Friday, January 18, 2019

URBS AETERNA…Amor a Roma (el palíndromo necesario)


MAURIZIO BAGATIN

Porque el Poeta es el farol adentro de una ciudad, de una urbe, de una villa, como un Diógenes incansable, es el artista que rechaza los aspectos modernos - como sostuvo Andy Warhol, como lo prevé Marc Augé - un étranger con la lupa escrutando todos los ángulos de toda perspectiva, un artista que reconoce la Ciudad eterna en un paseo que parece pasoliniano, como Napoleón «Desde lo alto de estas pirámides…».                                                                                       Pathos que narra los siglos de historia de la Urbs Aeterna, la puerta de África, la ciudad de la cual sus amantes, sus habitantes - propio los romanos - no pueden desprenderse, nunca, afuera de ella serían muertos, Roma es la única cosa que cuenta: amor a Roma, aeternum.

Los sonetos son el capricho del poeta, son el quedarse todas las novecientos noventa y nueve noches esperando la amada y, para no deshacerse del encanto, retirarse la noche antes de la mil… ni un Séneca filosofando, un Pescarella épico o un Trilussa sátiro, y tampoco un Belli popular, Julián Isaías es el amante nocturno, es el pasionario diurno, luz de la historia inmortal de la Urbs Aeterna, como Gregorovius es otro ciudadano honorario de Roma.

De la traducción y de la traductora: …implica un cierto cegamiento, decía Gadamer de la traducción, y que mejor sueño, que mejor poesía, como un Homero y un Borges enceguecidos, Marcela, tu traducción (que no es traición, como quería el Belli) para quedarse, inmortales aeternum en el sueño, en la poesía.
Cochabamba (Bolivia), 10 de junio de 2018




O Ministério da Saúde adverte: para vivir bem é só ligar o foda-se!


KAREN CURI

Já quis chutar o balde, o saco, macumba, pedra, barata, latinha, castelo de areia, gente chata. E chutei. Já quis sambar na avenida, no bloco de rua, na gafieira, agarradinha, sozinha, na cara da sociedade. E sambei. Já liguei bêbada no meio da madrugada para dizer “eu te amo”, cedinho para dar “bom dia” e mais tarde para falar “me esquece”. Liguei para a minha melhor amiga na época em que as pessoas usavam o telefone para fazer chamada. Falamos sobre nada com coisa nenhuma e nunca fui tão compreendida! Liguei o som nas alturas, o chuveiro bem quente, os pontos cruz, o fio vermelho no verde. Liguei a TV só por ligar, o rádio para não me deprimir com a solidão, o ferro de passar roupa e me esqueci de desligar. Liguei o abajur e deixei aceso até de manhã. Liguei o foda-se também. Várias vezes.

Já bati a porta do carro, a porta de casa, o telefone na cara. Já bati de carro, de encontro, bati o bolo na mão e um papo agradável. Já bati boca, bati o santo, bati o olho e foi amor à primeira vista. Já surtei de ciúme, de raiva, de TPM. Já menstruei em pé no ônibus cheio, na calcinha branca, na sala de aula, na balada, na praia, na hora H. Já menstruei antecipadamente, no Réveillon, no carnaval, aniversário, feriado prolongado e depois de alguns dias de atraso — ufa! Menstruação quando chega atrasada dá um alívio danado!

Já queimei o arroz, o couro cabeludo, os pés na areia quente, o corpo até dar bolhas. Já queimei foto do ex, o meu próprio filme, e a cabeça de tanto pensar. Queimei de ódio e de vergonha. Ah, queimei. Já saí sem hora para voltar, sem juízo, sem sutiã, sem perfume, celular, chave de casa, protetor solar. Já menti para a minha mãe quando disse que nunca fui a um baile funk, para o meu pai quando jurei que nunca tinha beijado, para o meu chefe quando supostamente adoeci na quarta-feira de cinzas. Menti na primeira e na última vez. E continuo mentindo.

Já me senti feia, esquisita, desinteressante. Já me incomodei com meus peitos pequenos, mas já tive muito peito para enfrentar homem folgado, injustiça e abuso de poder. Teve quem fizesse eu me sentir pequena, mas teve também gente que fez me sentir gigante. Já tive vergonha por ser magra demais, por ter espinhas, dentes tortos e um cabelo indomável. Vergonha de dizer sim, de dizer não, de expor o que eu penso e como me sinto. Algumas vergonhas eu perdi, mas outras eu faço questão de manter, como, por exemplo, a vergonha na cara.

Já senti a dor da depilação íntima com cera quente, a dor do parto normal, da pedra nos rins, dor de dente, enxaqueca e ligamento rompido. Mas nenhuma dor se compara ao adeus de quem partiu para o novo mundo. Já fui jovem demais para morar sozinha, tomar um porre e viajar com o namorado. Já fui jovem demais para arcar com tantas responsabilidades e tomar decisões importantes. Hoje sou velha para assumir um cargo que compete a uma garota com dez anos menos que eu. Sou velha para ser imatura, ciumenta, insegura, para ainda não saber o que eu quero para a minha vida depois de ter vivido mais de três décadas.

Já fui mocinha e já fui bandida, fui muito boa sem a menor pretensão e bem má com a pior das intenções. Já fui professora, advogada, médica, arquiteta, psicóloga, poeta, astróloga, cantora e atriz. Já fui feminista, marxista, vanguardista, abolicionista, exibicionista. De todas as rimas me sobrou ser colunista. Já fui hippie e já fui punk, bossa nova e rock and roll. Já fui moderninha, patricinha, romântica, antiquada, revoltada e descolada.

Nem uma coisa, nem outra. Nem P nem G, nem branca, nem índia, negra ou parda. Ser mulher é ser tudo ao mesmo tempo. É ser bicho, fêmea, dama e meretriz. É coisa espiritual, antes mesmo de ser de nascença. Depois que nasce, a mulher vai driblando a vida no peito e na raça. Chutando, sambando, sangrando, vivendo as suas mil faces, em mil fases, de mil luas, dentro de mil vidas. E ligando o foda-se de vez em quando, porque ninguém é de ferro.

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De REVISTA BULA 

Thursday, January 17, 2019

Los herederos de Susan Sontag


JORGE CARRIÓN

“Cada época debe reinventar para sí misma su proyecto de ‘espiritualidad’”, leemos en la primera línea del primer ensayo de Estilos radicales, la continuación lógica de Contra la interpretación y una de las estrellas más brillantes de la constelación textual de Susan Sontag.

La crítica cultural, narradora, dramaturga, activista política y directora de cine reunió en Styles of Radical Will —publicado hace exactamente cuarenta años— algunos de sus textos icónicos de los años 60 y 70. En él conviven reflexiones y análisis sobre la pornografía, las relaciones entre el teatro y el cine, la obra de Cioran, Bergman o Godard; y Viaje a Hanói, una las crónicas más desafiantes de la historia de la literatura de viajes, porque en ella la autora constata que es incapaz de entender Vietnam del Norte, mientras que los miles de escritores viajeros que la precedieron alimentaron la ilusión de que comprendían las realidades que visitaban.

A los quince años de su muerte y tras la publicación de sus diarios íntimos, tiene todo el sentido preguntarse por el legado de Susan Sontag, por sus herederos: ¿qué escritores están en estos momentos siguiendo ese camino ecléctico, combinando la obra creativa con la reflexiva y analítica? ¿Quién cree como ella en la literatura y las artes visuales como vasos comunicantes? ¿Quién investiga, como lo hizo la autora de Sobre la fotografía, tanto en el arte más hermético y sofisticado como en el más transparente y popular?

Muchos, por suerte. Hace diez años todavía resultaba extraño que un escritor publicara reseñas de series de televisión o analizara videoclips, pero en un tiempo récord se ha normalizado el análisis crítico de cualquier parcela mediática y cultural.

No hay más que abrir cualquier libro de Eloy Fernández Porta —quien ha ganado el premio Anagrama de Ensayo y el Ciudad de Barcelona— para constatar que, a la hora de pensar un fenómeno sociológico, se ha vuelto indispensable la lectura comparada del mayor número posible de textos producidos en lenguajes distintos.

Así, Emociónese así. Anatomía de la alegría (con publicidad encubierta) o En la confidencia. Tratado de la verdad musitada alternan la exégesis de campañas publicitarias, obras de arte contemporáneo, cómics, teleseries, películas, obras de teatro o novelas, para entender el mercado de las emociones en el siglo XXI.

Como los de Sontag, los libros de Fernández Porta son laboratorios en que se suceden los experimentos hipnóticos. Pero si en la autora de En América todavía se conserva un cierto respeto por los géneros, en los del autor de Afterpop los límites han dejado de estar claros. La poesía, la crónica autobiográfica o incluso la ficción especulativa ocupan espacios significativos de unos libros de ensayo que a menudo parten de Ovidio o de Shakespeare para acabar en la filosofía política o en la sociología de las emociones, tras atravesar el pornoterrorismo, la cocina étnica o el canal FOX.

La pasión cinematográfica de Sontag no pudo conocer el cortocircuito digital; pero en sus últimos años de vida se enamoró de internet, hasta el punto de disponer diversos ordenadores con conexión telefónica en su casa de Nueva York, para poder consultarlos en cualquier momento. Otro de los grandes escritores de nuestra época, Teju Cole —en cambio— se ha formado como fotógrafo en plena transición entre el arte de la luz y el de las imágenes digitales, entre la fotografía y la posfotografía. Y, como Sontag, ha tendido puentes entre la crítica cultural, la creación literaria y las artes visuales.

Sobre todo en sus dos últimos libros. Blind Spot pone en diálogo sus propias fotografías con textos breves que participan del ensayo, la crónica y la poesía. Y en varios de los textos reunidos en Cosas conocidas y extrañas analiza brillantemente cómo Google ha cambiado nuestra relación cotidiana con las imágenes y cómo una zona interesantísima del arte y de la fotografía actuales trabaja precisamente con las herramientas que proporciona el buscador.

Esa investigación la comparte Cole con Alessandro Baricco, autor de un libro fundamental para introducirse en las metamorfosis de nuestra época, Los bárbaros. Ensayo sobre la mutación, quien acaba de publicar en Italia The Game, su posible segunda parte (doce años más tarde).

Se trata de una inteligente reconstrucción de la digitalización del mundo desde el videojuego Space Invaders (1978) hasta Amazon: cómo a través de estrategias informáticas y lúdicas se ha ido construyendo una nueva estructura ontológica y mitológica, que Baricco explica tanto en su ensayo creativo como con mapas conceptuales (firmados por 100Km Studio).

Entre la generación de Sontag (que nació en 1933) y la de Cole (1975) se encuentra la de Siri Hustvedt —quien no por casualidad escribe el prólogo de Blind Spot— y Chris Kraus (ambas de 1955). Novelistas y críticas culturales, pensadoras narrativas y anfibias, Husvedt es también una gran ensayista sobre ciencia, mientras que Kraus ha dirigido varias películas y es una reconocida crítica de arte contemporáneo.

Sus novelas —como Amo a Dick o Sopor— y sus libros de no ficción —como Video Green— comparten una galaxia de personajes desorientados en un horizonte de instituciones artísticas a la deriva. Instrumentalizado por el mercado y por los programas de posgrado de las universidades, tras la caída del Muro de Berlín de la que habla Sopor, el arte ha perdido la fuerza política que tanto defendió Sontag, quien sí se sentía cómoda en el incómodo rol de “intelectual”.

Tal vez sea ésa la diferencia principal entre la autora de La enfermedad y sus metáforas y los escritores que han seguido —consciente o inconscientemente— su camino transgenérico, su fe en el ensayismo creativo y en las narrativas que piensan, su apertura a todas las expresiones artísticas contemporáneas. En el siglo XXI el compromiso político de los escritores difícilmente sale fuera de los límites de sus textos.

Hace pocos meses se cumplió el vigésimo quinto aniversario de la representación, dirigida por Sontag, de Esperando a Godot en un Sarajevo asediado por francotiradores. También estaba allí Juan Goytisolo, otro maestro de la literatura experimental, otro intelectual comprometido. Aunque sus gestos —para bien o para mal— tuvieran fecha de caducidad, sus obras abiertas y estimulantes siguen generando el futuro en que leemos y vivimos.

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De THE NEW YORK TIMES en español, 13/01/2019

Imagen: Susan Sontag/Chester Higgins Jr./The New York Times 

Wednesday, January 16, 2019

Rosa tan maravillosa


ELINA MALAMUD

Rudi Thurner es mi amigo alemán. Cuando Rudi se queda pensativo, sostenido por sus pantalones –que lleva calados por arriba de la cintura– se balancea hacia adelante como un judío en la sinagoga, murmurando melodías para adentro, con los labios cerrados y apretados, como si rezara. Tomaba conmigo clases privadas de español y, como era un alumno avanzado, las dedicábamos a la lectura concienzuda de viñetas de humoristas locales, jocosamente gauchescos. Fue toda una experiencia cultural y laboriosa, para ambos. Un día entré a la sala donde Rudi me esperaba, lista para que fuéramos al cine y lo encontré parado, en su pose típica, con las manos en los bolsillos. La vista se le perdía más allá de la ventana, en unas nubes oscuras y amenazadoras. Entonces, sin apartar los ojos del cedrón y las glicinas que se recortaban afuera, sobre el negro de las nubes, dejó escapar su comentario, lento, reflexivo y de amplitud cósmica: “... qué lo parió...”, dijo, tan ajustado a la escena, apropiado, perfecto. Parece que juntos habíamos construido su aprehensión tan cabal de lo nacional y popular.

Además de que siempre que lo visitamos en Berlín, nos despide con una bolsa llena de golosinas para el viaje, dulzor de su esencia, Rudi me es un amigo práctico. No sólo es historiador sino que financió su carrera universitaria manejando un taxi, así que, cuando recorremos juntos su ciudad, él se complace en descubrirme y explicarme los rincones más exóticos, o significativos, y yo en robarle información.

Un día me anunció que, al regreso de no me acuerdo dónde, me llevaría a un sitio particular de Berlín y no me olvido la cierta mezcla de circunspección y morosidad reverencial con que me abrió la puerta del auto, me llevó hasta la orilla del canal Landwehr y me mostró una placa baja, sobria y luctuosa, llena de letras oscuras, que parecía estar perdiéndose al borde de la vereda para escurrirse hacia el agua del canal. Hasta acá trajeron el cuerpo de Rosa Luxemburgo cuando la asesinaron, y lo tiraron al canal –me dijo, y nos quedamos un rato mirando el agua. La encontraron cuatro meses después, muerta con su vestido mojado, navegando la dialéctica de la historia; y dicen que todavía llevaba los guantes puestos. La voltereta indecorosa de su cuerpo, cayendo despatarrado con un sórdido splash, en el medio de la noche, fue la primera imagen que tuve en mi vida de Rosa Luxemburgo.

Siempre junto al recuerdo de Rosa Luxemburgo me asalta la figura de otra mujer polaca, Maria Sklodowska, a la que el mundo, no sólo el científico, conoce con el apellido de su marido francés, Pierre Curie. Los padres de Maria Sklodowska habían participado de los levantamientos de 1863, cuando los campesinos de Lituania y Polonia se juntaron con los burgueses y con la nobleza local para recuperar las dos repúblicas, mezclando los intereses de clase propios de unos y de otros. Fueron reprimidos con una fiereza impropia del zar Alejandro II, miles fueron ejecutados y otros miles desterrados a Siberia; el pueblo quedó bajo ley marcial, se prohibió el uso oral y escrito de la lengua polaca y la familia Sklodowski fue despojada de sus bienes. Maria Sklodowska-Curie, cuando ya era una científica reconocida en Francia, se mantuvo prendida al amor de su tierra, educó a sus hijas francesas en la lengua polaca, viajó constantemente con ellas a su país y llamó polonio al primer elemento radiactivo que descubrió. Fue su forma política de reivindicar la histórica lucha de los suyos contra la autarquía de los zares de Rusia.

Rosa Luxemburgo, en cambio, dio sus primeros pasos políticos cuando todavía era estudiante secundaria en Varsovia, en la huelga decretada por el Proletariat, un partido de la izquierda polaca que pronto fue desbaratado y al poco tiempo tuvo que escapar a Suiza para no terminar en la cárcel... al menos por el momento. Sus estudios de filosofía, matemática y economía, la convirtieron en una teórica sin fisuras, apretada en un cuerpo pequeño, delicado y enfermizo que se crecía con la fuerza de su carácter, preciso e implacable, y el pensamiento inteligente que se le escapaba por los ojos o ella expresaba, indefectible, en los varios idiomas que dominaba, según la describió Trotsky en la inmensurable admiración que sentía por ella. 

En su pelea por la revolución que llevarían adelante las masas proletarias no cabía la condescendencia con los sentimientos nacionales por lo que, a diferencia de Maria Sklodowska y de muchos camaradas, no consideraba prioritaria la independencia de Polonia –larga y rica discusión que mantuvo con Lenin– ni se bancaba las componendas reformistas que denunciaba en el seno de la social democracia alemana, con razones parecidas a las que seguramente habría usado para criticar a nuestras democracias complacientes y progresistas de principios del siglo XXI.  

Cuando Rosa, Lenin y Trotsky coincidieron en los pasillos de la iglesia de Londres donde se realizó el Congreso del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, en 1907, Lenin deslizó una humorada aduciendo que sus desentendimientos con Rosa ocurrían no más porque “Rosa no habla bien el ruso”, a lo que Trotsky se apresuró a contestar que “en cambio, habla magníficamente el marxismo”, lo que distendió, en risas de todos los que se apiñaban alrededor de los tres, las tensiones de aquellas turbulentas jornadas, además de mostrar una corriente que los acercaba, a Rosa y a Trotsky, en los principios de la revolución permanente. Rosa, por su parte, aseguraba que todo estaba equivocado en su vida, por causa del torbellino de la historia y de la revolución. Que ella, en realidad, había nacido para criar gansos, recostarse en el tronco de un arce a masticar alguna hierba que le robara a las brisas de mayo o disfrutar las armonías de los conciertos de verano. 

Y entre amores y discursos, debates y cárceles, lecturas y artículos de clarificación política, temores y desafíos, en un claro del sueño de la noche, musitaría su qué lo parió personal, en voz muy baja, modelado en versión polaca, tierna, familiar, nacional y popular, nostálgica, renegando de los cansancios y los desencantos, hasta que la muerte la violentó, presentida e inesperada, y la apartó de la vida cuando su camino estaba todavía tan incompleto.

* Escritora y periodista.

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De PÁGINA 12, 15/01/2019 

Tuesday, January 15, 2019

Henfil – carta a Elis Regina


Elis,
Tudo bem. Nenhuma pista sobre tua morte. Tipo crime perfeito. Precisa ver. Os perplexos seguem as pegadas duma tal fama assassina que devora seus filhos. Os nascidos nos anos 40 já acham que tá é passando um flautista, convocando a geração “da gente” (Ri! Ri! Ri!). Os legistas shibatam tuas vísceras à cata de comprimidos e tóxicos.

Tu despistou todo mundo.
Mas eu, eu encontrei a caixa-preta. E vou abrir:
Nós homens te matamos, mulher.
Você dobrou tua voz e venceu. Dobrou teus negócios e venceu. Dobrou tua consciência política e venceu.
Quis ser mulher livre e perdeu…

Nós homens te exigimos alta, linda e gostosa. Nós homens te espancamos a murros e pontapés uma, duas, de dez vezes. Nós homens te obrigamos a lavar roupa e cozinhar pra nos sustentar. Nós homens te forçamos a se humilhar diante do teu povo, cantando de joelhos o hino nacional. Aí, nós homens, sem perguntar, te enterramos no cemitério dos mortos-vivos do Caboco. Mamadô. Nós homens te exibimos em churrascarias. Nós homens te vestimos de azul, vermelho, branco, roxo, amarelo, preto e cortamos teu cabelo curtim feito Joana d”Arc.

E você só queria namorar nós homens.
Mas nós homens não conseguimos namorar uma mulher livre.
Perplexos, quarentões e médicos-legistas!
Podem suspender as diligências.
Tá na caixa-preta: fomos nós, homens.

Henfil Sreet
27.1.1982 

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De REVISTA PROSA VERSO E ARTE, 04/03/2017

Fotografía: Elis por Juarez Fonseca

Sunday, January 13, 2019

Décadas y siglos atrás


JORGE MUZAM

Romina preparó un kuchen de membrillo. Tiene el sabor de la ternura que se escenifica con la distancia, suavidad de tostada piel de marzo, textura de una caricia somnolienta de invierno austral. Pido a los dioses que bendigan su magia culinaria. Le aderezo una capa de miel de castaño. Mate amargo para espabilar demonios improductivos. Mi mano como un catalejo para supervisar la cumbre del Malalcura.

He madrugado para aspirar los aromas de enero, las flores húmedas del poleo, la lavanda en su apogeo. No han llegado pájaros operáticos esta mañana. Las tencas se fueron de farra. Los manzanos no acusan ni rumor de brisa. A lo lejos, los queltehues parlotean como en un bar de Joseph Roth. Ni ellos parecen entenderse.  

Abro el archivo de Joe Hisaichi, marchas nupciales de nubes grandilocuentes, anillos que se multiplican en un estanque de ranas contemplativas, hojas secas de platanero trituradas por un poeta descuidado. Cada nota es un haiku que araña el corazón, latidos de un alcanfor centenario, hologramas del Yo-Niño que aparece y desaparece en un bosque de nunca jamás.

Los periódicos no traen buenas nuevas. Solo miseria moral, tergiversaciones malintencionadas, fascistismos travestidos con mantos de pureza. No hay acápites para la generosidad humana, anexos para el lado de la condición humana que sigue resistiendo a la inmundicia de la historia.

El sol se alza pegándole codazos a las nubes. Es hora de iluminar el valle de Alico, darle un manto turquesa al río Ñuble y vitaminizar los durazneros que se aprestan a la maduración. 

Vuelvo atrás, décadas y siglos atrás. Un mensaje de Mozart, un poema encriptado de Joyce, un chiste elegante de Nabokov. Los mejores capítulos de la gran marcha ya fueron escritos.  

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De CUADERNOS DE LA IRA, blog del autor, 13/01/2019 

Jacques Rossi, le Français qui a fait 24 ans de goulag

SÉBASTIEN LOPOUKHINE

Jacques Rossi était le Français du goulag. Comment ce communiste sincère, agent du Komintern, qui était prêt à "se jeter du haut de la tour Eiffel si le parti le lui demandait", a-t-il fini par passer vingt-quatre ans dans les camps de Staline ? Retour sur un destin hors du commun.

Lorsqu’ils ne mouraient pas de faim, de froid ou d’épuisement, les séjours des prisonniers dans les camps étaient prolongés par des exils forcés dans d’autres régions de l’Union Soviétique. Institution à broyer les hommes, le goulag a détenu vingt millions de personnes selon l’historien Nicolas Werth. Certains ont eu la chance de revenir vivants et parmi eux, des prisonniers devenus célèbres comme Alexandre Soljenitsyne dont on s’apprête à fêter le centième anniversaire, ou Varlam Chalamov. Avec leurs œuvres devenues universelles, ils ont tenté de raconter l’expérience du goulag, cette "école négative de la vie". À côté de ces monuments, figure un Français, quasi inconnu : Jacques Rossi. Il aura passé vingt-quatre ans de sa vie dans les camps. Vingt-quatre années durant lesquelles il aura tout enduré, tout consigné et espéré pouvoir revenir un jour en France. Il est un grand témoin du XXe siècle et son histoire est extraordinaire.

Les principaux camps du Goulag entre 1923 et 1961. Photo que l'on peut voir au musée du goulag à Moscou• Crédits : Fine Art Images/Heritage Image - Getty

Né à Bourg-en-Bresse en 1909, Jacques Rossi se souvient du "plus jamais ça" qui suivit la Première Guerre mondiale. Il vit alors à Varsovie avec sa mère et son beau-père. Très jeune, il prend conscience des injustices sociales et à 17 ans, il s'inscrit au PC polonais clandestin. Jacques Rossi se sent investi d'une mission de militant révolutionnaire : renverser l'ordre bourgeois et capitaliste. Condamné à neuf mois de prison pour avoir distribué des tracts antimilitaristes et pro-bolcheviques, Jacques Rossi est approché par le Komintern à sa libération. Ses dons de polyglotte (il parle dix langues) lui permettent d'être recruté. Il adhère alors corps et âme à la Révolution prolétarienne. 

Il va sillonner l'Europe sous des identités d'emprunts, "des documents cachés dans ses chaussures", remplissant mille missions secrètes, avant d'être subitement "rappelé au village", alors qu'il se trouvait, agent clandestin, derrière la frontière espagnole. Arrivé à Moscou, il est arrêté, interrogé et torturé. Condamné pour "espionnage au profit de la France et de la Pologne", Jacques Rossi est happé par le Goulag jusqu'en 1961... Son dossier ressemble à celui de millions de goulagiens : monté de toutes pièces. Jacques Rossi ne reviendra en France qu'en 1985 avec, dans ses bagages, un manuscrit écrit en russe, Le Manuel du Goulag, qui paraît en France en 1997. En 1999, le producteur Jean-Marc Turine réalisait une série de cinq entretiens avec ce grand témoin du XXe siècle.

C'est de son enfance marquée par la Grande Guerre et le "Plus jamais ça !" qui suivit, dont s'entretenait Jacques Rossi dans le premier volet de ces entretiens. Né en France mais élevé en Pologne dans une famille bourgeoise, cet enfant plutôt chétif, épris de justice sociale, va se montrer très vite attiré par la pensée révolutionnaire.

Je me souviens de ces mots des grandes personnes, les yeux levés vers le ciel : "Plus jamais ça !". Ça m’a vraiment impressionné. Je ne savais pas que c’était vraiment la guerre, j’étais dans une famille qui était assez bien matériellement, mais j’ai retenu ces mots et je crois que c’est ainsi que je peux expliquer cet engouement pour la gauche. C’était l’idée de se mettre du côté de celui qui est maltraité, faire en sorte que les guerres ne se répètent plus. Je me souviens vaguement que les grandes personnes parlaient de cette Russie, de ce Lénine qu’on ne connaissait pas. C’était très exotique, nouveau. La justice sociale, je la connaissais déjà à 12 ou 13 ans car je lisais mon Rousseau assez tôt. Le changement entre Varsovie et la France me permettait d’apercevoir des changements, des contrastes sociaux. Dans les terres de mon beau-père polonais, une vieille paysanne venait me baiser la main ! C’était en 1920 peut-être. Je ne crois pas que ce soit encore possible aujourd’hui. C’est tout à fait normal que je devins communiste. Le parti était illégal, alors on n’adhère pas. C’est le parti qui vous regarde, de loin, de près et puis il vous propose. C’était mon cas. J’étais tout à fait fier !

Le "rappel au village" : le retour à Moscou
"Rentrez au village !" À l'écoute de son émetteur clandestin qui le relie au Komintern, alors qu'il est en mission en 1937 en Espagne, Jacques Rossi comprend tout de suite qu'il est soudainement rappelé à Moscou, sans qu'aucune raison lui soit donnée. Sa camarade Maria, qui joue le rôle de son épouse au cours de cette opération, tente de l'en dissuader. Nous sommes en pleines purges en Union Soviétique, et elles moissonnent. Mais un soldat du prolétariat ne discute pas les consignes. Sa vie bascule. Jacques Rossi relate la répression au sein du parti communiste, et nous fait part de ses convictions intimes.

Quand on vous envoie innocent dans les camps, vous retenez tout ce qui est écrit sur les billets qu’on vous a laissé voir. On a été plus de 600 expédiés lors d’une même séance. Et plus tard, lorsque que j’ai été envoyé dans les camps de Norilsk, là j’ai rencontré encore d’autres centaines et centaines qui avaient été jugés par la même session de cette commission. Si à cette époque j'avais soupçonné mon meilleur camarade de trahison, certainement je l’aurais dénoncé […]. Pourquoi la purge ? Il fallait des boucs émissaires pour expliquer pourquoi le projet ne marchait pas. On arrêtait dans toutes les sphères : les beaux-arts, l’industrie, l’agriculture… Il fallait montrer à l’opinion publique qu’il y avait des ennemis du peuple, expliquer aux Soviétiques, pourquoi, vingt ans après la victoire de la plus grande révolution mondiale, ils vivaient dans cette misère.

La déportation au goulag
Arrêté à la veille de son mariage, accusé d'espionnage, condamné sans jugement comme des millions d’autres, Jacques Rossi est déporté vers le goulag par un train spécial. "Moi, je n'étais pas victime du stalinisme parce que j'étais pour Staline !" explique Jacques Rossi qui face à cette machine monstrueuse ne peut se résoudre à y croire. Il écope d'une première condamnation à huit ans. À partir de là, il va passer par toutes les phases de la décontamination idéologique : "Mon arrestation, c’est sûrement une erreur !" pense-t-il d'abord. Puis : "Staline ne peut pas être au courant !". Douloureuse décantation, au regard du formidable espoir suscité par le communisme chez des millions d’hommes de bonne foi... Dans ce troisième entretien, Jacques Rossi revient, entre autres, sur les conditions de vie qu'il a endurées :

Appliquer la norme de travail strictement, ça veut dire vous tuer. Tuer lentement. Si vous devez faire un travail pour lequel vous n’êtes pas qualifié, ou bien pour lequel vous êtes trop faible parce que mal nourri, mal vêtu et que nous n'y parvenez pas, le lendemain, vous recevez une ration de pain un peu moindre pour vous punir. Après ça, votre rendement baisse encore, vous recevez alors une plus petite ration jusqu’à ce que vous creviez de faim. Il n’y a rien à faire, il ne peut pas y avoir de miracle. On était très mal vêtus. Les vêtements que l’on portait étaient en coton, doublé. C’est pour ça qu’en hiver, lorsqu’il faisait moins vingt à moins quarante degrés, il fallait toujours travailler, car dès que l’on s’arrêtait, on gelait. Toutes les deux heures, nous avions le droit de nous chauffer pendant cinq minutes près d’un feu.

La "libération" du camp, direction Samarkand
6 mars 1953, mort de Staline. Entre le 6 et le 9 mars, jour de ses obsèques, le Père des peuples emportera avec lui dans sa mort plus de 1500 hommes et femmes, piétinés ou étouffés victimes de scènes d’hystérie collective. Khroutchev arrive au pouvoir et le XXe congrès du Parti communiste en 1956 amorce la "déstalinisation" de la société russe. En cette période tumultueuse et incertaine Jacques Rossi a 47 ans, dont 19 passés au goulag. Il est théoriquement libéré et ramené à Moscou : "_C’était la première fois depuis depuis 1937, soit presque vingt ans auparavant, que j’étais semi-libre"_. Mais le système n'en a pas fini avec lui... Jacques Rossi est en fait "soi-disant libéré" et il faut se décider car une personne qui ne peut justifier d’un domicile fixe est "gouléguisable". Il faut choisir un lieu de résidence.

- Où vous-voulez aller ?                            
- Moscou                            
- C’est interdit                            
- Alors Leningrad                            
- C’est interdit                            
- Odessa                            
- C’est interdit                            
J’ai cité une une quinzaine de villes dont j’avais entendu parlé, mais la réponse ne variait pas. Alors pour gagner du temps, j’ai demandé poliment : Pourriez-vous me donner la liste des villes autorisées, parce que l’URSS, c’est grand.                            
- Impossible, cette liste est secrète.                            
Finalement comme j’étais orientaliste de formation, à la quarantième ou cinquantième ville, j’ai dit Samarkand. "Oui, ça va" a répondu le sergent. Située à 5000 km, ce n’est pas la ville où j’aurais voulu aller pour me rendre à Paris (rires).

La vie après le goulag, après l'URSS
"Je vais peut-être me vanter excusez-moi, mais je crois avoir résisté un peu. Je ne suis pas cassé il me semble." Au cours de cet ultime entretien Jacques Rossi, qui a 90 ans lors de l’enregistrement de cette conversation, fait le bilan de sa vie, et donne son avis sur le régime soviétique avec cet humour si particulier qui lui a permis de tenir peut-être, d’avoir le courage de renoncer à ses illusions sans nul doute.

La vie n’a jamais été interrompue. J’ai rencontré des gens qui étaient en prison et qui avaient pris l’habitude de dire, ce sont des années perdues. Je crois que si vous avez des choses dans votre cœur et dans votre tête, vous vivez tant que vous respirez. Ce n’est pas toujours commode bien sûr. Vous vous êtes gâtés, vous vivez dans le luxe du premier monde, le monde développé. Si bien que s’il vous manque quelque chose, vous êtes malheureux. J’ai appris beaucoup de choses au goulag. Tout d’abord combien on est rien. Avec tous les services dont nous disposons ici en France, santé, etc… on est convaincus de notre importance. Mais si on a l’expérience du tiers-monde, ce qui n’était pas mon cas puisque j’étais au goulag, mais ça y ressemble, on finit par comprendre que l’on est rien du tout. Du moment où on a le droit de respirer, c’est déjà quelque chose (rires). Je n’ai pas repris ma vie en sortant, c’est votre conception. Si vous avez votre contenu dans votre cœur, dans votre esprit, vous vivez toujours. L’homme est un animal comme les autres, il veut survivre.


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De FRANCE CULTURE, 27/11/2018 

Tuesday, January 8, 2019

Dos poemas de Boris Pasternak


SUSANA SOCA

Pasternak pertenece a la línea de los poetas secretos, en los cuales la experiencia humana va haciendo ocultamente el verso. Así y de radiante manera percibimos la experiencia religiosa en la poesía de G. M. Hopkins, el poeta más secreto de todos.

Traductor de Shakespeare, y viviendo como pocos en el mundo shakespiriano (Hamlet y Othello le han inspirado los más originales poemas), Pasternak suele mostrar afinidades y coincidencias con algunos poetas alemanes, franceses e ingleses, y representa en la moderna poesía rusa un aspecto universalizado. Pero lo esencial es que ese aspecto se fusiona y combina siempre con los elementos vivos de la naturaleza, y el mundo rusos; parece tocar la tierra para recobrar fuerzas a cada momento, y ella constituye una presencia latente que reanima el fuego de la poesía con todas sus raíces y ramificaciones transportadas a la inmensa lengua, con la que coincide hasta el punto que, si el hombre hubiese vivido en otros países, esa poesía sería inconcebible.

Ella pasa con específica rapidez de lo temporal a lo intemporal, y continuamente los une, pero, en un plano de interioridad, se nos aparece tan ligada a su época que no podríamos nunca separarlas. El poeta existe en el mundo presente, mas sin limitarse a él; participan, entran en su experiencia los movimientos de la tierra que lo rodea, lo que acaece en ella y su repercusión en el resto del mundo, y todo coexiste con multitudes y paisajes, pero los fragmentos vivos de esa realidad nos llegan transcendidos, llevados hacia una realidad poética más vasta, en la que el propio tiempo aspira a identificarse con el tiempo.

Para unos, Pasternak es el más grande de los poetas actuales de lengua eslava, para otros no es un poeta realista. Nosotros lo consideramos como un poeta de la realidad, en cuya obra realismo y superrealismo aparecen y desaparecen uno y otro como integrantes de la fuerza espiritual y la fuerza telúrica difundidas hasta en sus versos más formales y breves, y esas fuerzas transfiguradas por el canto nos comunican la experiencia del hombre.

El propio Pasternak ha sido atormentado no sólo por la idea de que sus versos eran demasiado individuales para expresar el “pathos” de la realidad que actualmente él lleva en sí, sino más aún por la idea de que la poesía no puede expresar esa realidad. Y acerca de este tema el poeta escribe en una carta: “Pero todo esto no es nada. No son más que bagatelas. Tengo el sentimiento de que una época absolutamente nueva de tareas y de preguntas del corazón y de la dignidad humana, muy diversamente resueltas, -época silenciosa, que nunca será proclamada o promulgada a voz en cuello- nace y crece de día en día sin que uno se dé cuenta. y no es propio de poesías desligadas y particulares el meditar sobre estas cosas tan solemnes, tan oscuras y nuevas. La prosa o la filosofía son las que pueden intentar ocuparse de ellas. Por lo tanto, lo más importante que he podido hacer hasta ahora, durante toda mi vida, es la novela El doctor Zhivago". ( ... ) Me avergüenza la circunstancia verdaderamente triste de que se me haya hecho un renombre exagerado por mis escritos primeros, y que no se conozcan mis trabajos recientes (la novela, sobre todo) de una significación completamente distinta”. […]

El primero de los poemas que se publican en este número fue elegido, a pesar de su intraducible canto, porque me parece resumir no sólo el sentido de una de las obras poéticas más considerables de nuestro tiempo, sino también el sentido de la comunicación del poeta con todas las cosas; esa comunicación que es exclusividad y total exigencia.

Las cosas lo apremian, lo llaman, y está forzado a entrar en ellas y a no salir sin intentar llevarlas al mundo; está habitado simultáneamente por ellas, sin poder elegir entre una y otra. Y ellas y el paroxismo que las une entran en el molde de las doce sílabas en que escribiera Pushkin, divididas en líneas de ocho y cuatro. Aunque ya en su infancia, mientras escuchaba a Scriabine, había sentido que nuestro siglo sólo podía expresarse con sus propias voces, vuelve a Chopin, porque encuentra encarnadas en su voz las cosas reales y vivas que encuentra en él mismo y que quiere desesperadamente poner en ocho líneas, porque si eso fuera posible, ocho líneas bastarían.

Las cosas están ahí, presencia, perfumes ruidos, colores y contradicciones contenidas en el amor que las une y en el descubrimiento, vecino del amor.

Las cosas enumeradas entran con violencia en esa tan concentrada forma y representan a aquéllas que no menciona. Los nombres particulares de la rosa y la menta estaban presentes, en el momento del canto, pero, no sólo expresan a la rosa y la menta; sino a las flores y plantas de todos los jardines. Los nombres están ligados mágica y verbalmente al canto que los contiene, y por él vuelven a aquel origen musical de su primera inspiración.

Dentro de la poesía moderna, que tiende a realizar diversamente su propia música, lo que sorprende en Pasternak no es la sonoridad ni el acuerdo profundo entre las partes, sino la reminiscencia persistente del más antiguo tiempo en que la poesía y la música eran inseparables. Parecería que la poesía respondiera a un llamado, y aunque libre de la sujeción anterior, aspirara, por su solo impulso y sus medios, a reunirse de nuevo con la música en su fuente común.


La imagen final de este poema, consabida imagen de la tensión, nos muestra la cuerda y el arco identificados con el juego y el tormento. Y una vez más recuerdo la insistente frase de Éluard -con el cual el poeta ruso tiene manifiestas afinidades, en algunos aspectos del lenguaje poético-: “Ya no vuelvo a encontrar nunca en aquello que escribo, aquello que amo”. No sé cuál es la interpretación de Pasternak, pero la emoción de este poema está ligada, para mí, a la imagen de un violín, con el nervio y el arco. Él que crea, en el difícil acuerdo del juego y el tormento, hace su música, pero no puede escucharla nunca; si la oye, no puede reconocerla, porque se le aparece como si fuera indefinidamente otra. Sólo queda la presencia del juego y el tormento, desde el principio hasta el final. Pero otros escuchan; alguna vez la música se hace en ellos y, como siempre, ésta es la realidad de la poesía.

Entregas de La Licorne 9-10, Montevideo 1957.


DOS POEMAS

I

Yo quisiera ir hasta el centro
de toda cosa
en el trabajo, en la búsqueda
del camino, en los tumultos
del corazón.
Llegar hasta la sustancia
de los días fugitivos
hasta el origen
la raíz y el fundamento,
hasta la médula.

Cada vez asir el hilo,
de los hechos y destinos,
vivir, pensar,
sentir, amar, descubrir.

Si lograra apenas algo,
describiría en ocho líneas
los modos de la pasión.
Desenfrenos y pecados,
huídas, persecuciones,
con los codos y las palmas
en súbitos atropellos.

Deduciría sus leyes
y su principio,
volvería a pronunciar
iniciales de sus nombres.

Compondrían un jardín
los estremecidos nervios,
florecerían los tilos
uno tras otro en fila india
como los gansos.

En mis versos el perfume
de la rosa y de la menta,
junto a la siega del heno,
el prado y el esparganio
y el fragor de la tormenta.

Así Chopin una vez,
puso el viviente prodigio
de las moradas y los parques,
el bosque, las sepulturas,
en sus estudios.

Logrado triunfo
donde el juego y el tormento,
serán la cuerda estirada
del arco tenso.

II

CASA DE SALUD

Todos estaban como mirando una vitrina
y cerraban la calle.
Pusieron la camilla y saltó el enfermero
al interior del coche. La ambulancia pasaba
a través del tumulto de la calle nocturna,
pasaba entre portales, aceras y curiosos
y sumergió sus fuegos dentro de las tinieblas.

Uniformes, semblantes y calles titilaban
a la luz de los faros.
La asistente y su frasco de amoníaco oscilaban.

Empezaba a llover y en la sala de espera
había un melancólico rumor de alcantarillas.
Línea a línea entretanto
alguien ennegrecía la hoja del cuestionario.

Pusieron al enfermo en un lugar de entrada,
todos los pabellones estaban ocupados,
hedían en el aire los vapores de yodo
mientras afuera el viento soplaba en la ventana.

La ventana abarcaba, en su solo rectángulo,
un trozo de jardín y unas hebras de cielo.

Se sintió por las salas, encerados y túnicas
admitido el novicio. Súbitamente vio
el leve movimiento de la que interrogaba,
y entonces comprendió
que no saldría vivo de esta transformación.

Cuando él, agradecido, miró por la ventana
detrás reverberaba el muro, exactamente
como ascua en la encendida chispa de la ciudad.

Allí en el resplandor brillaba la barrera,
y allí, entre los reflejos de la ciudad, el arce
se inclinaba, y curvando su retorcida rama,
despedía al enfermo con una reverencia.
Perfectas son tus obras, Señor, pensó el enfermo,
sólo lechos y gentes, muros, noche de muerte
y nocturna ciudad.

Oh Diostomé la dosis de narcótico y lloro
desgarrando el pañuelo,
se interponen las lágrimas y no me dejan verte.

Bajo la medialuz levemente caída
sobre el lecho, me es dulce admitir que mi suerte
y yo somos regalo incalculable y tuyo.

Yo siento al terminar en lecho de hospital.
el fuego de tus manos.
Obra del arte tuyo, me sostienes y escondes
como anillo y su piedra en afelpada caja.

BORIS PASTERNAK

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De LITERATURA Y TRADUCCIONES, 28/11/2012





Recuerdos de Víctor Hugo (Vizcarra)


RAMÓN ROCHA MONROY

No sé si a raíz del golpe del 80, Víctor Hugo Vizcarra se mudó a Cochabamba, de modo que el 82 me lo encontré viviendo en casa de Alfredo Medrano.

Está de moda retratarlo como marginal y antropólogo (experto en antros), como en vida de él le invitábamos téconté cuando aparecía, pero luego nadie se preocupaba de cómo vivía o qué comía. Alfredo no, y debo decirlo, Sara María, su esposa, porque ella recuerda los almuerzos consistentes que le dio y la disciplina que lo mantuvo alejado del trago, para dedicarse a la educación del Vichito, David, hijo de ambos. Por eso Sara María cuenta que recuerda con cariño el tiempo en que Víctor Hugo vivió en su casa, porque lo llevaba al Vichito a la escuela y lo ayudaba a hacer sus tareas. En esa época escribió su primer libro, COBA, con prólogo de Waldo Peña Cazas, gran amigo de Alfredo.

No sé si quiso volver a las andadas, porque se fue a La Paz y otra vez se lo vio pasadito en tragos. De su paso por Cocha databa mi amistad con él, pero un día me dijo en La Paz que yo era su ex amigo. Me ofrecía sus libros o pedía prestados 20 pesitos. Le decía que sólo tenía 10 y los aceptaba con una advertencia: Pero conste que me debes 10.

Un día me anunció que había hecho su testamento, que se reprodujo en Los Tiempos. En él desahuciaba a sus acreedores, "pues, como dice mi ex amigo Ojo de Vidrio, deber es de caballeros, cobrar es de cholos". Así se reprodujo en este diario, pero en su obra completa figura el Testamento sin ese pasaje. ¿Lo habría quitado él? Quiero creer que sí, pero se puede leer Los Tiempos de la época para rescatar el párrafo.

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Imagen: Dibujo de Lander Zurutuza (Lezo, España), para Borracho estaba pero me acuerdo

Sunday, January 6, 2019

El último trago de Víctor Hugo Viscarra

NICOLÁS GARCÍA RECOARO

El primer brindis es por el título. El libro que congrega todas las obras del escritor boliviano Víctor Hugo Viscarra se titula La del estribo. Justo, necesario y postrero guiño etílico-literario para el autor de Borracho estaba, pero me acuerdo, a esta altura del partido un clásico de clásicos de la narrativa boliviana contemporánea.  “Cuando uno está farreando entre amigos y quiere tomar la última copa, se dice ‘vamos a tomar la del estribo’. Esto se da antes de partir, cuando ya sólo queda tomar lo último. Es un buen título para las obras completas”, explicó Manuel Vargas Severiche, prolífico escritor vallegrandino e histórico editor de Viscarra, en una reciente entrevista con el matutino Página Siete. El voluminoso libro, publicado por la casa editorial paceña  3600, tiene más de 600 páginas, cuatro prólogos y la portada tatuada con una filosa ilustración de Viscarra, con una botella escarlata incrustada en su pecho, que es obra de Frank Arbelo. ¡A tu salud, Víctor Hugo!  

El antropólogo
“Soy antropólogo: soy experto en antros”, decía Viscarra para presentarse como relator del submundo boliviano. Este cronista del margen escribió sobre lo que vivió en carne propia: el laberinto de las empinadas calles andinas, las cantinas de mala muerte, la cárcel, el mortífero y cómplice alcohol barato, la delincuencia, las drogas y la marginalidad. También sobre la soledad, la dignidad de los nadies y su imperecedera necesidad de escribir. Pese a todo escribir.  

Lejos de cualquier visión romantizada, a mitad de camino entre la crónica, las memorias y el cuento corto, las decenas de relatos reunidos en el volumen La del estribo pintan un durísimo, feroz y a la vez fascinante fresco del hondo bajo fondo. “Jamás podrán decir que Viscarra escribía sobre lo que no sabía, como ocurre con varios escritores borders de moda”, explica Virginia Ayllón, escritora, crítica cultural, compinche y amiga de fierro del autor.

Las calles donde Viscarra no tenía nada que perder, donde caminar la noche con un escuálido abrigo y su botellita con alcohol puro a la espera de los salvadores rayos del alba fueron construyendo su universo. Delincuentes de prontuarios flacos que agonizan en granjas de rehabilitación, humildes emigrados del campo que subsisten a los tumbos cargando sus penas en los mercados populares, lustrabotas que vuelan entre vahos de thinner, viejos proxenetas venidos a menos, expertos en cuentos del tío y otras sableadas, avispados perros de la calle y voluptuosas cholitas dedicadas al strip-tease y a otras malarias. Quedan a flote, sólo unos pocos. Habitantes y laburantes del margen: realismo sucio andino.

Se puede pensar que la de Viscarra es una literatura menor que asume una doble marginalidad: desde lo que dice –sus personajes, escenarios y andanzas– hasta cómo lo dice. Voces quechuas, aymaras, campesinas, lúmpenes y siempre explotadas. Sus memorias tejen, en primera persona, la política marginal de las urbes andinas.

Nací viejo
Viscarra nació el 2 de enero de 1958. Su madre era pobre, su padrastro era pobre, todo el mundo –salvo dos o tres familias dueñas de las minas de estaño– era pobre en la Bolivia de aquellos años. “Puedo decir que a los doce años me sumergía de cabeza en la noche. En sus oscuras entrañas aprendí cosas, buenas y malas. La noche de La Paz es un laberinto que, al no tener principio, tampoco tiene fin, y uno puede perderse para siempre”, escribe Viscarra en “Frío en el alma”. Desde aquella noche iniciática, las leyendas urbanas sobre las derivas del “Bukowski boliviano” lo transformaron en un auténtico mito dentro de la literatura andina: efímeros pasos por redacciones, algunas changas como escritor fantasma y otras fugaces intervenciones menores en diversos oficios terrestres con la omnipresente sombra del alcohol a cuestas.

Su primer libro, que lo rescató del anonimato, fue Coba: lenguaje secreto del hampa boliviano (1981), un soberbio documento recopilatorio del lunfardo y el argot carcelario, que la policía nacional publicó sin siquiera mencionar al cronista. Luego de aquel primer mal trago llegaron el notable Relatos de Víctor Hugo (1996), luego Alcoholatum & otros drinksCrónicas para gatos y pelagatos (2001), más tarde el popular Borracho estaba… (2002), poco antes de su muerte el premonitorio Avisos necrológicos(2005) y el póstumo Ch’aki fulero (2007). Best sellers piratas desde hace más de una década. La del estribo, con edición al cuidado de Marcelo Martínez, asume el noble desafío de reunir en un solo volumen todas estas obras hermanas. Todavía se aguarda su llegada a las librerías argentinas. En estas pampas, Viscarra tiene numerosos lectores fieles.

En varios de sus relatos, Viscarra vaticinó su muerte antes de llegar a los cincuenta años (“Nacionalizo una pistola y me pego un tiro”). Ni hizo falta, el tiro del final se lo dio una cirrosis fulminante, que se lo llevó en mayo de 2006. Sus restos reposan en el Cementerio General paceño.

Peleando a la contra
Desde los callejones paceños y cochabambinos, Viscarra supo transformarse en la punta de lanza del grupo de narradores que comenzaron a gestar sus proyectos literarios algunas décadas después de que el cimbronazo político y social de la Revolución del ’52 haya quedado empantanado en reformismos tibios. Pero no tan alejados de la dura herencia de los gobiernos militares y los años dulces de la cocaína y el neoliberalismo. Un poco antes de la llegada de Evo Morales al poder.

Los relatos de otros escritores paceños, como la extensa obra del maldito Jaime Sáenz, los cuentos y novelas de Adolfo Cárdenas, Wilmer Urrelo Zárate, Spedding y Willy Camacho tienen sintonía con la obra de Viscarra. Relatos urbanos, textos con un manejo erudito del argot callejero y sus voces. Historias donde el humor ácido y la ironía se beben de un saque.

En sus libros, Viscarra trazó una cartografía marginal sobre mercados negros, comedores populares, basurales, puteros, comisarías, bares, cabarets y barriadas periféricas. Una ciudad de La Paz semiclandestina. La de antros fantasmagóricos como La Casa Blanca, La Curvita, Las Cadenas (con sus vasos y ceniceros encadenados a las mesas), El Pezón de la Mariposa, El Averno (con sus paredes decoradas con imágenes de La Divina Comedia), El Abismo y El Volcán. Cuevas donde los tragos servidos en latas oxidadas cuestan centavos y la regla es amanecer muerto o, con suerte, desnudo. Con su especial manera de narrar su resistencia, Viscarra también luchaba por ser un extranjero en su propia lengua y por construir un espacio al margen del canon literario boliviano que lo condenó a un frío ostracismo. Y lo sigue haciendo.

En su última entrevista, pocos meses antes de su muerte, Viscarra se despidió a su manera: “El mío es un trabajo contraliterario. Hay muchos que se sienten ofendidos con mi literatura. Con mi libro Borracho estaba, pero me acuerdo he tenido tres juicios por difamación. Pero como no tengo un lugar fijo donde vivir, no pasó nada. Además, todos los que me homenajean son unos hipócritas que viven en la porquería. El Apocalipsis dice que vendrá el Juicio Final y habrá gente que se irá al infierno por sus actos, pero yo digo: me da igual, porque he vivido toda mi vida en un infierno”.


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De TIEMPO ARGENTINO, 31/10/2018

Saturday, January 5, 2019

LOS INTELECTUALES Y EL PODER PLURINACIONAL


CARLOS CRESPO

En los últimos sesenta años, por lo menos en tres periodos históricos, intelectuales bolivianos, la mayoría provenientes de la izquierda, se han articulado o fueron cooptados por el poder estatal dominante de ese momento. Son los que diseñaron estrategias y políticas públicas de los gobiernos de turno, pero también son los que elaboran el marco teórico, interpretan y legitiman tales procesos, considerados “revolucionarios”. Son generaciones enteras de académicos y escritores que fueron engullidos por la maquinaria estatal.

El 52’, fueron los Zavaleta, Ayala Mercado, Urquidi, Céspedes, como militantes del MNR o que hicieron “entrismo” al partido de gobierno, quienes “explicaron” la “revolución anti-imperialista”, y/o diseñaron las reformas agraria, urbana o las nacionalizaciones; durante el segundo periodo emenerrista, fueron los Toranzo, Lazarte, Antezana, Molina, que justificaron al “Gonismo” como salida a la crisis del “nacionalismo revolucionario”. Hoy, con el “proceso de cambio”, son los Linera, Calderón, Mayorga, que continúan tal pulsión.

Desde la Vicepresidencia se ha creado el Centro de Investigaciones Sociales (CIS), verdadero “think thank” estatal donde investigadores y cientistas sociales están produciendo la “verdad” del Estado Plurinacional, re-elaborando la historia nacional para justificar el “gobierno indígena”, pues como en la película de Jorge Sanjinés (otro intelectual afiliado), los quinientos años de colonialismo y exclusión indígena concluyen con Evo Morales viajando en el teleférico. Actualmente, de acuerdo a una agenda previamente definida, el CIS es el principal financiador de investigaciones y tesis en el país, por encima de las universidades o centros independientes como el PIEB.

Este 2019 negras tormentas se avecinan sobre la democracia boliviana, y existen múltiples rostros que la visualizan: un presidente que aprovecha su mayoría parlamentaria y el control sobre los poderes judicial, electoral, para buscar re elegirse recurriendo a todos los medios posibles, la mayoría ilegales, vulnerando normas vigentes, particularmente la Constitución. El argumento para lograrlo, que es “un pedido del pueblo”, es típico de dictadores emergentes. Un gobierno que criminaliza y persigue a opositores, defensores de DDHH, activistas disidentes, y todo aquel que piense y actúe diferente al guion del Estado plurinacional. A nombre de establecer un régimen hegemónico, una administración gubernamental que busca el control total del país y sus instituciones, incluyendo sindicatos, organizaciones sociales de base, las universidades autónomas. Más aún, un gobierno que ha convertido el montaje y el espectáculo como método de gestión pública para imponer el terror y el miedo en la población. En suma, la democracia en Bolivia está hoy amenazada.

A pesar de esta realidad, que solo reproduce experiencias autoritarias similares en otros países del llamado “socialismo del siglo XXI”, como Venezuela, Nicaragua o Cuba, hay intelectuales afines al “gobierno de los movimientos sociales” que tienen una lectura diferente del “proceso de cambio” boliviano. Justamente, uno de estos “maestros pensadores” del “gobierno de los movimientos sociales”, en una conferencia internacional, realizó una exposición con el título “Proceso político boliviano: democracia en disputa”. Detrás del título, se hallan algunos supuestos teóricos, necesarios de un par de apuntes críticos. La primera es considerar que los actores sociales en el país, no solo se hallan en las mismas relaciones de fuerza, sino que actúan “habermasianamente”, desplegando comportamientos comunicacionalmente racionales, sea para construir consensos o expandir la hegemonía de un actor sobre los demás. No hay tal, en el mundo real operan relaciones de poder y dominación, y en el caso boliviano, un actor político, el MAS, bajo la jefatura de su “gran timonel” el que busca imponer su voluntad, por las buenas o las malas, por tanto no hay disputa por dar “sentido” a la democracia, sino libertades individuales y colectivas en proceso de ser criminalizadas y conculcadas.

Para los académicos e intelectuales que defendemos el pensar crítico y autónomo, es hora de empezar a desmontar los postulados y argumentos de estos operadores del “Estado plurinacional”, expresión de la servidumbre voluntaria en el conocimiento. Ese será nuestro aporte a la defensa de las libertades democráticas en Bolivia.
 Cochabamba, enero 2019

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De SOCIEDAD DE AMIGOS CONTRA EL ESTADO, 04/01/2019 

Tuesday, January 1, 2019

Fragmentos de "Los anarquistas expropiadores"


OSVALDO BAYER

"Cuando le fue comunicada la pena a Boris (primer anarquista expropiador de la Argentina), éste, sin la menor afectación señaló: 'La vida de un propagandista de ideas como yo está expuesta a estas contingencias. Lo mismo hoy que mañana. Ya sé que no veré el triunfo de mis ideas pero otros vendrán detrás más pronto o más tarde'." Pág. 24.
 
Palabras de Roscigna: "Alguna vez se hará justicia a los anarquistas y a sus métodos: nosotros no tenemos a nadie quien nos financie nuestras actividades, como la policía es financiada por el Estado, la Iglesia tiene sus fondos propios, o el comunismo tiene una potencia extranjera detrás. Por eso, para hacer una revolución, tenemos que tomar los medios saliendo a la calle, a dar la cara." Pág. 76.
"Los anarquistas expropiadores en esa breve década de la violencia en la que actuaron fueron encerrándose en un círculo cada vez más estrecho que, visto desde la perspectiva de hoy, aparece como un esfuerzo vano, como un sacrificio inútil, con una violencia que sirvió más para destruirse a sí mismos que para hacer triunfar la idea: practicaron el asalto y la circulación de moneda falsa para atender las necesidades de su movimiento, para liberar a sus presos, para atender a las familias de los perseguidos; pero en esos asaltos y falsificaciones caía más de uno a su vez preso (cuando no era muerto) y entonces los que quedaban tenían que volver a recorrer el círculo sin salida, y de ahí en más. Salvo casos excepcionales que ya veremos contra todo lo que puedan afirmar las crónicas policiales o los anarquistas intelectuales o sindicalistas puros de aquella época, ninguno de ellos aprovechó para sí mismo el producto de lo 'expropiado': los que no fueron muertos y pudieron sobrevivir la dura cárcel de Usuhaia volvieron a trabajar en sus antiguos oficios, unos como albañiles, otros como obreros textiles, otros mecánicos, cumpliendo rudas horas de labor pese a sus años. Es decir, lo que puede estar equivocado es el ideal abrazado por ellos y el método elegido pero no su honestidad en seguir hasta sus últimas consecuencias." Pág. 77/78.
"Llegamos al fin de todo este capítulo amargo pero vivido por nuestra sociedad. El anarquismo delictivo existió en esa época evidentemente porque estaban las condiciones dadas para ello. Violencia contra violencia, justicia indiscriminada por la propia mano ante la injusticia social reinante. ¿Justificar a los anarquistas expropiadores? ¡No! Sólo exponer sus hechos. ¿Se justifican sus reacciones extremas? Eso, creemos, es algo inevitablemente personal: hay horteras y burócratas que pasan toda su vida aguantando injusticias y hay rebeldes tan susceptibles que reaccionan ante el más leve abuso del poder: están aquellos que pasan sus vidas marcando el paso y vistiendo uniformes y están los otros que no aceptan imposiciones si no están basadas en la lógica, que no siempre es compatible con la naturaleza humana. Lo hemos visto ya en esos dramones rurales de principios de siglo: está el peón que acepta los latigazos de su patrón para poder medrar con paciencia y está el otro que ante el primer latigazo saca el cuchillo, se hace justicia, y se hace matrero. Y hay rebeldes cuya rebeldía sólo les alcanza para dejarse el pelo largo y dejar boquiabierta a su chica, y hay otros cuya rebeldía los impulsa a lanzarse a una lucha tremenda, marginados por la sociedad, habitantes de un submundo de violencia, dureza y sangre. Aquí hemos reseñado la trayectoria, sórdida y épica al mismo tiempo, de hombres que escogieron este último camino y lo transitaron hasta el final: hasta el abrupto y definitivo final..." Pág. 92/93.

"El anarquista es un hombre de batalla. La pelea es su juego; es la arena en que mejor él destaca su bravura fatal, o es el mar, cuyas crestas amargas cumbrea jubiloso. La derrota o el triunfo no cuentan; son impostores que el anarquista supera y desprecia mientras marcha a cumplir su destino; su destino no es tan poquita cosa como una corona de flores o de espinas, sino mucho más: morir peleando, pelear para ser libre. Todo lo que no sea batalla, le viene chico o le queda ridículo al anarquista. Es un hombre de batalla y no de componendas o sutilezas. Con él no hay arreglo nunca. No pacta ni desiste; lucha y afirma. Tipo nuevo en la historia, generador de otra especie de hombres, mucho ardiente y poderoso que avanza, bramando amor, a poseer la Vida." (Texto de Rodolfo González Pachecho, ¡Anarquistas!). Pág. 125.
"En este trabajo se ha tratado de dar clima cierto de aquellos años. Por ejemplo, el odio tremendo de los anarquistas a todo lo que vistiera uniforme, en este caso la policía, odio que los llevaba a no diferenciar a la policía en función política de la policía en función social. Y debemos reconocer que en algo les cabía la razón porque fue culpa de todos los gobiernos en este país el usar a la policía para la represión de ideas. Al mismo policía que ordenaba el tránsito o ayudaba a un accidentado se lo usó para allanar un sindicato o apresar a un intelectual o reprimir una manifestación policial. Cuando al gobernante de turno se le quemaban los papeles recurría a la sirvienta para todo servicio: la policía. (...) Finalizando este pequeño capítulo para la historia de las ideas anarquistas en nuestro país nos queda decir que, a pesar de tener en la década del '20 y aún del '30 varios momentos de esplendor, la influencia libertaria y la acción de la FORA fue decayendo sensiblemente hasta pasar a límites mínimos después de la guerra civil española y la guerra europea y, aquí por la influencia del sindicalismo estatal peronista. Su campo actual está circunscripto al terreno de las ideas, que será valioso si el anarquismo se conforma en la tarea anónima pero gigantesca marcada por Malatesta: 'A los anarquistas les compete la especial misión de ser custodios celosos de la libertad, contra los aspirantes del poder y contra la posible tiranía de las mayorías'." Pág. 127/128.

"Aun cuando el movimiento sindical se adorne con un atributo absolutamente inútil: 'revolucionario', es y seguirá siendo un movimiento legal y conservador sin perseguir otra cosa que modificar condiciones de trabajo, y eso apenas si lo conseguirá. No buscará otro ejemplo que el que nos ofrecen los grandes sindicatos norteamericanos. Cuando todavía débiles presentaban una posición radical revolucionaria, pero cuando su poder y su riqueza aumentó, pasaron a ser organizaciones conservadoras que por lo único que se preocuparon era crear privilegios para sus miembros. Por eso los anarquistas tienen que entrar en esos sindicatos para luchar contra los privilegios y la corrupción de los dirigentes. 'El funcionario sindical es para el movimiento obrero un peligro parecido al del parlamentario. Ambos llevan a la corrupción.'." Malatesta. Pág. 144.

"Actualmente, el anarquismo argentino es sólo un recuerdo, una tradición, una línea histórica - tal vez la más pura en luchas y sacrificios - del movimiento obrero. Ese movimiento obrero que nació con ella, después marchó por otros rumbos. Ése tal vez es el mérito de los Malatesta, los Gori, de los inmigrantes italianos y españoles y de otras nacionalidades que llegaron al nuevo suelo y dedicaron todas sus horas libres y hasta sus vidas enteras a la politización del proletariado que se iba formando. El recuerdo de ese mérito es el homenaje a todos aquellos que fueron expulsados por leyes represivas, o fueron asesinados o sufrieron cárceles por sus ideas. Un lugar común de nuestros políticos demagogos es repetir todos los años en el Día del Inmigrante que esos extranjeros vinieron a 'hacer patria con el martillo y con el arado'. Se olvida siempre a los que nos trajeron ideales de redención y nos enseñaron a pronunciar por primera vez la palabra SOLIDARIDAD, tan valiosa como el vocablo LIBERTAD, del que habla nuestro himno nacional, y que, en la Argentina actual, no es nada más que una dolorosa ironía." Pág. 152.

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De LA SOLIDARIDAD ANARQUISTA, 03/2011