LEÓN TROTSKY
La
independencia de Ucrania y el confusionismo sectario[1]
30 de julio
de 1939
En una de
esas minúsculas publicaciones sectarias que aparecen en Norteamérica, que se
alimentan de las migajas que caen de la mesa de la Cuarta Internacional y nos
retribuyen con la más negra ingratitud, di por casualidad con un artículo
dedicado a la cuestión ucraniana. ¡Qué confusión! Su sectario autor se
opone, por supuesto, a la consigna de una Ucrania soviética independiente.
Está a favor de la revolución mundial y a favor del
socialismo, “de la cabeza a los pies”. Nos acusa de ignorar los intereses de la
URSS y de apartarnos de la concepción de la revolución permanente.[2] Nos
sindica de centristas. La crítica es muy severa, casi implacable. Desgraciadamente,
no entiende nada (el título de esta minúscula publicación, El Marxista,
resulta bastante irónico). Pero su incapacidad para comprender asume formas
tan definidas, casi clásicas, que nos permite aclarar mejor y más acabadamente
la cuestión.
Nuestro
crítico parte del siguiente planteo: “Si los obreros de la Ucrania soviética
derrocan al stalinismo v restablecen un estado obrero genuino, ¿se separarán
del resto de la URSS? No.” Y etcétera, etcétera. “Si los obreros derrocan al
stalinismo” entonces podremos ver más claramente qué hacer. Pero primero hay
que derrocar al stalinismo. Y para lograrlo no se debe cerrar los ojos ante el
crecimiento de las tendencias separatistas en Ucrania sino darles una expresión
política correcta “No volver nuestras espaldas a la Unión Soviética -continúa
el autor- sino lograr su regeneración y restablecimiento como ciudadela
poderosa de la revolución mundial; ése es el camino del marxismo.” La tendencia
real del desarrollo de las masas, en este caso de las masas nacionalmente
oprimidas, se sustituye por nuestras especulaciones sobre el mejor camino
posible que podría tomar ese desarrollo. Aplicando el mismo método, pero con
mucho más lógica, se podría decir: “nuestra tarea no es defender a una Unión
Soviética degenerada, sino a la revolución mundial triunfante que transformará
a todo el mundo en una Unión Soviética mundial”, etcétera. Tales apriorismos
son demasiado baratos.
El crítico
repite varias veces el planteo de que el destino de una Ucrania independiente
esta indisolublemente ligado al de la revolución proletaria mundial. Partiendo
de esta perspectiva general, el abecé de cualquier marxista, se las arregla sin
embargo para pergenar una receta mezcla de pasividad contemporizadora y
nihilismo nacional. El triunfo de la revolución proletaria a escala mundial es
el producto final de múltiples movimientos, campañas y batallas y no una
condición prefabricada para la solución automática de todos los problemas. Sólo
el planteo directo y audaz de la cuestión ucraniana en las condiciones
concretas dadas permitirá que las masas pequeñoburguesas y campesinas se
nucleen alrededor del proletariado, como sucedió en Rusia en 1917.
Es cierto;
el autor podría objetar que antes de Octubre la revolución que había que
realizar en Rusia era la burguesa, mientras que hoy ya se hizo la revolución
socialista. Una consigna que en 1917 podía ser progresiva en la actualidad es
reaccionaria. Ese razonamiento, totalmente imbuido de espíritu burocrático y
sectario, es falso del principio al fin.
El derecho
a la autodeterminación nacional es, por supuesto, un principio democrático, no
un principio socialista. Pero en nuestra era el único que apoya y aplica los
principios genuinamente democráticos es el proletariado revolucionario; por esta
razón las tareas democráticas se entrelazan con las socialistas. La lucha
resuelta del Partido Bolchevique por el derecho a la autodeterminación de las
nacionalidades oprimidas por Rusia facilitó en extremo la conquista del poder
por el proletariado. Fue como si la revolución proletaria hubiera absorbido los
problemas democráticos, sobre todo el agrario y el nacional, dándole a la
Revolución Rusa un carácter combinado. El proletariado ya encaraba tareas
socialistas, pero no podía elevar inmediatamente a este nivel al campesinado y
a las naciones oprimidas (a su vez predominantemente campesinas), dedicadas a
la solución de sus tareas democráticas.
De aquí
surgieron los compromisos, ineludibles históricamente, tanto en la esfera
agraria como en la nacional. A pesar de las ventajas económicas de la
agricultura a gran escala, el gobierno soviético se vio obligado a dividir las
grandes propiedades. Recién varios años después el gobierno pudo pasar a la
agricultura colectiva; inmediatamente dio un salto demasiado audaz y se vio
obligado, luego de un tiempo, a hacer concesiones a los campesinos,
permitiendo la propiedad privada de la tierra, que en muchos lugares tiende a
devorar las granjas colectivas. Todavía no se han resuelto las próximas etapas
de este contradictorio proceso.
La
necesidad de un compromiso, o mejor aun de una cantidad de compromisos, se
plantea de manera similar en lo que hace a la cuestión nacional, cuyos senderos
no son más rectilíneos que los de la revolución agraria. La estructura federada
de la Unión Soviética es fruto de un compromiso entre el centralismo que exige
una economía planificada y la descentralización necesaria para el desarrollo
de las naciones que en el pasado estaban oprimidas. Construido el estado
obrero sobre este principio de compromiso de una federación, el Partido
Bolchevique inscribió en su constitución el derecho de las naciones a la
separación completa, indicando de este modo que no considera resuelta de una
vez y para siempre la cuestión nacional.
El autor
del artículo crítico argumenta que los dirigentes partidarios esperaban
“convencer a las masas que permanecieran dentro de los marcos de la República
Soviética Federada”. Esto es correcto, siempre que se tome la palabra
“convencer” en el sentido de impulsar la experiencia de la colaboración
económica, política y cultural y no en el de la argumentación lógica. La
agitación abstracta en favor del centralismo no tiene gran peso por sí misma.
Como ya dijimos, la federación fue una desviación necesaria del centralismo.
Hay que agregar también que la composición de la federación no queda de
antemano establecida para siempre. Según las condiciones objetivas, el
desarrollo de una federación puede tender hacia un centralismo mayor o, por el
contrario, hacia una independencia más amplia de sus componentes nacionales.
Políticamente no se trata de si es conveniente “en general” que diversas
nacionalidades convivan dentro de los marcos de un estado único, sino de si
cada nacionalidad, en base a su propia experiencia, considera ventajoso adherir
a un estado determinado.
En otras
palabras: ¿qué tendencia, la centrípeta o la centrífuga, predomina en el
régimen de compromiso de una federación? O, para plantearlo más concretamente:
Stalin y
sus sátrapas ucranianos, ¿lograron o no convencer a las masas ucranianas de la
superioridad del centralismo de Moscú sobre la independencia de Ucrania? Esta
cuestión es de una importancia decisiva. Sin embargo, su autor ni siquiera
sospecha su existencia.
¿Desean las
amplias masas del pueblo ucraniano separarse de la URSS? A primera vista
podría parecer difícil responder esta pregunta, ya que el pueblo ucraniano,
igual que todos los demás pueblos de la URSS, carece de toda oportunidad de
expresar su voluntad. Pero el origen mismo del régimen totalitario y su
intensificación cada vez más brutal, especialmente en Ucrania, prueban que las
masas ucranianas son irreconciliablemente hostiles a la burocracia soviética.
No faltan evidencias de que una de las razones fundamentales de esta hostilidad
la constituye la supresión de la independencia ucraniana. Las tendencias
nacionalistas irrumpieron violentamente en Ucrania entre 1917 y 1919. En el
Partido Borotba se expresaba el ala izquierda de estas tendencias.[3] El
indicador más importante del éxito de la política leninista en Ucrania fue la
fusión del Partido Bolchevique ucraniano con la organización de los
borotbistas.
En el
transcurso de la década siguiente, sin embargo, se efectivizó una ruptura con
el grupo Borotba, a cuyos dirigentes se empezó a perseguir. El viejo
bolchevique Skripnik, stalinista de pura sangre, se vio impulsado al suicidio
en 1933 por su supuesta tolerancia excesiva hacia las tendencias nacionalistas.
El verdadero “organizador” de este suicidio fue el enviado stalinista,
Postishev, que luego se quedó en Ucrania como representante de la política
centralista.[4] Actualmente, sin embargo, el mismo Postishev cayó en desgracia.
Estos hechos son profundamente sintomáticos porque revelan la fuerza de la
presión de la oposición nacionalista a la burocracia. En ninguna parte las
purgas y represiones asumieron un carácter tan salvaje y masivo como en
Ucrania.
Reviste una
enorme importancia política el profundo alejamiento de la Unión Soviética de
los elementos ucranianos democráticos de afuera de la URSS. Cuando se agravó el
problema ucraniano a comienzos de este año no se escuchó ninguna voz comunista,
pero la de los clericales y nacionalsocialistas ucranianos sonó muy fuerte.
Esto significa que la vanguardia proletaria dejó que el movimiento nacional
ucraniano se le escape de las manos y que este movimiento ha ido muy lejos por
el camino del separatismo. Ultimamente también resultan muy significativos los
ánimos de los emigrados ucranianos en América del Norte. En Canadá, por
ejemplo, los ucranianos conforman el grueso del Partido Comunista; en 1933
comenzó, como me informó un importante activista del movimiento, un notorio
alejamiento del comunismo por parte de los obreros y campesinos ucranianos que
cayeron en la pasividad o en los más variados matices del nacionalismo. De
conjunto, estos síntomas y hechos atestiguan indiscutiblemente la fuerza
creciente de las tendencias separatistas entre las masas ucranianas.
Este es el
factor fundamental que subyace tras todo el problema. Demuestra que pese al
gigantesco avance realizado por la Revolución de Octubre en el terreno de las
relaciones internacionales, la revolución proletaria aislada en un país
atrasado fue incapaz de resolver la cuestión nacional, especialmente la
ucraniana, que es, en esencia, de carácter internacional. La reacción
termidoriana, coronada por la burocracia bonapartista, ha hecho retroceder a
las masas también en la esfera de lo nacional.[5] Las
grandes masas del pueblo ucraniano están insatisfechas con la situación de su
nación y desean cambiarla drásticamente. Este es el hecho del cual debe partir
la política revolucionaria, a diferencia de lo que hacen la burocrática y la
sectaria.
Si nuestro
crítico fuera capaz de razonar políticamente, se hubiera imaginado sin mucha
dificultad los argumentos de. los stalinistas contra la consigna de una Ucrania
independiente: “niega la defensa de la Unión Soviética”, “rompe la unidad de
las masas revolucionarias”, “no sirve a los intereses de la revolución sino a
los del imperialismo”. En otras palabras, los stalinistas repetirían los
argumentos de nuestro autor. Indefectiblemente lo harán en el futuro.
La
burocracia del Kremlin le dice a la mujer soviética: como en nuestro país hay
socialismo usted debe ser feliz y no hacerse abortos (o sufrir el castigo
consiguiente). Al ucraniano le dice: como la revolución socialista resolvió la
cuestión nacional, es su deber ser feliz en la URSS y renunciar a toda idea de
separación (o aceptar el pelotón de fusilamiento).
¿Qué le
dice un revolucionario a la mujer? “Debe ser usted quien decida si quiere un
niño; yo defenderé su derecho al aborto frente a la policía del Kremlin.” Al
pueblo ucraniano le dice: “Lo que a mí me importa es su actitud hacia su
destino nacional y no las sofisterías ‘socialistas’ de la policía del Kremlin;
¡apoyaré su lucha por la independencia con todas mis fuerzas!
El
sectario, como tantas veces sucede, se encuentra ubicado en el bando de la policía,
salvaguardando el status quo, es decir, la violencia
policial, en base a la especulación estéril sobre la superioridad de la unificación
socialista de las naciones y contra el hecho de que permanezcan divididas.
Seguramente, la separación de Ucrania es una desventaja si se la compara con
una federación socialista voluntaria e igualitaria, pero será una ventaja
indiscutible respecto al estrangulamiento burocrático del pueblo ucraniano.
Para unirse más estrecha y honestamente a veces es necesario separarse primero.
Lenin a menudo recordaba que las relaciones entre los obreros noruegos y suecos
mejoraron y se hicieron más estrechas luego de la ruptura de la unificación
compulsiva de Noruega y Suecia.
Debemos
partir de los hechos y no de preceptos ideales. La reacción termidoriana en la
URSS, la derrota de una cantidad de revoluciones, los triunfos del fascismo
(que está moldeando el mapa de Europa a su gusto) hay que pagarlos en efectivo
en todos los terrenos, incluso en el de la cuestión ucraniana. Si ignoramos la
nueva situación creada como consecuencia de las derrotas, si pretendemos que
no ocurrió nada extraordinario, si vamos a contraponer las abstracciones
comunes a los hechos desagradables, podemos muy bien estarle cediendo a la
reacción las oportunidades que tendremos de vengarnos en un futuro más o menos
inmediato.
Nuestro
autor interpreta la consigna de una Ucrania independiente de la siguiente
manera: “Primero la Ucrania soviética se debe liberar del resto de
la Unión Soviética; luego se hará la revolución proletaria y
se unificará con el resto de Ucrania”. ¿Pero cómo puede haber una separación
sin que haya primero una revolución? El autor se ve atrapado en un círculo
vicioso, y la consigna de una Ucrania independiente junto con la “lógica defectuosa”
de Trotsky quedan irremediablemente desprestigiadas. De hecho, esta lógica
peculiar –“primero” y “luego”- es sólo un ejemplo evidente de pensamiento escolástico.
Nuestro desventurado crítico ni siquiera sospecha que los procesos históricos
pueden no darse “primero” y “luego” sino paralelamente, influir unos sobre
otros. acelerarse o retardarse mutuamente; y que la tarea de la política
revolucionaria consiste precisamente en acelerar la acción y la reacción mutua
de los procesos progresivos. La consigna de una Ucrania independiente dirige
sus dardos directamente contra la burocracia de Moscú y permite a la vanguardia
proletaria nuclear a las masas campesinas. Por otra parte, la misma consigna le
da al partido proletario la oportunidad de jugar un rol dirigente en el
movimiento nacional ucraniano de Polonia, Rumania y Hungría. Ambos procesos
políticos harán avanzar al movimiento revolucionario e incrementarán la
influencia de la vanguardia proletaria.
Nuestro
sabio distorsiona mi planteo de que los obreros y campesinos de Ucrania
occidental (Polonia) no quieren unirse a la Unión Soviética, tal como está
constituida actualmente, y de que este hecho es un argumento más en favor de
una Ucrania independiente. Afirma que, aunque lo desearan, no podrían unirse a
la Unión Soviética porque sólo podrían hacerlo “después de la revolución
proletaria en Ucrania occidental” (obviamente Polonia). En otras
palabras, hoy la separación de Ucrania es imposible, y después de
que la revolución triunfe sería reaccionaria. ¡Una cantinela vieja y familiar!
Luxemburgo,
Bujarin, Piatakov y muchos más utilizaron este mismo argumento contra el
programa de autodeterminación nacional:[6] bajo
el capitalismo es utópica, bajo el socialismo reaccionaria. El argumento es
falso hasta la médula porque ignora la etapa de la revolución social y sus
tareas. Con toda seguridad, bajo la dominación del imperialismo es imposible
una independencia genuina, estable y en la que se pueda confiar de las naciones
pequeñas y medianas. También es cierto que en el socialismo plenamente
desarrollado, es decir, con la desaparición progresiva del estado, desaparecerá
también el problema de las fronteras nacionales. Pero también es cierto que
entre esos dos momentos, el del socialismo actual y el del socialismo
realizado, transcurren décadas durante las cuales nos preparamos para concretar
nuestro programa. La consigna de una Ucrania soviética independiente es de
importancia excepcional para movilizar a las masas y educarlas en el período
transicional.
El sectario
simplemente ignora el hecho de que la lucha nacional, una de las formas de la
lucha de clases más laberínticas y complejas pero al mismo tiempo de extrema
significación, no puede dejarse de lado con simples referencias a la futura
revolución mundial. Con sus miras puestas fuera de la Unión Soviética, sin
recibir apoyo ni dirección del proletariado internacional, las masas
pequeñoburguesas e incluso obreras de Ucrania occidental están cayendo víctimas
de la demagogia reaccionaria. Indudablemente se están dando procesos similares
en la Ucrania soviética, sólo que es más difícil descubrirlos. La consigna de
una Ucrania independiente planteada a tiempo por la vanguardia proletaria
llevará a una inevitable estratificación de la pequeña burguesía y facilitará
a sus capas inferiores la alianza con el proletariado. Sólo de esta manera es
posible preparar la revolución proletaria.
“Si los
obreros realizan con éxito una revolución en Ucrania occidental
[...] -persiste nuestro autor- ¿nuestra estrategia tendría que ser exigir
que la Ucrania soviética se separe y se una al sector occidental? Precisamente
tendría que ser la opuesta.” Esta afirmación demuestra bien a las claras la
profundidad de “nuestra estrategia”. Nuevamente escuchamos la misma melodía:
“Si los obreros realizan...” El sectario se satisface con la deducción lógica
a partir de una revolución triunfante que se supone ya realizada. Pero para un
revolucionario el nudo de la cuestión consiste precisamente en cómo allanarle
el camino a la revolución, cómo hallar un camino que se la haga más fácil a
las masas, cómo aproximaría, cómo garantizar su triunfo. “Si los obreros
realizan...” una revolución victoriosa, por supuesto todo será hermoso. Pero
ahora no hay revolución victoriosa; por el contrario, hay una reacción
victoriosa.
Encontrar
el puente que permita pasar de la reacción a la revolución; ésa es la tarea. De
paso, digamos que eso es lo que plantea todo nuestro programa de consignas
transicionales (La agonía mortal del capitalismo y
las tareas de la Cuarta Internacional).[7] No
hay que sorprenderse de que los sectarios de todos los matices no comprendan
su contenido. Se mueven con abstracciones, una abstracción del capitalismo y
una abstracción de la revolución socialista. El problema de la transición del
imperialismo real a la revolución real, de cómo movilizar a las masas en cada
situación histórica concreta hacia la conquista del poder, constituye para
estos sabihondos estériles un secreto escondido bajo siete llaves.
Acumulando
indiscriminadamente una acusación sobre otra, nuestro crítico declara que la
consigna de una Ucrania independiente sirve a los intereses de los imperialistas
(!) y los stalinistas (!!) porque “niega completamente la posición de defensa
de la Unión Soviética”. Es imposible comprender por qué se traen a colación
“los intereses de los stalinistas”. Pero limitémonos al problema de la defensa
de la URSS. Podría verse amenazada por una Ucrania independiente únicamente en
el caso de que ésta fuera hostil no sólo a la burocracia sino también a la URSS.
Sin embargo, planteada esa premisa (obviamente falsa), ¿cómo puede exigir un
socialista que una Ucrania hostil permanezca dentro de los marcos de la URSS?
¿O el problema se refiere solamente al período de la revolución nacional?
Sin
embargo, nuestro crítico aparentemente ha reconocido la inevitabilidad de una
revolución política contra la burocracia bonapartista.[8] Esta
revolución, como cualquier otra, presentará indudablemente determinados peligros
desde el punto de vista de la defensa. ¿Qué hacer? Si nuestro crítico hubiera
pensado realmente en el problema nos contestaría que ese peligro es
históricamente ineludible, ya que bajo la dominación de la burocracia
bonapartista la URSS está aplastada. El mismo razonamiento se aplica, idéntica
y totalmente, a la insurrección nacional revolucionaria que representa nada más
que un segmento aislado de la revolución política.
Es notable
que a nuestro crítico ni se le pase por la cabeza el argumento más serio contra
la independencia. La economía de la Ucrania soviética es parte integral del
plan. Su separación amenazaría con echarlo abajo y disminuiría las fuerzas
productivas. Pero este argumento tampoco es decisivo. Un plan económico no es
un libro sagrado. Si las secciones nacionales de la federación, pese a la
unificación el plan, empujan en direcciones opuestas, significa que el plan no
les satisface. Un plan está hecho por hombres. Puede reconstruirse de acuerdo a
las nuevas fronteras. En la medida en que el plan beneficie a Ucrania, ésta
deseará entablar los acuerdos económicos necesarios con la Unión Soviética y
encontrará el modo de hacerlo, de la misma manera en que se las arreglará para
establecer las alianzas militares necesarias.
Más aun, es
inadmisible olvidar que el gobierno grosero y arbitrario de la burocracia tiene
mucho que ver con este plan económico, y constituye una pesada carga para
Ucrania. Ello exige antes que nada una drástica revisión del plan. La casta
gobernante está destruyendo sistemáticamente la economía del país, su ejército
y su cultura; está aniquilando a la flor y nata de la población y preparando el
terreno para una catástrofe. Solamente un vuelco total puede salvar la herencia
de la revolución. Cuanto más audaz y resuelta sea la política de la vanguardia
proletaria, entre otros problemas respecto a la cuestión nacional, tanto más
éxito logrará el vuelco revolucionario y menor será su costo ulterior.
La consigna
de una Ucrania independiente no significa que Ucrania permanecería aislada
siempre, sino solamente que volverá a decidir, por su cuenta y libremente, sus
relaciones con los demás sectores de la Unión Soviética y con sus vecinos
occidentales. Supongamos una variante ideal, más favorable para nuestro
crítico. La revolución se da simultáneamente en todas las partes de la Unión
Soviética. La araña burocrática es estrangulada y barrida. El congreso
constituyente de los soviets está a la orden del día.
Ucrania
expresa su deseo de determinar nuevamente sus relaciones con la URSS. Hasta
nuestro crítico, suponemos, estará dispuesto a concederle este derecho. Pero
para decidir libremente sus relaciones con las otras repúblicas soviéticas,
para contar con el derecho a decir sí o no, Ucrania debe recobrar su libertad
de acción total, por lo menos mientras dure este período constituyente. Y a
esto no se lo puede llamar de otra manera que independencia del estado.
Ahora
supongamos que la revolución abarca simultáneamente también a Polonia, Rumania
y Hungría. Todos los sectores del pueblo ucraniano se liberan y negocian su
unión con la Ucrania soviética. Al mismo tiempo expresan su voluntad de decidir
sobre las relaciones de la Ucrania unificada con la Unión Soviética,
Polonia soviética,
etcétera. Es evidente que para decidir estas cuestiones habrá que convocar al
congreso constituyente de la Ucrania unificada. Pero un congreso
“constituyente” no significa otra cosa que el congreso de un estado
independiente que se prepara a determinar nuevamente tanto su régimen interno
como su posición internacional.
Tenemos
todas las razones para suponer que en el caso de triunfo de la revolución
mundial las tendencias a la unidad adquirirán inmediatamente una fuerza enorme,
y que las repúblicas soviéticas encontrarán las formas adecuadas de ligarse y
colaborar entre ellas. Esta meta se alcanzará sólo si los antiguos lazos
compulsivos, y en consecuencia las viejas fronteras, se destruyen completamente;
sólo si cada una de las partes es totalmente independiente. Para acelerar y
facilitar este proceso, para hacer posible en el futuro una fraternidad
verdadera entre los pueblos, los obreros avanzados de la Gran Rusia deben
comprender ya las causas del separatismo ucraniano, el potencial latente que
alberga y que obedece a leyes históricas. Deben declarar sin reservas al pueblo
ucraniano que están dispuestos a apoyar con todas sus fuerzas la consigna de
una Ucrania soviética independiente en la lucha común contra la burocracia
autocrática y el imperialismo.
Los
nacionalistas ucranianos consideran correcta la consigna de una Ucrania
independiente. Pero se oponen a relacionar esta consigna con la revolución
proletaria. Quieren una Ucrania independiente democrática y no soviética. No es
necesario entrar aquí en un análisis detallado de esta cuestión porque no tiene
que ver sólo con Ucrania sino con la caracterización general de nuestra época,
que ya hicimos muchas veces. Delinearemos solamente sus aspectos más
importantes.
La
democracia está degenerando y desapareciendo incluso en sus centros
metropolitanos. Sólo los imperios coloniales más ricos o algunos países
burgueses especialmente privilegiados pueden mantener todavía un régimen
democrático, y bastante degradado. La esperanza de que la Ucrania relativamente
pobre y atrasada pueda establecer y mantener un régimen democrático carece de
todo fundamento. Ni la independencia de Ucrania duraría mucho en un marco
imperialista. El ejemplo de Checoslovaquia es por demás elocuente. En tanto
predominen las leyes del imperialismo el destino de las naciones pequeñas y
medianas seguirá siendo inestable. Sólo la revolución proletaria podrá derribar
al imperialismo.
La actual
Ucrania soviética constituye el sector principal de la nación ucraniana. El
desarrollo industrial creó allí un poderoso proletariado netamente ucraniano.
Es el destinado a ser el dirigente del pueblo ucraniano en sus luchas futuras.
El proletariado ucraniano desea liberarse de las garras de la burocracia. La
consigna de una Ucrania democrática es históricamente tardía. Para lo único
que sirve es, tal vez, para consolar a los intelectuales burgueses. No
unificará a las masas. Y sin las masas son imposibles la emancipación y
unificación de Ucrania.
Nuestro
severo crítico nos endilga a cada momento el mote de “centristas”. Según él, el
artículo fue escrito de manera tal que constituye el ejemplo más evidente de
nuestro “centrismo”. Pero no hace el menor intento de demostrar en qué consiste
exactamente el centrismo de la consigna de una Ucrania soviética independiente.
Por cierto que no es tarea fácil.
Se llama
centrismo a la política que es por su esencia oportunista y que pretende
aparecer como revolucionaria por su forma. El oportunismo consiste en la
adaptación pasiva a la clase gobernante y su régimen, a lo ya existente,
incluyendo, por supuesto, las fronteras entre los estados. El centrismo
comparte totalmente este rasgo del oportunismo pero lo oculta, para adaptarse
al descontento de los obreros, tras comentarios radicales.
Si partimos
de esta definición científica vemos que la posición de nuestro infortunado
crítico es parcial y completamente centrista. Comienza considerando como algo
inmutable las fronteras específicas que segmentan a las naciones (accidentales
desde el punto de vista de la política racional y revolucionaria). La
revolución mundial, que para él no es una realidad viva sino el milagro de
algún brujo, debe aceptar indefectiblemente estas fronteras.
No le
interesan en absoluto las tendencias nacionalistas centrífugas, que pueden
favorecer tanto a la reacción como a la revolución, que violentan su quietista
formulario administrativo construido en base a “primero” v
“luego”. Se aparta de la lucha por la independencia nacional
contra el estrangulamiento burocrático y se refugia en especulaciones sobre la
superioridad de la unidad socialista. En otras palabras, su política (si es que
puede llamarse así a los comentarios escolásticos sobre la política de otras
personas) presenta las peores características del centrismo.
El sectario
es un oportunista que se teme a sí mismo. En el sectarismo, el oportunismo
(centrismo) en las etapas iniciales está replegado como un delicado pimpollo.
Poco a poco el pimpollo se abre, un tercio, la mitad, a veces más. Entonces se
nos aparece la peculiar combinación de sectarismo y centrismo (Vereecken); de
sectarismo y oportunismo del más bajo (Sneevliet). Pero en ocasiones el
pimpollo se marchita sin llegar a abrirse (Oehler). Si no me equivoco, Oehler
es el director de El Marxista.[9]
[1] “La independencia de Ucrania y el
confusionismo sectario”. Socialist Appeal, 15 y 18 de
setiembre de 1939. El Socialist Appeal era el periódico
semanal del SWP, que luego cambió su nombre por The Militant. Trotsky
contesta en esta oportunidad una crítica a un artículo que había escrito en
abril de 1939, que se reproduce en Escritos 1938-1939 con el
título de “La cuestión ucraniana”.
[2] La teoría marxista de la revolución permanente, elaborada
por Trotsky, plantea entre otras cosas que con el fin de llevar a cabo y
consolidar incluso tareas democrático-burguesas tales como la reforma agraria
en un país subdesarrollado, la revolución debe exceder los límites de un
proceso democrático y convertirse en una revolución socialista que establezca
un gobierno de obreros y campesinos. Tal revolución, por lo tanto, no tendrá
lugar en “etapas” (primero una etapa de desarrollo capitalista a la que
continúa en el futuro una revolución socialista), sino que será continua o
“permanente”, pasando inmediatamente a una etapa poscapitalista. Para una exposición
total de la teoría, ver La revolución permanente y Resultados y
perspectivas, de León Trotsky.
[3] El Partido Borotba [Lucha] ucraniano se mantuvo
activo entre los años 1918 a 1920, en que se fusionó con el Partido
Comunista Ucraniano. A mediados de la década del 20 los ex borotbistas se adueñaron
de la dirección del PC ucraniano y aplicaron una política de ucranización hasta
el fin de la década, en que los stalinistas se volvieron contra
Ucrania y expulsaron a los borotbistas de la dirección. La mayor parte de los
borotbistas murió en las purgas de la década del 30.
[4] Nikolai A. Shripnik (1872-1933): se unió a la
socialdemocracia rusa en 1897. Después de la Revolución de Octubre fue, en
varias oportunidades, comisario de asuntos interiores y de educación en la
República Socialista Soviética de Ucrania y miembro del comité Central del
Partido Comunista Ucraniano. Escritos 1932-1933 se publica
un artículo sobre su suicidio. Pavel P Postishev (1888-1940):
fue un viejo bolchevique que se convirtió en miembro del Politburó en 1926 y
secretario del Partido Comunista de Ucrania. Fue arrestado en 1938 y ejecutado,
pero luego rehabilitado por las revelaciones de Jruschov.
[5] Termidor de 1794 fue el mes del nuevo calendario
francés en que los jacobinos revolucionarios encabezados por Robespierre fueron
derribados por un ala reaccionaria de la revolución que no avanzó lo
suficiente, sin embargo, como para restaurar el régimen feudal. Trotsky utilizó
el término como analogía histórica para designar la toma del poder por la
burocracia conservadora de Stalin dentro del marco de las relaciones de
producción nacionalizadas. Bonapartismo es un término
marxista que describe un régimen con ciertos rasgos de dictadura durante un
período en que el dominio de clase no es seguro; está basado en la burocracia
militar, policial y estatal más que en partidos parlamentarios o un movimiento
de masas (ver el ensayo de Trotsky “El estado obrero, termidor y bonapartismo”,
en Escritos 34-35).
[6] Rosa Luxemburgo (1871-1919): fue una dirigente notable
en la historia del movimiento marxista y destacada adversaria del revisionismo
y el oportunismo antes de la primera guerra mundial. Organizó el Partido Social
Demócrata Polaco y fue líder del ala izquierda de la socialdemocracia alemana.
Encarcelada en 1915, ayudó a fundar la Liga Espartaco y el Partido Comunista
Alemán. Fue asesinada por miembros del gobierno socialdemócrata durante la
insurrección de enero de 1919. Su principal discrepancia teórica con los
bolcheviques residía en la cuestión de la autodeterminación nacional. Nikolai
Bujarin (1888-1938): viejo bolchevique que se alió con Stalin contra
la Oposición de Izquierda hasta 1928. Sucedió a Zinoviev como presidente de la
Comintern desde 1926 a 1929. Fue líder de la Oposición de Derecha en 1929;
expulsado, luego capituló, pero igualmente lo ejecutaron luego del tercer
juicio de Moscú, en 1938. Georgi L. Piatakov (1890-1937): se
unió al Partido Bolchevique en 1910 y realizó tareas partidarias en Ucrania.
Durante 1915-1917 se opuso a la posición de Lenin sobre el derecho de las
naciones a la autodeterminación. Fue miembro del gobierno de la Ucrania
soviética después de la Revolución de Octubre. Expulsado del Partido Comunista
en 1927 por pertenecer a la Oposición de Izquierda. Capituló ante Stalin y le
fueron concedidos importantes cargos en la industria, pero igualmente fue
víctima del segundo juicio de Moscú.
[7] Este documento, también conocido como Programa de Transición, fue
adoptado por la conferencia de fundación de la Cuarta Internacional en 1938 Su
texto completo se puede hallar en El programa de transición para la
revolución socialista, de León Trotsky.
[8] Trotsky llamó a una revolución política contra la
burocracia stalinista para restaurar la democracia soviética y una política
exterior internacionalista revolucionaria. Entendía por revolución política el
derrocamiento del régimen stalinista preservando las relaciones de propiedad
que hizo posibles la revolución de 1917.
[9] Georges Vereecken fue representante de una tendencia
sectaria en la sección belga del movimiento trotskista. Henricus
Sneevliet (1883-1942): fundador del Partido Comunista de Holanda e
Indonesia. Abandonó el PC en 1927 y en 1933 se alió al movimiento de la Cuarta
Internacional; firmó el primer llamamiento público para constituir una nueva
internacional (“La Declaración de los Cuatro”, en Escritos
1933-1934). Pero, rompió con la Cuarta Internacional en 1938 por
diferencias con la política sindical y la guerra civil española. Hugo
Oehler: dirigió una fracción sectaria del Partido Obrero de
Estados Unidos que se oponía por principio a la entrada de ese partido al
Partido Socialista como forma de llegar al ala izquierda del mismo, que se
fortalecía numéricamente cada vez más. El y su grupo fueron expulsados en 1935
por violar la disciplina partidaria.
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