Wednesday, July 31, 2019

Millonario, izquierdista, pornógrafo, suicida: Raúl Barón Biza, la mancha humana de la literatura


LUCIANO SÁLICHE

Hay vidas que pasan por la arena lisa de este mundo y meten el dedo, profundo, bien adentro, dejando una huella difícil de borrar. Raúl Barón Biza tuvo una presencia ineludible que, poco a poco, ese mismo mundo plano prefirió alisar y olvidar. Pensaron que era lo mejor.

¿Quién fue? Christian Ferrer, en su libro biográfico titulado Barón Biza, el inmoralista, escribe: "Fue muchas cosas: escritor, playboy, millonario, izquierdista, pornógrafo, exiliado, empresario, financista de revoluciones, político, concesionario municipal, habitué de prisiones, editor de periódicos, huelguista de hambre, suicida, enamorado e infame. A pesar de tanto ajetreo, la suya parece haber sido una vida sin dirección."

Raúl Barón Biza era el menor, el más caprichoso y rebelde de los hijos que tuvieron Wilfrid Barón y Catalina Biza. Nació un 4 de noviembre de 1899 en una familia terrateniente, de las más ricas de Córdoba, pero a él no le interesaba demasiado seguir con la tradición, o sí, pero quiería hacer otra cosa, darla vuelta o usarla de trampolín para subvertir eso que le fue dado. Mientras se dedicaba a los negocios, se introdujo en la literatura: Del ensueñoAlma y carne de mujer y Risas, lágrimas y sedas fueron sus tres primeros libros, publicados entre 1917 y 1924. Era un dandy apuesto, un seductor egocéntrico, un hombre que salía con muchas mujeres sin formalizar con ninguna, que hacía fiestas exóticas —allí, borracho, se sacaba fotos tras las rejas, burlándose de la ley—, que tomaba cocaína, que fumaba opio, que la pasaba extremadamente bien. Hasta que se enamora.

Estaba en Venecia cuando conoció a la actriz suiza Myriam Stefford. Inmediatamente se casaron y volvieron juntos a la Argentina. Aficionados a la aviación, recorrieron varias provincias surcando los aires en un monomotor. En 1931, un 26 de agosto, cuando no habían cumplido ni siquiera un año de casados, Stefford —una de las primeras mujeres piloto de Argentina— se estrelló contra el suelo en Marayes, San Juan.

Si bien el sensacionalismo de la época se precipitó en deslizar la idea de que Barón Biza había provocado el accidente, éste le pidió al ingeniero Fausto Newton que diseñara un obelisco de hormigón de 82 metros de altura. Debajo, la bóveda. Allí descansan los restos de su primera esposa, y una frase, altiva y entusiasta, la celebra: "Viajero, rinde homenaje con tu silencio a la mujer que, en su audacia, quiso llegar hasta las águilas."

Cuando se metió en política, a diferencia de la burguesía agraria que era su clase, apoyó a Hipólito Yrigoyen. Luego, años más tarde fue financista de la campaña de Amadeo Sabattini como Gobernador de Córdoba. Era radical y entendía que se trataba de un partido de masas, revolucionario, algo nunca visto en Argentina. Lo apoyó fervientemente —pese al conservadurismo de su clase y su familia— pero cometió un error: se enamoró de su hija, Clotilde, de apenas 16 años, veinte años menos que él. Esa era la edad que tenía cuando la sacó del internado en el que estaba y huyeron a Uruguay a casarse. No podía hacerlo en el país porque él ya se había casado, entonces allí permanecieron un tiempo.

Al volver, su relación con Don Amadeo terminó, también con toda la familia, que no aceptaba este romance. La tensión mayor apareció cuando, en una de sus peleas recurrentes con su esposa, él la siguió hasta la casa de sus padres. Tenía un revólver en la mano y con la culata golpeó y golpeó esa puerta hasta que le abrieron. No era Clotilde, sino Alberto "Tucho" Sabattini, su hermano, quien también tenía un revolver en la mano. Se batieron a duelo, varios disparos. Terminaron presos y Barón Biza, además, con un souvenir permanente: un balazo de su cuñado lo dejó rengo para siempre. "Esa relación era muy conflictiva, la primera demanda de divorcio la presentaron a los seis meses de casados", le dice Candelaria de la Sota a Infobae Cultura.

Ella es la autora de El escritor maldito, una biografía de Raúl Barón Biza. Llegó a su historia cuando se enteró de que su abuelo materno, Arturo Zanichelli, político radical (primero del UCRI, después del MID), Gobernador de Córdoba entre 1958 y 1969, solía recibir visitas de este matrimonio. "Mi familia me contó que Raúl y Clotilde eran capaces de tocar el timbre a las cinco de la mañana con medialunas y decirles que acababan de bajar del tren, que habían viajado para tomar mates con él. Eran unos personajes. De hecho, mi mamá tenía la misma edad que la hija de Barón Biza, incluso hay fotos juntas."

"Barón Biza quedó como un personaje tabú del que nadie quiere hablar. La tragedia final, el ataque contra Clotilde, el suicidio y todo lo que pasa después… es como que Barón Biza es algo karmático", sostiene De la Sota.

Había cierta ambigüedad en los ideales de Barón Biza. Después de apoyar a Yrigoyen, lo hizo también con quien lo derrocó en 1930, el general José Félix Uriburu, aunque terminó por combatirlo, lo que lo terminó dejando exiliado en Uruguay, primero, y luego preso tras convocar una huelga. Lo explica bien en su libro Por qué me hice revolucionario que se publicó en 1932 en Montevideo y, tras varias censuras, apareció en Argentina un año después. Pero estando en la cárcel —como un Gramsci individualista, como un Marqués de Sade criollo— escribió su gran obra, la más agresiva: El derecho de matar.

"La pornografía en los libros está en proporción a la degeneración del cerebro del lector", anticipa la primera página de este libro publicado en 1933 que, luego de la frase inicial, que funciona como un cartel de advertencia, se lanza en una narración repleta de sexo, drogas, satanismo, muerte, sangre y necrofilia. En la portada, el dibujo de una calavera con una guadaña ensangrentada. Cuando lo terminó, tuvo una visión: decidió enviárselo al Vaticano. Revistió la tapa con plata y alpaca, y le agregó una carta: "Para que tus porteros lo dejen pasar, para poder atraer tu atención, para que él sea una nota relevante de brillo en el salón entristecido de tu biblioteca oscura; he revestido de plata su portada". Lo recibió Pio XI, el papa de entreguerras, no muy agradecido seguramente.

Hay un documental de algunos años atrás que emitió la TV Pública donde hacen una analogía más que acertada. "A comparación de Barón Biza, escritores como Bukowski Henry Miller pueden hasta sonarnos infantiles", dice la voz en off del locutor.

Después de El derecho de matar, conoció a Clotilde y contrajo matrimonio. Esa relación fue realmente tensa y problemática y dejó tres hijos (Carlos, María Cristina y Jorge) y un desenlace trágico que ocurrió el 16 de agosto de 1964 cuando, por fin, se separarían legalmente. Un departamento en Capital, sobre la calle Esmeralda, papeles sobre la mesa, varios abogados y la certeza de terminar con un romance negro.

Uno de los vasos de whisky que Raúl Barón Biza tenía en su mano tenía otro contenido: ácido sulfúrico que, con violencia y rapidez, arrojó al rostro de Clotilde Sabattini.

Ese episodio es el comienzo de la novela que escribió el hijo de ambos, Jorge Barón Biza, titulada El desierto y su semilla, que por estos momentos está cumpliendo veinte años. Allí dice también que el objetivo de su padre era quemarle los ojos, para que él fuera lo último que ella viera. Clotilde —que en la novela es Eligia— pone sus manos ante la agresión de Raúl —que en la novela es Arón— y evita quedar ciega, aunque su rostro sufre el impacto del compuesto químico y se desfigura. Corren hacia el Otamendi e intentan sanar a Clotilde quien luego, durante años, estará junto a su hijo Jorge recorriendo Europa, tratándose con los mejores cirujanos plásticos del mundo.

Esa misma noche, ya de madrugada, Raúl Barón Biza vuelve al departamento de la calle Esmeralda y, rodeado de sus libros, pone un revólver en su cabeza, un 38 largo, y aprieta el gatillo. Tenía 64 años.

En El desierto y su semilla, una de las definiciones que da su hijo de él es la de "anarcoindividualista stirneano". Max Stirner —por él: stirneano— fue uno de los llamados jóvenes hegelianos o hegelianos de izquierda. Filósofo y educador alemán, poseía una lectura del mundo similar a la de Karl Marx, con quien compartía dicho grupo, pero llevada hacia un extremo del solipsismo y del egoísmo, hacia el anarquismo del yo. "No estáis atados si rechazáis estar atados; sois vuestro propio Altísimo. No respetéis ningún deberás, sed vuestro propio Dios", escribió Stirner en la primera mitad del siglo XIX. Casi cien años después, y de este lado del Océano Atlántico, Barón Biza tomaría su filosofía como forma de vida.

En la década del cuarenta, sólo un libro, Punto Final, al igual que en la del cincuenta, La gran mentira. El último, Todo estaba sucio, apareció a finales de 1963. Según su hijo Jorge, "un torrente de resentimiento absoluto". Para muchos es la mejor y más pulida muestra de su literatura. 

Unos años después, la implosión del ácido y su suicidio, hecho que continuó ennegreciendo la historia familiar como un dominó: en 1978 Clotilde Sabattini se arroja del balcón del mismo departamento donde ocurrió la agresión; en 1988 María Cristina Barón Biza, hija de ambos, se suicida con una sobredosis de barbitúricos; y en 2001 es el turno de Jorge que, tres años después de contar todo en su novela, se tira del piso doce de su departamento en Córdoba.

"Yo creo que Barón Biza era muchas cosas a la vez —le dice Candelaria de la Sota a Infobae Cultura— porque, además de ser alguien que tuvo la oportunidad de vivir una vida llena de excentricidades y lujos, era un refractario de su clase. Lo que le preocupaba era mostrarse distinto. Una de sus obsesiones era mostrar las miserias de su clase. Y más allá de misógino, más allá de violento, de ególatra, de provocador, ser refractario era lo que más placer le daba, y el rol en el que sentía más cómodo."

En una de las últimas páginas de El desierto y su semilla, Jorge Barón Biza escribió de él: "Ha ido mucho más allá que los borrachines, ha construido un espacio en el que es imposible reconocer un límite (…) Conoció el odio; le gustó más que los ideales, y ya no se separó de él".

"Tanta fábula extraordinaria —dice Ferrer en Barón Biza, el inmoralista— eclipsó la obra literaria y resaltó la circunstancia: la vida del autor. Su fracaso es su triunfo, pues un misterio rodea su obra hasta el día de hoy". Y también: "Quedan de él el recuerdo de un acto imperdonable, páginas amarillentas de viejos diarios, y el olvido, cuando no el oprobio".

Oprobio, deshonra, vergüenza, dolor, morbo y una pizca, aunque no tan pequeña, de fascinación. Eso causa hablar de Raúl Barón Biza, la mancha humana de la literatura argentina.


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De INFOBAE, 11/02/2018

Sunday, July 28, 2019

Verano del...


PABLO CEREZAL

Así comienzan muchos de esos textos que tienen algo que decir, o al menos lo pretenden: recuerdo el verano del... luego puedes añadir unas cifras que, dependiendo del encanto tardío que puedan atesorar, logran que el texto que sigue sea leído con mayor o menor vehemencia... o no se lea, como será el caso de este.

La cuestión es que yo recuerdo el verano de un año que no logro recordar, y rememoro sus temperaturas de archipiélago extinto y carcajada sin nombre. Recuerdo, y te recuerdo paseando las calles de Berlín cuando Berlín sólo era una ciudad sin nombre, un lugar en que agotar nuestros días de libertad laboral, una cartografía en que perder las horas que nos regalaban los esclavistas empresarios de turno. Teníamos vacaciones y las playas reventaban de arena y salitre adulterados por el bronco roce de los bronceadores y la tertulia extranjera. No quiero decir que en las playas patrias sólo bañaran el cuerpo aguerridos germanos o indispuestos británicos, no, no es eso. Es que para mí, la charla dominical de playita mediterránea siempre me ha resultado extraña, extranjera, y aún sigo sin comprender ese aquí, al calorcito, el agüita está de miedo, con la familia, a pasar el veranito, y demás comentarios con que aún gustan de cumplimentar los noticiarios del verano tantos telediarios patrios... en fin, será para que no se nos indigeste la paella atendiendo a los miles de casos de cólera que sufre la población yemení, desorientada en ese tablero de ajedrez en que han convertido, las potencias saudíes, yanquis y aledañas (aquí se incluye nuestro potente estado, a la cabeza de la venta armamentística no siempre muy legal), las calles que antaño habitaran y por las que hoy penan cual fantasma de Canterville carente de ironía. Al menos, podemos afirmar, ¡siempre nos quedará Venezuela! Me enredo, cuando lo que quería decir es que en el verano de no recuerdo ya el año decidimos poner tierra y mar de por medio para llegarnos hasta un Berlín doliente de termómetros que no se atreven a decir su nombre.

Sonaba Héroes en mi garganta mientras pateábamos las calles de una ciudad que no existe y ascendíamos el Gólgota de ese sudor que nos habíamos dejado en Madrid. Así pretendíamos recuperarlo, cada noche, en la intimidad del cuarto de hotel, ducha tibia, edredón confortante, músculos en vaivén, labios en desparpajo de sabidurías impronunciables, licores y garganta y tu voz exclamando el último chillido del amanecer, cuando mi titubeo de amor languidecía ya, exhausto, entre tus jugos, antes de proponerme los acertijos del amanecer al albur de un Postdamer Platz huérfano de punks y un Neuköln macerado en cilantro y salam aleikum, desayuno urgente, paseo leve, y turcos que sirven kebab como un sacrificio de espantos que mí me parecía sorprender aguardando, tras sus mostachos de adobo, la cuchillada fresca de tus labios recién pintados. El amor, antes del amanecer, ya digo, entre las sábanas de uso cierto y falso verano de un hotelucho que hoy mi memoria juega a revestir de tules, salvia y pirotecnias musculares.

Pero sonaba Héroes, ya lo he dicho, en mi garganta y en mi mente, y la mayor fortuna de aquellos días fue la de abandonar los lóbregos pasillos de los noticiarios patrios, el anémico recorrido por la geografía peninsular que despierta la sorpresa del televidente ante un "pues hombre hace caló pero el verano es así" escupido contra la pantalla por un habitante de Córdoba, 43º grados a la sombra, ni las lagartijas desean impresionar su estampa de fotografía analógica contra los muros de esa Catedral que fuese Mezquita antes de perder su historia en el Alzheimer de los tiempos modernos.

Sonaba Bowie. Siempre lo hace. Pero más en Berlín, claro. Y, más que cualquier otro de sus temas, ese Héroes que hablaba de amantes modernos, fronteras y vergüenzas varias. Yo, de aquel verano de... sólo recuerdo Héroes... y tus dedos dictando sobre mi piel malabarismos de croupier amigo del soborno.

Hoy, en este verano de 2017, sólo puedo tener constancia de los comentarios que, sobre la meteorología, a pie de playa, bañador estilizando lorzas y desorientando lodazales de bronceador o crema protectora, escupen mis conciudadanos, orgullosos de portar porte veraniego ante las cámaras de un equipo de periodistas, reporteros, y de más entrecomillados profesionales del medio que bien habrían hecho en emplear las ganancias de las arcas públicas en desplazarse hasta el Yemen, por ejemplo, donde la mirada pánica de un padre ante el disfraz de parca de ese hijo que recién le nació para recién morir fusilado por el cólera y las cifras con que las apisonadoras mercantiles de la industria armamentística hacen honor a nuestro extenso catálogo de dichos y decires "haciendo el agosto".

Sí, luego, también, hay héroes, como en la canción de Bowie... hoy, una mujer que huye de su maltratador marido escabullendo de la justicia y sus desmanes su propia presencia... y la de sus hijos. Muchos conciudadanos, revolucionarios de taberna, facebook y otras redes sociales, le han ofrecido cobijo. Incluso el Presidente del desgobierno lo ha hecho. Bravo por la solidaridad patria. Conocemos el nombre de esta mujer, y el de su supuesto agresor. Desconocemos el de los hijos al cargo (ya saben, defensa de la intimidad del menor y tal), pero... me pregunto si no serán ellos los héroes perdidos cual Ulises en una Odisea que, en su caso, nadie les obligó a emprender. Me pregunto si no serán ellos más héroes, y por qué a ellos no les prestan igual atención que a la sufrida madre. Tal vez sólo sea que un niño asesinado por el cólera es tan importante como otro dilapidado por la cólera de la rápida opinión y la falsa indignación del ciudadano que, a pie de playa, dictamina, lustroso de cañas y tapas, sobre la meteorología. Tal vez su piel llegue un día, también, a broncearse al sol de esta España mía esta España nuestra que tanto nos ridiculiza y tanto nos denuesta. Sólo espero que tengan cuidado. Con el sol, la piel, ya saben, se agrieta y envejece antes de tiempo... como con el cólera. Tal vez, por eso, yo prefiera recordar un verano de ya no recuerdo en que Berlín no proporcionaba más calor que el de tu piel matemáticamente hidratada.

Y Héroes, siempre, en mi memoria y mi garganta... aunque ya no sepa, con tanta urgencia que se pretende información, dilucidar quienes deberían ser nuestros héroes. Tal vez, mejor, intentar conciliar el sueño pensando en los contratos millonarios de algún nuevo héroe del balompié... vaya usté a saber... este calor me mata... preferiría estar en Berlín, contigo.

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De POSTALES DESDE EL HAFA (blog del autor), 28/07/2019


Wednesday, July 24, 2019

Isaak Bábel, un poeta en el campo de batalla


JESÚS ALLER

El crítico y teórico del formalismo ruso Víktor Shklovsky describe a Isaak Bábel en el comienzo de su carrera literaria, en 1915, como un joven de veintiún años, de baja estatura, y cabeza grande, cargado de hombros y de voz queda y tranquila, que era habitual en la redacción de Létopis (crónicas), la revista que Máximo Gorki dirigía a la sazón en San Petersburgo. Bábel tenía un carácter en el que se mezclaban jovialidad burlona y escéptica y capacidad de vivirlo todo con intensidad. En este sentido, su amigo Iliá Ehrenburg recuerda en sus memorias que “amaba apasionadamente la vida, participaba en ella a cada minuto y estaba entregado al arte desde los años de su infancia.” En otro lugar dice: “Fuera a donde fuera, en seguida se sentía como en casa y penetraba en la vida ajena. Pasó un corto tiempo en Marsella, pero, cuando me hablaba de la vida marsellesa, sus impresiones no eran las de un turista: hablaba de gángsteres, de elecciones municipales, de huelga en el puerto, de una envejecida mujer, parece que lavandera, que al recibir inesperadamente una gran herencia se asfixió con gas.” Esta habilidad para impregnarse de la realidad, unida a una sensibilidad de poeta y su dominio de los recursos literarios son las marcas distintivas de un autor cuya obra, truncada por la represión estalinista, incluye dos de las mejores colecciones de relatos cortos que se publicaron en Rusia en el siglo XX: Caballería roja y Cuentos de Odessa.

Isaak Emmanuílovich Bábel nació en 1894 en Moldavanka, el barrio judío de Odessa, en una familia de comerciantes con rabinos entre sus antepasados. Historia de mi palomar (1926) y otros relatos breves que se suelen incluir hoy día entre los Cuentos de Odessa (por ejemplo en la versión castellana de Alianza editorial de 1972; trad. de José Fernández Sánchez) proporcionan valiosa información sobre sus primeros años. Nos habla allí de la muerte de su abuelo Shoil, asesinado durante el pogromo de 1905 que conmovió la ciudad después del intento revolucionario de ese mismo año, y también de la indeleble impresión que le produce ese día la imagen de su padre implorando de rodillas a un oficial cosaco que intervenga contra la turba que asalta su tienda. Conocemos además las dificultades de los muchachos judíos para acceder a la instrucción, y cómo al fin pudo matricularse en la Escuela Comercial Nicolás I de su ciudad. Sus estudios de francés le llevan a una honda admiración por Flaubert y Maupassant, y con quince años comienza a escribir relatos en ese idioma, aunque después reconoce que "los paysans y las digresiones me salían sin gracia; sólo los diálogos se me daban." Es la época en que hace novillos huyendo de las lecciones de música que la familia le impone y vaga por el puerto, donde "las olas macizas del espolón me alejaban más y más de nuestra casa con olor a cebolla y a suerte judía". Los textos hebraicos le habían apartado de las diversiones de los chicos de su edad y empieza entonces a hacer travesuras. No obstante, "el arte de nadar resultó inadmisible. Me arrastraba al fondo la hidrofobia de todos mis antepasados: rabís españoles y cambistas francfortianos."

En 1911, ante la imposibilidad de acceder a la Universidad de Odessa por los problemas que antes señalábamos, viaja a Kíev para estudiar en su Instituto de Comercio, pero en 1915 lo encontramos ya en San Petersburgo tratando de sobrevivir como escritor. Sus creaciones son rechazadas hasta que se decide a acudir a Gorki. Años después Bábel reconoce: "Lo debo todo a aquel encuentro y hoy pronuncio el nombre de Alexéi Maxímovich con cariño y veneración. (...) El me enseñó cosas de extraordinaria importancia, y después, cuando se aclaró que mis dos o tres tolerables experimentos de adolescente habían sido una casualidad y que escribía asombrosamente mal, Alexéi Maxímovich me envió a que me mezclara entre el pueblo." Esto es exactamente lo que hace Bábel entre 1917 y 1924, tiempo en que recorre Rusia como soldado, funcionario y periodista, viviendo en el frente y en la retaguardia toda la violencia de aquellos años. Después habría de admitir: "Sólo en 1923 aprendí a expresar mis pensamientos de forma clara y sin explayarme mucho." La mayor parte de los relatos por los que es conocido y que le valieron prestigio universal aparecen a partir de entonces en el plazo de unos años.

Tras un sinfín de correcciones, los cuentos que constituyen Caballería roja se publican en forma de libro en 1926. Se trata de treinta y seis fragmentos no muy extensos en los que con aliento poético se narran experiencias del autor en el año 1920 en los campos de batalla de la guerra polaco-soviética, conflicto que a veces se considera un episodio de la Guerra Civil Rusa. Allí, Bábel, con el nombre de Kíril Vasílievich Liútov, que velaba su origen judío, participó como reportero en numerosos combates, englobado en unidades cosacas del I Ejército de Caballería de Semión Budionni. Caballería roja contiene descripciones de extrema dureza en las que aflora todo el horror de la guerra y que nos recuerdan el Tarás Bulba de Gógol, pero lo que marca la obra sobre todo es cómo su autor consigue, haciendo uso de sus soberanas virtudes artísticas, transmutar estas vivencias en una aproximación literaria al problema universal de la violencia y la fascinación que ésta produce en nosotros.

En el narrador de los sangrientos episodios que se desgranan en Caballería roja reconocemos al propio Bábel, el que en cierta ocasión se presentaba a sí mismo como un hombre con “lentes en la nariz y otoño en el alma". Es un erudito poco dotado para el ejercicio físico, un joven versado en antiguas escrituras el que antes de enfrentarse al enemigo ha de hacer frente a los cosacos que ven en él más que nada un blanco risible para sus puyas. La integración del intelectual en el "grupo salvaje" exige una violencia ritual y ésta es la que se nos muestra en el relato titulado Mi primer ganso. Liútov, despreciado por los cosacos a cuya sección ha sido asignado, da muerte brutalmente a un ganso que era el animal preferido de la patrona que los albergaba, y obliga a ésta a que se lo ase. El efecto en los soldados que comen a lo lejos es milagroso: "Hermano -se dirigió a mí de pronto Surovkov, el mayor de los cosacos-, siéntate con nosotros a catar esto, mientras se te dora el ganso." Sin embargo, en las palabras que cierran el fragmento, reconoce que de noche, "mi corazón, en carne viva por el asesinato, crujía y sangraba." La violencia que surge como un requisito para la admisión en un grupo deja paso después a la que enseñorea el campo de batalla, al atroz espectáculo de la muerte triunfante por la mano del hombre.

Es conocido que la publicación de Caballería roja generó reacciones adversas, entre ellas la del propio Budionni, que se refirió al libro como una colección de "chismorreos de viejas", y habló de "calumnias irresponsables", "degeneración literaria" y "odio de clase". Estos improperios se relacionan con un primer mérito de la obra, que es su alejamiento, a través de una aproximación objetiva a la realidad, de lo que hubiera podido ser un trabajo de propaganda. El joven talmudista que vaga entre el horror y ve "cadáveres monstruosos sobre los túmulos milenarios" no reconoce una explicación simple y maniquea de lo que observa. Cree que es necesario luchar por el progreso que supone el poder soviético, pero la crueldad de los cosacos le sobrecoge y no renuncia a contárnoslo todo. Su esperanza, que tiñe de ironía las páginas más terribles, descansa sobre todo en dos pilares: los valores humanos que se adivinan en algunos protagonistas de la tragedia y la presencia constante de una naturaleza que se convierte en el elemento alquímico capaz de transmutar el sufrimiento en serena contemplación: "El sol naranja rueda por el cielo como una cabeza cortada, una luz delicada se enciende en los desfiladeros de las nubes, los estandartes del ocaso ondean sobre nuestras cabezas." La prosa del libro, un trabajo de orfebrería pródigo en adjetivos y metáforas arrebatadas, derrama poesía como un bálsamo que mitiga el dolor.

El enemigo polaco siempre acechante, aldeas destruidas, judíos miserables en el límite de la extenuación, iglesias y sinagogas como mudos testimonios de otro tiempo, temerarios y brutales cosacos, y una naturaleza que ejerce aquí de silencioso decorado para lo terrible, son los elementos entre los que un joven erudito que ama ante todo el fluir de las palabras que reflejan el mundo se afana por encontrar un alivio en estas mismas palabras para el espanto y la desolación. El perdurable atractivo de los relatos de Caballería roja mide en realidad la habilidad de su autor para lograr una obra de arte cabal en la que este objetivo se cumple plenamente. Un diario escrito sobre el terreno, Diario de 1920, del que existe una versión castellana publicada conjuntamente con Caballería roja (Galaxia Gutenberg, 1999; trad. de Ricardo San Vicente y Margarita Estapé), muestra las anotaciones de Bábel en una escueta crónica que nos sumerge sin contemplaciones y con un ritmo frenético en la locura de la guerra.

Los Cuentos de Odessa suelen publicarse hoy día incluyendo los fragmentos autobiográficos que señalábamos antes, pero en su redacción original de 1931 presentaban sobre todo retratos de los hampones judíos que reinaban en la ciudad en los años anteriores a la revolución, hombres de una pieza como Benia Krik y Froim Grach, envueltos en un aura de leyenda, crueles y generosos. Bábel nos narra sus hazañas, sus amores y guerras, y cómo su dominio se eclipsa con la llegada del poder soviético. El relato titulado Carlos-Yánkel describe en clave de humor las peripecias que rodean los primeros días de Yánkel, un niño judío al que su padre, un comunista ausente de la ciudad, había ordenado que se pusiera el nombre de Carlos “en honor al maestro Carlos Marx”. Cuando el padre llegó de improvisó, "desempañó al niño y comprobó su desdicha". Todo se resuelve en descacharrantes escenas cuando se enjuicia al anciano Naftulá Guérchik, responsable de haber circuncidado al bebé. Éste se defiende argumentando que hace treinta años hizo lo propio con el fiscal y señalándole acusador, añade: "Hoy vemos que usted se hizo un hombre muy importante con el poder soviético, y que Naftulá no cortó, además de esa pequeñez, nada que después le habría hecho falta..." Se encuentra en este libro toda la ironía y la prosa excelsa del mejor Bábel, y conocemos en él un periodo decisivo de la historia de la hermosa metrópoli del mar Negro, rusa y meridional, cosmopolita y judía.

En los años treinta, Bábel publica menos y viaja con frecuencia, en varias ocasiones a París donde su esposa se había instalado en 1925. Las críticas arrecian sobre él mientras tanto, acusado de formalista y de baja productividad, y en su intervención en el congreso de escritores soviéticos de 1934 reconoce que se está convirtiendo en maestro de un género literario nuevo, el género del silencio. Tras la sospechosa muerte de Gorki en 1936, Bábel no ocultaba su preocupación, y sin tardar mucho, en 1939 desaparece en el caserón de la Lubianka, imputándosele complicidad con el "terrorismo trotskista " y espionaje para Occidente. En enero de 1940 fue fusilado en la prisión de Butirka en Moscú, aunque después se hizo circular la noticia de que había muerto en 1941 en un campo de trabajo en Siberia. Todos sus archivos y manuscritos fueron confiscados sin que se haya vuelto a saber de ellos. Su obra completa, de la que existe una traducción inglesa reciente (Norton, 2006; trad. de Peter Constantine), incluye, aparte de los libros que hemos señalado, algunos relatos más, un diario, crónicas periodísticas, fragmentos incompletos, su correspondencia, guiones cinematográficos y un par de piezas teatrales. En enero de 1954, poco después del fallecimiento de Stalin, fue exonerado de todos los cargos.

Enclenque y erudito, educado en la tradición judaica y en lo mejor de la literatura occidental, Isaak Bábel hubo de afrontar y sufrir en carne propia las convulsiones que en la Rusia de comienzos del siglo XX pugnaban por alumbrar un mundo nuevo. Comprometido desde joven en el oficio de escribir y sometido a la violencia de la guerra, todo el legado cultural que portaba hubo de ser utilizado en la construcción de una obra que fuera su respuesta literaria a los hechos de los que había sido testigo y también, al mismo tiempo, una indagación personal de su sentido y un intento de exorcismo. Surge de esta forma el más conocido de sus libros, Caballería roja, hermoso y cruel testimonio del paso de un poeta por el campo de batalla. Esta colección de relatos, junto con los Cuentos de Odessa, que nos dejan entrever, aureolada de leyenda, la vida de los judíos en la vieja ciudad, tienen la virtud esencial de afanarse siempre en busca de esa suprema armonía de las palabras que redime y alimenta la esperanza.


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De REBELIÓN, 19/12/2007

Thursday, July 18, 2019

Quince frases para no detener los días: el realismo literario de Guillermo Ruiz Plaza

MAURIZIO BAGATIN

“La literatura es una forma privada de la utopía” - Ricardo Piglia -

¿Y por qué no? Leer una novela y leer unos estados de ánimo, leer un país y el mundo, filtrarlos y así, bien tamizada la realidad nos devuelve a través de su realismo literario nuestra condición, la condición humana… un Lauro persuadido, una Lea irrequieta, el desarraigo y el retorno… y entonces destilar lo vivido, lo que vivimos y lo que podremos vivir, toda la fuerza y las esencias de la literatura. El realismo literario de Guillermo Ruiz Plaza está aquí y en lo mucho más que el nietzscheano epígrafe nos ofrece. El instante detenido… en el cual alguien se verá reflejado, algunos se encontrarán, muchos se reconocerán.
  1. “Entonces, ante el estupor de los demás, el franchute se rió y dijo algo que los dejó intrigados: “La vida es una dormida magistral”. Le preguntaron qué quería decir.” El universo es un enorme accidente que tenía que suceder”, dijo. “En la eternidad o en un tiempo tan largo que es casi la eternidad, los elementos se combinan interminablemente. Piénselo bien, en algún momento, por fuerza, tiene que salir una dormida. Eso es la vida, señores. No un orden, sino un caos. Pero el caos nos libera” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                                         La vida, como decía Kierkegaard, sólo puede ser entendida mirando hacia atrás, aunque deba ser vivida mirando hacia delante -o sea, hacia algo que no existe" - Claudio Magris, El Danubio -
“La vida, los domingos por la tarde, mientras el carácter se forma, y entre una parrillada o un partido de fútbol las cosas suceden, las vidas ocurren y las mujeres se niegan olvidar el olvido de hombres mediocres” - Maurizio Bagatin -
  1. “Un solo arranque de odio puede destrozar una vida entera” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                                                También la mujer, hacedora de vida, se está haciendo a sí misma. O sea, se está transformando, en procura del lugar que le corresponde en la vida social, en la que a pesar de sus progresos sigue estando sometida a las normas de un mundo construido por el hombre a imagen de sus privilegios; del hombre dominador y a la vez eunucoide, cuya virilidad no es más que su brutalidad” - Augusto Roa Bastos, Madama Sui -                                       “¿Cuál el motor del odio y del amor, el motor de la vida y de la historia, cual energía mueve y obsesiona al hombre?” - Maurizio Bagatin -
  2. “La unión de mis abuelos resultaba aún más extraña. ¿Qué hacían juntos una religiosa sin hábitos y un ateo progresista? Era uno de esos misterios que se perdían en las anécdotas de nuestra mitología familiar. Tal vez ni ellos mismos lo supieron muy bien. Eso sí, parecían más unidos que la mayoría de los matrimonios viejos” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                                    “Le mariage est un duo ou un duel” - Emile Augier -                                                         Mujeres y bueyes de tus pueblos, decían las abuelas, hoy que el Alí de los ojos azules llegó, finalmente, tarde o desgraciadamente, recordándonos odiseas y diásporas, recordándonos las humanas travesías” - Maurizio Bagatin -
  3. “En ese desesperado intento por recobrar el amor de sus hijos, cuando ya Raphael cursaba el penúltimo año del bachillerato, los Leroy despidieron a Rosana, que de femme a tou faire -algo así como una mujer maravilla que cuidaba a los chicos, cocinaba y mantenía la casa en orden -, había pasado a ser un estorbo, pues estaba tan gorda que a duras penas podía cumplir con sus tareas cotidianas” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                           “Fina, graciosa, elegante, como usted es; hecha para adorno del más alto mundo, ¿qué hombre puede veros sin sentir en su corazón una inmensa compasión, rodando entre esos odiosos burgueses que ignoran todo de usted y ni siquiera comprenden el valor aristocrático de uno de sus gestos o de una mirada, de una de sus coquetas inflexiones de voz? ¡Ah, si yo fuese rico…” - Honoré de Balzac, Los pequeños burgueses -                                                                                                “Clase obrera, ayer sudando y luchando, hoy apatía de la humanidad, cuanta tristeza y cuanto amor en unas rimas de Rimbaud: “J’ai horreur de tous le métiers. Maitres et ouvriers, tous paysans, ignobles, La mains á plume vaut la main á charrue. – Quel siécle á mains! – Je n’aurai jamais ma main” - Maurizio Bagatin -
  4. “Me descubrí reviviendo las pocas cosas que recordaba, saboreando lo que había dejado de ser doloroso, ahí donde mamá solo habría recibido un golpe bajo, Pensé: Solo es del todo ajeno lo que se pierde definitivamente en la memoria” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                                                      “Los territorios de la infancia y los paisajes que dejan en la memoria están hechos a la medida del niño: las dimensiones, las distancias percibidas como espacios infinitamente grandes revelan después ser más pequeñas, más estrechas, más reducidas. De ahí la decepción experimentada por quien, siendo adulto, trata de recobrar en el paisaje real sus recuerdos del pasado” - Marc Augé, El tiempo en ruinas -                                                                    “Niños y luego hombres. La bicicleta y una pelota eran nuestros símbolos, el tótem de una infancia fantástica, la de Peter Pan, la de Gulliver y Pinocho, de todas las Via Paal de nuestros imaginarios…luego el fuego, el ardor y ninguna tregua. El examen perpetuo de la vida” - Maurizio Bagatin -                                                     
  5. “Porque todavía hoy, tarde o temprano y por caminos disimulados, la sociedad te fuerza a pegar tu espalda a la espalda de otro, tu nuca a la nuca de otro, y en la oscuridad que rodea al monstruo bicéfalo relucen las miradas vigilantes, atentas a cualquier paso en falso. Juzgándote” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                 “No deseo una vida feliz que me haga sufrir ni una prosperidad que me atormente el ánimo” - Eurípides, Medea -                                                                                                                                                        “La miel que nos ofrece esta efímera vida es dulce, estupideces y errores son néctares humanos, saber reconocer el dulce efímero y la estupidez es una tarea de abejas irresistibles” - Maurizio Bagatin -
  6. “Mamá extrañaba el español de Raphael, con esa erre a la francesa, que era para comérselo. Nico, eso sí, hablaba mejor que su padre y era más apetecible todavía, daba gusto, mija, oírlo hablar la lengua de su familia tercermundista. -Que no pierda sus raíces -decía. Contale de mí, contale de tus abuelos. -Y de papá. -Y de tu padre, claro. Y contale de este país de locos” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                       “Desconfiamos uno del otro, los bolivianos, vemos en nosotros lo peor, el enemigo, Eso nos hace un pueblo traidor” - Claudio Ferrufino-Coqueugniot, Muerta ciudad viva -                                 “De titanes: una plaza al conquistador, una calle al tirano y una avenida al libertador, extraño pueblo de héroes y villanos mirándose en cada esquina…” - Maurizio Bagatin -
  7. “La piel se había recogido sobre sí misma y se había ido llenando de manchitas, como las frutas demasiado maduras que podríamos comer pero que, por alguna razón, dejamos intactas hasta que se pudren. Quizá nos fascine la corrupción, cuando se rompe la ilusión de la identidad, el instante en que caen las máscaras” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                                          “Pues, como decía Bruno, “persona” quería decir mascara y cada uno tenía muchas mascaras: la del padre, la del profesor, la del amante. Pero ¿Cuál era la verdadera? ¿Y había realmente una que fuese la verdadera?” - Ernesto Sábato, Sobre héroes y tumbas - “Recorriendo tragedias y farsas, el flujo imperceptible de la borrascosa historia, todo conviene enmascarado, a un Cyrano enloquecido como a un Pierre Bezújov herido…”                - Maurizio Bagatin -
  8. “Que extraña es la memoria, pensé. ¿Por qué algunas cosas las recordaba con nitidez y otras habían desaparecido tan limpiamente que era como si nunca hubiese pasado? ¿Qué mecanismos regían esa maquinaria de sueños vividos o de blancos abismales? El tiempo es una ilusión de la memoria, y la memoria, una niebla que a veces revela y otras, oculta. Así que todo lo que somos o creemos ser (¿qué somos sino el tiempo vivido?) es la proyección de una bocanada de humo. No un fantasma, sino la sombra de un fantasma” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                             “La realidad era la gente que se juntaba y se reproducía y permitía así que las mentiras del mundo siguieran funcionando” - Rodrigo Hasbún, Los afectos -                                                                        “La memoria es frágil, dioses en el perenne olvido marcan el paso del hombre, olvidos y recuerdos se adueñan de toda modificación, de toda manipulación y de toda transformación” - Maurizio Bagatin -
  9. “El atentado, que marcaba el inesperado retorno del terrorismo en Francia, impresionó tanto a Raphael que impuso esa regla, a pesar de que el crimen no había tenido lugar en el transporte público. “Esos locos son capaces de todo”, era su respuesta invariable a mis reparos. Pero no impuso las otras reglas hasta que sucedió lo del 13 de noviembre en París” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                    “Vestidas durante el día con impecables burqas negros, por la noche las ricas saudíes se convertían en aves del paraíso, vestidas con guêpière, sostenes transparentes, taparrabos adornados con encajes policromados y gemas; exactamente lo opuesto a las occidentales, que, refinadas y sexys durante el día, porque estaba en juego sus estatus sociales, volviendo a su casa por la noche, abandonadas, renunciaban agotadas a cualquier perspectiva de seducción llevando atuendos cómodos e informales” - Michel Houellebecq, Sumisión -                                                                                                                                                                   “La Historia es cóncava, no sigue ninguna regla, lo que ocurrió ayer, hoy toma otro nombre, como toda conquista y toda derrota” - Maurizio Bagatin -
  10. “El grupo ya estaba en la tercera canción y la intensidad no había bajado. Luego, hubo una breve pausa. Mientras Lauro presentaba al grupo, que algunos ya parecían conocer, la gente aprovechó para tomar un trago más y secarse el sudor de la cara. -Somos Los falsos profetas -dijo-. Profetas sin dios, pajpacus sin palabras, locos sin fe” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                                   “I hope to die before I get old” - The Who -                                                                                                 “Toda generación parece perdida, no hay verdades que resuelvan sus dilemas y sus equivocaciones; el rock es el blues, que fue góspel, muchos antes danza tribal, himno a la vida, furia de la naturaleza…” - Maurizio Bagatin -
  11. “Y sin embargo, con cada vida humana se apaga, no una historia, sino una madreselva de historias, de memorias y de voces - nuestras y ajenas - que trepan en nosotros llenando el vacío, ayudándonos a mantenernos de pie. Un vocerío vegetal hecho ceniza. Una espesura sepultada en el humo y los escombros. Eso es cada muerto. Pero el ruido del mundo - no solo el ruido atronador de los disparos y los bombardeos y los gritos ahogados, sino el otro, confuso y agorero, difundido por micrófonos y pantallas y ondas invasoras - no dejan oírlo. Cada día, las memorias son taladas y, donde antes crecían sus pesados ramajes, corre ahora el albañal de la información y los lugares comunes” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                  “Inmortalidad significa duración en el tiempo, vida sin muerte en esta Tierra y en este mundo tal como se concedió, según el pensamiento griego, a la naturaleza y a los dioses del Olimpo. Ante este fondo de la siempre repetida vida de la naturaleza y de la existencia sin muerte y sin edad de los dioses, se erigen los hombres mortales, únicos mortales en un inmortal, aunque no eterno universo, confrontados con las vidas inmortales de sus dioses, pero no bajo la ley de un Dios eterno” - Hannah Arendt, La condición humana -                                “Sobre la nada y sobre todo y todos, la literatura empieza siempre en algún lugar de la Mancha, pasa por homenajes y acusaciones, desafía el tiempo y el espacio y se retira en una cantina, un socavón o una buhardilla para salir a la luz mañana, todas las mañanas del mundo” - Maurizio Bagatin -
  12. “Un plato con dos langostinos puestos en diagonal, un tomate cherry, dos hojitas huérfanas de ensalada y la firma del chef hecha con coulis de vinagre balsámico, tenia un nombre más largo que el de un personaje de telenovela. Nunca en mi vida me sentí tan incomoda. En ese ámbito acartonado, el acto mismo de comer parecía indigno. Traté de hacerlo con los mejores modales posibles, alentada por las miradas cálidas con que Raphael me envolvía. Llevábamos juntos un año y esta, lo sabía, era una prueba de fuego” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                    “Según la acertada definición de Nietzsche, el estomago es el padre de toda aflicción. Es el órgano o motor esencial de la vida. Sus trastornos perturban toda la maquina corporal. Y el espíritu, la voluntad, el entendimiento, todas las facultades morales, sufren igualmente una penosa alteración” - Luis Téllez Herrero, Lo que se come en Bolivia -                                                    “…Y hoy, aturdidos por una rebelión masiva de chefs, cocineros, gourmets, pasteleros, expertos y pajpacu seguimos sufriendo el reumatismo de los ricos (la gota…según Bierce), mientras aparecen siempre nuevas enfermedades relacionadas con lo que nos debería alimentar, y continuamos sin saber qué es lo que comemos. Y si no sabemos lo que comemos, es porque no sabemos lo que somos. Entonces, mejor si apagamos la tele, botamos todas las revistas de gastronomía y espiamos las cocinas del rey” - Maurizio Bagatin, Cenar con el rey -  
  13. “La locura de nuestras vidas se aferra a la demencia de la Historia. Fingimos que entendemos nuestra existencia y el pasado y el presente de lo que nos rodea, como fingimos que tenemos una idea de lo que sucede a un loco. “Está loco”, decimos, y ya está, nos invaden el espejismo del conocimiento y la ilusión del control” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                                                                  “Pero ya es tiempo de que nos retiremos de aquí, yo para morir, vosotros para vivir. ¿Entre vosotros y yo, quién lleva la mejor parte? Esto es lo que nadie sabe, excepto Dios” - Platón, Apología de Sócrates -                                                                                                                              “Un país parmenídeos para muchos, de locos para otros, fluye la globalización y el desencanto en su vísceras históricas y las fiesta reúne moros y cristianos en encuentro siempre pronto al olvido” - Maurizio Bagatin -  
  14. “No estoy loca. No, Lea, susurra la voz. Estás en el borde, y eso es peor. Entonces me parece verlo a lo lejos. Se aleja entre la gente, diluyéndose en el resplandor del mediodía. Me descubro caminando a paso vivo entre murmullos de asombro mientras se oye una vocecita cada vez más alarmada. “¿Qué pasa?”, pregunta la voz de Nico, “¿adónde vamos?”. No lo suelto, no puedo soltarlo ahora. Es como si el sol hubiera levantado una piedra enorme, dejando al descubierto este hormigueo de sombras, y Nico también pudiera perderse, como me perdí yo, como nos perdimos todos, en esta luz acida que desdibuja los cuerpos” - Guillermo Ruiz Plaza, Días detenidos -                                                                                                    “Una vez que has entregado el espíritu, todo se sigue con absoluta certeza, aun en medio del caos” - Henry Miller -                                                                                                                                 “Orden y caos rigen firme nuestras rebeliones y nuestro conservadurismo, la magia está en descubrir sin desvelar el uno y lo otro” - Maurizio Bagatin - 
La literatura no es inocente, lo reconoció el realismo visceral; hoy se escribe como se lee y reconozcámoslo, si la lectura es mediocre, la escritura se queda a rueda. La falta de contemplación, la ausencia de una literatura que se apropie del conflicto, son los aciertos de esta polémica…de esta chispa…de este guiño…o de este pellizco.                                                                              Miedo, aburguesamiento, “proceso de cambio”, tres fenómenos que han desertificado un territorio ya desarraigado de la polémica, de lo genial en la pluma y lo que Salamanca no da natura no presta…pero aún más me parece que al iniciarse un periodo de crisis (cuando lo viejo no se va completamente y lo nuevo no llega del todo), siempre ocurre algo; el fascismo italiano generó un efecto infelizmente parecido: Pirandello adhirió, Montale no, pero la palabra de uno no tuvo el peso del silencio del otro…y en este país con reputación se sigue viviendo - con las reconocidas excepciones - este fenómeno. En una entrega semanal sobre la estética del proceso de cambio, Virginia Ayllón, habló de la literatura del proceso de cambio, no sobre el proceso cambio, como de La letra ausente. Volvemos a lo antropológico: el poder es discurso, y emborrachados o atemorizados o cómplices de él no se supo realizar arte: escribir un libro es menos que nada si el libro no replica las personas, esto nos sigue faltando. Y el arte es un oficio sucio, el alguien que lo hace lo sabe, por eso hay poca arte intencional. Solo por efecto. Hasta la vanidad de la escritura, aquella mirada larga y profunda, parecen calidades desaparecidas, pero, hay un pero optimista y lo encontré, como lector desordenado que soy, en el Claudio Ferrufino de El Exilio voluntario, en el Rodrigo Hasbún de Los afectos, en la poesía de Juan Cristóbal Mac Lean y de Humberto Quino, en el Maximiliano Barrientos de La desaparición del paisaje y en Días detenidos de Guillermo Ruiz Plaza; tal vez La letra ausente estaba aquí y a esta palabra le falta un lector presente…

El hilo conductor de las quince frases para no detener los días, son los epígrafes, los aforismos y las metáforas - los metaforismos diría Roa Bastos - que se van construyendo y se entrelazan, capitulo por capitulo, con la trama de la novela, una novela que nos reconduce a toda la violencia de Bolivia, a toda la violencia de nuestra Historia. Escribirla habrá sido una liberación o un profundo lastimarse, leerla será una liberación o un inmenso dolor. Esta es la cruz y la delicia. Esta es la literatura. La ilusión es lo que cuenta…
Julio 2019