Wednesday, September 10, 2014

Nick Hornby guionizando el amor


Christian J. Kanahuaty, Escritor
El momento de los anuncios
Nick Horby es parte de la segunda generación de nuevos narradores ingleses, está a pocos pasos de distancia del trío que constituye actualmente lo mejor de la literatura inglesa de posguerra: Ian McEwan, Martín Amis y Julian Barnes. Ahora bien, el caso de Hornby es interesante por todos los cruces y enlaces que hay en cada una de sus novelas con el universo del cine, de la música —rock, pop y glam— y las marcas de artículos de vestir como las zapatillas deportivas Nike, por ejemplo, o el sello de grandes disqueras. Y claro, eso nos pone en un serio problema.
Hablar de Hornby significaría explorar ese difuso campo de conexión entre literatura y cine, o el que nace a partir de la unión de la música con la literatura y ahora es el momento de decir que este artículo no intenta indagar posibles respuestas por ese lado. Lo que quiero hacer es hablar de Hornby en su faceta de guionista.
Las preguntas de fondo y el reparto
¿Vemos películas de amor porque estamos enamorados? O más bien, ¿estamos enamorados porque vimos demasiadas películas de amor? Cualquiera que sea la respuesta, Nick Hornby (Gran Bretaña, 1957) ha logrado ser uno de los pocos escritores nominados dos veces a los premios Óscar por sus guiones. En primer lugar, su novela Alta fidelidad (1995) fue llevada al cine por el director británico Stephen Frears el año 2000 y el responsable del guion fue el mismo Hornby; para el año 2006, el mismo guion fue adaptado como musical en Broadway. Luego de ello, su novela Un buen chico (1998) se estrenó como película de la mano de los hermanos cineastas Chris y Paul Weitz en 2002. El guion también fue escrito por Hornby y fue el motivo para que la Academia de las Ciencias y las Artes Visuales lo nominase a un Óscar bajo la categoría de mejor guion adaptado; finalmente, Enseñanza de vida fue estrenada en 2009 bajo la dirección del británico Lone Scherfig. El libreto de esta película significó para Hornby su segunda nominación a los premios Óscar, esta vez en el apartado de mejor guion original, aunque cabe decir que el texto está inspirado en el artículo 'An education', autobiografía de la periodista británica Lynn Barber que apareció en la revista Granta en la primavera de 2008.
El amor como madurez
Alta fidelidad, novela de culto y película emblemática, nos presenta a un Rob Fleming apasionado por la música y por la confección de listas de sus top 5: los mejores cinco discos de la historia, sus mejores cinco rupturas amorosas, las mejores cinco películas de todos los tiempos y aquellas que para él son las cinco mejores canciones que hablan sobre la muerte. Así, su relación con la práctica y sensual Laura va a convertirse en el detonante de una serie de evocaciones nostálgicas sobre su pasado: lo que siempre quiso hacer y nunca hizo. Rob es el propietario de una tienda de vinilos, Championship vinil, y la verdad es que sus dos colaboradores, Dick y Barry, no son los mejores compañeros para atravesar el cenagoso valle de la separación. Y, sin embargo, se convierten en el contrapeso de una historia que podría fácilmente ser el ejemplo perfecto de lo patético que uno se ve cuando en vez de replantearse las cosas, comienza a añorar el pasado que supuestamente fue mejor. Pero, para acortar la recapitulación de la historia, el mejor momento —del libro— y de la película llega casi al final, cuando un Rob más jovial y maduro decide aceptar su destino y lanza uno de los monólogos más románticos de la historia de las películas cursis. Le dice a Laura que ya no quiere más ilusiones de chicas lindas de las cuales solo ve la ropa de encaje, le dice que él necesita la ropa de siempre, la que se lava una y otra vez y que sigue siendo linda. Lo que él necesita, ahora lo sabe, se le nota en los ojos, es vivir con ella las cosas cotidianas. En la penúltima toma, es sorpresivo y a su modo parodia todo lo que se ha reflexionado sobre la música a lo largo de la película a cargo de la entrañable 'Let's Get it on' de Marvin Gaye, pero en esa oportunidad interpretada por un carismático Jack Black. El plano final es un nuevo monólogo que cierra —pongamos, como soundtrack— una película que no se podría pensar sin la literatura ni la música, y que nos muestra que el punto de toda relación es que uno de los dos sea lo suficientemente maduro como para aceptar que ha crecido y que ya no puede buscar el futuro en ninguna otra persona, sino en la que tiene al lado.
El amor como casualidad
Nick Hornby, crítico de música, novelista y guionista. Ha sido nominado dos veces a los premios Óscar.

Nick Hornby, crítico de música, novelista y guionista. Ha sido nominado dos veces a los premios Óscar.

En Un buen chico, la historia se centra en Marcus, el chico raro del colegio y Will, un tipo de alrededor de 40 años que tiene que lidiar con el fantasma de su padre cada Navidad, debido a que este compuso un villancico que además de reportarle grandiosas regalías, es el único logro de una vida que a Will terminó por arruinarle el futuro. Will no hace nada y divide su tiempo en porciones: una para el desayuno, otra para mirar televisión, otra para visitar cadenas de ropa, otra para cortarse el cabello y otras para de vez en cuando salir a pasear. Nada más. Esa es su vida y él está conforme con ella. Hasta que llega Marcus a su cotidianidad.

La relación que se entabla entre ambos está mediada por un acontecimiento entre bochornoso y degradante. Will, al sentirse solo, ha decidido ingresar a un club de padres solteros. Pero para ello se ha inventado un hijo. Les dice a los otros miembros que su hijo y él fueron abandonados por su esposa. Así que las mujeres del club lo sienten cercano y lo ayudan a superar el dolor del abandono. Sin embargo, poco a poco Will se da cuenta de que las mujeres del club son vulnerables y están deseosas de estar con alguien que las acepte.
Un tiempo después Will empieza a salir con una de las madres solteras del grupo, cuya virtud es la de llevar cada tanto de paseo a Marcus, el único hijo de su mejor amiga Fiona. Un domingo cuando Will y su nueva conquista están distraídos en otros asuntos, Marcus mata a un pato accidentalmente; sucede que le estaba tirando migajas de pan pero se siente aburrido y decide tirarle todo el bollo de pan duro de una sola vez: el pato no lo ve venir hasta que se le estrella en la cabeza. Tan simple como eso. Cuando regresan a casa, la presencia de Fiona en toda la película empezará a ser constante y casi omnipresente.
Fiona ha estado por semanas deprimida, pero no es una simple depresión ligada a la tristeza, es un estado de dolor extremo que la ha llevado a un intento de suicidio. Ella se recupera, pero tras este cambio de ritmo y tono en la narración, las cosas ya no serán las mismas. Marcus busca a Will, no con la intención de pedirle un consejo, sino simplemente para pasar el rato.
Marcus no quiere estar en su casa, y Will secretamente no quiere estar solo en casa; así que son la combinación perfecta. Un chico que no quiere perder su inocencia y un hombre adulto que está tan perdido y asustado como un niño. De ahí en más, la película explora las relaciones que se establecen entre las personas y los motivos por los cuales nos sentimos cómodos con alguien que no solo no conocemos sino que nos ha mentido reiteradamente. No es una comedia romántica más, eso hay que tenerlo claro desde el inicio.
El humor es ironía, la culpa es ridiculizada y los valores cuestionados hasta un límite que puede llamarse sarcasmo. Es una inteligente manera de decirnos que el amor llega cuando menos se lo espera, pero no de la forma que uno lo desea. A pesar de que posee unas diferencias enormes con la novela, la película sale bien librada, porque Hornby, al hacer el guion, añade sutiles momentos que en la novela hubieran resultado forzados.
Es la posibilidad de explorar la misma historia desde otro punto de vista y eso no solo se agradece, sino que de ello se aprende sobre las posibilidades de narrar una misma historia en registros tan diferentes como el cine y la literatura. Así que cuando el amor llega, lo último que viene es la sabiduría para darse cuenta de que el amor está ahí. Y que el amor es parte de la casualidad, la que cada vez se hace menos proclive a ser analizada, para solo ser sentida.
El amor como traición
La actriz Cary Mulligan en su papel de Jenny, protagonista de Enseñanza de vida.

La actriz Cary Mulligan en su papel de Jenny, protagonista de Enseñanza de vida.

Enseñanza de vida es quizá la propuesta más cruel de Hornby sobre el amor. Y como es radical su manera de leer el amor, también el personaje principal, para hacer dicho ejercicio, es diferente. Ahora se trata de una mujer: Jenny. Ella es la protagonista que se enamora de un hombre 20 años mayor, el afable y divertido David. La relación entre ambos, si bien tiene guiños erotizantes, es sumamente cariñosa y romántica, como si ambos estuvieran descubriendo el amor por primera vez y lo cierto es que en el caso de Jenny sí es así, pero no con David. Uno tiene la impresión de que hay algo oculto y oscuro en sus intenciones. 

Uno sabe que es más un cazador que un amante, si es que la distinción entre ambos es posible.
Lo que sucede es que Jenny deja por él su último año escolar y todo el mundo se opone, pero ella está enamorada y pondrá ese amor como argumento con el que silenciará cada una de las voces que le dirán que hace mal al desperdiciar su vida por alguien como David, que además es mayor que ella y que no la entiende por completo. Los padres marcarán en ese sentido el diapasón de la relación, aquellos encargados de hacer que la realidad ingrese cada vez que sea posible para desbaratar la felicidad.
Para ella, no hay nada fuera del amor y nada más que el amor. Ella lo sabe. Es la vieja historia de amor que se repite sin fronteras ni barreras y a través del tiempo hasta que se descubre, en un acto de irremediable descuido, que David tiene un hijo y está casado. En ese momento uno entiende por qué este, a pesar del amor que profesaba a Jenny, siempre le pedía entre besos y abrazos que no se separara de él ni tampoco se predispusiera a odiar a sus propios padres. David cree que ella no puede dejarse caer tan fácil en los círculos del amor, que ella tiene una red de seguridad donde dejarse caer cuando todo se derrumbe y, como es de suponer, eso a él le da la certeza de que por más que le oculte la verdad, Jenny saldrá bien librada.
Puestas así las cosas, para Jenny, David es la posibilidad de tener una vida, de ser amada y salir de la casa de sus padres. Para David ella es solo un amor de temporada, burdo, un juego de pulsiones entre los deseos despertados por la intrépida juventud de Jenny y el letargo de su vida hogareña. Y es por ello que David ve en los padres de Jenny su propia salvación, la forma amigable de no hacerse responsable.
No es necesario decir más. La película pone como telón de fondo al Londres de los años sesenta. Muy cercano a la posguerra y la era victoriana, pero aún alejado de la revolución que se iniciaría por las críticas desatadas contra la guerra en Vietnam, el hipismo, la generación beat, las revueltas del mayo francés y la primavera de Praga. Todo eso aún no ha llegado. La Inglaterra que se muestra es tan opresiva como la que retrata Pink Floyd en The Wall.
La apuesta de Hornby es que a través de ese pequeño núcleo de personas y bajo esa estela de acontecimientos ocurridos y por suceder, el amor se vea como lo que puede llegar a ser cuando de por medio hay un secreto. Y sobre todo, cuando de por medio la palabra 'compromiso' estalla expulsando sus esquirlas hacia cada uno de los amantes que se paran a ver cómo es que eso ocurrió.

Los créditos
Marcus (Nicholas Hoult) y Will (Hugh Grant) comparten su soledad y asombro frente al mundo.
Marcus (Nicholas Hoult) y Will (Hugh Grant) comparten su soledad y asombro frente al mundo.
Las posibilidades que ofrece el amor en el cine son ilimitadas. Por eso ha sido complicado escoger de qué películas hablar para este artículo. Pero me parece que hablar sobre los guiones que hacen posibles esas películas es una forma de establecer la diversidad de formas en las que aparece el amor en nuestras vidas. El amor es una exploración y una interpretación. Por eso es necesario ver de qué tipo de amor hablamos cuando hablamos de amor. Y si, al final, estamos enamorados de la forma en que nos enamoramos porque vemos ese tipo de películas o es que vemos ese tipo de películas porque necesitamos sentir esa forma del amor en nuestra vida cotidiana, la respuesta flota en el aire. O mejor, la respuesta se puede plasmar en instantes. En planos largos o en acercamientos y nostálgicos momentos que jamás olvidaremos.
Puede que incluso todo nos lleve a esa manera tan explosiva de hacer que nuestra existencia sea solo una banda sonora con la cual sentirnos a gusto cuando todo sucede lejos de nuestras habitaciones, puertas afuera y la ciudad es redonda y ruidosa. Hornby es sutil y capaz de llenarnos de emoción con los diálogos inteligentes y oportunos, pero se nota que quiere mucho a sus personajes, incluso más de lo que ellos mismos se quieren. Para guionizar el amor se necesita mirar con calma los gestos. Hornby lo sabe. Por eso muchas de sus acciones dramáticas se deciden con simples gestos. En actos inocuos llenos de sentido y candor.
Espero que los actores que descubras en sus películas puedan divertirte y cuestionen tus creencias sobre el amor. Que la banda sonora te acelere y, sobre todo, que Nick Hornby sea un escritor que llegue a tus días para renovar y madurar todas las experiencias que hasta ahora lograste acumular en el cálido y azaroso terreno del amor. Amar en el cine.
Amar con el cine. Atravesar la sala de proyección para encontrar el amor porque luego de la película siempre existirá alguien que te acompañe a casa. Y ese simple acto dará origen a tu propia historia de amor que estará repleta de literatura, de música y de todos los colores de la ciudad que tanto amas y odias al mismo tiempo. Y mientras una canción suene a lo lejos, tú mirarás a los ojos de quien desde hace tiempo te mira envuelto en silencio.

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De EL TELEGRAFO (Ecuador), 08/09/2014

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