Wednesday, October 16, 2019

Ricardo García y El polvo del Espejo


JOSÉ LUIS DURÁN

Ricardo García Camacho (1960) recorre los cementerios con un pleno conocimiento de los mausoleos y las personas que descansan en el interior de estos; las cantinas del norte paceño y los rieles opacos de polvorientas montañas de libros en descuento. La suerte no es un objeto para comprar y si lo fuera, el costo sería elevado y lejano a los límites del bolsillo. La suerte es selectiva y para un poeta como Ricardo García, ésta no aparece sino en alguna nueva adquisición libresca. A nadie se le ocurriría encontrar por cinco bolivianos un libro que contiene una dedicatoria a Alcides Arguedas, con una fotografía escondida en medio de sus páginas del intelectual boliviano al lado de Rubén Darío, y otra imagen sacada por el propio Arguedas a Armando Chirveches, antes de su suicidio en 1926. Estas reliquias, no importa si por causa del azar o la propia suerte, al parecer estaban destinadas a ser guardadas por un grafómano del submundo paceño, como García, quien no hizo más que comprar libros baratos (“Cada libro/ busca su depredador”) en, como las describía el propio Arguedas, “cajas oscuras, sucias, polvorosas y llenas de microbios de estos libreros del aire libre”.

Para contar la historia de Ricardo, los jóvenes lectores debemos emplear todos nuestros sentidos en un proceso retrospectivo, a un tiempo tan heterogéneo al que vivimos ahora, que parece que los años son más remotos de lo que aparentan en sus dígitos. La bohemia de la década de 1980. Un tiempo en el que el arte en Bolivia tenía una relación directa con las tendencias políticas y que las expresiones subversivas a la considerada “alta cultura” se mostraban a través de las expresiones literarias.

En palabras de Ricardo, “una generación que se ha dedicado a la política, la literatura, la joda, pero sin ninguna visión de futuro. Era el momento y había que vivirlo muy intensamente. El resultado también ha sido jodido, porque el chiste consistía en que te mueras ahí. Si sobrevivías, cagabas. Para nuestra generación; los que no hemos optado por vendernos, la vida ha sido difícil y nos teníamos que refugiar en las tabernas y el alcohol. Y cuando has hecho todo con la intención de morirte y no te puedes morir, llega la vejez y todo cambia”.

“Demasiado batán/ para un triste locoto”. Escritor, poeta, se autodefine como “un grotesco trovero, un tenor de los charcos”, como reza la letra de una famosa zamba argentina, y se identifica en las palabras del periodista Javier Badani como “un piropeador callejero de mala poesía”, Ricardo García es ante todo un parodiador de la realidad por medio del verso. La parodia: una categoría que se sobrepone a la realidad que finge un orden causal que perdió hace mucho. Carácter que expone en el tercer poemario que publicó Debajo de otro te he visto (2009), título que hace alusión a una célebre kullawada, su obra mayor difundida, la que él considera una “poesía erótica y más directa”. Un minucioso trabajo con el lenguaje.

Su aproximación con la literatura comenzó al salir del colegio, época en la que escribía y arrancaba sus primeras páginas, momento en que entró en relación con las movidas literarias de aquel entonces. Entabló amistad epistolar con René Bascopé (1951 - 1984), que se encontraba exiliado en México. “Yo quería saber su comentario sobre mis escritos para ver si mandaba todo a la mierda y me dedicaba a otra cosa. Era un crítico muy generoso, muy comprometido con las nuevas generaciones literarias y eso hizo que, en algún momento, a través del periódico Aquí se publicara a muchos jóvenes”, recuerda Ricardo.

“Aprendí mucho de René Bascopé, me dio libros, me enseñó bastante. Gracias a él conocí la literatura norteamericana y muchos otros libros que me prestaba, orientándome acerca de otras lecturas. Además que las personas que trabajaban con él en el periódico eran muy accesibles en su movida editorial, tenían talleres literarios, revistas, coloquios, etc. Una vida muy activa en términos políticos y literarios”.

Estas ideas y espacios los compartiría con otro pupilo del activista cultural René Bascopé, y uno de sus más entrañables amigos: Víctor Hugo Viscarra, de quien fue “asesor legal”, describiéndolo como un “gran lector e investigador”, ante todo. Las legendarias tabernas paceñas que pasaron al recuerdo de sus visitantes como El Averno, La Oficina, El Acuario, La Guerra o La Curvita y Las Carpas, entre otras, serían los espacios en donde ambos escritores, durante mucho tiempo, comentarían los percances del azar en sus vidas y las lecturas de cada día.

“Hablas de otro;/ con un pie quebrado/ giramos sobre la huella”. El erotismo es una naciente del romanticismo. Apostar a las emociones en el verso es un trabajo de un formidable recorrido al lenguaje, para no fastidiar a nadie con confesiones por las que nadie preguntó. Mas Ricardo García ya no trata las palabras para generar una sensación de esperanza, sino que crea una imagen del deseo que no es más que un sentir en tiempo presente. No le escribe al amor ni a la emancipación de los sueños románticos, sino que su erotismo se pretende como respuesta a la feromona. Refleja imágenes, que como secreto a gritos, emanan de la libido, con la grosería y la liquidez que se muestran en el texto.

“Un hombre sin cuernos/ es un jardín sin flores,/ un templo sin pecadores;/ donde el desnudo amor inclinado/ no anima la fiesta de la traición”. Debajo de otro te he visto, es un poemario que visita cada rutina, sexual o de deseo del solitario, y se estampa al frente como un espejo de reflejo crudo. Un vidrio lleno de polvo que nadie quiere ver ni limpiar, porque nos contentamos con la parte central del reflejo, la más clara y lúcida, a la que todos estamos tan acostumbrados a dirigir nuestra mirada.

Ricardo nos invita a indagar el lado grotesco de la sexualidad y es uno más de los testigos presenciales de aquello que las nuevas generaciones hemos mistificado tanto: la noche paceña de finales del siglo XX. Representante de una generación dedicada a la escritura, la contracultura (como movimiento político en contra de lo establecido y los beneficios del poder) y el alcohol.

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De LA RAZÓN (La Paz), 25/09/2019


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