Wednesday, December 27, 2023

ELYTIS: CIEN AÑOS DEL NACIMIENTO DEL POETA DE LA LUZ


MIGUEL CASTILLO DIDIER

 

Odiseo Elytis nació en Creta en 1911: Su familia procedía de la isla de Mitilene, la antigua Lesbos, tierra de Safo. El poeta dijo una vez que su vida fue "insular". Las islas y el mar fueron su medio natural y ello se reflejará decisivamente en su poesía. Y en efecto, aunque hubo de hacerse "ateniense por adopción", siguió siempre afectiva y poéticamente ligado al Mar Egeo, sus islas de indescriptibles bellezas y especialmente a Lesbos.

Estudió derecho en la Universidad de Atenas, pero pronto deja la senda de las leyes para seguir el camino de las letras. El abrirse de su alma juvenil al mundo de la poesía coincide con el nacimiento de lo que en Grecia se llamará "poesía moderna", término que abarca varias tendencias renovadoras del quehacer poético que acogen más o menos abiertamente las nuevas tendencias estéticas europeas. Los primeros poemas de Elytis aparecen en la revista de vanguardia Nea Grámata en 1935 (Nuevas Letras). Seferis había hecho su aparición en 1931 y Ritsos, en 1934. Nikitas Randos, al comienzo de la década, había dado en cierto modo la partida al cambio, a la superación de la tradición, cuya figura más ilustre era Kostís Palamás (1859-1943).

Entre los poetas que comienzan a destacarse durante la década del 30, Elytis va a mostrar rápidamente una especial originalidad. Y aunque en algún momento llegó a señalárselo como uno de los introductores del surrealismo en Grecia, la mayoría de los estudiosos de la poesía moderna helénica coincide en afirmar que Elytis "parte desde el surrealismo" y aprovecha sus técnicas en los comienzos de su obra, para forjarse enseguida un lenguaje poético propio.

El primer libro propiamente tal de Elytis apareció en 1940: Orientaciones. Pero en esa colección se contienen otras que habían sido publicadas en revistas desde 1935: Primeros poemas, Espóradas. Jornal del verano y las clepsidras de lo desconocido. El segundo volumen es Sol el primero, 1943, que se integra con Variaciones sobre un rayo de luz. Ecos de su experiencia como combatiente en la epopeya de Albania, cuando entre octubre de 1940 y abril de 1941, la pequeña Grecia resistió con heroísmo inverosímil el ataque gigante fascista, aparecen en el Canto heroico y fúnebre para el Subteniente caído en Albania. El Axion Estí, su obra más extensa y compleja sale a la luz en 1959. Vendrán más tarde otras colecciones poéticas, por lo general reducidas en extensión: Seis y un remordimiento para el cielo, El árbol-de-la-luz y la decimocuarta belleza, María la Nube, La erre del amor, y otras.

La luz y la diafanidad en la obra elytiana

Uno de los elementos de la poesía de Elytis que más nítidamente se deja apreciar es la presencia de la luz. Pareciera que la luz, la luz griega y la luz de la creación se hubieran consubstanciado con esta poesía y se hubieran enseñoreado hasta con los objetos que la pueblan. Por esto último, la diafanidad constituye otro elemento perceptible en esta escritura, la búsqueda de la diafanidad. En 1975, expresaba el poeta: "la diafanidad es quizás el único elemento que domina hoy mi poesía"1. Y añadía: "al decir diafanidad, entiendo que tras un objeto concreto puede aparecer algo diferente, y tras esto, a su vez, otra cosa; y así sucesivamente". Por esta compenetración con luz, todo objeto puede volverse transparente y la transparencia que existe la naturaleza puede ser trasladada e instalada en la poesía.

Mucho antes de que lo hiciera el poeta, un estudioso había destacado este aspecto de la poesía elytiana, entonces en sus comienzos. En efecto, en 1938, escribía Mitsos Papanikolau: "los paisajes de Elytis poseen toda la diafanidad y la nueva hermosura de los paisajes que las lluvias y las brisas han purificado y hasta aquella de los primeros paisajes de la creación. Su naturaleza es joven y tan encantadora, como si la enfrentaran por primera vez los ojos del niño o de alguien dormido"2.

La fuente de la luz y la diafanidad están, sin duda, en la naturaleza griega: en la belleza y plenitud infinitas del mar griego; en la hermosura paradisíaca de sus paisajes insulares; en la pureza inefable y si pudiéramos decir extraterrenal del cielo helénico.

De ahí proviene la voluntad de luminosidad y diafanidad del poeta, al servicio de la cual ha puesto algunos de sus más característicos recursos expresivos.

Uno de esos recursos lo constituyen las imágenes. El mencionado estudioso Mitsos Papanikolau también se detenía en las imágenes, al tratar de explicarse la impresión que le dejaban los primeros poemas de Elytis. Escribía el crítico: "Sus imágenes imágenes que se suceden una tras otra plenas de la más tierna nostalgia juvenil, plenas de frescura estival, densas, cordiales, ricas en suaves cromatismos crean el más límpido, el más puro lirismo"3. Más tarde, en 1960 Hilty destacaba que la originalidad de las imágenes elytianas, plenas de luz, de color y de vivacidad, poseen un centelleo intenso; y agregaba que "es justamente en ese centelleo donde Elytis halla sus dones poéticos más personales"4.

Pero veamos algunos poemas en que hallamos la manifestación de esta búsqueda de diafanidad y luz. Al personaje de La Marina de las rocas figura enigmática, estatua, mujer, creatura quizás petrificada y expuesta al perpetuo beso de las olas se dirige el poeta con estas palabras:

Te decía que midieras en el agua desnuda sus días luminosos

Que gozaras de espaldas el alba de las cosas

O que vagaras de nuevo por los llanos amarillos

Con un trébol de luz en tu pecho

La transparencia de los fondos que es muy real en los mares griegos y a ella se refiere el poeta cuando sigue hablando a la Marina de los mares:

Y abrías con estupor tus manos diciendo su nombre Ascendiendo con levedad hasta la transparencia de los abismos Donde fulguraba tu propia estrella de mar.

La tierra seca, áspera, de Beocia, la ve el poeta como intensamente luminosa,"ataviada por la música de las hierbas". La saluda en uno de sus más hermosos poemas como iluminada por el vendaval:

Oh tierra de Beocia que te ilumina el viento

"Oh piélago inmarchitable": con estas palabras invoca al mar, mientras que a la isla de Santorini, la antigua Thera, la ve como "la reina de los latidos y las alas del Egeo" Y "en la tarde/

y su imperial aislamiento, la gaviota su azulada libertad entrega al horizonte".

Incluso en Siete séptinas nocturnas, a pesar del título de esta breve y temprana colección poética, la luz es el elemento dominante:

El rocío nace en las hojas Como en el infinito mar El claro sentimiento

En estas Septinas, la luminosidad, la claridad, la transparencia, la diafanidad, se asocian a objetos y realidades de ámbitos muy diversos:

Propicias claridades de astros Trajeron el silencio... En lo hondo de mi alma Ancla una flota de estrellas.

Como recordaremos más adelante, el Axion Estí es la obra de más profundo contenido nacional de Elytis. En ella, la luminosidad triunfa sobre las sombras en el recuento lírico que se hace de "la pasión", los sufrimientos del pueblo griego y del poeta; esto a pesar de que en la larga y accidentada historia del helenismo, sin duda parece pesar más las vicisitudes y momentos trágicos. Sólo en el sentido de que no es fácil de comprender en la primera lectura debido al denso contenido y a las alusiones a la historia griega tres veces milenaria, podría decirse que este magno poema no es tan claro. Pero en verdad desde el primer "Himno" del Génesis (I Parte), donde comienza el nacimiento del mundo en la conciencia del poeta, la luz inunda versos y poemas. Precisamente, la luz se instala en el primer verso del Génesis y en el primero de la Doxología o Laudes.

En el principio la luz y la hora primera. Dignum est la luz y el primer voto.

Buscando en su alma, el poeta trata de iluminar el cielo con la lámpara de las estrellas:

Con la lámpara del astro a los cielos salí

Dónde encontrar mi alma lágrimas de cuatro hojas!

Con la lámpara del astro doy vueltas por los cielos

Dónde encontrar mi alma lágrimas de cuatro hojas!

"Tengo algo que decir diáfano e inasible": lo expresa el propio poeta al comenzar su serie Villa Natacha, en el volumen "Los medios hermanos" (1974). Y pareciera que el desarrollo de toda su poesía constituyera un largo esfuerzo por cumplir el anhelo de decirnos ese algo.

A la luminosidad se asocia frecuentemente el color en la poesía elytiana. Sin duda, el color más reiterado es el blanco, el albo: aspros y lefkós; y le sigue en frecuencia el azul, celeste y glauco: uranios, ghalazios, kianós, glafkós. Este último y el blanco dominan en Edad del glauco recuerdo.

Y un hálito bullicioso levantó la blanca casa Los blancos sentimientos recién lavados sobre El cielo que con una sonrisa iluminaba.

El color verde suele asociarse en las imágenes elytianas a la frescura, la juventud, la virginalidad. En La cinco-veces-bella en el jardín, podemos contemplar a la hermosura joven cantada allí en un paisaje en que elevación, frescor, alegría de aurora, verdor y armonía se funden estrechamente.

Oh cuán hermosa eres.

En alto con tu alboral regocijo

Plena del verdor del oriente

Plena de los pájaros primeramente oídos

Oh cuán hermosa eres

Arrojando la gota del día

Sobre el inicio del canto de los árboles!

En Portokalenia, poema de la colección Variaciones sobre un rayo de luz, incluida en Sol el primero (los dos títulos parecen derramar luminosidad), cielos y cristales de hielo, ángeles y jovencitas, se reúnen junto al asombro de cigüeñas y pavorreales, que contemplan la metamorfosis de una niñita en una mata de naranjo:

Así cuando los sietes cielos resplandecieron glaucamente Así cuando los cristales de hielo tocaron una fogata Así cuando fulguraron colas de golondrinas Desconcertáronse los ángeles en lo alto y abajo las jovencitas Asombráronse en lo alto las cigüeñas y abajo los pavorreales.

Indisolublemente ligados a la luz en la poesía elytiana están el mar y la luz, como lo están en la increíble hermosura de la naturaleza griega. Sol el primero, título feliz, inspirado posiblemente en un verso de otro poeta de la luz y del mar, Andreas Kalvos, constituye uno de los volúmenes más importantes de la obra de Elytis (1943). De él surge la figura de Portokalenia, recién mencionada, aquella muchachita a la que "tanto la embriagó el zumo del sol", que aceptó ser una matita de naranjo. El primer poema de la colección es una negación de la noche y un anhelo de aurora:

No conozco ya la noche terrible anonimía de la muerte En lo hondo de mi alma ancla una flota de estrellas Véspero centinela, brilla junto a la celeste Brisa de una isla que me sueña

Para que anuncie yo el alba desde sus elevados roqueríos.

Cuerpo del Verano es el segundo poema de este volumen y "constituye un ejemplo clásico" del arte elytiano. Recordemos su final en el cual el verano es visible en la figura de una playa, entre las algas y la espuma. Más allá de las inclementes variaciones de un tiempo a veces cruel y rudo, la sonrisa ilumina el rostro del tierno muchacho:

Sin embargo tras todo eso sonríes despreocupadamente Y vuelves a encontrar tu obra inmortal Como te reencuentra el sol en las arenas Como en tu salud desnuda el cielo.

Sol, mármol, viñas, mar; cuatro "verdades" griegas ligadas a la luz se entretejen al comenzar otro poema "clásico" de este volumen:

Bebiendo sol corintio

Leyendo los mármoles

Pasando a tranco largo por viñas mares

Luego de imágenes que aluden a otras "verdades" helénicas viento limoneros, vuelve la luz no nombrada, pero que inunda los últimos versos:

Hundo mi mano en los follajes del viento Los limoneros siegan el polen del buen tiempo Las aves verdes rasgan mis sueños Me voy con una mirada

Amplia mirada donde el mundo vuelve a llegar a ser Bello desde el principio en las dimensiones del corazón!

Exuberante, impetuosa, quizás podríamos decir, se muestra la luminosidad en el poema de El granado enloquecido. De Jornal del verano, en Orientaciones. La metamorfosis de una niña en planta, en una mata de granado, origina el poema, que, desgraciadamente, presenta dificultades casi insuperables para su traslado a nuestro idioma. El personaje, el árbol es femenino en griego, mientras que en castellano es masculino. La primera estrofa inicia ya una especie de apoteosis y colores:

En estos solares blanquísimos que sopla el viento sur Silbando en arcos abovedades, decidme ¿Qué es el granado

/ enloquecido

Que palpita de alborada con follajes recién nacidos Desplegando todos los colores en la altura con un temblor

/ de triunfo?

Luego del paso del alba al día, el clima de intensa luz permanece y hasta se acentúa:

En el día que por envidia se adorna con alas de siete clases Ciñendo el sol eterno con mil prismas Enceguecedores, decidme ¿es el granado enloquecido...

En la Oda a Santorini, de la misma colección, una sucesión impresionante de imágenes nos transporta al tiempo en que surgió del mar esa isla volcánica. Mientras Seferis vio a Santorini como símbolo del hundimiento fatal de todas las cosas, del deshacerse de las piedras y de las vidas, tomando como base el hecho cierto de haber desaparecido partes de la isla, Elytis, en cambio, prefiere fijar su atención en la sugerencia de la tierra del seno al mar, en el nacimiento de entre las aguas luminosas de una isla virginal, en los purísimos tiempos remotos.

Nos hemos encontrado desnudos sobre la piedra pómez mirando las islas surgentes mirando las islas rojas que se hunden en su sueño, en nuestro sueño.

Esta es la voz del poeta de Jonia, del cantor de las piedras quebradas, de los mármoles desechos, de los viajes no terminados y de las islas hundidas.

Brotaste de las entrañas del trueno Estremeciéndote en las nubes contritas Roca amarga, sufrida, orgullosa Buscaste el sol como primer testigo Para enfrentaros juntos al temerario fulgor Para desplegaros en el piélago.

Esta es, en cambio, la voz del poeta del Egeo y sus maravillas de transparencia y luz y sus islas paradisíacas. Santorini (presente en varios poemas elytianos y hasta en las canciones infantiles de La erre del amor, 1972) es recordada en el momento increíble de su surgimiento.

Despertada-por-el-mar, altiva Erguiste un pecho de roca

Salpicada por la inspiración del viento sudeste,

Para que allí grabara sus entrañas el dolor

Para que esculpiera allí sus entrañas la esperanza

Con fuego con lava humos

Con palabras que proselitizan el infinito.

La isla que el mar dio a luz, da a luz, a su vez, a la voz del día. Claridad es el signo de este nacimiento.

Diste a luz la voz del día

En alto erguiste

En verde y rosa divagación

Las campanas que tañe el montañero espíritu

Glorificando a los pájaros en la luz del medio-agosto

Euforia de vida, exaltación de existencia, plenitud, de alegría de nacimiento, presiden el marítimo alumbramiento:

Experimentaste la dicha del nacimiento

Saltaste primera en el mundo

Nacida-en-la púrpura, surgente

Enviaste hasta los lejanos horizontes

El augurio que creció en las vigilias del ponto

Para acariciar los cabellos del quinto amanecer.

Reina de los latidos y de las alas del Egeo", "hija de un arrebato cumbre-reño", la isla encuentra su destino y la misión que le exige el poeta. Belleza, luz, vendavales, música de la creación se amalgaman en ella:

Hasta resplandecer en la proclama del vendaval

La nueva y eterna belleza

Cuando se eleva el sol de las tres horas

Íntegramente glauco tocando el armonio de la creación.

La luz es, pues, elemento esencial en la poesía de Elytis, componente de su misterio. Para el poeta, esto forma parte de la raíz helénica de su arte: "Los europeos y los occidentales hallan siempre el misterio en la oscuridad, en la noche, mientras nosotros los griegos lo hallamos en la luz, que es para nosotros algo absoluto.. .Un misterio que nosotros los griegos podemos concebir integralmente y ofrecerlo. Quizá sea mejor concebible aquí y que la poesía pueda ofrecerlo al mundo entero: el misterio de la luz".5

 

Notas

1.- Elytis, O. Entrevista de I. Ivask, p. 201.

2.- Papanikolau, M., "El poeta Odiseo Elytis", Neoheliniká Grámmata, N° 72, 16-IV, 1938, repoducido en Odiseo Elytis Selección 1935-1977, p. 162.

3.- Papanikolau, M., op. cit., en vol. cit., p. 162.

4.- Hilty, M.R., "Un lirico griego contemporáneo", en Neue Zürcher Zeitung, 17-VII, 1960, rep. en griego en vol con. Cit., p. 167.

5.- Entrevista de I. Isvak, en vol. cit., p. 201. Como lo hace notar Kimon en su "Introducción" al volumen Odisseus Elytis The Sovereign Sun Selected Poems, acaso sólo en Kazantzakis, en la Odisea, podemos encontrar la luz como elemento básico de un mundo poético. Nosotros añadiríamos a Andreas Kalvos y sus veinte Odas, plenas de luminosidad. Sobre el tema de la luz en la Odisea de Kazantzakis, ver Monory M., "Kasantzakis et les images de feu", Rev. Etudes Helléniques, vol. II, Aix-en-Provenzel 1970; y Castillo Didier, M., "El tiempo, la muerte y la palabra en la Odisea de Kazantzakis", apartado de Byzantion Nea Hellás, vol. III-IV, Centro de Estudios Bizantinos y Neohelénicos Universidad de Chile, Santiago, 1972-1973.

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De Revista SciELO, 10/2011

 


Monday, December 11, 2023

Tania y las Matrioshkas


DANIEL MOCHER

 

Tania vuela a Rusia para resolver unos asuntos familiares ineludibles. Le pedimos que tenga cuidado, bromeamos para destensar un poco los nervios, te tratarán como a una espía, los del FSB. Sometida a interrogatorios extenuantes nuestra Mata Hari ucraniana y sexagenaria será enviada a la prisión de Butyrka o a la Siberia más gélida en un pasaje arduo y lento como las cadenas de un tanque sobre la tundra, nuestra inocente Tania atrapada, y además sin retorno posible. Fabulaciones. Risas para ahuyentar el miedo, recurso muy humano, abrazos y besos, cariño sincero en la despedida. No sabe cuándo estará de regreso. Le digo que si puede nos traiga unas matrioshkas, símbolo de maternidad, fertilidad y unión familiar. Pienso en pedirle también un gorro de trampero ruso pero me contengo a duras penas.

 

Mientras Tania va rumbo a Moscú, acuden hacia mí, en esta tarde ociosa de chimenea y relajo, viejas historias eslavas al galope como una caballería cosaca cruzando la estepa hacia el pillaje en aldeas débiles y remotas. Incendios azotando las sombras. Me sacude la muerte de Pushkin en un duelo de honor y poco después la de Lérmontov en las mismas circunstancias. Isaac Bábel fusilado por orden de Stalin, tras el fallecimiento de su protector, el intocable Maksim Gorki. Osip Mandelstam y tantos otros, asesinados, cuánto talento destruido. Eran tiempos de violencias rápidas, explícitas, descubiertas, de un salvajismo que no era preciso ocultar. Hoy tal vez ignoramos, felices o un poco estúpidos, que en el mundo actual tenemos una trama de violencia parecida, intuimos alguna similitud que nos parece más lenta, menos brutal, reptiliana, encubierta, cobarde y diplomática, refinada y cargada de sofisticación, siempre lejana, a nosotros no puede pasarnos, hasta que se nos cae encima con todo el equipo, aplastándonos, una violencia idéntica a todas, y ahora, además, también se asesina en vida, por si fuera poco, sin derramar una gota de sangre, con mayor ensañamiento y crueldad si cabe. Un asco superlativo sin salida aparente. Soñaremos con algo mejor, pero otro día.

 

Sombras de otros tiempos desfilan por la mesa entre tazas de café y copas variadas. La lucha despiadada del viejo mundo de los zares y el nuevo mundo proletario, lo pronto que las ideas se pudren como manzanas cuando son tocadas por la mano del hombre, anarquistas insurgentes, como Néstor Majnó, ganándose a pulso la persecución, el exilio y la muerte por tuberculosis junto al Sena, bolcheviques contra mencheviques, todo bien mezclado, los tiempos y los espacios, Iliá Ehrenburg hablando en sus memorias de pogromos salvajes, de una antigua Zona de Asentamiento creada por Catalina la Grande, a petición de los celosos comerciantes moscovitas que no querían competencia, en donde los judíos tenían permitido residir, se ordenó la prohibición de la enseñanza del idioma ruso en sus escuelas y además la injusticia de los numerus clausus que tenían que soportar en las universidades. El odio tan actual que siempre se repite. Las montañas se doblan ante tamaña pena y el gigantesco río queda inerte, que decía la Ajmátova.

 

También aparecen en el salón los 304 años de reinado de la dinastía Románov que terminan con Nicolás II y su familia fusilados por los bolcheviques en Ekaterimburgo, sus cuerpos, mutilados, empapados en ácido y quemados, son escondidos en dos fosas que se descubren en 1991 y en 2007. La sangre del duque de Edimburgo, sobrino nieto de la zarina Alejandra, fue necesaria para, mediante análisis de ADN, llegar a la conclusión de que ningún miembro de la familia había sobrevivido. Las leyendas y especulaciones sobre una posible huida de Anastasia se desvanecieron en el río revuelto de la historia junto a la falsa palabra de todas aquellas mujeres que alguna vez juraron ser ella buscando notoriedad y fortuna.

 

He pasado horas de fiebre y obsesiones, agitado, sin moverme de la silla, creando túneles y comunicaciones entre libros y personajes, épocas decisivas, en un período tan cruel, convulso y sanguinario como el presente que nos ha tocado vivir. La historia es cíclica y a veces calcada hasta el terror como dos gotas de cianuro. Así me he entretenido hoy, acariciando un gato de Angora que me muerde. Tania no habrá llegado todavía al Óblast de Kursk, hace frío y es de noche, communication breakdown, solo quedan cenizas y pavesas en la chimenea, voy a encender con ellas un nuevo fuego que me lleve a Lublin junto a Isaac Bashevis Singer tras los pasos de un mago singular o con Claudio Ferrufino hacia el oriente, a Tashkent, en busca de sangre fresca sobre la nieve. Sangre de fantasmas.

 

Imagen: Matrioshkas.

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De LOS PROPIOS PASOS, blog del autor, 09/12/2023

Tuesday, December 5, 2023

Alguien para no olvidar, Norah Lange


MARIANO OROPEZA

 

En 1927 César Tiempo y Pedro Juan Vignale editan la “Exposición de la Actual Poesía Argentina”, un botón del furor renovador de la vanguardia martinfierrista que avasallaba el campo cultural. Más de cuarenta poetas, hombres, y una sola poeta, mujer. Norah Lange. Conocida por los círculos intelectuales de Florida, los compañeros de ruta preferían sus chispeantes discursos en banquetes, una precursora del marketing editorial, o una figura impactante de diosa nórdica, que su obra literaria, a la que apreciaban socarronamente. En las pocas líneas autobiográficas en aquella publicación de los boedistas Tiempo y Vignale, Lange ubica la casa de la infancia, la mítica de Tronador y Pampa, materia prima de sus poemas y narraciones, y la constelación reunida sábado a sábado alrededor de un dios pequeño, Georgie, o sea Jorge Luis Borges “Actualmente en la espera dichosa del libro que saldrá –“Voz de la vida”, novela de una apenas velada trama de la musa codiciada por célebres plumas-, y otra más, la de vivir… el sábado, cuya tarde se alumbra con Georgie, -Eduardo- González Lanuza y Xul Solar; y que escuchemos juntos los tangos que escuchamos siempre”, confiesa Norah las sutiles estrategias para hacerse oír en la hegemonía masculina. Punto aparte, aclara, “Algo que se debe olvidar, tengo veinte años”, respondiendo con altura a aquel prólogo de Georgie a su primer libro, “iCuánta limpia eficacia en estos versos de chica de quince años!”, escribe el maduro Borges en 1925.  El camino a las letras femeninas que abrió Alfonsina Storni en la poesía, fue el legado de Norah Lange en la prosa para todas las escritoras argentinas.

Gunardo Anfin Lange y Berta Erfjord se habían conocido en La Plata, en un baile de la colectividad noruega, y casados en 1896, tienen una prolífica descendencia, nívea y pelirroja, que crece tranquila en Villa Mazzini, hoy Villa Ortúzar. Allí nace Norah el 23 de octubre de 1905, una de las cuatro Lange. Papá Lange es un célebre topógrafo que intervino decisivamente en el litigio con Chile, y en los estudios de navegabilidad del río Pilcomayo, una verdadera hazaña del novecientos. La mansión no iba a la saga de la fama del noruego, en el recuerdo de Borges, “Esa quinta que no demarcaré con mentirosa precisión topográfica y de la que me basta señalar que está en la hondura de la tarde, junto a esas calles grandes con las cuales es piadoso el último sol y en que el apagado ladrillo de la altas aceras es un trasunto del poniente cuya luz es como una fiesta pobre sobre los terrenos finales” Por allí asomaba Norah jugueteando en los extensos jardines hasta que el padre es contratado en Mendoza e, intempestivamente, fallece en 1915.

Vuelta la familia a Buenos Aires, la madre reorganiza la economía familiar de una familia numerosa y las niñas, ahora mujeres, se irían convirtiendo en secretarias o traductoras. Pero el destino de la pequeña Norah es diferente porque mamá Berta, posiblemente a fin de no perder status social, abrió las puertas a la bohemia literaria de los veinte, “Allí Jorge Luis Borges – “Guillermo Juan Borges, primo de Jorge Luis es también mi primo, porque es hijo de una hermana de mi madre. El parentesco común motivó el acercamiento entre Jorge Luis y yo”, comentaba Lange sobre esta filiación que no impidió el enamoramiento con ella del tímido Georgie, uno más del autor de “Ficciones” (1944) - escuchaba de pie solemnes tangos de la guardia vieja, mientras Francisco Luis Bernárdez, Leopoldo Marechal -las hermanas Amundsen de “Adán Buenosayres” (1948) son las Lange, en el réquiem de la vanguardia martinfierrista- y Jacobo Fijman describían acaloradas posibilidades poéticas; allí Horacio Quiroga (…) y Alfonsina Storni (…) se adiestraban estruendosamente en el Martín Pescador (…), Raúl Scalabrini Ortiz recitaba, a gritos, desparramados trozos de “El hombre que está solo y espera” (1931) (…) y Xul Solar trasladaba inquietantes horóscopos a diecisiete idiomas”, rescataba Jorgelina Núñez en la revista Ñ. Y la pequeña Norah fue creciendo entre estos notables creadores hasta convertirse en una hermosa mujer, “Inmóvil ante él, una sensación de vacío se fue agudizando poco a poco. Me pareció que me alejaba de lo que había sido hasta ese instante y que, al distenderse hacia mí, ese dedo me señalaba algo desconocido en que me iría internando, paso a paso; algo que, al ofrecerme otras emociones y otros riesgos, me apartaría paulatinamente, de todas las pequeñas incidencias, de todos los pequeños miedos, de todas las pequeñas manías... de toda la ternura que recorrió mi infancia”, aparece en “Cuadernos de infancia” (1937), un encuentro entre un viejo jardinero y una adolescente Norah, en una de las mejores páginas del pasaje a la pubertad escritas entre nosotros.

Con Borges o con Borges

En 1923 vuelve Borges de Europa con la novedad del ultraísmo, la metáfora intuitiva como estandarte frente al anacrónico modernismo, y dan las campanas del parricidio literario que propone la barra alegre de la revista Martín Fierro, que consigue aunar vanguardias extranjeras con criollismo entre 1924 y 1927, en la reformismo moderado que caracterizó al movimiento del denominado Grupo Florida “El trío Borges-Lanuza-Lange dio fuerte envión al movimiento renovador, animó más al grupo”, rememoraba en 1945 Evar Méndez, el principal editor en compañía de Girondo, Sergio Piñeiro, Eduardo Bullrich y Alberto Presbich,  y enfatiza que la “juvenil poetisa -palabra despectiva, si las hay, todavía usada en el siglo XXI- ultraísta Norah Lange, primera y única musa del grupo martinfierrista”, remarcando la soledad de la escritora. Y las necesidades de recalcular las maneras de insertarse en un mundo vedado a las mujeres, “Martín Fierro -recordaba Ulyses Petit de Murat- había incorporado mujeres a los banquetes.  La literatura era cosa de hombres. Norah (Lange) fue un pilar fundamental de esas reuniones. Pronunciaba discursos subida a una mesa”, Norah que ya tenía un peso como fundadora de revistas, la  publicación  mural  Prisma  (1921-1922) y la revista Proa  (primera  época,  1922-1923). Además su nombre era reconocido desde que había sido seleccionada en el especial dedicado al ultraísmo de la consolidada -y tradicional- revista Nosotros en 1922. O lo que se refiere un animador de las letras y las noches porteñas Petit de Murat son los extravagantes discursos de Norah que animaban los banquetes, y que son inseparables del fenómeno artístico y social llamado martinfierrismo. Para la escritora de “Los días y las noches” (1926) y “El rumbo de la rosa” (1930), los últimos poemarios casi ignorados, era un campo de batalla, una manera de decir “aquí estoy” Aquellas disertaciones efervescentes, luego reunidas en “Discursos” (1942) y “Estimados congéneres” (1968), en la exuberancia, contrapuesta a la abstracción y distancia de su literatura, son una marca que descubren una barroca Lange. “Coetáneos consagrados a diversas musas: mi inquebrantable perspicacia señálame, con énfasis acento, que esta noche no soy la indicada”, arrancaba tímida en 1934 en uno de los regulares homenajes a la revista, de un grupo que se preocupó en remachar su pedestal en el canon, para luego en 1949, ya plenamente instalada en su viraje a la narrativa, experimental, fantástica, integrarse con plenitud, y no desde una falsa intelectualidad,  “a todos los martinfierristas que durante cuatro años tratamos de ejercer algo que constituía el fundamento de nuestros días y nuestras noches. Vuestra imaginación es capaz de dilucidar este anhelo pero prefiero pronunciarlo para estar más segura: me refiero a la obra sin apremio, a la amistad sin ictericias, al cariño y a su lógico y enternecedor barullo”. Y recordaba aquel homenaje a Ricardo Güiraldes, que yendo con Borges, terminó saliendo de los brazos de Girondo, “avizoré, por primera vez y emocionada vez, los ojos miradores”, y vivieron juntos hasta la muerte del autor de “20 poemas para leer en el tranvía” (1922) en 1967.

Lange o un tesoro nacional a descubrir

Sin embargo a mediados del 27 parte Girondo nuevamente a Europa y Norah quedaría algo decepcionada. Además sin el apoyo de un despechado Borges, su estrella empezaba a declinar, y decide una alternativa inusual para una mujer de los veinte, o de cualquier década: visitar a un familiar en Noruega viajando en un barco carguero, con treinta hombres. Aquella experiencia quedaría retratada en la segunda novela, “45 días y 30 marineros” (1933), un peculiar diario de viaje, escrito en tercera persona, dicen que Norah viajó alcoholizada la travesía completa por el Atlántico, y que con un atmósfera sombría y siniestra anticipa la literatura existencialista. Para la presentación del libro, Lange se vistió de sirena en la recepción, que asistió Federico García Lorca, y fue realizada en la nueva casa, que retomó el ánimo de las tertulias de Tronador, ahora en la calle Suipacha al 1400, hoy parte del Museo Fernández Blanco, al igual que la biblioteca Lange-Girondo.

““Cuadernos de la Infancia” (1937) uno de los más bellos y luminosos libros de memorias infantiles que se hayan escrito en la literatura latinoamericana, tan rica en el género” destaca César Aira del libro que obtuvo el Premio Municipal y el tercer Premio Nacional de Literatura. En la dedicatoria se puede leer, Oliverio Girondo -cuyo elogio siempre será mezquino— por su severa, generosa y paciente culpabilidad”, otra vez en la ironía de subalterno, que reafirma su subjetividad en la enunciación. El recuerdo fragmentario e invertebrado, el collage, una manera de narrar cubista, hacen que Lange capture situaciones al límite de lo decible, como ésa de la madre en Mendoza que pretende curar a un hijo desfalleciente -un tema caro a Norah, quien no tuvo descendencia- “Sin vernos, sin mostrarnos, como si ya hubiese realizado el milagro de su ternura, de su miedo”, pintaba de una memoria desenvuelta, contrapuesta a las rigideces anteriores de Miguel Cané, Lucio V. Mansilla o, posteriores, de Victoria Ocampo.

“Si “Cuadernos  de  infancia”   relata,  de  forma  más  o  menos  realista,  episodios  de  su infancia y pubertad, “Antes que mueran” (1944) recrea esos mismos episodios y algunos otros, extendiéndose incluso hasta la adultez de la autora, desde el revés de la tela, es decir, ahondando en el mundo psíquico, de sensaciones y vivencias inefables, casi secretas, de la escritora. La visión es más interiorizada, por ello el tono es susurrante, más íntimo que en Cuadernos... -señala María Cecilia Ferreira Prado en “Una autobiografía fantástica de Norah Lange: Antes que mueran” (Estudios Románicos, Volumen 26, 2017)- El retrato directo del anterior libro da paso a un estilo mucho más sugerente donde lo que prima no es la narración en sí de la anécdota infantil, sino la captación de una atmósfera, a veces de un presentimiento, el dibujo de aquello que no se  ve  pero  se  intuye,  la  inquietud  que  pasa  desapercibida  para  los  otros  y  que  atañe al mundo emocional del  personaje. Por ello, en “Antes que mueran” no hay nombres ni datos espaciales o temporales precisos que ayuden a definir lo vivenciado, el relato se abisma en una ambigüedad y una atemporalidad inquietantes”, en uno de los libros más curiosos de la literatura local, estampas, relatos y poemas en prosa, en el vacío conmovedor de una niñez demolida en la adultez, quizá cercano a Silvina Ocampo. Por lo demás, Lange con este inclasificable libro se ubica en la vanguardia de la literatura fantástica que propician Borges, Ocampo y Adolfo Bioy Casares en los cuarenta. Las posteriores novelas “Personas en la sala” (1950) y “Los dos retratos” (1956) completan un universo femenino en clave tan oscuro como el epílogo de “Antes que mueran” Póstumamente se editó la novela inconclusa “El cuarto de vidrio” (2006). Norah Lange fallece en Buenos Aires el 4 de agosto de 1972. En 2021, a 115 años de su nacimiento, el Instituto de Literatura Hispanoamericana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba) organizaron las  “Jornadas Norah Lange/Oliverio Girondo” entre el 20 y 21 de octubre, registradas en malba.org.ar y en el canal de YouTube del museo.

“Me gusta todo lo que esté rodeado de cierto enigma: nunca pude aceptar las cosas directas. Me chocan. Me educaron de esa manera, y yo la acepto como un beneficio más que como una deformación”, comentaba la escritora a Beatriz de Nóbile en 1968, dando pistas de cómo leer una literatura en permanente resignificación, que se mueve. Adriana Astutti —responsable de la publicación de sus Obras Completas para Beatriz Viterbo, en el Centenario de la autora— entiende que "a Lange el reconocimiento de escritores nunca le faltó; César Aira, Elvio Gandolfo, Arturo Carrera dijeron que ella es una de las grandes de la literatura argentina. La crítica empieza a considerarla de manera más constante a partir de los 80, con lecturas en el horizonte de los estudios de género o en el de las vanguardias, como las de Francine Masiello, Silvia Molloy, Beatriz Sarlo o Nora Domínguez, entre otros". Como esa hache que se agrega Lange al nombre oficial de la partida de nacimiento, Berta Nora, en el prisma del canon que la silencia, que la pone de “mujer de” o de femme fatale de la literatura, en lo que no se nombra, una nueva baraja del mazo.

 

Dice Norah Lange

“Tarde a solas”

Vacía la casa donde tantas veces

las palabras incendiaron los rincones.

 

La noche se anticipa

en el plano mudo

que nadie toca.

 

Voy a solas desde un recuerdo a otro

abriendo las ventanas

para que tu nombre pueble

la mísera quietud de esta tarde a solas.

 

Ya nadie inmoviliza las horas largas y cerradas

tanto pudor de niña.

 

Y tu recuerdo es otra casa.

 

Y mis latidos forman una hilera de pisadas

grande y quieta

por donde yo tropiezo sola.

que van desde su puerta hacia el olvido.

De “Los días y las noches”, 1926

“Una noche, sin ninguna razón, se me ocurrió que sería terrible no poder resistirse al impulso de manifestarle a alguna de mis amigas que su madre era estúpida o que su hermana preferida sólo merecía el calificativo de insignificante, de tonta (...) Al rato dejé de reflexionar en esos absurdos y terminé por dormirme, pero, algunos días después, durante la visita que hicimos Susana y yo a unos amigos que nos querían mucho, me asaltó, repentinamente, la tentación de proclamar que el dueño de la casa era un imbécil.

Sentí que el impulso se tornaba irrefrenable, y que una sensación de rubor y miedo me subía por las piernas (itálicas del articulista). Mientras los demás charlaban y reían, yo aguardaba el momento para decir «tu padre es un imbécil», tan serenamente como cuando se llega a una conclusión”

De “Cuadernos de la infancia”, 1937

Dicen de Norah Lange

“En 1950, “Personas en la sala”, con una dedicatoria “a un poeta auténtico y entrañable”…¿Entrañable? Sí. Palabras imprevistas que rompen la costumbre del pensamiento, encanto breve y reiterado, una sorpresa tras otra, surrealismo, inteligencia o divagación, pero siempre encanto, el instantáneo prestigio de las cosas inesperadas, el poder de las palabras que no tenían que andar juntas y que ya se aman. Imágenes, imágenes, belleza o gratuidad según el estado de ánimo de quien lee, pero concretado en lo sensible, el pequeño descubrimiento, la irrealidad conmovedora. Y en este delicioso mosaico, colección y revista, no unidad, diestra carrera de insertar palabra tras palabra, sin desmayo, mintiendo y jugando, Norah Lange siempre hace vivir las agudas apariencias de algo que es ya verdad tras las trampas y las acrobacias” de Adelaida Gigli en revista Contorno 5-6. Septiembre de 1955. Buenos Aires.

 

Fuentes: Lange, N. Obras completas. Dos tomos. Rosario: Beatriz Viterbo. 2006; Miguel, M. E. Norah Lange. Una biografía. Buenos Aires: Editorial Planeta. 1991; De Navascués, J. “Las miedosas memorias de Norah Lange” en Anales de Literatura Hispanoamericana, nro 26 II. Servicio de Publicaciones. UCM. Madrid, 1997; El periódico Martín Fierro en las artes y en las letras 1924-1927. Catálogo. Museo Nacional de Bellas Artes. 2010. Buenos Aires.

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Imagen: Norah Lange 

De SER ARGENTINO.COM, 23/10/2021 

Leo Perutz. Hasta el último aliento


JUAN JIMÉNEZ GARCÍA

 

Seguramente las dos obras que han corrido mejor fortuna de Leo Perutz son De noche, bajo el puente de piedra (aquel paseo en múltiples relatos por la Praga rodofilna, ese lugar mágico) y El maestro del juicio final, que ahora nos trae Asteroide, en una nueva traducción de Jordi Ibáñez. Si la primera nos remitía a un lugar bien especial, por otra parte el lugar de nacimiento del escritor, esta nos lleva a una Viena no menos especial, en la que pasó su vida. Es importante. Para Perutz, los lugares no son un sitio cualquiera, sino un complejo telón de fondo que tiene algo que decir, con una historia (muchas) detrás.

El maestro del juicio final es una novela policiaca sin policías, una novela de crímenes con suicidas y una novela fantástica en la que los otros mundos están en este. La quiebra de un banco, un actor en horas bajas, una reunión de amigos para interpretar a Bach, la nueva presencia de un ingeniero de origen báltico, una historia sobre un joven que saltó por una ventana y la de su hermano, que quise entenderle y acabó repitiendo los actos inexplicables de aquel, se convierten en una inquietante historia sobre la creación y sus límites, sobre la búsqueda de los desconocido y sobre un juicio final que todos llevamos dentro y que nos corresponde a cada uno, lejos de ser un destino compartido.

Más allá del misterio sobre el que se construye todo el relato, una carrera contrarreloj para encontrar al verdadero culpable y salvar el honor (y con él la vida), Perutz construye su relato sobre la fortaleza de unos personajes de una espesura y unas dobleces no muy habituales en el género (si es que podemos hablar de una novela de género, que tal vez sí). El barón Von Yosch, narrador y protagonista, es un oficial de caballería de vida no muy complicada, que escribe con ternura sobre sí mismo pero que se revela en sus actos y un sus palabras con una veleta que gira hacia el lugar que le marca su humor del instante. Frente a él, el ingeniero Waldemar Solgrub no deja de ser su opuesto. Ya no solo en la atracción que sienten por Dina, la mujer del Eugen Bischoff, actor en sus últimas horas, intentando ahondar en un próximo Ricardo III, sino en una cierta nobleza. Solgrub no es personaje de la atracción del narrador, pero en sus actos de desvela como un ser preocupado por algo que no está muy a la moda: lo justo. Ellos dos no dejan de ser los únicos que están a la altura. Uno en su miseria, que fatigosamente intenta superar, otro en su pasión, irracional para la razón de los otros.

Podríamos pensar en Poe o en Conan Doyle y seguramente nos equivocaríamos. Leo Perutz está preocupado por otras cosas y su relato no aspira a la oscuridad o a la revelación, sino más bien a ir al encuentro de algunos apuntes, pocos, sobre la condición del artista y la necesidad de que la creación surja de un riesgo, un riesgo que puede acabar con el propio creador. Una búsqueda que puede acabar en el extravío y la muerte. Una necesidad de llegar más allá, a ese lugar dónde nadie ha llegado antes y que está en algún rincón de nosotros mismos. Y mientras tanto, nosotros recorremos ese camino hasta el último aliento, en un viaje a través de los miedos de los demás.

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De DÉTOUR, 27/03/2017

 

Saturday, December 2, 2023

Arábica; Pablo Cerezal (Lecturas de Noviembre)


DANIEL MOCHER

 

Pablo Cerezal nos regala en esta novela excepcional su pasión por la música, por el café y por los débiles. Entre el reportero Munir, la prostituta Tiziana y el conserje Francesco, tres seres desubicados, frágiles, sin arraigo, se va tejiendo y destejiendo una historia de amor, amistad, sexo, hachís, café 100% arábica, la búsqueda del camino y la identidad, los sueños y las ilusiones, la traición, el engaño, la pérdida, infancias difíciles, viajes por el Mediterráneo musulmán en busca de los grandes Cafés y sus historias míticas, Led Zeppelin, Jean Genet, los atentados del 11 de septiembre del 2001, David Bowie, Oum Kalthoum y mucho más que tiene cabida exacta en la trama y desfila por sus páginas de la mano magistral de un autor de estilo único, personal e intransferible, barroco y callejero, lírico, enciclopédico, periodístico, rompedor, libre, híbrido, mestizo, innovador, elegante, ecléctico, todo al servicio de un artefacto literario que atrapa desde la primera página. No se puede salir impertérrito de este libro. Como el aroma embriagador de un buen café arábica, sería un pena que pasase desapercibido.

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De REVISTA PURGANTE, 30/11/2023