Wednesday, March 28, 2012

Boris Vian, el rebelde


Pablo Mendieta Paz

El 10 de marzo se recordó el aniversario de nacimiento de Boris Vian (1920), figura polifacética y mítica de la vida intelectual y artística francesa. Compositor y cantante (aventajado representante de la chanson del siglo XX), escritor, ingeniero, actor, crítico, poeta y trompetista, su legado es amplio, tan de vanguardia como insólito, que converge, como apuntó un biógrafo suyo, en un patrimonio en el que las generaciones siguientes no han cesado de inspirarse.

Tempranamente, Vian, no sólo que dominó los vericuetos y secretos de la lengua francesa y de su vasta literatura, sino que descubrió, a los 16 años, otra de sus mayores pasiones: la música, en particular el jazz, una forma musical muy poco difundida por entonces en Francia. Ya en 1941 comenzó a dar rienda suelta a su vena creadora y escribió su primera obra, Los cien sonetos, que no sería editada sino hasta 1984, y en la que relucen nítidamente sus impetuosos propósitos de revolución musical puestos en práctica hasta su prematura muerte (1959). Sin duda que este trabajo descubre a un Vian imbuido de una filosofía muy personal que sería retratada por los críticos como una corriente íntima, pero abierta a horizontes sin límites, en la que se exponen con matices progresistas la cultura del absurdo y la exploración de los más surrealistas ejercicios intelectuales. Para llegar a ese punto necesitó codearse de lleno con la música y formó parte de una diversidad de grupos, uno de los cuales fue la orquesta del clarinetista Claude Abadie, rebautizada luego como Orquesta Abadie-Vian.

Fanatizado por el jazz, a principios de los cruentos años 40, bajo el seudónimo de Bison Ravi, escribió un poema que sentenciaba acremente la prohibición de este género musical por los alemanes. Entre letras y música, protesta y vanguardismo, con pasión desbordante se lanzó por aquel tiempo a escribir sus primeras canciones, de las que Au bon vieux temps (Al buen tiempo pasado), creada junto a uno de sus amigos, Johnny Sabrou, sería un auténtico suceso y el punto de partida de una carrera que atraparía todo su esplendor en la década de los 50.

Pero el jazz se mantenía latente en su intimidad de artista. Así, bajo la influencia de Duke Ellington, Charlie Parker o Miles Davis, Vian escribió sus primeros espectáculos de cabaret con resonante éxito.

A partir de 1954, Boris Vian consagró mucho de su tiempo a la chanson. El estallido de la guerra de Indochina lo inspiró para componer un título hoy mítico, El desertor, del disco Canciones posibles e imposibles, censurado precisamente por esa pieza “de escándalo” que se reveló en aquella época como un genuino manifiesto antimilitarista.

Breve semblanza de un verdadero genio del siglo XX, cuya obra fue comprendida en toda su magnitud luego de su muerte, cuando su rebelión permanente y libertaria —incluso hedonista—, encontró a toda una generación en efervescencia, aquella de los 60’, contestataria y levantisca.

Publicado en Tendencias (La Razón/La Paz), 18/03/2012

Imagen: Boris Vian

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