Friday, October 29, 2021

Así lo veo


MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

 

Ni soy Octavio Paz ni ese callejón sin otra salida que una puerta falsa es obra del mexicano Luis Barragán, tan estimado por el inolvidable arquitecto boliviano Juan Carlos Calderón. Ese callejón sin salida es la salida, aunque esto suene a una de esas cojudeces poéticas que ponen en las aceras de las ciudades populosas para ser leídas al paso y recibir un empujón. Todo forma parte de la performance en la que vivimos, hasta el callejón sin salida, al que como estamos cercanos al Día de los Muertos, le pongo Viene la muerte cantando,

El mundo es una arenita
y el sol es otra chispita
y a mí me encuentran tomando
con la muerte y ella invita.

Bajo el volcán, buena ocasión para irse al Amor de los Amores y quedarse un rato largo con la murga del Ubi sunt, los compadres de antaño, si todavía viven, que es gran asunto. Y todo para eludir que a cierta edad estás más metido en ese callejón sin otra salida que dar marcha atrás para entrar de nuevo en el espejo que lo reproduce.... Por muy azul que sea el cielo. Lo dijo uno de los Argensolas: ese cielo azul que ves ni es cielo ni es azul.


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De VIVIRDEBUENAGANA, blog del autor, 29/10/2021 

Thursday, October 28, 2021

El Puerto de Todos Santos, el Chapare 1927. Tragedia y destino


RODOLFO HENRICH ARAÚZ

En aquellos años, mi abuelo Rudolf Henrich Pliem, inmigrante austriaco, y Adela Antelo Ríos, su esposa, vivían con sus 4 hijos en, y entre Trinidad, Guayaramerin y Todos Santos navegando el majestuoso Mamoré. Mi abuelo, al igual que su hermano mayor Franz Sales Henrich Pliem, era comandante de lancha además de explorador, contador, violinista y generoso manirrota en el buen sentido de la palabra.

Mi abuela me contó la historia de un fenómeno inexplicable ocurrido un domingo despejado y apacible, casi a la oración, cuando los pocos habitantes de Todos Santos escucharon un tremendo y prolongado estruendo que parecía llegar desde lo alto del cielo, algo así como el ruido que ahora dejaría el paso de un avión supersónico a baja altura y, fue tal el espanto, que corrieron despavoridos a esconderse. Alguien, de entre los que salieron luego de su escondite, dijo, que “el Judío Errante había pasado por allí y que era el anuncio de tiempos terribles para el pueblo y que el puerto de Todos Santos tenia los días contados.

Así fuera cierto o no, al poco tiempo naufragó, temprano por la mañana, una embarcación muy cerca de arribar a Todos Santos. Entre las víctimas se contaron algunos niños que murieron arrastrados por las aguas del río.

Tiempo después, un domingo por la mañana, – evoco el hondo y amargo llanto de mi abuela al contarlo– la Ana Catarina, una embarcación de dos pisos con casco de madera y a rueda, se aprestaba a zarpar con destino a Trinidad en medio del bullicio de la gente y, sobre todo, de los niños del pueblo que, siempre que arribaba o zarpaba una embarcación, se dirigían al puerto para entretenerse viendo quien llegaba y quien se iba, Saber novedades, recibir o enviar correspondencia rompiendo así la rutina diaria del pueblo.

Niños que jugaban y correteaban sobre la cubierta, y otros en tierra cerca de la rampa de acceso. Los viajeros abordaban la embarcación. Los pequeños se disponían a bajar para ubicarse, como siempre lo hacían, a corta distancia para escuchar las campanadas y el pitar de la lancha al verla alejarse hasta perderse en los meandros del río.

En la sala de máquinas de la embarcación, se cuenta que el encargado repetía la frase “no chupa”. No se había dado cuenta de que el tubo de la bomba que succionaba el agua del río para el sistema de enfriamiento del motor lo que hacía, era succionar la arena de la playa, ocasionando el sobrecalentamiento de los calderos que, por la presión acumulada explotaron con tal fuerza, que sus escombros volaron en un perímetro de hasta 300 metros dejando un tendal de 17 muertos, la mayoría de ellos niños pequeños con sus cuerpecitos mutilados y destrozados y 21 heridos graves. Entre ellos estaba, a sus 10 años, Rodolfo (Fito), el tercero de los hijos, a quien mi abuelo encontró aún con vida con ambas piernas mutiladas. Fue vano el supremo intento por salvarle la vida, murió al día siguiente en medio de una terrible agonía y en brazos de sus padres preguntándoles ¿cuándo me voy a curar...?

El Puerto de Todos Santos, a orillas del río Chapare, que había sido la puerta de tránsito de carga de todo tipo, desde y hacia el oriente y occidente, empezó a morir también. Fueron cesando sus actividades, decayó el intercambio y el flujo fluvial. Muchas familias fueron abandonando el pueblo, entre ellas, una familia que perdió 3 de sus hijos pequeños en el horror de la explosión, mientras el río, implacable, iba carcomiendo poco a poco el pueblo hasta devorarlo por completo. Nada queda de él, tan solo el olvidado testimonio de quien vaticinó la desaparición de ese puerto que parecía tener vida propia en la dinámica de su tiempo, su historia, y su destino.

En la foto: Mi abuelo; Adela, la primogénita, primera a la izquierda; mi abuela con Hans, mi padre en sus brazos; y Selva, y Rodolfo (Fito) 

Monday, October 25, 2021

LOS DESCENSOS II


GEOVANNYS MANSO

 

cifrar el nombre de tu padre sobre el cemento áspero. lápida barata para un hombre pobre. puntilla & lámina oxidada en tu mano derecha. he sido bendecido con esta posibilidad por ser escritor y soy lo que se dice un hombre con una excelente caligrafía o eso asumen los tíos y parientes. el ejercicio de la palabra me ha concedido la gracia de dibujar su nombre: Israel Manso Camaño. paréntesis. Malengo. paréntesis. 1950-2015. solo eso. sobre el cemento áspero que mañana estará seco. adentro / en lo oscuro / los huesos de mi padre / sin mi libro / ni las fotos de sus nietos sin esas palabras que escribí para la eternidad. «es inoportuno» / dijeron.

…lo cierto es que llega un instante donde todo es caída / melladura / cierre / raíz que se quiebra. nadie nos advierte que escribir el nombre de tu padre sobre el cemento áspero dejará su cicatriz / su grito abierto / y terminarás por odiar esa certera caligrafía de copista medieval que ahora detentas…

lápida barata para un hombre pobre. guardas la puntilla & lámina oxidada que penetra la carne oxidada. sales del cementerio. abres un libro. te alejas sin más de aquellos huesos que alguna vez te acariciaron en una tarde feroz de lluvia y extravío…


Breve historia del circo, un viaje en el vientre de la humanidad


MAURIZIO BAGATIN

 

“…mais la visión de la justice est le plaisir de Dieu seul” -Arthur Rimbaud-

Voces de adentro y rumores de afuera. Pablo entra en las entrañas de una ciudad y su viaje es en el vientre de la humanidad entera. Un poco Jonás y un poco Pinocho, de Madrid a Cochabamba, Pablo deambula en una muerta ciudad viva que es una línea alba de una vida futura, que es la vida colgada de otras mil vidas. En un Pentamerón o en un Decamerón, en un viaje al fin de la noche de un poeta que, como Baudelaire, va sembrando flores en el asfalto.

Existe una literatura que son guías turísticas poéticas, parecen fuentes que han ido tomando linfa vital de un Heródoto, hoy contemporáneo. El cóndor y las vacas de Christopher Isherwood, Chuquiago de Miguel Sánchez-Ostiz y Breve historia del circo de Pablo Cerezal, este Chatwin urbano que, como un flâneur hiperactivo anda noche y día por venas y arterias de una ciudad que es un oxímoron, activa y apática, rebelde y conservadora, siempre tristemente alegre.

El viaje es al infierno de lo vivos, a través de los ojos que vieron el fuego, en un barco siempre ebrio de amor, al lado de vidas sin una sola cruz y sin ninguna delicia, el equipaje son las sinceras sonrisas de niños que penetran el corazón, como la música de Bob Marley, sin dolor. En las noches de sus vidas y en una vida que está por llegar.

“Esta es la tierra muerta esta es tierra de cactus aquí se elevan las imágenes de piedra, aquí reciben la súplica de la mano de un muerto bajo el titilar de una estrella que se apaga.” -T.S. Eliot-

23 octubre 2021

 

Sunday, October 24, 2021

El morbo de Gutenberg


MAURIZIO BAGATIN

 

El lector busca, el viejo topo escaba, lalangue nos lee. Al lector entonces van estas palabras, porque el escritor siempre escribe una sola historia, con sus variaciones, pero siempre con la ira de Aquiles, desde aquel lugar de la Mancha o por una selva oscura. Mientras para el lector se agita en el aire un placer más pernicioso, un goce que es una catarsis, el morbo de Gutenberg. Por lo menos es así desde 1456, desde aquel día que Gutenberg nos proporcionó la Biblia con las cuarenta y dos líneas, e inició a circular el morbo. Entrando en un libro nos agitamos solos, confabulamos con muchos personajes, nos quedamos a ver el paisaje, y nos damos cuenta de que la literatura sabe mucho sobre los hombres. Y nos enfermamos. La enfermedad es contagiosa, infecta rápidamente y sin la necesidad del contacto físico, luego resulta ser imposible aislar o erradicar el morbo. Hasta hoy, y por suerte, no existe vacuna, se han inventado solo algunos paliativos y unos que otros remedios, también ineficaces, por suerte. La ciencia humanística sostiene que uno puede contagiarse por “contacto psicológico”, pero también con un uso inapropiado de los sentidos, la vista, el oído, el tacto, y en los casos más incurables, con el olfato. Todos lectores nos enamoramos de nuestra enfermedad. Y seguimos viviendo en uno de estos tres estados graves de este magnífico padecimiento: la bibliofilia, la bibliomanía y la bibliolocura.

Siempre habrá metáforas y aforismos, siempre el aedo, el trovador, el cantastorie y el hablador de la esquina, el borracho del bar y las chismosas, las fabulas que se inventan a los niños. La ontológica necesidad de narrar del ser humano, el deseo de narrar y a la vez la narración del deseo dijo Walter Benjamin. En la soledad de nuestras lecturas buscamos la soledad de la escritura, el dialogo que es monólogo en un teatro con miles máscaras y con ninguna. Buscamos la verdad y la mentira, una pizca de horror y unas migajas de felicidad, la experiencia y la ficción. En los libros que curan todo tipo de enfermedades, el corazón herido con Emily Brontë y el mal de amor con Beppe Fenoglio, la arrogancia con Jane Austen y el dolor a la cabeza con Ernst Hemingway, la impotencia con Il bell’Antonio de Vitaliano Brancati, los reumatismos con el Marcovaldo de Italo Calvino, esto nos indican Ella Berthoud y Susan Elderkin. Para el morbo de Gutenberg ningún remedio. Seguimos leyendo…

Y hay libros que encontramos en otros libros, en un párrafo de Pedro Paramo el íncipit de Cien años de soledad, los plagios, las influencias, Kafka en Borges o el contrario (más bien), anticipaciones y retornos, siempre “el hecho de que cada escritor crea a sus precursores”. Mientras, en la lectura florece lo ideal que está en lo real, la música pedagógica de Platón, el folclor que se hace antropología y viceversa, el pensamiento de Pascal, una comprensión del ser.  

Más con los libros que con la gente, aunque los libros están llenos de gente. Ningún oficio, leyendo y leyendo, el leer se vuelve el oficio. Salen personajes de las hojas viejas, de entre las páginas consumidas, en la Babel que es Alejandría, en la casa del ser. Me aseguran los enfermos que, aunque inventaran un remedio, su deseo es quedarse así, enfermos en su gozar palabra por palabra la utilidad de lo inútil. En la sincera voluptuosidad del ocio que nos ofrece la lectura.  

Octubre 2021

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De REVISTA GAFE, octubre 2021



Maurizio Bagatin

Pordenone, Italia, 18 diciembre 1966

Nacido por azar en Italia, viajó un poco y escribió un poco, en la búsqueda de conjugar la huerta con la biblioteca, sigue regando jardines y cultivando palabras. Tiene textos inéditos y mucho otro material en el ciberespacio.

Lee su última obra «Para darle nombre a Sudamérica».

 

Friday, October 22, 2021

Radio Gaga a todo volumen sobre el puente de Urubó


JOSÉ ANDRÉS SÁNCHEZ

 

Tenía 17 años cuando compré ‘A Night At The Opera’. Estaba en Alemania y una de mis actividades favoritas era visitar las incontables tiendas de música de la ciudad (cualquiera que haya sido la ciudad en la que me encontraba: Colonia, Hamburgo, Stuttgart, Berlín…). Eran las épocas en las que el Cd aún reinaba; en las que las cajitas plásticas con libritos llenos de fotos deslumbraban nuestros ojos; las épocas en las que las colecciones de álbumes se exhibían en las salas de las casas.

Los alemanes (…siempre, los alemanes…) te ofrecían audífonos y te permitían escuchar los discos antes de comprarlos. Te los colocabas y evaluabas. Te daban la oportunidad de elegir y descartar. Así conocí a Phish, King Crimson, Prince, al Genesis progresivo y a un largo etcétera de bandas y músicos que hasta ahora forman parte de mi playlist vital.

Yo a ellos; a ‘los alemanes’; a mis compañeros germanos; les hice escuchar ‘Fabulosos Calavera’, el mítico álbum cuasi progresivo de los Fabulosos Cadillacs. Por supuesto, les encantó. No podía ser de otra manera. Fue durante una fiesta, cerca de la madrugada, en una casa abandonada, dentro de un sótano con muros de madera. Tanto les gustó la música que, al despertar a la mañana siguiente y con la resaca aún viva dentro de mi cabeza, me encontré con una muy desagradable sorpresa: mi disco había desaparecido. Pregunté, consulté, escuché todas las respuestas. ‘Oh, yo no sé’, ‘Oh, pero qué pena’, ‘Oh, pero, ¿estás seguro, José Andrés?’, me decían los muchachos, los alemanes (siempre…, los alemanes) con su típica cara de sorpresa germana. Cómo no adorarlos, cómo no quererlos; a ellos, a mis compañeros de Alemania. No recuerdo ninguno de sus nombres. Ni siquiera los rostros. Espero que quien haya tomado el disco para sí mismo aún lo escuche; y espero que lo recomiende; y espero que recuerde al muchacho pelilargo y latino que lo puso a todo volumen en la radio…aquella noche…durante esa fiesta…dentro de un sótano con paredes de madera. Espero…

Sí, compré ‘A Night at The Opera’ durante el invierno alemán del año 1998; pero ya conocía Queen. ¿Cómo no conocerlos? Ellos eran parte del mundo que te rodeaba desde la niñez. Llegaban a tu vida ‘de prepo’, sin explicaciones necesarias. Como los árboles, los cielos celestes, las tardes de lluvia, las copas de los árboles. Eran ellos, eran Queen; algo que debías conocer. Los zapateos y aplausos en los estadios, durante los clásicos de fútbol; las guitarreadas con amigos, ‘We Are The Champions’ a toda voz y en un inglés inentendible; las escenas del concierto de Wembley, transmitido cada sábado por la mañana en Canal 11, Red Universitaria; la enigmática historia del cantante fallecido a causa del Sida y su voz, esa maravillosa voz; ‘Wayne’s World’ y la escena en el auto, la melena rubia de Garth al ritmo del headbanging. ¿Qué más podría añadir? Queen era Queen y allí estaban: en el poster, en la radio, en la memoria colectiva, en la historia oficial. Tal vez por eso, mi ‘yo adolescente’ (y no solo el mío, también el de muchos que conozco) los daba por sentado. Muy bien lo sabemos ahora que nos acercamos a las cuatro décadas: a los jóvenes les desagradan las nostalgias. Ellos están para el presente. ¿O me equivoco, acaso?

Sí, compré el Cd de ‘A Night At The Opera’ ese frío invierno en Alemania y al llegar a casa (o mejor dicho: a la casa de los alemanes que me alojaban; una pequeña y coqueta construcción europea; acogedora y delicada; puesta sobre una colina cubierta con nieve y dentro de un barrio impecable y suburbano), lo introduje en el aparato reproductor, me coloqué los audífonos y apreté play.

Y escuché…

Es innecesario explicar más. No hace falta. Sería un ejercicio inútil. Mi consejo: buscá el disco en Deezer o Spotify; escuchalo completo y sacá tu propia conclusión. Lo que tengo muy claro es que desde esa noche, desde aquella sesión musical dentro de una habitación en una casa cualquiera de la fría nación alemana, mi amor y admiración por la obra de Queen ha sido inagotable.

(Ahora mismo y mientras escribo esto suena en mis audífonos ‘I’m in love with my car’)

Un par de días atrás una amiga escribió en facebook que lo más lindo de ‘Bohemian Rhapsody – la película’ (lo único lindo, en realidad, según ella) era que salías de la sala con ganas de escuchar más. Es verdad. Eso hice yo. Llegué a casa, encendí la compu, me coloqué los audífonos, abri Youtube, escribí ‘Queen’ en el buscador y me tiré de lleno dentro de la piscina virtual. Una cosa lleva a otra, eso es inevitable… y así fue. Una canción y luego otra y otra y después una entrevista y un corto reportaje y click aquí y click allá y al cabo de una hora miraba videos documentales acerca de la epidemia del VIH/SIDA en los ochentas, testimonios de sobrevivientes, historias de vida, investigaciones científicas, rostros de terror, cuerpos casi desintegrados, la muerte de una generación.

Hace un año (poco más, poco menos), yo enfermé. No tuvo nada que ver con el VIH, pero sí que me asusté. Para recuperarme y sanarme me sometí a un tratamiento intenso. Los medicamentos que los doctores me recetaron eran gratuitos (al menos, en ese entonces aún lo eran…, ahora no lo sé). Para recogerlos, para que me los entreguen, yo debía dirigirme a centros de salud especializados. Lugares a los que nadie quiere ir, en realidad. Durante estas visitas logré ver de cerca las instalaciones y los consultorios en los que atienden, tratan y medican a las personas que viven con VIH/Sida en la ciudad. Esperaba encontrarme con lugares lúgubres, incluso casi abandonados. No fue así. Todo parecía estar bien y en su lugar… excepto el semblante de los pacientes. Vi rostros de hombres y mujeres, de todo color, de todo tipo, de toda edad. Rostros, solo rostros. Ninguno igual que otro; todos prefiriendo no estar allí. Escuché el silencio en la sala. Percibí la presencia de algo que yo aún no puedo comprender. ¿Temor, resignación, vergüenza, fe? No lo sé.

Me importa muy poco la película de Queen y lo que en ella suceda. Las falsedades, las distorsiones de la realidad, las omisiones, las verdades. Que ellos hagan la película que quieran, yo tengo la mía. Mi historia personal con Queen. Por eso, prefiero quedarme con la siguiente imagen: Una noche de sábado en Santa Cruz de la Sierra. 2007 o 2008, alguno de esos años. Son las 3, casi las 4 de la madrugada. Estamos todos dentro del auto. Yo conduzco, me aferro al volante. Acelero. Tenemos los vidrios abiertos, el viento golpea nuestros rostros, eleva nuestros cabellos, los hace volar. Avanzamos sobre el puente, a toda velocidad, a punto de ingresar a Urubó. Dejamos atrás la ciudad; sus avenidas y sus luces; sus bares y rockolas; su música electrónica. Somos cuatro o cinco o tal vez más. Somos hombres y mujeres. En éxtasis e intoxicados. Deliciosamente extraviados. Somos estrellas de rock, leyendas… somos inmortales. En los parlantes, a todo volumen suena su majestad. Cantamos. Aplaudimos y gritamos… Respiramos.

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De AULLIDOS DE LA CALLE, blog del autor, 08/11/2018 

Tuesday, October 19, 2021

la voz viva de Marcel Schwob


ENRIQUE VILA-MATAS

 

El caso de Marcel Schwob es bien curioso y divertido y seguramente le divertiría a él mismo, hombre de tanto humor que llegó a viajar a Samoa a ver la tumba de Stevenson y cuando llegó a la isla, después de un azaroso y largo trayecto en barco, dio una mínima vuelta por allí y, según él mismo relató en carta a Marguerite Moreno, vio gente desconcertante y, además, unos hermanos maristas muy sucios y acabó huyendo de allí, no viendo nunca la tumba.

Este escritor, que murió joven en 1905, es un autor cada día más influyente en la literatura contemporánea, aunque no tiene demasiados lectores. Sin embargo, su presencia tan visible en obras de grandes autores le permite seguir muy vivo en la obra de éstos.

Ha influido en Faulkner, Borges, Cunqueiro, Perec, Bolaño, Sophie Calle, Cristian Crusat o Pierre Michon, por hablar sólo de unos cuantos. De todos modos, no estaría mal que nos diéramos una vuelta por la fuente original y acudiéramos a sus textos, porque están llenos de iluminaciones, y se abren en ellos constantes caminos de imaginación para la literatura. Y no puede alegarse ahora que leer a Schwob es algo que nos lo hayan puesto difícil, puesto que, bajo el título de Cuentos completos (Páginas de Espuma) se acaban de reunir, editados y traducidos por Mauro Armiño, todos los libros de relatos que publicó en vida, escritos en el increíble breve periodo de tiempo que va de 1891 a 1896 —Corazón doble, El rey de la máscara de oro, Mimos, La cruzada de los niños, El libro de Monelle y Vidas imaginarias—, además de un conjunto de relatos que quedó disperso o inédito.

No tiene muchos lectores, pero en todas partes del mundo hay devotos de Marcel Schwob organizándose en pequeñas sociedades secretas. Existe incluso el rumor de que la más clandestina de las células de una de esas sociedades, celosa de que sea demasiado descubierto, viene trabajando en la sombra a lo largo de los años para evitarle una popularidad excesiva.

Diez voces, diez versiones

Su libro más influyente, el que más caminos abriera y sigue abriendo, es sin duda Vidas imaginarias, donde utiliza personajes reales de la historia como Eróstrato, Lucrecio o Petronio para componer unas biografías muy breves que mezclan erudición y anécdotas de tipo extraordinario. Borges las tomó como modelo para su Historia universal de la infamia, donde los protagonistas son reales, pero los hechos pueden ser fabulosos y en ocasiones fantásticos.

Sophie Calle adora la vida imaginaria de Petronio, contada por Schwob, y creo que motivos le han sobrado siempre. Ahí Schwob desmiente la leyenda oficial, según la cual Petronio habría sido asesinado y nos cuenta que Petronio escribió dieciséis libros de aventuras y, una noche, con su esclavo Siro escapó de la condena a muerte de Nerón y, cargando con un saquito de cuero que contenía sus ropas y sus denarios, se dedicó a vagabundear por el mundo y a vivir él mismo las aventuras que previamente había escrito. Y finaliza así el relato: “Petronio olvidó completamente el arte de escribir en cuanto vivió la vida que había imaginado”.

La sombra de Schwob es tan alargada que no sólo llegó a Borges, sino a Faulkner, que tomó buena nota de La cruzada de los niños, esa historia real tan fascinante, esa leyenda en la que belleza y horror se unen para contarnos una expedición infantil al Santo Sepulcro. Schwob la ficcionó con dramatismo breve y memorable, y también con originalidad en la forma de contarla, pues buscó escapar de los cánones narrativos de la época y, huyendo del realismo de Emile Zola que tanto predominaba en aquel momento en Francia, se adentró en una narración contada con una sencillez endiabladamente compleja, construida con diez informaciones muy subjetivas acerca de un solo hecho, realizadas por los implicados en él; diez versiones, diez voces, combinándose en la exposición del drama. Esa es la estructura de La cruzada de los niños, adoptada años más tarde por Faulkner para Luz de agosto, y que Bolaño tuvo en cuenta en Los detectives salvajes.

Cuando Schwob irrumpió en la escena literaria francesa de finales del XIX, nos cuenta Armiño en su prólogo que imperaba esa idea de Zola según la cual el autor de novelas debía borrarse tras un anonimato que le permitiera el análisis de la realidad, como si ésta se hallara tras una lente de aumento al otro lado del microscopio. Y en eso llegó Schwob y, ante todos aquellos que habían sentado con Zola las bases del naturalismo, propuso lo contrario: era el individuo lo que le interesaba, “una esencia única que flota por encima de los acontecimientos históricos, de las condiciones económicas”. Para Schwob, el arte era lo contrario de las ideas generales: “El arte sólo describe lo individual, no desea más que lo único”.

Schwob ha influido en grandes autores, pero no se le puede imitar porque él fue completamente único, alguien consciente de que cada hombre no posee realmente más que sus extravagancias y sus anomalías. Las de Schwob fueron su obra, una obra literaria —por mucho que no se viera en su tiempo— de choque, incluso de vanguardia si se quiere, una obra irrepetible. Su carácter de “única” es lo que hace que, en su viaje en soledad por el espacio y el tiempo, su obra parezca que tenga una luz muy antigua. Quizás por eso la leen poco, creyéndola vieja, cuando cada día está más viva, incluso en la obra de los otros.

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De EL PAÍS, 14/12/2015

Imagen: Marcel Schwob en Haslemere, 1899

 

Allá en el Valle, donde todavía siguen las combas de Corbatta. En la vida el chanfle no agarró


OSVALDO ARDIZZONE

 

El último miércoles. Las diez de la mañana. Estoy aquí en Neuquén con Alfieri. El auto de Morales Palacios. La ruta principal que atraviesa el valle. Morales, periodista del diario "Río Negro", sabe dónde está. Al menos, dispone de las pistas... La casa del presidente del club... Si, puede estar ahí, porque, según Morales, allí pasa la noche. No sé, algo así como que eso forma parte del sueldo… ¡Oreste!.., ¡Caray que es lindo hacer moral con el muchacho juicioso que se labra el porvenir! Ese triunfador de los optimistas avisos de la televisión... Señor lector, aquí le muestro la imagen de este gran muchacho para el ejemplo que cosechó de la vida todo lo que la vida... ¡La vida! Banca con las dos únicas alternativas... Croupier que a veces se viste con frac negro... A veces con el blanco... A veces te canta la de uno. A veces la otra...  Simpática esa nota que leí el otro día. Ese muchacho que salió de la nada y que llegó a triunfar. Fama, dinero, una casa, afectos, la admiración de la gente. Estuvo muy bien el periodista porque esas notas son ejemplo…

 ¿Por qué estamos aquí, en Neuquén? Por eso que salió de Oreste. Que en un partido lo insultaron. Que hasta le pegaron. Que fue necesario llevarlo al hospital... Señor lector, aquí le muestro la imagen de este gran muchacho para el ejemplo... La calle de tierra que se va haciendo interminable, hasta allá lejos donde las largas hileras de álamos parecen juntarse... Toda la fiesta vegetal del valle.... El aroma de los manzanares. Allí está la finca del presidente... Juan Agapito Torres. Un hombre de piel oscura, de rasgos aindiados. Unos cuarenta y cinco años, tal vez. Aire reservado, lo mismo que en las palabras. Apenas si articula al pronunciarlas... Toda una vida se dedicó a la docencia. Ahora está retirado. ¿Esa finca? Media hectárea con manzanos, nogales... Algo se vende en la cosecha, no mucho... ¿Oreste? Si, duerme allí... ¿Quiere ver la habitación? La comparte con Vortiche, un chico que también juega en la Colonia Confluencia... Aunque también trabaja en la usina del valle porque es especializado en electrónica... Pero esa noche Oreste no fue a dormir... Hace ya un par de noches que no iba... ¿Ve? Es aquí donde duerme... Esas dos camas ya levantadas por la limpieza matinal.... Pero, ¿van a tomar un café?... ¿O un vaso de vino del Valle? Es glacial el señor Torres. Cuesta traspasarle ese hermetismo de gestos y palabras... Aunque la breve sonrisa sirve como preámbulo para decirnos que, en la actualidad, comenzó a hacer periodismo deportivo en el diario "Suelo Argentino"... ¿Corbatta? Y.., usted sabe cómo es... Todavía es ídolo aquí en el Valle... Pero, a veces… No, todo eso que salió en el diario no es cierto... Ni le pegaron ni tuvo problemas... Apenas un cambio de palabras con el utilero del otro club, del Italia Unida… Pero la verdad es que Oreste a veces anda en cosas ligeras que lo comprometen... Es un muchacho así, ¿vio?... Creo que ya casi ni lo escucho al señor Torres... Es un muchacho así, ¿vio? Sí que sé quién es Oreste… Lo sé desde hace mucho tiempo. Tal vez desde que lo conocí. Desde que llegó a Racing... Sí, señor Torres, sé que es un muchacho así... De las dos alternativas siempre le cantaron la otra... De los dos croupieres siempre el de frac negro... ¿Alguna alegría? Si, la pelota… El loco genial... El pequeño y frágil loco... Aquel de Racing, aquel de Lima... Aquel de la doble página de "Life" cuando aquel gol interminable... Algunos pesos en el bolsillo generoso, abierto para toda la picardía de los que se acercaban... Aquel triste rey de la corte grotesca de los tiempos de fama... Caray... Cien veces caray... ¡Simpática, simpática aquella nota que leí el otro día!... Ese muchacho que salió de la nada y que llegó a triunfar... Muy bien para el señor periodista, porque eso sirve para el ejemplo... No, si ya no lo escucho al señor Torres ¿No ve? Por ejemplo, anoche no vino a dormir aquí... Pero yo sé dónde puede estar ahora... Con el repartidor de bebidas, de la Coca-Cola, creo... Es una camioneta multicarga de color blanco con la chapa terminada en doscientos diez... Deben andar por el pueblo... Por aquí la gente lo quiere, pero a veces... Lindo hacer moral con el muchacho juicioso que se labró el gran porvenir.  Ah, ése sí que pensó en el futuro... Por eso tiene afectos, dinero, casa, mujer, hijos... La admiración de todos... No, si aquí a Oreste lo quieren... Pero, a veces. A veces... El amor que llegó una vez... Que después se fue... Y las ganas de agarrarse a la vida... Porque hace falta. Mucho más cuando uno se siente frágil, indefenso, postergado... Por eso se quiere agarrar otra vez... Aunque se equivoque otra vez... Y cien veces más. Y, entonces, después de tantas barracas, es que uno es ese que a veces... Está bien, señor Torres, ha sido usted muy amable... Me voy a buscar a Oreste por ahí... ¿Cómo me dijo? La camioneta multicarga con la chapa terminada en doscientos diez... O si no en la sede del Club Colonia Confluencia... O si no aquí mismo, en su casa, sobre el mediodía... Le agradezco su gentil invitación, señor Torres. Si, de acuerdo, almorzaremos juntos… Con Oreste también. Gracias otra vez. Hasta luego…

Ese tipo que me abraza. Ese que me trasmite el temblor. Que me hace aflojar por adentro, porque no me larga. Porque hace falta agarrarse de algo. O de alguien... Y, ahí, yo soy alguien. Como también lo es Alfieri. Dos que fueron de antes. De los viejos tiempos del loco. De aquellos años de Racing. De las nostalgias de Lima. De aquel gol contra los chilenos, ese de la doble página de "Life". Dos, de antes del crepúsculo. De antes de la penumbra... Diez años. Pasaron ya diez años desde aquella casa vacía allá en La Lucila, cuando aquel primer golpe duro. Cuando el croupier de frac negro le cantó la primera bola en contra... ¿Qué pasa, Oreste? Bien... bien... muy bien... estoy fenómeno... Aquí la estoy rompiendo... La gente es muy macanuda... Me quieren todos... Una remera a listas horizontales. Un pantalón. Un par de mocasines. Un cuerpo enjuto, delgado... Tal vez el mismo de antes, con algunos kilos más… La misma pinta. La misma manera de andar. Como si ensayara un amague, la picardía de una gambeta... De esas de antes... Moviendo la cintura. Con los brazos recogidos como en la marcha acompasada de los boxeadores... Y, después la cara. La cara que es otra. Si, que es otra. Con toda la vida que le marcan ese par de arrugas que le hunden los pómulos. Con los ojos hundidos, siempre asombrados... "Bien... bien... estoy fenómeno... Ya van a ser dos años que estoy aquí en el Valle... Y... a ver.., vine en marzo del setenta y uno... ¿Por qué llegaron ustedes? ¿Porque me pegaron en el partido con Italia Unida? No.., ¿quién me va a pegar aquí? No, si todos me quieren. _ Y se arma si me pegan... Porque se meten todos los muchachos, todos los hinchas. — ¿Quién me va a pegar a mí...? No... ni loco... Son todos grupos... Sí todos me quieren... Toda la gente me brinda la casa. Me invitan a todos lados... ¿No es cierto, Tito? ¿Lo conoce? Tito Herrera... El jefe de deportes del "Suelo Argentino", el diario de aquí... Un gran amigo... Él le puede decir todo... ¿No es cierto, Tito? Fenómeno... Muy bien..." Y ensaya otro abrazo afectuoso... Y otro con Alfieri... Y una finta como amagando un golpe... "Fenómeno que vinieron... Fenómeno. .. Ahora vengo de dormir en la casa de un amigo... ¿Ustedes buscaban la camioneta del reparto? Si, a veces voy... Son amigos... Como ahora terminó el campeonato no hay mucha obligación de entrenar... ¿Cómo anda el Cabezón Pizzuti? ¿Estaba en la selección, no? ¡Mirá vos! Pero ¿quién habrá puesto eso de que me pegaron y de que estaba en el hospital...? Mirá lo que pensará la Tita... ¿Está siempre allá en Racing? Llámela cuando llega allá… Dígale que estoy fenómeno... fenómeno. Que siempre me acuerdo de ella. ¡Qué fenómeno la Tita! De pibe me tuvo... ¿Y los viejos bien? Don César... Un gran tipo No, por mí que no se preocupen... ¿No es cierto, Tito?  Tengo todas las casas abiertas... ¿El mango? Y a veces los hinchas… Siempre algo se cobra... Igual que las pilchas... El otro día un señor me llevó a una tienda... Se gastó ciento cincuenta y cinco mil mangos en ropa... Remeras, pantalones, zapatos. Bien... De primera... Todo de primera... ¿No ve lo que Ie digo?"


¿Para qué Oreste? ¿Para qué vamos a jugar con la baraja marcada...? Fenómeno... Todo fenómeno... Ya sé, Oreste., Todo fenómeno… Señor lector... Aquí le muestro la imagen de este gran muchacho que es ejemplo... Simpática, muy simpática esa nota que leí el otro día... Ese muchacho que salió de la nada y que llegó a triunfar. Fama, dinero, una casa, mujer, hijos, afectos, la admiración y el reconocimiento de todos.... Estuvo muy bien el periodista porque esas notas son ejemplo.

"No, usted no lo quiere creer, pero ando fenómeno. Allí, tirado atrás, de ocho... Y le pego hasta mejor que antes. El chanfle... Meto cada pelotazo... Y los tiros libres. EI otro día perdimos el campeonato con el Centenario... Lástima que entramos segundos... Pero, ando bien... Fenómeno ¿Sabe los corners que tiro desde la zurda con la derecha? Pregúnteles a todos... Le meto la comba al primer palo... gol olímpico... De ésos marqué varios... Cuando vamos afuera aquí me anuncian... A Bariloche, a Zapata... También estoy en la selección de la Liga de Confluencia... ¿Hace mucho que no lo ve a Belén? ¡Mama mía qué jugador La Bruja...! ¡Qué zurda que tenía...! Antes, todo eso es de antes,  Oreste... Todo es de ayer... “Estoy en la selección de la Liga Confluencia... Así me dijo... ¿Se acuerda de Lima? Al principio no me querían los peruanos porque había tenido un problema... Después se volvían locos conmigo... ¡Las cosas que me decía Pipo! Al único que insultaba era a mí... Siempre a mí... La tribuna se divertía con las barbaridades que me decía... Pero siempre que le preguntan, el Patón dice que yo fui el mejor de Lima... Eso lo dice siempre... Porque a veces leo aquí, ¿vio? ¡Qué jugador el Patón! Mire, ése es el mal del fútbol argentino... Si ese equipo del cincuenta y siete va al Mundial lo ganamos. Seguro que lo ganamos... Pero vendieron a  todos. .. ¿Usted se acuerda que yo también tenía que irme a Italia con el Bocha, el Cabezón Sívori y Angelillo...? Pero, final, qué sé yo... Racing no me quiso vender... Y todos hicieron un vagón de guita..."

Esa tarde se cambió la pinta. Lo vi con un saco de sport claro. Un pantalón más oscuro. Camisa blanca. Corbata. El pelo alisado. "¿Y qué tal? ¿Qué se cree? ¿Que no tengo pilchas? Me iba a ir a General Roca a  ver a unos amigos... Pero mejor, me quedo con ustedes... Hay que empilcharse bien, ¿no? ¿Así que vamos a comer un asado al Aero Club...? Me dijo Tito Herrera y gran amigazo... Aquí, son gente fenómena…  Siempre hay asados... De amigos, ¿vio? Una noche en un lado. Otra noche en otro... Fenómeno, siempre así, bien, muy bien... Según como vengan las cosas voy a ver qué hago... Total, recién tengo treinta y seis... Creo que para dos años más tengo para darle en la cancha... Después, veremos. Enseñarle a los pibes... Porque ahora ayudo a los técnicos el campo... Sí, sí, hacemos dos grupos y uno lo atiendo yo y hacen caso..." ¡Todavía tengo para dos años más...! Después, vamos a ver qué hago... Fenómeno, todo fenómeno. Este tipo que ahora me abraza fuerte. Este tipo que me pega el temblor... Que me hace aflojar de adentro... "Porque a veces a uno le vienen cosas en el balero ¿vio?, y hace alguna macana. La piba que ahora debe tener como catorce... ver... sí más o menos... Después, el pibe de seis y la otra nena de cuatro..." El avión… Ya llaman para viajar, Oreste y, mejor que me vaya... Seguro que es mejor... "¿Sabe goles olímpicos que hago de córner...? ¿Sabe los chanfles que meto...? Aquí en el Valle, en todo el Sur me anuncian El Colonia Confluencia con el ex internacional Oreste Omar Corbatta..." ¡Caray! Que la bronca y la blasfemia a uno se le aprietan en la garganta... ¡Cien veces caraj...! Que este abrazo que me sigue pegando el temblor... Que me afloja de adentro... Que ese tipo, que este loco que ahora se va de espaldas, caminando con el contoneo de los boxeadores... Solo, chiquito, cada vez más chiquito... Cada vez más chiquito...

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De EL GRÁFICO, 1972

Imagen: 1957. Ricardo Alfieri retrata a Corbatta en Racing, en uno de sus mejores años.

Friday, October 8, 2021

Cartas


OLGA AMARÍS DUARTE

 

Leo en alguna parte: "La escritura de cartas es un género menor".

Me da tanta pena que empiezo a echar de menos la llegada de una carta-objeto.

Santa Teresa, a vuelapluma, escribió más de 15.000 cartas en su vida...

Virginia Woolf, a su amante Vita Nicholson, le confesó en una de sus misivas que la carta era el disfraz del ensayo: “Siempre, siempre trato de decir lo que pienso en una carta".

La carta, filiforme, se introduce a cuchilladas en el tiempo, crea una fisura, corta el plan del día en filigranas. Por su carácter exógeno, de objeto extraño, obliga a la atención, a crearle un espacio dentro de nuestra interioridad. Podría decirse que toda carta es un artefacto capaz de hacer explotar nuestra cotidianidad.

Está, también, la rotundidad del sobre, convertido en un envoltorio de pliegues que hay que ir desvelando, mondando como las frutas hasta llegar al corazón. No queda tan lejos la labor de los arúspices etruscos en esas manos que desentrañan la carnalidad del sobre. Tras el desnudamiento, llega el resplandor del negro sobre el blanco. No es porque sí la bicromía impúdica de la carta. Es el intento de una primera posibilidad de ser, el nacimiento prematuro de la palabra escrita, todavía sin adornos, sin dobles intenciones, sola y temblorosa ante el frío de la mirada que quiere entender. ¿No da la sensación de que desfallecen las palabras de una carta?

Después, con la lectura, llegarán los colores, como en aquella carta en la que Frida Kahlo le confiesa a Diego Rivera su intención de inflamar de cromatismo los contornos de su misiva: “Tú te llamarás Auxocromo, el que capta el color. Yo Cromoforo, la que da el color”. En sentido figurado, ella, Frida convertida en la carta que escribe, es Cromofora y Diego, la mirada que recorre el cuerpo gráfico del amante, el Auxocromo.

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Imagen: "Carta" de Mary Cassatt

 

 

Hay siempre un extranjero


MAURIZIO BAGATIN

 

Leer a Camus. El existencialismo de La extranjera está en el desarraigo, en aquella línea de buses San Luis-Indio Muerto-Laguna Seca, en aquel tren que en Indio Muerto no pasa desde hace 25 años. Huellas de Juan Rulfo en el cielo de cristal y en el polvo vivo.

Volver al pasado narrando nuestras historias. Nuestras costumbres innatas, el pan, el vino, la grappa. El cruel paisaje enredado en las espinas, la tierra seca, el abandono y la fuga hacia exterminados exilios, villas miserias, explotación laboral, soledades. El nuevo horizonte son desiertos verdes de soja, reconocerse en el otro, en la implacable memoria.

Baila el gaucho la zamba bajo un cielo chaqueño, el acordeón Scandali llegó con tanos hoy irreconocibles, y la Virgen del pacay olvidándose de los desaparecidos, de su gente, de su Historia.

Melancolía en el pan casero, en el arrope, en un vaso de leche de cabra. Sopla el viento de la Patagonia rebelde, un sueño de comunidad, quizás, un mañana menos extranjero.

7 octubre 2021

 

Sunday, October 3, 2021

Bella Flor, belleza y paz


MAURIZIO BAGATIN

 

“La primera realidad es siempre un alimento” -Gaston Bachelard-

Como en una fábula. El olor a pan recién horneado, las canastas bien cargadas rumbo a la ciudad. Como en una fábula. Todo de un día por otro, como un aleteo de un pájaro, se transforma y desvanece. Todo, un día, la necesidad devuelve como todo el viento devuelve a su lugar.

Pucara fue una fortaleza aymara, nos cuenta el profesor Zacarías, allá arriba va indicando con el dedo, está Pucara Punta, las piedras que van armando una muralla, adentro algunas piezas arqueológicas desparramadas, rotas por el tiempo, por la labor humana, por la entropía… El sitio arqueológico que existe en esa zona corresponde al periodo tardío, es decir, siglos XIV al XVI. Se trata de un conjunto habitacional que presenta estructuras arquitectónicas con muros de piedras emplazados a partir del curso del río/quebrada que pasa por la parte sureste con abundante cerámica superficial del estilo local conocido como Ciaco. También se nota que el sitio es (o ha sido) muy saqueado y varios sectores usados como campos de cultivo.

Si se asentaron aquí es porque aquí había agua, aquí había alimento, aquí había buen clima y un panorama de fábula. Miro a los ojos a Daniel y su mirada me confirma lo que estaba pensando, sus ojos profundos y su rostro enseñan escuchando, aprenden oyendo, transmiten en el silencio. Es el canto de los pájaros, el fluir del río, las palas del molino, el viento o el águila, la reunión de algunos insectos, el crepúsculo o la aurora, sus colores y sus humores, son los indicadores del tiempo y de la vida. Y todo esto todos lo saben, solo que ahora lo han olvidado.


Pensaba en aquel documental de Luis Buñuel, Las Hurdes, tierra sin pan y en Toco, cercana capital de panaderos que se fueron de Bolivia para amasar harina en otros países…

Nos sentamos bajo un árbol y hablamos, la fuerza telúrica de las piedras, del símbolo, de la naturaleza que nos rodea, acompañan mística o mágicamente la tertulia de campo, el dar y el recibir de la palabra, la simbiosis entre mythos y logos. Chacha-warmi, ayni, trueque, todo el pasado que pide un retorno. Fuerzas y energías capaces de un retorno a la comunidad.

Bella Flor, belleza y paz, cuatro generaciones sentadas en torno a un apthapi de rara delicia, ñawpa manka mikhuna y chicha del Valle Alto, trabajo, alimentación y convivencia. Para todo el cielo azul turqués, la tierra que reclama agua, los surcos en los callos de las manos, la mirada en el horizonte y adentro de los ojos de su gente. El viento de la tarde con perfume a eucalipto, a altamisa, más tarde nostalgia y los cerros que se hacen negros. La noche, su silencio y un libro abierto en el cielo.

La dulzura del quechua en labios milenarios, entre nosotros que dejamos temprano la ciudad buscando la palabra ausente, la sonrisa importante, el significado de la belleza. Al lado de una vid, el olivo, un jardín de delicias simples. El sonido del agua que parece hablarnos, la primera piedra de un Muju Wasi para el mañana, en las imillas que llevan los plantines, en los llocallas filmando con su iphone…

2 octubre 2021


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Imágenes: 2 de octubre en Bella Flor de Pucara