Wednesday, November 30, 2022

Polentones


MAURIZIO BAGATIN

 

…oigo algo de mi cultura.

Debíamos haberla inventada nosotros, los friulanos, la chicha. Lo compartimos en voz baja yo y Marina mientras de unas tutumas don Félix nos invitaba un rico néctar de Aramasí.

No sé cuál es la más rica, gustos son gustos y gusta lo que nos ofrece placer. La primera polenta blanca recién “brustolada” en los fierros ardientes de la estufa a leña, entraba en el tazón de leche manchado con algunas gotas de café, esta estaba preparada con el maíz Madreperla, de nuestras zonas. O la otra, recordando a Rosaura y Arlequín, en una comedia de Carlo Goldoni, cuando la poesía se adueña del hambre y la vuelve menos extrema, así describiendo la preparación de la polenta, transfigura literariamente la pobreza: “Llenaremos de agua una hermosa caldera y la colocaremos sobre las llamas. Cuando el agua comience a murmurar, tomaré un poco de ese ingrediente, en polvo tan hermoso como el oro, llamado harina amarilla; y poco a poco lo derretiré en el caldero”. Y sigue la comedia: “Luego le echaremos de mano en mano una abundante porción de mantequilla fresca, amarilla y delicada, y así abundante queso, igualmente amarillo y bien rallado”. Los venecianos comían bien, aunque tal vez solo en sus recetas o en sus comedias, polenta tres veces al día, cuando había y alguna vez con unas cuantas cebollas y un poco de queso, que la mayoría de las veces estaba en mal estado.

Un territorio está hecho de su alimentación, y de sus errores. No vamos a querer que todo sea romántico, la media luna fértil es hoy uno de los territorios más áridos del planeta. ¿Cuántas civilizaciones escogieron un mal camino eclipsando? Quien no es dinámico desaparece. Hablan de resiliencia hoy, y es un término ya muy desgastado. Somos hombres de maíz también nosotros que hemos vivido plenamente la ignorancia de no saber, y muchas veces no poder, acompañar un buen plato de polenta con unas legumbres u otros ingredientes que nos hubieran evitado la pelagra.

Éramos hijos de maíz y éramos polentones. El que un día fue teocintle llegó a Venecia con otras delicias desde el Nuevo Mundo, invadiendo Lombardía, Véneto y Friuli. Un palacio veneciano, el Palacio Giovannelli me hace recuerdo a los bergamascos, los de la polenta dura y firme como la mezcla para elevar edificios indestructibles; en Gandino han creado un presidio sobre la variedad Spinato di Gandino, un maíz que ya en el 1600 alimentaba toda la Val Seriana. Polentones un poco lo éramos también antes, polenta de mijo y de otros granos, acompañada de todo lo que el convento ofrecía. Hoy en los fogolares friulanos en el mundo aun encontramos el viaje de retorno del maíz, con la polenta, en Venezuela, en la profunda Argentina, en el sur del Brasil. Ahí parece retornar a las Confesiones de un italiano de Ippolito Nievo: “En la cocina siempre había un cesto lleno de polenta colgando de un gancho, y cuando el raspado no me satisfacía, me bastaba con levantar un brazo hacia la polenta. Martino me entendió: me hizo tostar una tajada; ¡y adiós dolencias!”.

¿Quizás porque la memoria va modificando el pasado? En una hermosa película del Maestro Ermanno Olmi, El tiempo se ha detenido, Roberto y Natale comen polenta y, poco a poco, parece ser propio este humilde plato en crear la convivialidad entre los dos. Magia del maíz.

“De la cocina salia un fuerte perfume a hongos, resaltaban el ajo, el sempiterno perejil y el aceite de oliva. Sentados alrededor de una mesa redonda Mario Soldati y Luigi Veronelli estaban degustando de un buen vino. La tertulia se desplazaba entre Pellegrino Artusi y la literatura. Manzoni y Dante, los comensales en El Gatopardo y de repente a Veronelli retornó a la mente un párrafo antiheroico de I piccoli maestri de Luigi Meneghello: “Soñábamos con el final de la guerra, con ver a las niñas con hermosos vestidos, con abrir un libro muy deseado, con bañarnos, con jugar a la pelota; pero estos palidecían ante el pensamiento de que pudiéramos inducir a nuestras familias a comprarnos medio quintal, hasta un quintal de harina de maíz, y kilos de margarina, o hasta mantequilla; y freír polenta de la mañana a la noche y comerla libremente y sobre todo despacio, y luego dormirnos, y despertar por la mañana empezar a freír y comer de nuevo”.”

Somos también nosotros hijos de maíz, nosotros polentones, desde cuando el “pata hedionda” de Cristóbal Colón al acercarse a la isla de Ferrandina, ahora Long Island en las Bahamas, descubre la primera "cosa nueva" y es el mahiz, que en un principio confundió con el panizo, el pánico, y nos convierte en futuros cómplices de la mayor convulsión alimentaria que tuvo lugar en Europa, gracias también a las otras dos novedades que llegarán al viejo continente, el tomate y la patata. La globalización alimentaria está comenzando y de ahí nunca más se detendrá.

Y fue propio en nuestra zona de origen, el Friuli, que después de mucha pelagra, se realizó una hibridación de la polenta con un otro producto que había viajado con casi todos los migrantes de la tierra: el frijol, y así se iba preparando la polenta, con el agua de cocción de los frijoles, añadiéndolos al final. Recurso antiguo que se usaba para no desperdiciar nada y dar un extra de sabor cuando la polenta era el único plato.

Quizás, no todos estos recuerdos habrán fluido en la mente de Roberto y Natale, el tiempo se detuvo, pero seguro que al saborear esa polenta (cocinada en media hora) también habrá entrado en el cuerpo gran parte de esta historia que compartimos durante más de quinientos años.

Noviembre 2022

Imagen: Meneando la polenta en Bergamo, 2013

 

 

Tuesday, November 29, 2022

Curzio Malaparte: Baile en el Kremlin y otras historias


PAULO GARCÍA CONDE

 

Cuando un autor decide bautizarse a sí mismo como Malaparte, por llevar la contraria a Napoleón, podemos esperar sin demasiada cautela que sus escritos y trabajos guarden una estrecha relación con la polémica. Con Curzio solo se trataba de aguardar y contemplar por qué derroteros le apetecería inmiscuirse para comenzar a agitar la pluma y hacer tambalear lo que con sus palabras describía y con su mirada analizaba. Malaparte fue una de esas figuras que en realidad destacan en cualquier época en que vivan (incluida la actual, que cuenta con relevantes personajes que a mayor o menor gloria se hacen todavía hueco en periódicos y papeles en blanco): de militar en las filas fascistas y de mostrar casi adoración por Mussolini, pasó a arrimarse al Partido Comunista. Por supuesto, el trayecto recorrido de un extremo a otro no solo dejó las experiencias y perspectivas singulares propias de una personalidad de esa naturaleza, sino que brindó una obra que, tanto en lo periodístico como en lo literario, dio mucho de qué hablar. Y, lo que es más importante, aportó una visión propia y a la vez concienzuda sobre la guerra, sobre las clases sociales y sobre la esencia misma del ser humano.

Tusquets recupera ahora varios de los textos inéditos en español del autor italiano. Por lo que se nos cuenta, parece ser que la obra inédita del escritor es copiosa, si bien en muchos casos se trata de trabajos inconclusos. Baile en el Kremlin y otras historias recoge varios de esos textos y relatos que no llegaron a su punto y final, pero que aun así tienen mucho que ofrecer. El primero de ellos, y que se lleva el mejor bocado del título, es un retrato extravagante sobre las extravagancias de la alta sociedad marxista que por el año 1929 bullía por Moscú. Las fastuosas veladas donde los nuevos ricos y los advenedizos se cogían del brazo, o los amplios salones de embajada que aguardaban con ansia la entrada de la bailarina del momento, la Semiónova, son el escenario que brinda a Malaparte la ocasión perfecta para hacer un perfecto recorrido por las arterias de la nobleza de una Unión Soviética cuyo derrumbe no tardó en llegar.

 

Se ve en estas líneas a distintos personajes históricos que el periodista y escritor nacido en Prato (lugar al que reserva su hueco en otros relatos del presente libro), maneja a su antojo para brindar a los lectores una visión panorámica, para poner en marcha acciones que podrán traducirse en comentarios sobre la Historia, la que de verdad ocurrió y la que, al fin y al cabo, cuenta. La figura del poeta Maiakovski, a cuyo suicidio asistimos bajo la propia piel de Malaparte; la del político Lunacharski, reconocido por su juicio a Dios por sus crímenes contra la humanidad; la descripción de diferentes madames, esposas de hombres destacados y respetados, enfatizando sus maneras y actitudes en aquellos círculos donde todo era puesto en entredicho con un tono de secretismo y bisbiseo perfectamente ensayados. Todo ello se suma a la causa de esbozar un gran cuadro, un “espejo esperpéntico” como el propio autor refiere, de una haute societé de la que él pudo rodearse, en la que él pudo tomar parte.

Los otros relatos que siguen a este abandonan esa atmósfera soviética para centrarse en sus raíces personales, en la Italia que vivió y que quiso recordar. Se muestra en ellos al Malaparte más novelesco, dando forma a historias con intención de aportar algunas reflexiones de manera subrepticia. Quizá la selección de relatos sea un tanto irregular en su calidad, algo de lo que incluso avisan los propios editores. Son éstos textos que no llegaron a publicarse, pero que tampoco pasaron por la corrección de su autor, siendo este un apartado que tenía en alta consideración dentro de su técnica y proceso creativo. No obstante, el material aportado luce en diferentes aspectos. Algunas de las historias recrean su lugar de nacimiento, la pequeña localidad de Prato, evocándolo con tintes fantásticos y misteriosos. Malaparte apuesta en varios de ellos por personajes jóvenes, que sirvan para esbozar lo que para él era una generación desligada de las anteriores. Un campo de cultivo adecuado para tocar temas como el incesto, el narcisismo, o los dilemas morales que plantea la figura de Cristo.

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De EL IMPARCIAL, 11/11/2016

 

Monday, November 28, 2022

nos hemos olvidado el incienso

 


PABLO CEREZAL


Quiero este lugar, me encanta este hueco. 

Pediré al rey que esta maravilla se llame el Bósforo de Almásy.

Ralph Fiennes a Kristin Scott Thomas, en El paciente inglés

 

Se aman los hindúes de canto contra las místicas piedras de los templos de Khajuraho. Se aman en creativo alarde de musculatura sinfónica y grave. Se aman de bies y del revés, con los labios buscando manantial de barro, o incendios, en la planta de los pies. Se aman, al fin, desmedidos de gimnástica bizarra que da bien inmortalizada en grabados, fantasías y tallas. Nosotros, sin embargo, tan poco imaginativos nos amamos, tan absortos en nosotros mismos, diciéndonoslo de frente con la boca cosida para fecundarnos bien dentro ese milagro de cíclope ambidiestro capturado como Alicia cuando cruza los espejos. Nosotros, reservando en barrica de plasma la imaginación, tallándonos poemas en los hombros y en todas las esquinas del cuello, labrando versos en nuestras pupilas cuando acunan océanos y la piel es un y verso constelado de ciervos heridos de flechas que, aunque les cerquen, nunca les aciertan. Siempre tan cercanos cuando entre otros, tan uno cuando nosotros, enredados en la espuma de este amarmarrarse dentilabial y salvaje. 

Dejamos los malabarismos hindúes para las paredes que nos miran. Las gimnasias soviéticas para estas pupilas en que abrevan los músculos henchidos de cafeína. Mis dedos en carne viva tañendo tu platisma y todas las otras guaridas que tu piel escabulló a otras pieles para descubrirlas, regias de voraz relieve, suturadas a la mía. 

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De VISLUMBRES DE EL DORADO, 14/11/2022

Fotografía: Pablo Cerezal

Wednesday, November 23, 2022

Carta a Pablo Milanés


GEOVANNYS MANSO

 

"Dale..., que Pablo te quiere conocer..." Así me dijeron. Yo había escrito unas palabras para el concierto que daría en Santa Clara, el 14 de enero de 2011 y él, Pablo Milanés, quería conocerme, para agradecerme aquel fajo de palabras que escribí con el corazón. Y allí fui, a la Plaza Ernesto Guevara, para verlo, para saludarlo, para conocerlo. No recuerdo qué me dijo, solo su abrazo, su voz tenue, a punto de subir al escenario. "Quédate", me dijo. "Para que escuches el concierto" Y eso hice. Me quedé allí aquella noche, como tantas noches y tantos amaneceres: escuchándolo, temblando, por el intransferible caudal de memoria que sus canciones nos han donado... ¿Qué me dijiste, Pablo, aquella noche? ¿Qué me dijiste...?

 

Una carta para Pablo Milanés

Querido Pablo:

Escribo estas palabras, tal vez elementales, para festejar nuestro encuentro, postergado durante tanto tiempo.

Porque tus canciones han ido modelando, con inefable sabiduría, la profunda esencia de un país.

Escribo estas palabras, porque ellas no bastarán para magnificar tu obra, tan colmada de sentidos y de cauces, de estrellas y de asombros, de lealtad y de caminos que se abren como un abrazo impostergable.

Por ti, recorrimos las calles ensangrentadas de Santiago de Chile, aquel Santiago negado a un pueblo a golpe de fusil y de metralla.

Hoy somos tu canción de pincel y de cantera, de amor y de ternura, tu canción que se yergue entre nosotros, tan ávida de Patria, tan ávida de luz, tan ávida de amigos.

Somos, Pablo, tu voz con Cuba, tu voz por Cuba, la vastedad de una obra que nos ilumina este diario vivir, y que nos has entregado, como quien entrega el alma de las cosas verdaderas.

Sé que siempre estarás a nuestro lado.

Que tus canciones forjaron un ayer y forjarán un mañana.

Que habremos de crear nuevos caminos para el hombre.

En esos caminos, sirviéndonos de abrigo, de alimento, de esperanza; convertidas en martillo; transformadas en papel, en voluntad, en eco; definidas por su sencillez, por su honradez, por su valentía; de frente, sin miedo, sin premuras, sin retraso: hallaremos tus canciones, Pablo, todas tus canciones, todos tus versos, convertidos para siempre, en la fe de un pueblo...

Geovannys Manso Sendán

Santa Clara/ 14 de enero de 2011 

Sunday, November 13, 2022

México City Blues


MAURIZIO BAGATIN

 

Al Mago por su cumpleaños


“Es una verdadera noche de Brooklyn/la noche azteca/la híbrida noche tolteca/la noche de Saragossa/la noche tarasca/Jaqui Keracky/Cultiva opio/En el buen Culiacán” -Jack Kerouac, Mexico City Blues-

 

David, pintor psicodélico, Daniel, pusher y la desafiante Helena. Es un largo viaje desde el desierto de Wadley hasta México City, en compañía de José Cruz guiando el blues subterráneo de la banda Real de Catorce. Azul en la parada del tren camino a San Luis Potosí, Mujer sucia rumbo a Santiago de Querétaro: “Los mineros, con alas de amor, parten viajeros a los tiros de mina. A los cielos infernales”. La siguiente parada será el desierto. Toda una noche de tequila y mezcal, lubricando entrañas, regando sueños y conciencias. El blues es la negritud y es la luz necesaria para el socavón, es el Tam Tam hecho poesía urbana. Una fogata afuera del tiempo, los ojos que vibran a la llamas, los cuerpos centinelas de la eternidad.

El indio Huichol me invita un gajo de la carne de los dioses, “siete gajos servirán para toda la noche, para toda tu vida”, me indica mirándome fijo en los ojos. El frio es martillador. El aullido de un coyote y el tren hacia el sueño del norte irrumpen; el viento es un canto ligero, hay sombras en la calvicie de la tierra, la luna es un firme cilindro encendido en el libro del cielo. “¡No te distraigas!, mira de frente a los eventos, tendrás lo que es firme en tus sueños…”. El indio Huichol desaparece como llegó, en el horizonte fantasmal. El viento cesa, ya parece haber desaparecido también el frio. El fuego se va apagando, vemos todas las transformaciones de la noche, el entrar de la modorra, ahora, que precede el amanecer.

Viajo con Mixtli, el Mexicatl, donde los Wirikotas, más al norte el desierto es aún más desierto. Fumamos cigarrillos Delicados, sin filtros y dulces, será por el tabaco o será por su papel de arroz, en México fueron siempre los mejores. Encuentro Helena y yo soy Paris, Troya es lejana de las chinampas de Xochimilco, ahí Nezahualcóyotl "el Rey Poeta" va recitando: “No acabarán mis flores,/No cesarán mis cantos./Yo cantor los elevo,/Se reparten, se esparcen./Aun cuando las flores/Se marchitan y amarillecen,/Serán llevadas allá,/Al interior de la casa/Del ave de plumas de oro”. Blues. Una guitara desde los ríos profundos, el Mississippi y el Rio Grande, más al sur cañones y tortillas, piedras y alimentos, arriba José Doroteo Arango Arámbula mirando desde Columbus. En la Sierra nos espera Emiliano Zapata y tortillas más oscuras, la nixtamalización y las líneas de formación de la tierra, piedra jade y la Selva con sus fenómenos kársticos. La noche será la fuga por el Rio Usumacinta, mezcalina que el Muerto distribuye como si fuera Jim Morrison. Alebrijes y The End.

Daniel aparece con una bolsa de papel, adentro oculta un teléfono adaptable a todas las cabinas telefónicas de México City (lo conecta a la primera cabina que encuentra y me dice: “¡Ahora ya puedes llamar adonde quieras!”), en la otra mano un kilo de mota recién llegada de San Sebastián de la Sierra: “¿Fumamos?”; tengo en mis manos el cuadro psicodélico de David, es el viaje alucinado de Ixca Cienfuegos y, al mismo tiempo, la mirada hipnotizadora de Teódula Moctezuma, los guardianes; Helena me va desafiando: “¡Sales de aquí si a los chilangos les ganarás en comer picante!”, naturalmente gano yo y me voy, tomo un taxi en Reforma, con los últimos diez pesos me compro una Negra Modelo. Ahora estoy comiendo un plato de pasta en la Big Tower de Toronto, nos emborrachamos con el Mago y su tío. Mañana viajaremos rumbo a Roma. Hasta el avión nos acompañan unas azafatas canadienses pero de origen italiano.

En mi oído suena Comala, Jorge Reyes está presente.

12 noviembre 2022

 

Imagen: El cuadro de David, enero 1995

 

Thursday, November 3, 2022

Dioses, tumbas y sabios, de C. W. Ceram


JOSÉ CUESTA

 

Aunque ahora está de moda la «fusión» de géneros, como ocurre con las novelas poéticas o las novelas ensayo, la idea no es nueva. Este libro de 1949 ya explica en su título (Götter, Gräber und Gelehrte. Roman der Archäologie) que se trata de uno de tales géneros híbridos: «novela de arqueología». En su prólogo el autor defiende que la ciencia tiene potencial de sobra para escribir libros en los que se mezclen la intriga y la emoción de la novela de aventuras o el relato detectivesco con el rigor del ensayo científico. Se trata de limar todas las arideces, tecnicismos y erudiciones y destacar el aspecto humano, la búsqueda y el hallazgo, los éxitos y los fracasos. Y no se postula como creador de este nuevo género, sino que apela a una incipiente tradición citando un famoso precursor: Cazadores de microbios, de Paul de Kruif, y otro libro publicado casi simultáneamente con éste, también sobre arqueología: Lost Worlds, de Anne Terry White.

Y en efecto, el libro es una estupenda novela de aventuras que narra hechos rigurosamente ciertos. La arqueología es terreno abonado para este tipo de experimento literario. El tirón de Indiana Jones se debe en parte a eso. Pero es que, además, el libro cubre los mayores hallazgos arqueológicos de la historia, así que el éxito está asegurado. Ceram es el pseudónimo con que firma su autor, Kurt Wilhem Marek (Marek al revés es casi Ceram), que, contra lo que se podría pensar, no fue un arqueólogo, sino un periodista y crítico literario alemán a quien los americanos hicieron prisionero en Italia en 1944 y que decidió aprovechar su cautiverio para leer todo lo que cayó en sus manos sobre arqueología. Con tal bagage se lanzó a escribir Dioses, tumbas y sabios.

El libro está dividido en cinco partes: El libro de las estatuas, donde, entre otras cosas, se narran el descubrimiento de Pompeya y Herculano, y la increíble hazaña de Schliemann, que sacó a la luz Troya, descubrió la civilización micénica y casi también la minoica; El libro de las pirámides, que cubre desde la invasión napoleónica de Egipto hasta el hallazgo de Howard Carter de la tumba de Tutankamón; El libro de las torres, que narra los descubrimientos de los imperios asirio, babilónico y sumerio y cuenta la historia del desciframiento de la escritura cuneiforme; El libro de las escaleras, sobre las civilizaciones precolombinas, y Sobre los libros de historia de la arqueología que aún no pueden escribirse, que apunta hallazgos recientes (para su época) en el Indo y en otros lugares. El autor aconseja en el prólogo empezar a leer por el segundo libro, imagino que porque en aquella época aún estaba reciente el descubrimiento de la tumba de Tutankamón, el hallazgo arqueológico que probablemente haya tenido el mayor seguimiento mediático de la historia, en parte por la fascinación que ejerce la civilización egipcia sobre nuestro imaginario colectivo y en parte por el fabuloso tesoro que, contra todo pronóstico, se encontró sin expoliar, y empezando a leer por ahí el lector tenía más posibilidades de quedar enganchado. En mi opinión, y habiendo hecho caso al consejo del autor, creo que hoy día resulta innecesario. A mí no me parece menos fascinante la historia de Schliemann que la de Carter, y si acaso me lo parece más, así que yo aconsejo empezar el libro por el principio, porque la diversión está asegurada desde la página uno.

Inevitablemente el libro está obsoleto. Desde 1949 hasta ahora mucho ha llovido, mucho nuevo se ha encontrado y mucho de lo que se consideraba cierto se ha rectificado. Por ejemplo, sabemos hoy mucho más sobre los mayas y aztecas, y sobre los pueblos que los precedieron (los constructores de Teotihuacán); incluso hay teorías con bastante sustento empírico de por qué el imperio maya desapareció. También ha cambiado la visión sobre lo que ocurrió en Pompeya y Herculano: hace poco vi en un documental que la hipótesis que mejor explica la imagen «congelada» que nos dejaron estas ciudades es que el Vesubio mandó una nube piroclástica sobre ellas, tan rápido que los habitantes no tuvieron posibilidad de huir. Y sobre la Atlántida, que Ceram menciona un par de veces en el libro, porque en aquella época se especulaba si tendría alguna relación con la civilización maya, ahora tenemos una convincente explicación que la identifica con la civilización minoica, destruida de la noche a la mañana por el tsunami que provocó la enorme explosión de un volcán que había en la isla de Tera. En fin, que el libro, de seguir el autor vivo, habría admitido una segunda edición corregida y ampliada, o una segunda parte tan fascinante como la primera. Pero como podéis imaginar, la obsolescencia es mínima en lo que se refiere a las civilizaciones del Nilo, del Tigris y el Eúfrates y del Egeo, así que el libro se puede seguir leyendo para aprender sobre todas ellas. Y ahora que recuerdo, sí que hay una especie de segunda parte, del mismo autor, donde se llena uno de los vacíos que deja este libro: el imperio hitita, ese gran desconocido (el libro se ha traducido con el título de El misterio de los hititas, y ya le tengo echado el ojo).

Vi Dioses, tumbas y sabios por primera vez en casa de Susanna (coautora de este blog). Ella y Anxo (otro coautor) sostenían que lo habían leído en su juventud y les había encantado, y yo expresaba mis dudas de que el libro aguantara una segunda lectura de adulto. Me equivoqué y así lo hago constar públicamente. El libro es muy bueno, incluso leído a mi edad, incluso conociendo el 70 por ciento de los hechos que se narran. Definitivamente recomendable.

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De LA CUESTA DE MOYANO, blog del autor, 29/05/2014