Tuesday, October 6, 2015

rebelión de marionetas

PABLO CEREZAL

Desvela, en los medios, un arrepentido ejecutivo financiero, tras haber abandonado la gigantesca entidad inversionista en que durante años ha desarrollado su trabajo, los cariñosos apelativos que utilizaban sus directivos para referirse a quienes depositaban en sus arcas economía e ilusiones.Marionetas, era el término más utilizado.
Así resulta que, a pesar de las dificultades por alcanzar holgadamente el fin de mes, entramos en nuestra sucursal bancaria dispuestos a encontrar apoyo para que nuestra mermada economía pueda permitirse un respiro, y allí comienzan a tirar de los hilos que mueven nuestras ilusiones, nuestros temores, hasta conseguir que invirtamos los escasos ahorros en algún producto financiero que a quien reportará beneficios, siempre, será a la propia entidad, antes que a nosotros. Nada nuevo, salvo quizás, la engreída utilización del término marioneta aplicado a quien les asegura el sustento.
Se recomienda a los perros: no muerdas la mano que te da de comer. Visto está que los gerifaltes de las finanzas, sabedores de que dichas manos están atadas a cordeles de espanto que ellos mueven a su antojo, ignoran la citada recomendación.

Siempre me resultó fascinante el mundo de las marionetas. Saber que el titiritero puede anticipar los derroteros que tomarán las vidas de sus muñecos nunca ha dejado de perturbarme. Igual yo, al escribir mis novelas, muevo los hilos que harán caminar o detenerse, tomar rumbo nuevo o desaparecer de escena, a los personajes cuyas vidas he decidido de antemano relatar. Claro que, a veces, los personajes se me revelan.
Creó Tim Burton, en comandita con el director Henry Selick una deliciosa fábula cinematográfica, Pesadilla antes de Navidad, en que los protagonistas eran, efectivamente, marionetas. Comandadas por el romántico a la par que malvado Jack Skellington, el Rey Calabaza, tropas de grotescas criaturas de las que habitan las pesadillas de nuestra niñez, se empeñan en enturbiar la "dulce Navidad" de los chiquillos convirtiéndola en una noche de pesadilla en que los regalos al pie del árbol sean muñecos que muerden, cabezas jibarizadas, o demonios traviesos. Al fin y al cabo, los personajes habitan en el mundo de Halloween, y el titiritero mueve sus hilos para que a las reglas de dicho mundo se plieguen sus instintos y acciones.
Pero finaliza este delicioso cuento con la toma de conciencia por parte de Jack Skellington. Resulta que éste, conmovido por el espíritu navideño, corta los cordeles que le unen a su dictatorial demiurgo, y emprende un nuevo camino que le lleve a celebrar en paz la inocencia y el amor fraternal, enviando al exilio por siempre su deambular cruel y perverso.

Es así que, en ocasiones, las marionetas se desentienden de las órdenes del titiritero, y toman las calles decididos a hacerse con las riendas de su propia vida. Quizás decidan llevar la Navidad a los lúgubres rincones del mundo de Halloween, quizás decidan salir a las calles a gritar su indignación, quizás incluso lleguen a romper escaparates e incendiar oficinas bancarias. Es lo que tiene el ser marioneta: demasiado tiempo acostumbrado a que otros decidan tu camino. Tanto que la ardua tarea de retomar el mando de la propia vida pueda desorientar un tanto al inicio.

Deberíamos comprender a las marionetas que deciden conquistar su libertad. Al dar los primeros pasos, es posible que resbalen.

_____
De POSTALES DESDE EL HAFA, blog del autor, 21/03/2012

No comments:

Post a Comment