Wednesday, November 6, 2013

El lugar más feliz del mundo


Reseña hecha porIván Marcos  @ivanmarcos


El maestro Enrique Meneses definía el  periodismo con la sencilla fórmula de  "ir, ver, oír, volver y contar". Y es quizá con esa básica receta con la que reporteros y corresponsales entran de lleno para contarnos historias que muchas veces permanecen olvidadas. Los buenos reporteros siempre han estado en ese espacio en el cual el viaje se acopla con el periodismo y la literatura para hacernos vivir aventuras y para comprender las realidades del complejo mundo en que nos ha tocado vivir.

Pese a los problemas del periodismo en España hay que ser justos y reconocer que nuestro país  siempre ha destacado por la enorme calidad de sus  reporteros. Los grandes Enrique Meneses yManuel Leguineche tuvieron su época dorada con acontecimientos tan importantes como la Revolución de Cuba  o la Guerra de Vietnam. En la actualidad se cruzan varias generaciones de extraordinarios corresponsales que siguen teniendo un talento natural lleno de inconformismo, independencia y mirada crítica.
Desde hace muchos años sigo a algunos de estos grandes reporteros de nuestro país como son: Gervasio SánchezTomás AlcoverroZigor AldamaXavier Aldekoa o el propio David Jiménez. Gracias a su mirada puedo llegar a entender muchas de las situaciones que ocurren en el mundo. Su independencia es sin duda una de las cualidades que más admiro y que se acoplan a esa necesidad de pisar y sentir el terreno para llegar a la gente.
Descubrí a David Jiménez hace años,  leyendo tanto sus crónicas para El Mundo como sus libros El botones de Kabul y Los hijos del monzón que hace tiempo ya reseñé aquí. Como en otros momentos de mi vida se produjo  una fuerte conexión con el autor y lo que sus palabras decían. A través de sus textos  pude ir entendiendo las desgarradoras historias de un mundo hostil que a veces también es hermoso. Con Los hijos del monzón llegué a comprender algo de aquellos países asiáticos que yo había visitado durante mi viaje vuelta al mundo. No fue complicado establecer una conexión entre la prosa de David  con la de otros grandes reporteros como los geniales KapuscinskiTerzani y el propio Leguineche.
El nuevo libro de David nos lleva de vuelta a Asia, al continente que tan bien conoce y del que podemos conocer muchas de sus realidades  a través sus fantásticas crónicas. La lectura de nuevo se volvió compulsiva y no pude parar de leer.
La obra nos conduce a través de gran cantidad de países. Las historias humanas que componen el libro son en  muchos casos emotivos testimonios con nombres y apellidos. Con cada vuelta de página viajamos a lo mejor y peor de la condición humana pasando por guerras, desastres naturales, dictaduras y opresiones contra los débiles.
Ahora con el libro terminado vuelvo a un continente, el asiático, que tanto amo. Las historias del corresponsal de El Mundo vuelven a acercarme a la realidad de una geografía fascinante pero muy compleja. Mientras escribo la presente reseña pienso que libros como el de David Jiménez nos hacen mejores personas. La acción de dotar de humanidad, de rostros a sus crónicas nos lleva a entender que el mundo que hay ahí fuera está lleno de realidades que alguien necesita contar.
Retengo con emoción esos testimonios que revolotean en mi cabeza y agitan mi corazón. La mirada del eterno reportero se diluye en la literatura y gracias al viaje podemos llegar en volandas a algunos de los acontecimientos del último cuarto de siglo en Asia. Estoy seguro que la lectura del libro llegará a calar hondo en el lector. No podría quedarme con una historia, simplemente cierro los ojos y recuerdo algunas de ellas:
  • El genocidio de Camboya y el tenebroso museo prisión del S21 donde la locura khmer asesinó a más de un millón de seres humanos
  • Las niñas asesinadas en India al nacer, simplemente por ser mujeres
  • La represión de la junta militar en Birmania contra su pueblo
  • La interminable disputa de Cachemira entre India y Pakistán
  • Las aventuras con el tráfico de drogas en Asia que siempre terminan con extranjeros recluidos en lúgubres prisiones
  • Las protestas de los camisas rojas en Bangkok
  • La opresión de China contra el pueblo tibetano
  • La masacres de Tiananmen con aquel valiente ciudadano que tuvo el coraje de plantarse frente a los tanques
  • La sangrienta guerra en Afganistán con el sufrido pueblo afgano y las tropas españolas que allí han servido
  • El sufrimiento de Japón con la tragedia de Hiroshima o Fukushima
  • La pederastia y las infancias robadas en Camboya
  • Bután y el aislamiento de un país que dicen mide los índices de felicidad pero que no se va a poder escapar del progreso y el consumo
  • Filipinas y la realidad de aquellas personas nacidas de las aventuras sexuales de los soldados americanos con mujeres locales.
  • El país gulag de Corea del Norte con el estúpido culto al tirano
  • El integrismo religioso que atenta un día en las playas de Indonesia y la influencia que la educación radical en las madrasas de Pakistán ejerce en cientos de futuros terroristas.
  • Y otras historias desgarradoras o hermosas como las de aquella guerillera vietnamita, el yakuza japonés, los pigmeos de Indonesia  o la guerra de Sri Lanka
Periodismo de raza y  en su pura esencia que nos lleva sin trampa ni cartón a unas historias  humanas que emocionan y nos llevan a sentir Asia en carne propia. Solamente me queda darle las gracias a David por llevarme de nuevo a través de un continente tantas veces malinterpretado.
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De LEER Y VIAJAR

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