Monday, October 16, 2023

Esta noche no bailo


ELI KOSKY

 

De cuando en cuando me pisé, bailando, el largo vestido negro que protege mis nervios. Bailé Soul Kitchen hasta quedarme dormida.

Desperté y seguí bailando. Es domingo. Día de lavar ropa. Secó rápido hace horas. Esta noche no bailo. Leo la carta a Irina que escribió Claudio en el crepúsculo havdálico. Me salto la melódica entrada. La balada no desangra bilis negra. Fumo, vuelvo a Claudio. Me fricciono y deslizo por el espejismo amargo de su locura agitada. Inhalo y exhalo paranoica conciencia de sangre. Subrayo todos los nombres que encuentro. Claudio nombra a Blaise Cendrars. Fumo. Cendrars nombra a Guillaume Apollinaire. Fumo. Apollinaire nombra a Kuropatkin. Bebo un trago de agua porque a ese puto sí lo conozco.

Se apagan las musas de Amberes, mientras aparece Else Lasker Schüler. En mi cabeza escucho, en mi voz, la voz de Churchill en una escena primigenia. Cuando Tel Aviv no tenía raíces. Cuando era una pequeña ciudad abandonada y se les dijo a los residentes, que el Ministro de Colonias británico Sir Winston Churchill visitaría la ciudad. El alcalde Meir Dizengoff decide llevar a cabo la recepción en la calle principal, pero lucía insípida. Sin jardines, sin árboles. Meir tuvo la idea de arrancar los árboles de la zona verde para plantarlos, de forma temporal, en la calle principal un día antes de la visita del ministro. Entonces, los árboles empezaron a caer uno por uno ante la vista los todos. Sir Winston Churchill se rió.

— Meir—, dijo Churchill. Usted debe saber que en este mundo, sin raíces, nada dura.

Interrumpen mi lectura y escritura. Debo terminar todo aquí. Disfrutaré de la paz, arropando a mis hijas. Mientras afuera, titánicas raíces luchan por mantener su árbol de pie. Afuera el amor se marchita y las tumbas florecen.

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Imagen: Marc Chagall

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