Wednesday, March 16, 2022

El George


EDUARDO KUNSTEK

 

En los años que viví en Oruro como George consideraba que yo vivía una suerte de exilio sentía la obligación de visitarme. Aparecía varias veces al año unas veces por mí y las más porque alguien en Cochabamba se le hacía insoportable. Al llegar y antes de nada me daba un minucioso parte del acontecer cochabambino. Siempre me sentí afortunado de ser depositario de esa información. Pues él fue un genial observador y un poeta genuino.

Los pocos días que se quedaba hacia una vida hogareña, con tazas de café tras la ventana soleada, leyendo algún libro sacado del estante; luego de un minucioso recuento de los libros que la componían. Por su pasión libresca tan conocida; en algún momento de la visita me proponía algún cambio al que accedía con reparos pero consciente de la alegría que el trueque le daba.

En la tarde se la pasaba traduciendo de la casetera a Bob Dylan, nos leía a Auden y Yeats en una traducción simultánea pues los poemas estaban escritos en inglés y él los leía en castellano.

Esperaba la hora del té que en verdad era para él su mejor comida; aliviado cuando yo no estaba por trabajo; disfrutaba junto a mis hijos de galletas y queques que él pedía expresamente.

Luego salía al café pues no tardó mucho en hacerse de una mesa y lograr la amistad de innumerables personas. Cuando salíamos acabó presentándome a personas admirables, conocía a más personas que yo que vivía años establecido; con algunos amigos suyos, mantengo hasta hoy amistad. Consolidó e instituyó una mesa de café suya en Oruro con habitúes universitarios, fraternos de una morenada y artistas cuya preferencia siempre fueron los plásticos con los que tenía una alianza estética. Muchos de ellos guardan una reseña de George.

Todos en la casa nos alegrábamos de verlo cómodo y vital, cómo él decía -reivindicando su cuna orureña- pero llegaba un día en que le ganaba la nostalgia y era alguna “muchacha del lugar” o cómo también las nombraba “una enamorada” la que lo hacían volver a Cochabamba.

El George ausente se dejaba extrañar, lo recuerdo decirles a mis hijos entre risas y meneando la cabeza negativamente: -Ay, este Kunstek- mientras partía su chocolate Sublime y les alcanzaba un pedacito.

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Fotografía de Edwin Guzman: Jorge Zabala Suárez en automóvil club Oruro.

 

 

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