis hijos están desaparecidos y mis restos son pasto de aves carroñeras y fieras. Tú que lo sabes Zurita¿te dije alguna vez que sufría?". Queda la perturbadora sensación de que le han matado más cosas al sobreviviente que a los caídos. Así, por ejemplo, en la dedicatoria "in memoriam" de "Al amanecer", se homenajea, entre otros difuntos, a "los ríos de Chile", "Jehová", "América" y "otros sueños".
A tono con lo que comunica, el lenguaje es apocalíptico -se muestra al Pacífico o a la Cordillera precipitándose, incluso al Océano sepultando las montañas- y está modulado en prosa rítmica (eco whitmaniano), aunque hay también textos en verso libre, poemas visuales y fotos de los acantilados costeros del norte de Chile, usadas con fuerte expresividad.
EXTENUAR AL LECTOR. Ha escrito Álvaro Bisama (Revista Qué Pasa, 14/7/2011) que "como pocos libros chilenos, Zurita es capaz de extenuar al lector, de dejarlo en la intemperie de su propio desconsuelo". Si bien esto es más cierto y más doloroso para el lector chileno, y sobre todo para el que hubiera vivido el antes, durante y después de la experiencia de la Unidad Popular, la dolorida confesión personal, las constantes alusiones a otros desastres y horrores, junto y el ya mencionado tono apocalíptico, abruman al lector sensible de cualquier parte y de cualquier lugar (y más si, siendo uruguayo y maduro, tuviese heridas y pérdidas similares por las que llorar). El libro tiene que abrumar: no abrumarse ante el recuento de tanto horror sería no tener entrañas, hacerse cómplice espiritual y pasivo -por indiferencia- de los autores de crímenes que, en tanto tienen aún secuelas en proceso -se las asuma o se las ignore- se están perpetrando ahora.
Los títulos de los apartados de la sección final ("Tu roto amanecer"), impresos, casi al cierre del libro, sobre fotos de los acantilados del norte chileno y vueltos poema, resumen este anonadamiento: "Verás un mar de piedras/ Verás margaritas en el mar/ Verás un Dios de hambre/ Verás el hambre /Verás un país de sed/ Verás cumbres/ Verás el mar en las cumbres/ Verás esfumados ríos/ Verás amores en fuga/ Verás montañas en fuga/ Verás imborrables erratas/ Verás el alba/ Verás soldados en el alba/ Verás auroras como sangre/ Verás borradas flores/ Verás flotas alejándose/ Verás las nieves del fin/ Verás ciudades de agua/ Verás cielos en fuga/ Verás que se va/ Verás no ver/ Y llorarás".
ZURITA, de Raúl Zurita. Ediciones Universidad Diego Portales, 2011. Santiago de Chile, 748 págs.
Publicado en El País. Montevideo, 2011
Imagen: Portada de la obra
Wednesday, November 16, 2011
'Klimtmanía' por tierra, mar y aire
ESTRELLA DE DIEGO
Quien haya visto el cuadro, incluso una sola vez, no ha podido olvidarlo. La obra se reconoce de inmediato, pues tiene algo especialísimo que la distingue de todas las demás, algo misterioso se diría, muy bello, extraño, único; un sabor intenso a épocas pasadas, a Bizancio con sus oros, sus piedras preciosas y ese espacio poderoso y huidizo, aparente contradicción implícita entre formas muy abstractas y muy concretas, intensidad asfixiante en medio de las capas brillantes, que se expanden y se apoderan del espacio mismo, y los cuadrados multicolores -mosaicos asombrosos- que implican un orden férreo del mundo, búsqueda ávida de la totalidad. Pocos cuadros tienen la fuerza de El beso de Gustav Klimt y tal vez por esta razón ha sido reproducido tantas veces en tantas formas diferentes, símbolo nacional, un poco como el Guernica.
Pósters, postales, cajas de música, pañuelos, imanes para el frigorífico, ceniceros, dedales, bolsos, paraguas... la abundante parafernalia -cara y barata, vulgar y refinada- que se vende en museos, aeropuertos, tiendas de recuerdos y hasta librerías recuerda en el paseo por Viena que más allá del café con nata y los sombreros tiroleses hay otro símbolo igual de popularizado para explotar y exportar. Lo atestiguan los exorbitados precios que siempre alcanzan las obras de Klimt en las subastas. En las puertas del 150º aniversario de su nacimiento, que se celebrará el año que viene -Klimt nació en 1862-, su ciudad natal se ha puesto manos a la obra y le ha tomado como estandarte para una campaña publicitaria que plantea también la fuerza que poco a poco va adquiriendo el arte -y la cultura en general- en las promociones turísticas: "Viena, ahora o nunca".
Así, la Klimtmanía se va a ir apoderando de Viena durante el próximo año y en las instituciones de la ciudad, de un modo u otro ligadas al artista, se van a organizar exposiciones del pintor, uno de los principales motores de la Secesión vienesa, vertiente austriaca del art nouveau, el estilo que inundó Europa hacia finales del XIX con su aspiración obsesiva por conciliar arte e industria. Era la respuesta a una sociedad sumergida en un cambio inevitable y que se preparaba para el proyecto moderno como lo conocería el siglo XX: funcional.
Aunque habría que matizar un poco las cosas respecto a la Secesión vienesa, que desde muchos puntos de vista se aleja de las formas recargadas del art nouveau más popular. Para la Secesión la austeridad era una fórmula necesaria en su búsqueda de la obra de arte total -concepto wagneriano que se ponía de manifiesto en las puestas en escena de sus óperas-, un mundo sin fisuras en el cual ninguna cosa desentonara con el resto.
Desde los edificios o los muebles hasta las joyas o la ropa y las pinturas o el diseño gráfico... todo formaba parte de una misma realidad que perseguía cierta renovación casi espiritual en medio del cambio drástico que la sociedad estaba viviendo. Como explica el lema del monumento de la Secesión en Viena, construido a finales del XIX por Joseph Maria Olbrich y decorado por Gustav Klimt con su conocido friso Beethoven: "A cada época su arte, a cada arte la libertad". Por esas mismas fechas se publicaba la revista Ver Sacrum, el órgano de propaganda del movimiento, que entre sus colaboradores contaba con el propio Klimt, Rainer Maria Rilke o con artistas y escritores belgas de la talla de Fernand Khopff y Maeterlink o Verhaeren, con quienes los vieneses mantuvieron una relación muy productiva.
En estas relaciones se centra la primera de la serie de muestras con las que Viena quiere conmemorar el 150º aniversario del nacimiento de Klimt. En el Palacio Belvedere, cuyos impresionantes jardines son una de las visitas obligadas de la capital austriaca, se acaba de inaugurar Gustav Klimt / Joseph Hoffmann, pioneros de la modernidad, donde el espectador tiene ocasión de ver el trabajo de ambos creadores que así, confrontados, dejan clara la particularidad vienesa dentro de contexto europeo, sus relaciones con el grupo belga -entre las obras expuestas aparecen Toorop y el propio Khnopff-, la idea de la obra de arte total y el modo sobrio en el cual se planteaba el modernismo en los círculos austriacos y belgas. Cuadros raros de Klimt, como el Retrato de Barbara Flöge, la madre de Emilie, una de las muchas amantes del artista, entre las que figuró Alma Mahler, se dice; dibujos deliciosos como los animales de Jungnickle para el cuarto de los niños del Palacio Stoclet, una de las obras de Hoffmann en Bruselas; maquetas, fotos de interiores del arquitecto, dibujos de joyas, joyas, reconstrucciones de cuartos de las mansiones de los diferentes mecenas en las cuales aparecen las obras de Klimt, colocadas en su lugar original, y donde se enfatiza la idea de esa obra de arte total con el uso de colores entonados para el cuadro y las paredes, organizan esta muestra que se podrá visitar hasta marzo de 2012. El proyecto, que ha tomado como punto de partida muchas de las pinturas de la excelente colección Klimt del Belvedere, se debe completar con la visita obligada al edificio principal, donde se expone El beso.
La Albertina, el Museo Leopold, el del Teatro y el del Folklore -donde se mostrarán los trabajos de la diseñadora de moda y amante de Klimt Emilie Flöge- son algunas de las instituciones que se irán incorporando a la celebración con las diferentes propuestas a lo largo del año que viene. Sea como fuere, la oferta Klimt no acaba en las exposiciones temporales. En el propio edificio de la Secesión o en la majestuosa escalinata del Museo de Bellas Artes, que también el año próximo va a exponer los dibujos preparatorios para las pinturas de las pechinas, se puede contemplar el trabajo de Klimt. Trabajo que, por otra parte, siempre ha estado ahí y que quizás nadie ha mirado al subir deprisa en busca de los caravaggios. Quizás por eso, el joven del puesto de información del museo explica hastiado a una turista dónde están los Klimt. Da las direcciones amable, pero el mensaje queda claro: "Donde siempre han estado".
De vuelta en casa, al mirar El beso en la postal, o en el imán, o en el pañuelo, regresa a la memoria la gran aventura de esa Viena fin de siglo, la de Freud y Wittgenstein, a cuya hermana el propio Klimt hacía un retrato; la Viena desbordante de vitalidad entonces, en medio de la decadencia de un imperio, el Austrohúngaro. Ahora, promocionada a través de Klimt, se desvela fascinante en la contradicción de la propia pintura del artista, donde se resume la paradoja de aquella ciudad.
La pintura de Klimt, en apariencia decorativa y agradable a la vista, está a cada paso a punto de ser trágica, producto de un fin de siglo que vivía prendido de una sensación clara: el ocaso del mundo como lo había conocido. Después vendría el otro proyecto moderno, eficaz, funcional, y las cosas no volverían jamás a ser como antes. Así que no desaprovechen la ocasión para revivir una parte al menos de ese momento luminoso de aquel fin de siglo vienés, aunque sea orquestado desde la inevitable banalidad de una campaña turística.
Publicado en El País (Madrid/España), 11/11/2011
Imagen: El pintor Gustav Klimt
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