Monday, November 1, 2021

Cioran: entre el "pesimista seductor" y el "romántico retrógrado"


DIANA KOFSZYNSKI

 

Decía Cioran que su escritura tenía un fin terapéutico, de liberación. Para él escribir representó una necesidad y destacó los dos grandes temas que le importó y que trató en la mayoría de sus libros: la inutilidad de la vida y la muerte. Lo demás no tenía tanta importancia para él. De su periodo pasado en la ciudad de Sibiu recordaba sus constantes insomnios:

"Llegaba a pasar semanas sin pegar ojo. Me di cuenta de que la vida es soportable gracias al sueño; cada mañana, tras una interrupción, comienza una nueva aventura. El insomnio, sin embargo, suprime la inconsciencia, obliga a veinticuatro horas diarias de lucidez. La vida sólo es posible si hay olvido".

Más tarde escribió "En las cimas de la desesperación" abandonando la idea del suicidio. Siguieron muchos otros libros y también largos paseos nocturnos por Jardin du Luxembourg, sumergido en reflexiones filosóficas. Sin embargo el filósofo "naif y sentimental" encontró en la risa su mejor medicina. Una risa compartida con la filósofa alemana Friedgard Thoma. Una relación corta, intensa, que se resumió a unos pocos encuentros en París y más a un montón de cartas donde Cioran expresó de manera sincera sus deseos y sentimientos a la mujer que conquistó su corazón.

"El pesimista seductor" hizo un cambio en su estado de ánimo y se convirtió, a sus setenta años, en "el optimista seductor", cuando Friedgard Thoma llegó a ser su epicentro. Cioran le escribía en las cartas cuánto disfrutaba de esos encuentros únicos y cómo le gustaba reírse con ella, lo que le llevó a convertirse en "otro hombre". Y Cioran se convirtió, inesperadamente, en un "romántico retrógrado" disfrutando más de la risa que de las conversaciones filosóficas. Cuando el alma de Cioran se enamoró, el filósofo vivió entre risas y lágrimas:

"Acabo de releer tu carta llena de poesía y lloré (lloro tanto desde que le conozco a usted). Usted se ha convertido en el centro de mi vida, en la diosa de alguien que no cree en nada, la mayor felicidad e infelicidad jamás encontrada.

Después de hablar sarcásticamente durante años sobre cosas como el amor, debería haber sido castigado de alguna manera, y realmente lo estoy, pero no me arrepiento."

En esas cartas Cioran abrió su corazón y dio rienda suelta a todo lo que sentía, encontró en Friedgard una especie de fuente revitalizante, olvidándo la desesperación y "el inconveniente de haber nacido". Luchó en las cimas de la desesperación pero no quiso rendirse y no dejó de amar.

Cioran fue filósofo y también un hombre que se enamoró y descubrió la risa cómplice del amor, en la senectud.

Texto: ©Diana Cofşinski

 

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