Thursday, February 21, 2013

Kid Pambelé derrotó nuestro complejo de inferioridad

Carlos Hurtado Morón

"Cuando llegues a Panamá, habla bastante, porque ese Peppermint es más amarillo que tú”. Pambelé refutó inmediatamente las palabras de su apoderado, el venezolano Ramiro Machado, diciéndole: “Ramiro, qué, ¿yo soy cobarde?”.
La gloria y el ocaso deportivo comenzaron un mismo día. Un sábado. Uno, el 28 de octubre de 1972, en Ciudad de Panamá; el otro, un 2 de agosto de 1980, en Cincinnati (Estados Unidos). Hace 40 años esa respuesta iracunda de Antonio Cervantes Reyes hacia su manejador, en el aeropuerto de Maiquetía (Caracas), y contada por el empresario de boxeo Nelson Aquiles Arrieta en su nuevo libro ‘Medio siglo entre sogas’, arrancó de tajo el más grande rival del boxeo criollo: el complejo de inferioridad, ese que le hacía pensar a nuestros boxeadores que una corona orbital era solo privilegio de gringos o venezolanos.
“Creo que entre los años 60 y 80 hubo dos colombianos que nos ayudaron más de lo que la gente piensa. Uno fue Gabo (Gabriel García Márquez). Nuestros escritores creían que las famosas editoriales estaban reservadas para los poetas españoles, chilenos o argentinos. Y el otro fue Pambelé. Él hizo lo mismo, pero en el boxeo”, comentó Juan Gossaín, periodista y escritor, durante esta semana cuando los homenajes en radio y televisión comenzaron para conmemorar la hazaña deportiva, que hizo que el país supiera que existía un pueblo llamado San Basilio de Palenque, donde Cervantes nació un 23 de diciembre de 1945.
Bautizado con el apodo que es el nombre de un árbol que crece en Centroamérica, parecido al roble que hay en las selvas tropicales, y que lo trajo en los años cuarenta acuñado entre sus nombres el boxeador nicaragüense Miguel Ángel Rivas, a Pambelé lo llamó primera vez así un tío, Pablo Salgado, quien lo vio manoteando en la cuna y lo asoció de inmediato al pegador ‘nica’, sensación deportiva de la época en la Heroica.
Veintiséis años después de aquel brote de espontaneidad del tío del palenquero, este estaba en medio de un infierno panameño que se lo quería tragar entero, perdiendo una pelea hasta el noveno asalto. “Fuimos sin mucha expectativa porque Pambelé venía de perder con Nicolino Locche (11 de diciembre de 1971), en Luna Park, y a Locche lo había derrotado Peppermint Frazer, quitándole el cetro. Así que las posibilidades eran muy pocas”, recordó el periodista Eugenio Baena, a quien la mirada se le cristalizó refrescando aquellas imágenes en blanco y negro, que en su cabeza están en colores. Baena Calvo tenía 17 años de edad y fue a la pelea porque su papá lo había premiado por ganar el último año de bachillerato en el colegio La Salle. Ya daba sus primeros pasos en la radio.
La inmortalizada narración de Napoleón Perea Castro, que a fuerza del tiempo y del desgaste de la cinta suena encajonada, pero cargada de emociones, dejó claro que Kid Pambelé estaba perdiendo. Sin embargo, los comentarios premonitorios en el descanso antes que la campana sonara para el décimo asalto, dejaron entrever que un desenlace en favor del colombiano estaba a punto de cambiar, drásticamente, el rumbo de la pelea.
“En un contrasentido, Peppermint, el grande en otros asaltos, terminó luciendo como enano en el noveno”, comentó Mike Schmulson, quien hizo equipo de transmisión con Napoleón y Roger Araújo. Mientras que el difunto comentarista de boxeo, Melanio Porto Ariza, haciendo dupla con el narrador Édgar Perea, expresó: “Señoras y señores, en el próximo asalto Colombia va a tener campeón mundial”. Marcos Pérez y Marco Aurelio Álvarez eran los otros periodistas que transmitieron en vivo la histórica reyerta entre el panameño y el criollo.
En medio de la euforia que se oye en una de las pocas cintas grabadas, el enviado especial de EL HERALDO, Otto Garzón Patiño, comentó una infidencia. “Le dije a Ramiro Machado que en el round 10 tenía que sacar las manos porque si llegaba a la decisión, Pambelé perdía”.
Hoy, 40 años después, solo con el recuerdo de la euforia sentado en la puerta de la casa finca en Turbaco, Antonio Cervantes, luce tranquilo, dispuesto a toda entrevista y fotografía. Con sus nudillos de hierro entrelazados, el exmonarca y miembro del Salón de la Fama del Boxeo desde 1998, recordó detalles poco comentados de sus peleas. “Viví en la misma residencia en Caracas con Peppermint Frazer antes de enfrentarnos años después por el título mundial. Fuimos muy amigos, ya en el ring cada uno iba por su bandera”, dijo.
De las defensas más recias que tuvo que encarar el monarca reinante de los welter junior, fue la que sostuvo ante el japonés Lion Furuyama, el 4 de diciembre de 1973, en Panamá. “Ese chino era duro. Le daba trompadas y nada que lo tumbaba. Le dije a Tabaquito Sanz (su entrenador) si es que me estaba sacando un chino nuevo en cada asalto o estaban escondidos debajo del ring”, contó.
La vez que cedió por primera vez la corona ante el puertorriqueño Wilfredo Benítez, quien peleó con 17 años de edad, Pambelé reconoció que la causa de su derrota fue haber almorzado muy tarde y haber hecho una digestión muy pesada.
Entre luces y sombras, el primer campeón mundial del boxeo que tuvo Colombia celebrará con un almuerzo en familia este día, acompañado de sus hijos y en especial con Carlina Orozco, la mujer que le ha aguantado de todo desde que lo conoció en Caracas, cuando ella se fue a buscar trabajo en la añeja tierra próspera de la moneda del Bolívar a 17 pesos colombianos al cambio.
“Antes lloraba mucho delante de Antonio, hoy lo hago delante de Dios y de rodillas. Eso es lo que lo tiene juicioso hoy en día”, dijo la mujer de la leyenda viviente, practicante de la religión cristiana.

De El Heraldo.co, 28/10/2012

Foto: Antonio Cervantes, Kid Pambelé

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