Sunday, August 28, 2022

En la playa


NATHALIE SIGRITZ DORÉ

 

En la terraza del restaurante, un niño pequeño lame una silla de plástico de arriba a abajo. Luego encaja su cabeza entre el asiento y el respaldo, quedando así guillotinado.

He abierto el sobre de aceite para aliñar la ensalada con mi proverbial delicadeza y ahora estoy tan grasienta como un cubito de aceite de coco.

Muy buena la ensalada sin condimentar. Me lamo entre bocado y bocado para oler el aderezo.

Mi hija se lanza de cabeza sobre una medusa. Se justifica diciendo: "no había nada en el agua". Ahora tiene un ojo y una mejilla que parecen un cuadro de Kandinsky.

Pasa un deportista apuesto que podría ser mi hijo, pero no lo es. De hecho, le sonreí con la seguridad de que no pasaba por una milf. El sombrero, el pareo y las grandes gafas me sitúan entre Jessica Fletcher y Loles León.

Mi hija, con una chuleta untada en la mejilla, me da un codazo y me dice: déjalo, son mis cosas.

Ahora me voy a duchar con un desengrasante.

Ah, qué hermoso el mar.

_____

Imagen: Maurice Prendergast, 1897

 

Thursday, August 25, 2022

El espectro de García Lorca


JAVIER VAYÁ ALBERT

 

Largo espectro de plata conmovida apareció en mi cuarto, el 18 de agosto a las cuatro de la mañana, mientras yo no dormía. Pues no dormía nadie por el cielo. Nadie. Nadie. Su nombre no me hizo falta, el mío no existía. He soñado que me soñaban y al buscarme no me encontraron. Me dijo con la lucidez del que comprende que lo han asesinado. Me lo dijo con los ojos cansados e iluminados por una pequeña quemadura infinita. Tres pecados cometió, tres pecados, rojo, poeta y maricón. Y dos besos de pólvora negra como castigo, se jactaron sus asesinos. Quiso llorar porque le daba la gana, de modo que le ofrecí un hombro donde solloza la muerte.

Al despertar o marcharse el fantasma, o ambas cosas, me levanté con el temblor del fusilado y el sabor a hormigas de la derrota. España es una mansión encantada edificada sobre el légamo de la ignominia. Un cementerio disimulado bajo los cimientos de la crueldad y la más repugnante impunidad. En la televisión, día tras día, los vencedores y los nietos de los verdugos de Lorca se orinan desde sus escaños en el dolor y en la memoria. Tienen, por eso no lloran, de plomo las calaveras. No solo Federico García Lorca, miles y miles de víctimas sin duelo ni tierra pueblan la tierra yerma de vergüenza de nuestra geografía. España es una madre loca sonriendo a la cámara mientras ahoga a sus hijos en la bañera.

Largo espectro de plata conmovida visita mi cuarto cada 18 de agosto a las cuatro de la mañana. Dice llamarse Federico García Lorca y llevar ochenta y seis años asesinado. Enterrado en algún lugar sin nombre ni coordenada de Granada. Le digo que yo también soy poeta, pero menos. Ambos nos quedamos a veces callados contemplando como el tiempo va sobre el sueño hundido hasta los cabellos. Soñando con un país que no fusile a sus poetas y condecore a torturadores o celebre misas en honor a dictadores. A veces me quedo dormido mientras le escucho tararear algo parecido a esto: Porque te quiero, te quiero, amor mío,
en el desván donde juegan los niños...

Nota: Las partes en cursiva de este texto son versos de distintos poemas de Federico García Lorca.

_____

De EL IMPARCIAL, 25/08/2022

Imagen: Retrato de Federico García Lorca por Salvador Dalí, 1924 

 

Camino a Taos. (De Billy the Kid a ‘Breaking Bad’)


ALFONSO DOMINGO

 

Nuevo México es el quinto estado más extenso de Estados Unidos, más de media España, pero sólo poblado por dos millones y medio de personas. El único que tiene el español como idioma oficial, junto con el inglés. Una tierra cuya orografía recuerda muchas veces a España. Tras el viaje por las montañas con los hispanos y el pow-wow indio me ha quedado muy claro que esta es una tierra donde las cosas están cambiando hacia la tolerancia, el respeto de los otros y sus creencias. No es extraño que la visita a Nuevo México del candidato republicano Donald Trump desatara tantas protestas

Un viaje a Nuevo México da para todo. Para ver nevar en las montañas, asistir a un Pow-wow –encuentro anual de todos los indios norteamericanos–, reunirse con los descendientes de los judíos ladinos que se establecieron en el territorio y asistir a un posible rebrote de la lucha de los hispanos por el uso de la tierra frente a las agencias federales forestales de Estados Unidos. En esta “tierra del encanto” siempre rememoro episodios del pasado común que la ligan con España. Y también se puede asistir a disturbios violentos producidos por la visita del candidato republicano Donald Trump en un Nuevo México de mayoría hispana que no le perdona su arrogancia y sus insultos. Esa intensidad y variedad me espera cuando aterrizo en Albuquerque un día soleado. La atmósfera es luminosa, limpia. Se nota la altitud y la cercanía del desierto, y cómo se arracima la vida vegetal a lo largo de la cinta verde del río Grande.

 

Nuevo México es una muestra de las tendencias de una realidad tan cambiante y plural como es la de Estados Unidos. Llego para presentar en la universidad La balada de Billy el Niño, la segunda novela escrita en español sobre este héroe de los hispanos, y también para visitar a viejos amigos. “¡Qué envidia!”, me decían algunos amigos en Madrid, antes de partir. “¡Vas a los paisajes de Breaking Bad, mi serie favorita. Conozco Albuquerque y el desierto de Nuevo México por los escenarios de la serie. ¿En serio es así, tan impresionante?”. Sí, lo es, me digo mientras pienso en esas dos figuras, Billy the Kid y Breaking Bad, “volviéndose malo”, y no me sorprende cuando recién llegado, mi amiga Cyndy García me cuenta que están preparando en el Museo de Albuquerque una exposición para el año que viene cuyo título provisional es De Billy the Kid a Breaking Bad. 

 

Cyndy García es la subdirectora del Museo de Albuquerque, un museo municipal que recoge arte, costumbres y tradiciones en pleno corazón de la vieja ciudad. Un lugar obligado si se quiere saber de la historia de esta tierra y de sus pobladores antiguos, los indios pueblo y navajo, entre otros. Destaca por lo novedoso de sus propuestas, su didactismo y sus exposiciones temporales. La que preparan para el año que viene, Billy the Kid to Breaking Bad, versará sobre la presencia y contribución de Nuevo México en la industria del cine. Pienso en la mítica película de Sam Peckinpah, Pat Garrett y Billy The Kid (por cierto, rodada en Durango, México), y en otras varias filmadas aquí sobre esa misma figura. “Tratará, aparte de las demás películas históricas, o sobre Billy the Kid, de otras ficciones, sobre Breaking Bad y Better Call Saul (la serie que siguió a Breaking Bad pero en vez de ser después, es antes)… De cómo llegaron a lo de Walter White. Acerca también de actores que son de aquí o que viven temporadas aquí, como Julia Roberts, Robert Redford, o Neil Patrick Harris” –avanza Cyndy algunos contenidos.

 

En Breaking Bad, la historia de la trasformación de Walter White de profesor de química en un productor de drogas cautivó la imaginación de las audiencias de televisión en todo el mundo. Ha sido considerada una de las mejores serie de toda la historia, por sus diálogos, los dilemas que plantea y una fotografía potenciada por inmejorables paisajes, que imprimen carácter. Para algunos estudiosos del fenómeno se trata de una reinvención de los temas literarios clásicos: un protagonista que sale a una búsqueda y descubre cosas sobre él y el mundo es una convención bastante común en la narrativa americana. Típicamente el héroe encuentra el mal a lo largo del camino y adquiere la sabiduría mundana. Vince Gilligan, el creador de Breaking Bad, ofrece una variante dinámica de esta búsqueda, planteando la pregunta de hasta dónde irá un hombre desesperado que afronta la muerte para alcanzar el sentido de sí mismo y la seguridad financiera para su familia. Aunque en principio iba a rodarse la serie en California, las facilidades dadas a la filmación en Nuevo México hicieron que al final acabara situándose aquí, lo que sin duda ha sido un acierto. Cyndy García, que se está viendo algunos capítulos de la serie –le confieso que yo he visto cinco– comenta el impacto positivo que ha tenido para el potencial cinematográfico del Estado.

 

Sin embargo, su opinión no es la única aquí. Hay una buena parte de los habitantes de Nuevo México que no están de acuerdo. “No tengo mucho que decir sobre la serie Breaking Bad, porque no me gustó. Vi solo algunos capítulos, no había mucho que ver. No me gustó porque, desde mi punto de vista, era otro programa glorificando el uso de las drogas y los traficantes que se dedican a ese vicio tan horroroso”. El que responde a mis preguntas es mi amigo José Martínez. José, descendiente de una mítica familia de hispanos, los Vigil, nació en la zona de Santa Fe. Hoy retirado, fue abogado durante 50 años, y 40 de ellos ha estado enseñando en la facultad de la universidad de Albuquerque. Tenía una pasión, la música. Tocaba la guitarra y el bajo en varios grupos que salieron en los sesenta. “Pero dejé ese camino. Era éxito fácil, mucho dinero, y muchos de los músicos de entonces cayeron en la droga y en una vida disoluta. Una gran parte ya están muertos”. Hoy, con los restos de aquellos grupos organiza de vez en cuando programas y shows con la música de aquellos años. Ha hecho una docena de representaciones en Nuevo México y estados vecinos, con gran éxito. He visto alguno de esos largos programas, de varias horas, en los que el público ni se mueve del asiento. “Después de que me retiré, pensé en dedicarme a lo que más me gustaba. Reuní a los componentes de las bandas más famosas, tocábamos swing, rock, balada… Ahora estoy a punto de sacar un disco con composiciones mías, pero que recuerdan aquellos días. Se va a titular Santa Fe Swing”. Oigo el tema, lleno de ritmo, donde canta en español recordando aquel rito del baile de los sábados y el circuito donde todos iban a ver y dejarse ver en la plaza: la felicidad parecía posible y alcanzable. Le hablo de si conoce la palabra tontódromo, que le provoca hilaridad. Ya sabemos, le digo, que somos pueblos separados por un idioma común.

 

“En todos mis años de profesión siempre he visto de lo que es capaz la condición humana. El 90% de los crímenes es por dinero, por sacar ventaja de una situación, saltarse las reglas para gozar de mejor posición”. Puede que sea una característica aguda más del sistema norteamericano, le digo a José, a lo que se suma el tema de la libre posesión de armas. Un cóctel explosivo, sobre todo donde hay miseria y desigualdad.

 

 

Presencia hispana

 

Viajo con Cyndy y José a visitar a viejos amigos en Santa Fe y Taos. “¿Por qué no escribes algo que se llame Camino a Taos?”, pregunta José, mientras conduce por las montañas de Nuevo México. Está ya entrado el mes de mayo, pero nieva. Esta nieve no es tan insólita en las montañas de Nuevo México, con una altitud de más de 2.500 metros. Hacia ellas nos vamos deslizando desde Santa Fe, pasando por poblaciones y caseríos cuyos nombres siguen teniendo resonancias españolas: Las Trampas, Peñasco, el santuario de Chimayó.

 

Nuevo México es el quinto estado más extenso de Estados Unidos, más de media España, pero sólo poblado por dos millones y medio de personas. Grandes espacios, frontera con dos estados mexicanos, Chihuahua y Sonora. El único que tiene el español como idioma oficial, junto con el inglés. Una tierra cuya orografía recuerda muchas veces a España. En las montañas, uno a veces parece trasportarse a otra época. Y sí, anclado en un tiempo difuso, uno puede entender la fascinación que esta tierra suscitó entre algunos intelectuales. La mecenas Mabel Dodge Luhan llegó aquí y trajo a partir de 1920 a creadores como Ansel Adams, Willa Cather, Aldous Huxley, Carl Jung, D. H. Lawrence, Georgia O’Keeffe, Thornton Wilder y Thomas Wolfe. Todos reflejaron las experiencias obtenidas, en especial el psiquiatra Carl Jung y el escritor D. H. Lawrence.

 

En Memorias, sueños, reflexiones (1973) Jung describió su encuentro con indios americanos en Nuevo México en 1925. Aunque fue poco tiempo, tuvo un efecto profundo y duradero sobre Jung, que lo relató profusamente en sus escritos. Su experiencia en Nuevo México, según escribe, lo hizo consciente de su encarcelamiento “en el conocimiento cultural del blanco”. En el pueblo indio de Taos, Jung habló por primera vez con un indio, Antonio Mirabal Hopi (también conocido como Ochwiay Biano y Lago de Montaña), quien le dijo que los blancos eran siempre difíciles y estaban agitados: “No los entendemos. Pensamos que están locos”. Jung le preguntó por qué. “Ellos dicen que piensan con sus cabezas –respondió-. Pensamos aquí, dijo él, indicando su corazón”. Impresionado, Jung dijo que él, Lago de Montaña había revelado una verdad significativa sobre los blancos.

 

Jung atribuyó la dignidad y la serenidad de los indios Pueblo a su relación a la deidad, y la creencia de que sus rituales eran esenciales para mantener el funcionamiento del universo. En opinión de Jung, las creencias religiosas y cosmológicas de todas las culturas son útiles para ayudar a que su existencia parezca significativa, y no hay ninguna más importante que las demás. La teoría de Jung de tipos psicológicos ha sido comparada a las pinturas de arena circulares del navajo, que simbolizan la historia mítica de los dioses, los antepasados y la humanidad.

 

Algunos estudiosos de los indígenas norteamericanos como Bonnie y Eduardo Duran (1995) criticaron a Jung por su visión demasiado idealizada de indios americanos, y que no viera que la opresión sufrida por estos a manos de los blancos les podía llevar a la muerte. Recuerdo que la primera vez que llegué al pueblo indio de Taos busqué que alguien me mostrara el árbol al que se había abrazado Jung, una anécdota que cuenta en su libro. Nadie lo sabía. Hoy visitamos también el pueblo –por supuesto hay un impuesto turístico–, donde los indígenas tienen marcado un circuito que casi se reduce a la plaza principal. Si te equivocas, educadamente te lo hacen saber. Algunas tiendas de artesanía y la iglesia se asoman a una plaza abierta con las típicas estructuras de adobe y por cuyo centro corre un río impetuoso.

 

En el otro pueblo de Taos, más turístico y de servicios, centro de una extensa área, se pueden rastrear ya desde la placa del hotel de la plaza, la presencia del escritor inglés D. H. Lawrence, el famoso autor de El amante de Lady Chaterley. D. H. Lawrence Ranch, tal y como se conoce ahora, fue la casa del novelista ingles durante dos años en durante los años veinte del siglo pasado. Una propiedad de 0.65 kilómetros cuadrados, llamada anteriormente Kiowa Ranch, situada a una altitud de 2.600 metros en Lobo Mountain, a unos 29 kilómetros al noroeste de Taos. La Universidad de New México es su actual propietario. Está inscrito en el registro nacional de lugares por el Estado de Nuevo México como propiedad cultural.

 

Lawrence y su mujer Frieda recibieron una invitación en noviembre de 1921 de Mabel Dodge, lectora del escritor inglés. Mabel era una acaudalada mecenas de artistas y tenía residencia en Taos, donde se había casado con Tony Luhan, un nativo americano de Taos Pueblo. Lawrence y Frieda llegaron a Taos en septiembre de 1922. Hubo sus más y sus menos con sus anfitriones, y Frida y Lawrence viajaron a México antes de retornar a Europa. Finalmente en 1923 el novelista volvió a Taos. Frieda con otros familiares regresó más tarde y se hospedó en casa de Mabel. Finalmente el matrimonio se trasladó al rancho que le ofreció Mabel, y Lawrence le dio a cambio el manuscrito de Sons and Lovers.

 

D. H. Lawrence escribió aquí una gran parte de su novela St Mawr y comenzó La serpiente emplumada, en el verano de 1924. Aldous Huxley le visitó ese año en el rancho. Poco después los esposos viajaron a México donde descubrieron la tuberculosis que afectaba al escritor. Volvió a Europa y nunca regresó en vida: murió en Francia en marzo de 1930. Años más tarde, sus restos fueron exhumados, cremados y sus cenizas llevadas al rancho por Angelo Ravagli, que sería el segundo marido de Frieda. Se suscitó una controversia sobre cuál había sido el destino final de las cenizas de Lawrence, aunque se cree que fueron mezcladas con el cemento con el que se levantó el memorial al escritor inglés. Después de su muerte en Taos en 1956, Frieda fue enterrada en el rancho y la propiedad fue heredada por la Universidad. Existen dos pequeñas viviendas y un almacén. Y en este caso, se puede ver en el exterior un largo pino conocido como el árbol de Lawrence. El escritor frecuentemente trabajaba en una pequeña mesa en su base. Él lo consideraba su ángel guardián y en su sombra se sentía seguro. Más tarde, en una de las primeras visitas del verano de 1929, la pintora Georgia O’Keeffe pasó algunas semanas invitada en el rancho. En ese año pintó el árbol de Lawrence.

 

Hablar de los árboles, los bosques y la tierra es volver a la realidad de Nuevo México. En Taos se han celebrado algunas reuniones importantes entre ganaderos y agricultores hispanos y técnicos de las agencias forestales federales. Desde hace semanas hay una tensión en la zona que no se disipa. Y que trae recuerdos, los del grupo de López Tijerina y su lucha por el uso de la tierra, por “las mercedes”, en 1967.

 

 

Tierra amarilla

 

Hasta aquí he venido siguiendo el rastro de lo publicado por el Albuquerque Journal. El periódico local anuncia que el nuevo plan forestal renueva la vieja lucha de los hispanos por el uso de la tierra en el noreste de Nuevo México. Se habla de la lucha de Reies López Tijerina por las “mercedes” a finales de los años 60. El viejo tema: anglos contra hispanos. El 5 de junio de 1967, la Alianza Federal de Mercedes –que se conoció simplemente como La Alianza–, dirigida por Reies López Tijerina, asaltó el palacio de justicia en Tierra Amarilla. La intención era liberar a casi una docena de miembros de su grupo que habían sido detenido dos días antes y hacer un arresto ciudadano para procesar al fiscal público Alfonso Sánchez. La confrontación de dos horas causó dos heridos: un guardia de la prisión con un tiro en la mejilla y un ayudante de un sheriff golpeado con dureza. Los asaltantes escaparon liberando a los suyos y con dos rehenes más.

 

Aquella acción se debió al enfrentamiento entre activistas y el Servicio Forestal estadounidense. Y, casi cincuenta años más tarde, las relaciones entre el Servicio Forestal y terratenientes hispanos en el norte de Nuevo México se vuelven a crispar: “No hay ninguna confianza en el Servicio Forestal. Allí se han equivocado demasiadas veces”. El que habla es Moisés Morales, que fue guardaespaldas de Tijerina en el momento de la incursión en el palacio de justicia de 1967. Hoy es secretario del condado de Río Arriba y tiene su oficina en aquel mismo palacio de justicia de Tierra Amarilla. Todavía se pueden distinguir algunos agujeros de bala del tiroteo de hace cincuenta años. Pero a pesar del tiempo transcurrido, sus sentimientos no han cambiado.

 

“Ellos nos robaron 32 millones de acres de tierra sin la aprobación de Congreso, simplemente con una firma, continuando con la adquisición sistemática de propiedad del gobierno estadounidense comenzada por el presidente Theodore Roosevelt”. Una propiedad de la tierra sobre la que Morales, hablando en nombre de los hispanos, afirma que tienen derecho. “Es la propiedad concedida a los colonos españoles del Sudoeste por el rey de España”.

 

El proceso que recuerda otras épocas ha surgido a raíz de un proceso del Servicio Forestal para redactar su plan de dirección para el parque nacional Carson, en el norte de Nuevo México, un documento que tarda cuatro a cinco años en desarrollarse. El Servicio Forestal administra 1.3 millones de acres de Carson. El gobierno federal requiere nuevos proyectos de dirección cada 10 a 15 años, pero Carson todavía se rige por un plan escrito en 1986.

 

Y la parte del proceso es que si hay que designar más áreas como el páramo podría suponer la prohibición de usar la tierra para empleos tradicionales, aunque la existencia del pasto de operaciones pudiera permanecer con ciertas restricciones. Morales no afirma que vaya a haber otra incursión en Tierra Amarilla como en el 67, pero tampoco lo excluye: “Yo veo el peligro. Hay gente que no puede depender de las migajas que el gobierno ha dejado. Si ellos lo pierden todo y no pueden alimentar sus familias, podría haber una gran ruptura”.

 

El conflicto planeó en reuniones recientes en Taos y Abiquiu, además de Peñasco. A principios de mayo el Servicio Forestal recibió a una comunidad que se encuentra en Abiquiu y que quería personarse en la revisión al plan Nacional Forestal de Carson y el proceso de designación de páramo. El Servicio Forestal perdió el control de la reunión y un centenar de personas reaccionaron con furia. Fuentes posteriores reconocieron que hubo muchas preguntas sobre el páramo y que no pudieron responder a la mayoría.

 

David Sánchez, vicepresidente de la Asociación de Ganaderos de Nuevo México del Norte, no discrepó de esta versión. “Lo que yo vi era el miedo en sus ojos. Lo que yo vi era la cólera”, dijo sobre los asistentes. “Conocen la historia y saben cómo la gente ha perdido sus derechos a los recursos. Saben lo que ha pasado aquí históricamente con agencias federales y sienten que lo siguiente es quitarles la tierra”.

 

El ganadero David Sánchez, que no quiere ver estallar la violencia racial, u otro levantamiento como pasó en 1967, enmarca la lucha sobre la tierra como una lucha de derechos de minoría. Un estudio de Servicio Forestal a partir de 2014 muestra que el 56 por ciento de tenedores de pasto en el bosque Carson es hispano o latinoamericano y otro el 7 por ciento es el indio americano. “La agricultura y la cría son tradiciones ricas en comunidades hispanas a través de los Estados Unidos, pero, lamentablemente, todavía combaten demasiada discriminación”, escribieron en un informe que se hizo público los representantes estadounidenses Ben Ray Luján y Michelle Lujan Grishman de Nuevo México, miembros del Comité Central Hispano: “Muchos de estos agricultores tienden a ser más viejos, con el inglés limitado y ninguna dirección de correo electrónico. Y el Servicio Forestal en Nuevo México se confronta con las exigencias de derechos civiles para poner en marcha las regulaciones. Esto amenaza al sustento de agricultores de mujeres y rancheros hispanos”, dice Sánchez, que añade que él preferiría luchar contra el Servicio Forestal con una pluma que un arma.

 

A pesar de la tensión, los grupos hablan y se reúnen, buscando puntos comunes entre los ecologistas, que exigen más tierra salvaje, el Servicio Forestal y los agricultores y ganaderos. Desde hace años, un cartel que proclama Tierra o Muerte y que resumía la opinión de los activistas de subvención de tierra ha estado de pie a lo largo del camino Estados Unidos 84, en Tierra Amarilla.

 

“Nadie quiere la violencia ni perder a uno de sus vecinos detenidos por algún organismo federal. No queremos ver hacer un criminal federal a un ciudadano bueno de Canjilon por el proceso del Servicio Forestal. Pienso que esto es que pasó en Oregón, en Nevada, las agencias entraron como ellos hicieron aquí, empujando, empujando, hasta que uno no puede ir más atrás porque te golpeas con una pared. Es la agencia la que ha creado el problema”. Por su parte, la agencia forestal negó que de momento se produzcan restricciones a los pastos o limitaciones.

 

De vuelta a Albuquerque me esperaba un auténtico acontecimiento al que tenía muchas ganas de asistir: el Pow wow de las tribus indias. Acudo a esta reunión anual con Jennifer Gillson, una militante y activista navajo, que vive en Gallup y está en la capital del estado para la reunión de tribus. Junto con ella, su madre, su bellísima hija y una amiga. Me acogen como un invitado. El encuentro se celebra en Wise Pies Arena, The Pit, la famosa cancha de baloncesto del equipo de la Universidad, los Lobos de Albuquerque. Charlo con Jennifer, que me explica algún significado de las danzas, el enorme peso de muchos de los trajes, y le pregunto por su madre. Vive con ella ahora en una casa en Gallup, pero hasta hace cinco años vivía en un hogan (vivienda tradicional), sin luz eléctrica ni agua corriente. “Las condiciones mejoran poco a poco, hay que seguir en la misma dirección”. El pueblo navajo goza de una absoluta autonomía en su territorio, donde elige a sus representantes, y por supuesto, a su policía. Y, al igual que los latinos, los indígenas piensan que Trump no está bien de la cabeza: “No es más que el miedo a perder la supremacía blanca, ya amenazada por los hispanos en todo Estados Unidos por otra parte”.

 

No hay mucha política entre danza y danza, entre tambores y tambores. Una intervención de los líderes y competiciones de danza del sol, danza del águila negra, danza de las mujeres, todo en estilo tradicional y también en estilo libre, y una plegaria general. Bajo con Jennifer a hacer mi ofrenda y mi contribución. Adviertes por doquier buenas vibraciones y sonrisas. Me percato que entre el público asistente –imposible no hacer alguna foto de tanto colorido–, muchos de los indios jóvenes están tan pendientes de sus móviles como del desarrollo del encuentro. Debe ser un fenómeno global. No era tan evidente hace unos años, la última vez que estuve, cuando recorrí todo el fascinante territorio navajo. También se presenta a la miss mundo talento indio, que preside muchas celebraciones. Desde luego, hay momentos mágicos, como cuando la cancha empieza a llenarse, bajando como ríos de color por las gradas, con todos los grupos participantes. Más de 2.500 nativos americanos, danzantes y cantantes representando más de 500 tribus de Canadá y Estados Unidos, asisten al Pow-wow, la reunión anual de naciones para participar social y competitivamente. Asimismo, en esos tres días que dura el encuentro, se celebra un mercado tradicional con más de 800 artesanos, que ofrece “una muy especial experiencia de compras, incluyendo tradiciones interculturales, y exhibiciones de artesanía nativa”.

 

El 44 % de la población es de origen hispanoamericano. La mayor parte de los habitantes hispanoamericanos son descendientes de los españoles que, procedentes de México, llegaron en los siglos XVI y XVII. También hay inmigrantes llegados desde México más recientemente. Es una corriente migratoria que aún continúa. Otro 9,1% de los habitantes son nativos americanos, descendientes de los nativos pobladores de estas tierras. Este es el estado con más población indígena de Estados Unidos. Los indios de Nuevo México pertenecen sobre todo a los navajos, los indios pueblo –repartidos en 21 pueblos independientes–, y apaches. Una gran parte de los indios viven en reservas diseminadas por todo el estado. Los indios pueblo son los que más se hispanizaron y más se mestizaron con los descendientes de los españoles. La mayor parte del resto de los habitantes del estado son anglo-estadounidenses, descendientes de los llegados a partir de 1848, año en que Nuevo México pasó a ser territorio de Estados Unidos.

 

Nuevo México es el estado con mayor porcentaje de personas hispanas de todo Estados Unidos. Aunque la Constitución de 1912, cuando consiguió ser estado, expresa la intención de proteger los idiomas y las culturas de los habitantes, el resultado ha sido el opuesto. El uso del español en las escuelas públicas, así como su uso social, decayó de forma dramática a partir de entonces, tendencia que se mantiene en el siglo XXI. Hasta 1968 no se produjo la primera declaración en apoyo de la enseñanza bilingüe por parte de la Junta de educación Estatal. Cinco años después, aquel apoyo se materializó con la firma de la Bilingual Multicultural Act. El español neomexicano, variedad única debido al aislamiento de Nuevo México desde los primeros tiempos de la colonia, ha conservado rasgos del español medieval, incorporado una gran cantidad de indigenismos y anglicismos tras la anexión estadounidense en 1848.

 

Tras el viaje por las montañas con los hispanos y el pow-wow indio me ha quedado muy claro que esta es una tierra donde las cosas están cambiando hacia la tolerancia, el respeto de los otros y sus creencias. No es extraño, pues que la visita a Nuevo México del candidato republicano Donald Trump desatara tantas protestas. Trump ha ofendido a muchos grupos y colectivos, y en este estado donde ya la mayoría es hispana o descendiente de hispanos. Hablar de muros con México, o insultar a todos sus habitantes cuando habla de que habría que cambiar su nombre y denominarlo “New Backyard” (Nuevo Patio Trasero) es una provocación que tuvo su respuesta. Hubo manifestantes que interrumpieron el evento de Trump en el palacio de convenciones de Albuquerque arrojando botellas y piedras y rompiendo una puerta en la última refriega de la campaña del candidato republicano. Hubo enfrentamientos y tensión entre los agentes y los manifestantes, se registraron roturas como una puerta de cristal. La policía utilizó botes de humo para dispersar a los manifestantes contra Trump y se lanzaron objetos. Trump salió en estampida, recordando otros incidentes como el de Chicago, que tuvo que cancelar.

 

El día antes de regresar a España ceno con varias familias de hispanos, descendientes de judíos ladinos que llegaron al territorio, lejos de la presencia de la Inquisición. Fueron fundamentales en la elaboración de la novela sobre Billy el Niño, dándome una información preciosa e inédita. Hablo con Josefina Baca de Navarrete, que ha rastreado a su familia hasta el siglo XVI en Burgos. “Mi abuela me contaba que de pequeña, tendría seis años, bailó con el Bilito, subida en las botas, de él, pues era muy pequeña” –me dice cuenta Josefina–. Los ladinos poblaron amplias zonas de Nuevo México y prestaron apoyo al Kid, como uno de sus antepasados, José Córdoba. “Fue maestro y juez de paz, y en su casa de Las Tablas se refugió Billy cuando huyó de Lincoln, allí se quitó los grilletes. Contaba muchas cosas de Billy”, dice esta mujer donde se mezclan sangres de las familias más señeras del territorio, y desde luego, de la zona del Pecos. “José Córdoba decía que le había dejado al Bilito un libro sobre Hernán Cortés, él hablaba y leía el español”.

 

Y hablo también con Patsy Sánchez, que tiene un rancho de 3.000 acres en Ruidoso, en el valle del Pecos, uno de los lugares favoritos de Billy. Patsy Sánchez, también descendiente de José Córdoba, me dejó las memorias escritas por él, toda una información valiosa y desconocida hasta ese momento: “Todos somos parientes, de una forma u otra. Reivindicamos un pasado judío aunque todos seamos o católicos o mormones”.

 

Así que, cerrando un círculo y un recorrido que me ha llevado por una buena parte de este territorio, vuelvo a Billy el Niño y la novela que me trajo aquí. Y el último día, la mañana del regreso, entrevisto a mi buen amigo Rudolfo Anaya, a quien llevo mi libro. Anaya, además de un gran novelista y el padre de la literatura chicana, también escribió una obra de teatro sobre Billy. Hablamos de ese extremo que nos ha unido.

 

—Yo, siendo joven, me crié en Santa Rosa, en el llano, a orillas del río Pecos, y llegaban los vecinos a platicar con mi papá, y había cuentos, una vez el Billy llegaba al Puerto de Luna, una aldea chica cercana, y ahí me interesó la historia de Billy the Kid, el Bilito, y me puse a pensar, ahí había un lugar donde hacían baile, en Puerto de Luna, una sala, y mi abuelo, Gregorio Mares, tenía 17 años, conoció a Billy. Es una relación personal para mí. Billy murió en 1881 y dice la gente que llegaba a los pueblos chicos de por allá, Ruidoso, todos los pueblos del Pecos, visitaba a las mexicanitas bonitas, le gustaba bailar.

 

Para Anaya, no solo por eso, sino por sus buenas cualidades y corazón el Bilito conquistó el corazón de los hispanos.

 

—Billy defendía su causa, la causa más grande, porque en ese tiempo estaba el Círculo de Santa Fe, los políticos, abogados de Santa Fe que estaban controlando todo y quitando la tierra a los mexicanos, los hispanos que vivían aquí en Nuevo México. Las Mercedes (títulos de propiedad otorgados por el rey de España), se estaban perdiendo porque cuando entró el americano aquí, si no aprendía uno el inglés, o no aprendía cómo ir al banco, como tratar con la ley, le quitaban todo. Y a Billy the Kid lo miraban los hispanos porque estaba al lado de ellos, les apoyaba.

 

Mirando al futuro, Rudolfo piensa que el futuro de Nuevo México y de todo Estados Unidos es lograr un buen mestizaje entre todas las etnias y culturas. Y suelta una frase que te vale como cierre para un viaje y un reportaje: “El futuro será plurilingual y pluricultural o no será”.

 

Alfonso Domingo es director de documentales y escritor. Es autor de la novela El espejo negro, premio Ateneo de Sevilla. En FronteraD ha publicado Cuando luchar por la libertad del negro pasaba por la guerra de España y La lucha de los negros pasó por España. Héroes invisibles en la Guerra Civil.

_____

De FRONTERA D, 21/07/2016 

Wednesday, August 17, 2022

Sesos de anarquista


MAURIZIO BAGATIN

 

El anarco enólogo Luigi Veronelli, antes de dejarnos escribió el prefacio a un insólito libro de un autor Anónimo: La cocinera de Buenaventura Durruti. En el prefacio describe cuanto Nino Bergese narra en su estupendo libro Mangiare da re (Comer como un Rey), un cuento de Lucien Bodard (La Chine de Tsen á Mao): "Una vez fui invitado a almorzar por un general tártaro muy feroz y que le gustaba la buena comida. Un verdadero glotón. Me sirven sesos con un sabor delicioso. Cuando termino de comerlos, el personaje me dice en voz baja: "Las malas ideas no estropean el sabor; eran los sesos de dos subversivos cantoneses que hice matar esta mañana". ¿Son buenos los cerebros de Gaetano Bresci y Buenaventura Durruti?

14 de agosto 2022

_____

Imagen: Franco Gentilini (1909-1981), Sin título, Sin fecha

 

 

Oración laica por Salman Rushdie


JORGE MUZAM

 

Llovió todo el día, con ventarrón intermitente y rugidera de árboles desnudos. Contemplamos la jornada desde la ventana. Los pozones fangosos. Las estoicas caléndulas. Los gatos mojados de agosto que ante la urgencia del amor desatienden razones climáticas. El encino derribado y las torcazas huérfanas de hogar. Logré mantener el fuego encendido con tronquitos verdes del cedro que cayó en el jardín. A ratos igual tuvimos frío. Tatón se exasperaba por no poder salir a jugar como de costumbre. Tampoco pasaron ciclistas, caballares ni corredores solitarios que lo incitaran a un ladrido furioso.

 

Almorzamos tortillas de verduras, albóndigas de lentejas, ensalada escarola. Romina preparó café y horneó galletas cubiertas con dulce de mora. El mismo que preparé a mediados de marzo. Lo disfrutamos viendo un documental de DW sobre Salman Rushdie. A ambos nos importa demasiado la suerte de Rushdie. Es alguien del gremio. Una mente lúcida con sentido del humor suicida. Deseamos ferviente y silenciosamente que se recupere. Un deseo como oración encomendada a los dioses de Bukowski.

 

La tarde nos ensimismó. Cada uno en lo suyo durante al menos siete horas. Escribí cinco textos nuevos, textos impensados que vinieron de un altísimo laico. Redescubrí por efecto de serendipia una novela del 2008 de la que ni me acordaba y que estaba guardada en mi correo. Un yo levemente distinto. Más sobrio y temerario. Hoy mi Kaláshnikov se oxida por falta de uso. O de razones. Una melancolía steineriana doblega mi voluntad. Hoy solo escucho ópera bebiendo vino tinto de supermercado. Releí el comienzo y me prometí publicarla. Luego avancé en memorias de Elías Canetti, Joseph Brodsky, Doris Lessing e Ilya Ehrenburg. Últimamente he preferido leer memorias a novelas, no obstante avanzar en obras de Vargas Llosa y Philip Roth.

 

Inevitablemente a ratos me voy a las redes, no por demasiados minutos, porque los niveles de toxicidad son abrumadores. Quedan pocos días para votar la propuesta de nueva constitución, y la extrema derecha descarga toda su violencia clasista, su venenoso desdén, su racismo, su anticomunismo enfermizo a través de sus medios hegemónicos, sus encuestadoras y los millares de lacayos que amenazan convertirse en mayoría.

 

Es mejor volver al silencio de la lluvia, a 1920, 30 o 50, al baile nocturno de poetas y sobrevivientes, que en estricto rigor es casi lo mismo, a esos días y noches donde predominaba la ingenua certeza de que los años venideros serían mejores.

_____

De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 15/08/2022

 

perdiendo países


PABLO CEREZAL

 

Contento de que yo hubiese preferido su país a Argel, Túnez o Trípoli, me aseguró varias veces su protección y amistad.

Ali-Bey


Despierto en Cochabamba, dañado, dolorido de chaqui, también de las costillas que me golpeé anoche, al cerrar todas las puertas. La habitación da vueltas, tantas que no ubica sus cuatro paredes en Cochabamba, sino en Salvador de Bahía, donde ayer te hacías barro entre las alfarerías obtusas de mis penas. Gira la habitación. Gira el mundo. Giran y danzan aviones que no llegan, cargados de viajeros de la nada que lucen girones de escarcha mientras les envidio pintando plata a los últimos náufragos de mis sienes y al reloj que decidí no tener para olvidar todas las ocasiones en que no. Bailan aviones los cielos de Lisboa que, hoy, ahora, ya, desea ser, más que una ciudad, una ciencia. Cuántas cervezas allí, en la capital lisboeta, acordes de Tom Petty y la mirada agria de Neil Young embadurnándonos de exceso todos los alcoholes consumidos a mayor gloria del amor que nunca tuvo nombre porque jamás llegó a ser. Volteo, despacio, dolorido, mi cuerpo. ¿Me habré roto una costilla? ¿O será tan solo, de nuevo, la arritmia? Volteo y el balcón de este hostal en el gótico barcelonés celebra mi daño con un aplauso de palomas y un espumillón vegetal tan selvático como tu mirada tras haber pastado, despacio, mi sueño. Y yo que te pensaba dormida, aquí, en esta cama dañada del robo del siamés de sus sábanas. Así mi mirada: hurtada y sin saber quién ni por qué ha decidido robarla. Mejor cerrar las pestañas, lacra de lágrimas para esta carta que te escribo desde Seúl, acomodado en el calor de otra noche de verano sin mañana, a pesar del sol, sin luz, sin la promesa de tus pestañas cuando me dicen mañana. Calienta el sol o calienta la resaca. Caliente mi mano cuando te congrega y te reclama para recomponer con tu nombre el granate sin color de las sábanas. Caliente, tórrido el aire que no fluye ahí afuera, mascado por las voces de la kasbah, en Tánger, ¿o era Estambul? No importa. Lo primordial es cambiar las sábanas, cada tiempo. A veces, tú sabes cuáles, cada muchas semanas, por no perder el cabello más que por evitar el esfuerzo. Y colgarlas al clarear de la vecindad para que hagan chistes sobre las islas en que se mancha todos los pájaros de Koh Ngai, recién nacidos de la selva, recién paridos por la inercia y las olas sin rabia que lamen tus pies cuando decides acariciar las algas. Volteo de nuevo y duele, de nuevo, con insistencia de misiva bancaria, esta costilla, no sé cual, mejor no investigar con las manos tiznadas del recuerdo que te erijo cuando me erijo, de nuevo, como teleñeco de una telequinesis que batalla contra el raciocinio y me da la espalda como tú en Cusco, llorando el último beso y escandalizando todas las puertas por cuyos cerrojos deslizan la lengua el resto de hospedados, buscando tu vientre, reptando la mañana. Intento dar otra vuelta y siento que ya es mañana en Varanasi, caricia de cuerpos incinerados acariciando las bacterias y la calma de un Ganges que no fluye porque quiere regresar su caudal a la canción de cuna de todas las habitaciones vacías en que no te tuve y solo te soñé mientras escribía con mis manos peldaños de nieve cantábrica. La playa de Barro, ya solo su nombre me encharca el aliento: barro del que tal vez estén hechas las costillas que me duelen. Una costilla, tal vez solo una, para qué buscarla, con las manos manchadas de tu nombre. Adán sin costilla o costilla de Adán, nombre científico: monstera deliciosa, así que hazla delicia en tu paladar si es que aún le queda resquicio de carne a su escueta estructura monstruosa. Así crecen las plantas trepadoras en todas las junglas que no recorreremos juntos. Así me trepa el sistema nervioso la electricidad de tu palabra cuando la dices sin siquiera inquietar tu garganta, mientras yo pienso en beberme otra cerveza o 1906, las matemáticas no son lo mío, ya sabes, tampoco la coherencia ni la claridad ni la lucidez del ejército que se sabe vencedor de todas las batallas. Como batallaban los ejércitos del amor esculpiendo orgasmos contra las piedras de los templos de Kahurajo, a punto de trepar los cielos y yo destrepando, como reptil benévolo, tus barrios bajos. Me muevo, horizontal y despacio, miro el teléfono esperando la llamada del servicio de urgencias más cercano. Supongo que he olvidado que estoy en La Bañeza, donde los recuerdos se hacen piedra contra los cristales de todas las terrazas. Logro levantarme, me desprendo la mortaja, me acaricia una luz que apenas moldea mi sombra contra una pared en que tus manos esperan como un cante jondo de escarcha. Mi sombra, danzando monedas a los pies de todos los mendigos ciegos: AleluyaCohenMorenteBuckley y tu voz tricotando milagros entre las telarañas. Me duelen las costillas tras el golpe de anoche, o una, tal vez solo una, la que me falta.

Ocasiones que hacen honor a su nombre y permanecen por siempre ocasiones, en la memoria, entre los dedos, en lo más profundo de mi sistema digestivo, pululándome las entrañas, doliéndome eso que otros llaman alma. 

Camarero, otra ronda, ya qué más da... es tarde, vamos a cerrar.

_____

De VISLUMBRES DE EL DORADO, blog del autor, 13/08/2022

Thursday, August 11, 2022

Satori, asalto y residencia


JULIA ROIG


¿Dónde puedo hallarlo? ¿dónde el pozo?

Satori húmedo que bendiga esa mezcolanza de hembra turbia y algo inanimada que me estoy siendo. 

Es el calor, dirán los eruditos en materia. Este sí es un verano invencible en el peor de los sentidos sin imperio. Me quedan dos barras rojas de vida y tantas pantallas, tan poca piel, tan pocas capas... A un tris del trash. Me voy a Formentera y sé que no hay nadie más en toda la isla leyendo el Ponche, tal vez sí, como yo, releyendo, aunque es complicado, convendremos en que es una isla pequeña, sí. Cenaré en un restaurante que se llama Macondo y me llevará a una de esas novelas animal que me visten. Digo animal porque ahora está mal visto, pero me veo bien, siendo quien quiero. Mis pieles son lo que he leído. Mis pieles son lo que he vivido. Están mal vistas tantas cosas. Será la perspectiva. Todo pasado se analiza cruelmente. Qué mal reaccioné, qué mal contesté, qué mal conquisté, qué mal escribí, qué mal amé, me traté, me toqué, me escuché, me sentí.... Aquí estamos, en nuestro presente de perfección y futuro, con todas las respuestas... Antes la Influenza era algo horrible, ahora también, necesitaremos perspectiva para verlo. 

Garabatearé por la noche, palabras sobre fantasía/refugio. En una habitación con el aire a 25 y el resto, cámara acorazada de infierno. The floor is lava. Sí. 

Y en mitad de la noche, Penang, la isla que no es isla, en mi mente, y mi madre, allí, con siete años, intentando entender qué significa ese no mama, no papa, no rice que cantan sus nuevos amigos. Lo dijo Loriga, la memoria es un perro tonto, le tiras un palo y te trae cualquier cosa. Yo añadiría: o no. Quizá sabe lo que trae en ocasiones. Te trae un cristal que celebra un trago único. Un tramo de calle con abrazo. La desembocadura de una mirada. La liturgia de una terraza que iluminan los Led (Zeppelin!). Una clavícula esclava. Un cabello salado. Una Alhambra bien fría. O un golpe de realidad. No mama no papa no rice.  El mundo se está haciendo un selfie pero aún no lo ha visto. A lo mejor se cae por atrapar las vistas que nadie verá, que nadie está viendo.  

En mi mente hay un terciopelo. yo decido cuándo lo acaricio. Soy mi dueña. Un latido honesto y ardiente, propio y eléctrico. Una vibración genuina y ver el interior de las personas. Alguien dijo: La fantasía del momento. Sí. Está aquí, la siento moverse en mis manos y la hago posible. 

_____

De MISDESASTRESNATURALES, blog de la autora, 10/08/2022

Thursday, August 4, 2022

Freddy Márquez, un recuerdo


MIGUEL SÁNCHEZ-OSTIZ

 

Me he acordado de Los Marqueses al leer un artículo del escritor boliviano Guillermo Ruiz Plaza (aquí enlazado).

Mi amigo Ricardo Camacho, poeta paceño, se acordará sin duda de la noche de tragos que estuvimos con Freddy Márquez en el estrepitoso Club del Recuerdo, algo asombroso, que conté en la "novela" Diablada boliviana... Aquella noche, Freddy bebía a morro de una botella de whisky y hablaba de su trabajo de abogado penalista, mientras debajo de la mesa había alguien con poca ropa encima, tanto que se quejaba de que todos los hombres la miraban y que hablaba sin parar del amooor, amén de unos viejos cholos con gafas de sol en la oscuridad, que parecían salidos de cuadros de Raúl Lara. En el estrado se sucedían en triunfo imitadores de artistas famosos de los años sesenta y setenta, y por la sala andaban señoras mayores vestidas de moteras y viejos ruteros de todas las rutas... Qué barbaridad, qué noche... Incluida la gamberrada que me hizo Ricardo comunicando al maestro de ceremonias que en la sala se encontraba el premio Príncipe de Viana de la Cultura, vítores, aplausos, botellas, un cholo me quiso sacar a bailar, «No es por maraco, es por el amooor..», un tumulto indescriptible... Allí no había nadie que volviese a cumplir más sesenta que cincuenta años. Los retretes estaban impracticables por inaccesibles, dada la cantidad de vejestorios que había dentro al jale de pichicata... Qué noche y luego que te inventas lo que cuentas… ¿P'a qué?

Volví a encontrarme con Freddy Márquez en dos ocasiones, pero de día, él iba a lomos de su Harley (un día de Carnavales paceños) y otra en la puerta del Hotel El Dorado, pero no era lo mismo. Una vida, la suya, de verdad estrepitosa.

_____

De VIVIRDEBUENAGANA, blog del autor, 28/07/2022 

Los Marqueses, esplendor y caída


GUILLERMO RUIZ PLAZA

 

A mi padre santo

 

La mañana del 7 octubre de 1970 se oyeron en la calle, cada vez más numerosas, las voces de una turba enfurecida: “¡Mátenlos! ¡Sí, los mataremos! ¡Hay que matar a esos maleantes antes de que lleguen los milicos y los protejan!” Los hermanos Márquez vivían entonces en la casa de su madre, en la parte más alta de la calle Casimiro Corrales, en Miraflores, y solo en ese momento comprendieron que los rumores eran ciertos: había triunfado el golpe del general socialista Juan José Torres. A los gritos se sumaron pronto las patadas destempladas en la puerta de la calle y el estruendo de los disparos.

En la calle, incrédulo e impotente entre la multitud, Freddy del Castillo presenciaba el asedio creciente de estudiantes airados. “¡Sáquenlos de la casa!, ¡hay que lincharlos!”, gritaban con los puños en alto. En eso, un alma piadosa le tocó el hombro: “Freddy, andate”, le dijo, “ya te han reconocido: saben que eres uno de Los Marqueses”. Del Castillo comprendió que la cosa iba en serio y se marchó de inmediato.

Sobrecogidos, los hermanos Márquez, así como la madre, la tía y la abuela, oían los llamados multitudinarios que subían desde la calle. Eran tres hermanos: Javier, el mayor, callado y discreto, pero tan explosivo como temible en las peleas; Freddy, el más llamativo, con su negra melena peinada hacia un lado, la barba sombreada, el bigote asiático y un parecido físico insoslayable con el Che Guevara de los últimos días; Miriam, la menor, de catorce años y unos ojazos tan dulces, que a primera vista resultaba sin duda imposible adivinar que se trataba de la líder de Las Marquesas, ya conocidas por toda la juventud paceña como las chicas malas de la ciudad.

Para defenderse, Javier y Freddy Márquez se hicieron con dos sendas pistolas calibre 22 y respondieron a los disparos que provenían de la multitud. Llegó la Policía y tiró gases lacrimógenos que caían en el patio delantero, invadiendo el interior de la casa, y la familia Márquez tuvo que echarse en el suelo en busca de oxígeno. En medio de arcadas y vómitos, Freddy Márquez oyó que los instaban a abrir la puerta de la calle. Era un cura que pretendía hacer de intermediario. Le franquearon la entrada. “He hecho un trato con los universitarios”, les dijo el hombre. “Si ustedes se entregan, les garantizamos su seguridad. Solo tienen que ir a la UMSA para hacer una declaración”. Y ante las dudas de los hermanos Márquez, el otro remató: “Piensen en la seguridad de las mujeres de la casa”.

Apenas salieron a la calle, tomada por la multitud, Javier y Freddy Márquez comprendieron que habían cometido un grave error. A la lluvia de insultos siguió una brusca granizada de golpes y, en todo el camino a la UMSA, donde más estudiantes los esperaban para “ajustar cuentas”, no cesaron un instante los escupitajos, los puñetazos, las patadas y los azotes con palos. Era un linchamiento en toda regla. “No se desmayen”, les dijo un dirigente cuando faltaban dos cuadras para llegar, “porque aquí los matan”.


Dos años antes, en 1968, nacía en Miraflores el club “Los Marqueses” (plural del apellido de sus líderes, los Márquez) con apenas 18 integrantes y un afán futbolístico que pronto cedió el paso a la obsesión por tomar el control del barrio. Hacía ya tiempo que el fenómeno de los clubes sociales existía en la Paz: allí estaban Los Jets, Los Haraganes, Los Esplendid y Los Sharks de Sopocachi o el famoso Olympic de San Pedro. Ninguno de ellos, sin embargo, constituía una pandilla tal como la entendemos hoy. Fueron Los Marqueses quienes, por el impacto de su imagen y sus acciones, en cuestión de meses le dieron un rumbo vertiginoso a la dinámica de las agrupaciones juveniles en el país.

A la manera de los Hell’s Angels, Los Marqueses vestían chaquetas de cuero negro con hebillas, jeans y botas de caña alta; cruces y medallones con la letra M colgaban de sus cuellos, y entre los miembros de la banda no eran raros los bigotes ni las greñas. Con el tiempo, adquirieron unas cuantas motocicletas Harley Davidson y otras de marcas más accesibles, que conducían tocados de cascos que recordaban los del ejército del Tercer Reich. Los caracterizaban el deseo de llamar la atención, la busca de camorra gratuita y los robos puntuales a plena luz del día: según varios testimonios, les gustaban las chaquetas de jean, que parecían coleccionar a su antojo. Su especialidad, sin embargo, eran las trifulcas con cadenas. Entre los jóvenes paceños corría el rumor de que el rito de iniciación para integrar la banda consistía en aguantar diez minutos de cadenazos en el garaje de los Márquez. Este tipo de rumores concitaban la fascinación de los jóvenes. Además, Los Marqueses parecían regodearse inquietando a los otros clubes de La Paz. Mi padre, que vivió con plenitud aquella época juvenil, cuenta: “Aparecían de pronto, sin invitación, en las fiestas de otros clubes para buscar pelea; a veces incluso entraban montados en sus motos en los salones de los ‘niños bien’ y se ponían a dar vueltas en círculo, ahogándolo todo con el rugido de sus motores”.

Las Marquesas, por su parte, lideradas por la jovencísima Miriam, llevaban chaquetas lustrosas, hot pants de color negro, medias a gogó y botas altas, y su fama se debía tanto a su belleza como a su animosidad. Despertando a la vez deseo y temor por donde pasaban, solían alborotar las proyecciones en los cines del centro y en las fiestas de otros clubes, llevándolos a menudo al terreno pantanoso de las peleas campales. “Una noche, como sabíamos que siempre hacían quilombo, les negamos la entrada a una fiesta en el sótano de la iglesia de San Miguel”, cuenta mi padre. “Ante la negativa, Las Marquesas nos encerraron atrancando el portón desde fuera y, cuando al fin pudimos salir por una puerta lateral, nos dimos cuenta de que habían robado la camioneta de un amigo. La encontramos varias horas después, ya de madrugada, en Obrajes”.

Desde sus inicios, Los Marqueses llamaron la atención de los otros clubes paceños, pero también de la Policía, que desde 1968 tenía fichados a varios de sus miembros por grescas callejeras o peleas campales a cielo abierto con cadenas y cuchillos. Los Marqueses seguían siendo los 18 originales, pero varios grupos emuladores, como Los 508 y Los Calambeques, se habían ido adhiriendo a ese núcleo duro, lo que ampliaba el poderío de la banda.

Paralelamente, al calor de las bravatas, surgieron pandillas pendencieras en barrios rivales, como Los Tigres de San Pedro, con los cuales Los Marqueses tendrían, durante el Carnaval de 1972, un último altercado sangriento que acabaría con la muerte de Miriam Márquez.

***

El 14 de febrero de 1972, la noche en que murió su hermana, Freddy Márquez llevaba solo tres días fuera de la cárcel. Su liberación, tras dos años de encierro, había sido inesperada y se debía probablemente al triunfo del golpe de Banzer. Esa noche las ansias de parranda y de bronca se mezclaron en una sola corriente irresistible que llevó a Los Marqueses y sus aliados, Los Calambeques, a tomar por asalto Cenafi –local situado en la calle Ballivián, a dos cuadras de la plaza Murillo–, donde se desarrollaba una fiesta de todas las pandillas de San Pedro. La manzana de la discordia era un grupo musical. Tabú, en efecto, había declinado la invitación de los miraflorinos, prefiriendo tocar para sus rivales de San Pedro, así que Los Calambeques y Los Marqueses irrumpieron en medio del jolgorio para reclamar la presencia de Tabú en su propia celebración. Según un amigo de mi padre, que estuvo presente aquella noche en la fiesta, los miraflorinos trataron incluso de secuestrar a los miembros del grupo musical, lo que concitó la ira de los presentes. Hernán Vallejos, el líder de Los Tigres de San Pedro, convocó a los miembros de su pandilla en las puertas del local. Entonces se desató una reyerta confusa en la que brillaban los cuchillos y, aquí y allá, increíblemente estallaban algunos disparos.

En la acera iluminada, se vio salir una silueta titubeante que cayó de bruces, derramando en el suelo lustroso su larga cabellera negra. Era Freddy Márquez. Acababa de recibir seis puñaladas en la espalda. Lo seguía de cerca Hernán Vallejos, el líder de Los Tigres. Pronto a acometer de nuevo, sujetaba una daga en la mano derecha. Más rápida fue Miriam Márquez, que cubrió con su cuerpo el cuerpo del hermano caído y recibió diez puñaladas.

Ensangrentados, pero todavía lúcidos, los dos hermanos Márquez se pusieron de pie, subieron a un taxi, pidieron que los condujeran hasta el Hospital del Tórax. Miriam Márquez murió en el camino a causa de una hemorragia pulmonar. No había cumplido aún los diecisiete años. Freddy Márquez fue internado en coma, con un pronóstico vital reservado. Sin embargo, tras dos intervenciones quirúrgicas y un largo período de convalecencia, se recuperó de sus heridas.

La Policía no pudo poner fin a la contienda sino con el uso de armas de fuego. El saldo de aquella fiesta –una quincena de heridos, uno de los cuales de bala; la incautación de armas de fuego, algunas de guerra; decenas de detenidos; la muerte de una muchacha de dieciséis años– arrojó una brusca luz sobre la dinámica perdularia que se había extendido entre la juventud paceña.

La muerte de Miriam Márquez marcó con sangre y fuego el fin de aquel período en que el fervor de las pandillas invadió las calles del país.

Javier Márquez murió seis años después, en un momento de su vida en el que los delitos y las grescas ya eran cosa del pasado. Se cree que murió debido a las secuelas de las numerosas golpizas que sufrió, junto a su hermano Freddy, no solo en las cárceles por las que ambos pasaron, sino también durante aquel linchamiento en toda regla, el 7 de octubre de 1970, cuando una turba de estudiantes los acarreó, a punta de golpes, a declarar en las oficinas de la UMSA.


***

“No se desmayen”, les dijo un dirigente, “porque aquí los matan”. Faltaban solo dos cuadras para llegar, pero, zarandeados por la turba como muñecos de trapo, los hermanos Márquez trastabillaban y caían a cada trecho, levantándose luego, a duras penas, para evitar las patadas que los buscaban en el piso.

A cincuenta metros de la UMSA, a ambos lados del ansioso pasillo humano que se abría delante de los Márquez, decenas de estudiantes los esperaban para “ajustar cuentas”. Una voz bien audible se levantó de la muchedumbre y propuso colgar “a esos maleantes” allí mismo.

Entonces, según cuenta él mismo, Marcos Domich –catedrático de sociología que, a la sazón, tenía 35 años– se subió a una tarima e improvisó un discurso apaciguador. “No se manchen las manos”, les dijo a los estudiantes. “Los Marqueses no son más que enfermos sociales y no tienen la culpa. Han sido usados, como otros, por el régimen de Ovando. No sean ustedes, a su vez, instrumentos de la violencia”.

¿Llegaron a enterarse los hermanos Márquez, ya al borde del desmayo, del discurso que probablemente les salvó la vida? Nada nos permite afirmarlo. Más muertos que vivos, llegaron a las oficinas de la UMSA y, antes de ser arrojados a una celda, realizaron su declaración sobre los hechos ocurridos dos meses y medio atrás.

***

El 22 de julio de 1970, con escopetas calibre 22 terciadas a la espalda y junto a otros grupos parapoliciales armados por el Ministerio del Interior, Los Marqueses entraron en el Monoblock por la puerta trasera y se atrincheraron en el atrio. Alfredo Candia y Waldo Cerruto eran los artífices de la intervención que tenía como fin “reestructurar” la UMSA, tenaz opositora del régimen de Ovando. Al encontrar la universidad cerrada, los estudiantes protestaron y se pusieron a golpear las puertas y ni siquiera los disuadieron los disparos al aire de los grupos armados en el atrio. Tuvo que intervenir la Policía.

La ocupación duró cuatro días y desembocó en un compromiso entre el gobierno y los dirigentes universitarios. Según Freddy Márquez, Los Marqueses solo intervinieron el primer día; los estudiantes, sin embargo, jamás olvidarían que habían sido Los Marqueses quienes tomaron la UMSA. Era tal vez lo que esperaba el gobierno del general Ovando: que Los Marqueses desviasen la atención hacia ellos. Por su parte, los universitarios esperaban sin duda que el viento de la política pendular y militarizada del país –derecha e izquierda arrebatándose el poder alternativamente, golpe tras golpe– girase a su favor y les diera la oportunidad de vengarse. Como se vio después, no tuvieron que esperar mucho.


***

En agosto de 1972, el gobierno del general Banzer ordenó la detención de Freddy Márquez, quien permaneció en la cárcel durante dos años y medio, sin motivo conocido, por lo que figura en la larga lista de víctimas de la dictadura.

En la primera mitad de los años noventa, Freddy Márquez cursó la carrera de Derecho en la UMSA. Luego de titularse de abogado, hizo cinco posgrados y una Maestría en Educación Superior. Desde entonces se dedica a la cátedra y a la asesoría de jóvenes marginales con problemas, haciendo de esta la causa principal de una campaña legal y mediática que iniciara en 1994.

***

Cuando mi padre y mis tíos nos contaban en la infancia, a mis primos y a mí, la historia de Los Marqueses, esta cobraba tintes de leyenda. Pero más allá de esta historia singular eran los tiempos de nuestros padres los que nos resultaban fascinantes. Con sus clubes multitudinarios y su música rebelde, sus fiestas apoteósicas de Año Nuevo y Carnavales, sus reyertas con cadenas y cuchillos, su horror y su esplendor y su vértigo, aquella época febril fue sin duda un fiel reflejo del caos histórico del momento. Después fue desapareciendo sin hacer ruido y sin dejar rastro, como los sueños de juventud.

_____

De 88GRADOS, 24/07/2022

Imágenes:

Freddy Márquez nunca dejó el amor por las motocicletas, junio, 2022. / Fotografía: Pablo Montero.

Freddy Márquez en 1970. Registro personal de la familia.

Freddy Márquez en 2022 y un conjunto de memorias. Fotografía/ Pablo Montero.

Los trazos que perpetúan a la familia, los amores y los recuerdos. /Fotografía: Pablo Montero.