Wednesday, April 6, 2011

INJUSTICIA/BAÚL DE MAGO


Roberto Burgos Cantor

Pensé en la mujer. ¿Qué más habría que ese bulto que no se distingue de otros, un envuelto con una manta más sucia que piadosa tomada con premura de la pila de ropa sucia de una lavandería de hospital, o del cuarto de trastos con la repulsiva pátina del anfiteatro, y las inevitables cintas amarillas que arman un corral informe para aislar más, como si fuera posible, para impedir el paso de automóviles, perros y paseantes?
En algún ángulo de la página del periódico está la fotografía de la mujer. De pies, camina y su traje ligero es casi como la capa de polvos para el calor. Sombra, velo blanco en el cuello, en los hombros redondos, torneados, en la piel de la espalda.
El texto de la foto del montón, Magritte osado, dice: Juez de Saravena muerta. El de la mujer que caminaba: Gloria Constanza Gaona, juez de Saravena, hace una semana. Debe ser un día de buen aire porque el rostro está bañado por la aceptación complacida de confianza en el porvenir. A lo mejor aun festeja la frase de sabiduría traviesa que le confió su hijita al despedirse. Esa frase la acompañará mientras desentraña el sentido de los expedientes que estudiará con los alegatos de abogados que anexan papeluchos impertinentes para confundir, escriben como gallinas raspando el estiércol y argumentan con la inconciencia irresponsable de los borrachos gritones. Nada hace prever acechanzas.
Pensé en la mujer.
En qué momento los criminales decidieron acabar con los jueces, con los maestros, con los de opción sexual diferente, con los que van por la calle tirándole poemas a las estrellas ¿?
Acaso la justicia. Acaso el conocimiento y la enseñanza. Acaso la libertad. Acaso la imaginación.
Parece que la lerda intervención del Estado, siglos de una legislación para hurtos de gallinas, la complacencia con la desigualdad y el despojo de los débiles, han conducido al país a una encrucijada de impunidad legal y moral y a la desesperanza. Al disloque en la percepción de la realidad. A la ligereza en la apreciación del mal.
Pensé en la mujer.
Cuál será la venda que impide sentir que asesinar un juez es un agravio a todos. Qué queda del pacto según el cual los conflictos serían sometidos al juez. Aquellas diferencias que nuestra estúpida soberbia, la imbecilidad que carcome nuestro corazón y oxida la inteligencia, lo que impide la presencia de la razón, la obstinada intolerancia, no permiten resolver hablando.
Lo peor de muertes como la de la juez de Saravena es que estimulan el argumento de la muerte como estatuto de terror y amedrentamiento.
Pensé en la mujer.
Qué impide al Estado responder¿? Organizar un equipo de jueces excelentes que atiendan los juzgados cuyos titulares sufrieron la amenaza, el ofrecimiento indebido, la muerte. Y resuelvan los casos pendientes, en especial aquellos que muestran indicios de ser la causa de la coacción o el crimen. Resuelvan con criterio, sin aceptar la confusión de los abogaditos entre la defensa y la imposible inocencia. Y claro: fallar en tres meses. Para qué más si matan en dos días¿?

Publicado en El Universal (Cartagena de Indias/Colombia), abril 2011

Imagen: Entierro de Gloria Constanza Gaona

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