Thursday, February 18, 2010

Carpentier, María Teresa y el combate antimachadista en París




El compromiso de Alejo Carpentier con la Revolución Cubana es universalmente conocido. Recientemente, un dossier de esta misma publicación se centró en la implicación de Carpentier en la Guerra Civil Española. Hoy ponemos en manos de nuestros lectores una recopilación de documentos relacionados con su participación en la lucha contra el dictador Gerardo Machado.
Inicia la selección un esclarecedor trabajo de la investigadora Ana Cairo donde se destaca la actividad de María Teresa Freyre de Andrade y del Comité de Jóvenes Revolucionarios así como la participación del autor del Recurso del método en la lucha antimachadista.
A continuación se brinda un documento inédito: se trata de un fragmento de una carta de Alejo a su madre, Ekaterina Vladímirovna Blagoobrázova, más conocida como Lina Valmont, a quien el escritor llamaba cariñosamente Toutouche. En ella se conocen detalles de la participación de ambos en las actividades clandestinas del ABC en contra de la tiranía de Machado.
Le siguen tres artículos del propio Carpentier que no han circulado suficientemente entre los lectores cubanos: el primero, aparecido en la revista española Octubre, dirigida por el poeta Rafael Alberti, en su número de septiembre de 1933. Los otros dos artículos fueron publicados en la revista Carteles en diciembre de 1933 y en febrero de 1934. Entre otros aspectos de interés se destaca la solidaridad de notables intelectuales franceses, tales como Robert Desnos y Georges Ribemont-Dessaignes, ambos muy cercanos a nuestro narrador, con los revolucionarios antimachadistas.
Cierra el dossier El terror en Cuba, folleto del Comité de Jóvenes Revolucionarios Cubanos residentes en Francia, financiado por el compositor Edgar Varese. En esta publicación, ilustrada por nuestro pintor Carlos Enríquez, colaboran Alejo Carpentier y los escritores Henri Barbusse y Romain Rolland, entre otros.

Rafael Rodríguez Beltrán


por Ana Cairo • La Habana

Para Graziella Pogolotti y Araceli García Carranza

I

La Biblioteca Nacional de Cuba José Martí (BNCJM) está celebrando el cincuentenario de su actual etapa, la cual se inició con la victoria revolucionaria del 1ro. de enero de 1959. La doctora María Teresa Freyre de Andrade (San Agustín de la Florida, Estados Unidos de América, 1896-La Habana, 1975) fue nombrada directora de la institución y permaneció en dicha responsabilidad hasta 1967. Ella solicitó la colaboración de numerosos intelectuales, quienes contribuyeron a que la BNCJM se convirtiera en uno de los centros culturales de más prestigio en el sistema de la cultura revolucionaria.


Graziella Pogolotti, Vicentina Antuña, Miguel Ángel Asturias,
María Teresa Freyre de Andrade y Alejo Carpentier

María Teresa contrató a jóvenes como Graziella Pogolotti y Araceli García Carranza. Le pidió al historiador, demógrafo y profesor universitario Juan Pérez de la Riva (1913 -1976), que le sirviera de asesor y que dirigiera la Revista de la Biblioteca Nacional José Martí en su tercera época.

Alejo Carpentier (Lausana, Suiza, 1904 - París, 1980) vivió en Caracas desde agosto de 1945 hasta julio de 1959. Cuando regresó a La Habana, se ocupó de organizar los Festivales del Libro Latinoamericano. En septiembre, organizó las primeras acciones en la BNCJM. María Teresa ayudaba al narrador en el éxito del Festival y, de este modo, se inauguró una colaboración permanente con la institución. Araceli García Carranza se convirtió en su bibliógrafa y en una de las ayudantes de investigación para suministrarle datos que él necesitaba. El amor que Carpentier sentía por la BNCJM se evidenció en el gesto de donar una parte de su archivo en 1977.

María Teresa había conocido a Carpentier, a Pérez de la Riva, al pintor Marcelo Pogolotti (padre de Graziella), cuando todos residían en París y eran opositores a la dictadura de Gerardo Machado (1925-1933). El triunfo de la Revolución Cubana en 1959 facilitó el reencuentro solidario de una parte de los intelectuales que habían irrumpido en la vida pública en los diferentes contextos del combate antimachadista.

II

En 1927, Alejo Carpentier era un joven periodista con éxito. Tenía prestigio como un buen crítico de artes. Se le consideraba uno de los ideólogos de la renovación vanguardista que impulsaba el nacionalismo sinfónico y también defendía los aportes de los sones a la cultura popular.

El 9 de julio de 1927, Carpentier fue detenido en el bufete de Emilio Roig de Leuchsenring (1889-1964), situado en las calles de Cuba y Empedrado de La Habana Vieja. Ambos trabajaban —como era habitual— en el próximo número del semanario Carteles. Roig cumplía las funciones de subdirector literario y Carpentier las de jefe de redacción. Los dos integraban la membresía del Grupo Minorista (1923-1929) y por lo mismo estaban públicamente afiliados a la intelectualidad antimachadista.

Carpentier fue internado en la prisión (Paseo del Prado y Cárcel), donde permaneció hasta finales de agosto. Había sido incluido en el llamado “proceso comunista” por firmar un manifiesto favorable a la creación de un sindicato vanguardista de escritores y artistas.

Desde el mes de mayo, varios dictadores latinoamericanos se habían puesto de acuerdo para organizar una represión concertada de sus disímiles opositores. La operación había comenzado en Lima (mayo). La dictadura de Gerardo Machado (1925-1933) eligió el mes de julio para que coincidiera la redada con el anuncio público de que el presidente de los Estados Unidos de América asistiría a la apertura de la VI Conferencia Panamericana a celebrarse en La Habana entre enero y marzo de 1928. Con la orden de encarcelar a más de 60 personas (entre cubanos y extranjeros) por los más insignificantes motivos, la tiranía estaba advirtiendo a sus numerosos enemigos que usaría todos los recursos para liquidarlos y garantizar una imagen de estabilidad imprescindible para el objetivo político fundamental: que el presidente estadounidense viajara a La Habana a respaldar la gestión de Machado y sus planes de reelección para mantenerse en el gobierno hasta mayo de 1935.

Carpentier tenía la nacionalidad francesa. Como a otros extranjeros, se le iba a aplicar una orden de expulsión, de acuerdo con las normativas del decreto presidencial contra los extranjeros “perniciosos”, que Machado había firmado en junio de 1925. Saldría de prisión hacia el barco-presidio Máximo Gómez, donde permanecería confinado hasta su salida definitiva del país.

El famoso abogado Enrique Roig (tío de Emilio Roig de Leuchsenring), a petición de su sobrino, encontró la estrategia jurídica para evitar la expulsión inmediata de Carpentier. Le aconsejó que se declarara cubano por nacimiento, lo cual no había sido debidamente legalizado por causas no imputables a él. Enrique preparó un expediente acelerado de naturalización con la ayuda de todos los intelectuales amigos. Mientras se hacían las diligencias legales, él se mantuvo en la cárcel de Prado. A finales de agosto, ya con la nacionalidad cubana, quedaba invalidado el decreto de expulsión. Entonces, abandonó la cárcel.

Como los otros cubanos incluidos en el llamado “proceso comunista”, estaba fichado por la policía judicial y podía regresar a la prisión en cualquier momento. Tenía decidido salir de Cuba por un tiempo. Valoró irse al México D. F.

En marzo de 1928, se celebró un congreso de la prensa latina en La Habana. Carpentier era bilingüe y se convirtió en el traductor y en el guía del poeta surrealista francés Robert Desnos. Surgió una hermandad entre los dos. Esto posibilitó que el joven viajara a Europa. En abril, ya estaba residiendo en París. Se presentaba como un corresponsal de Carteles y del mensuario Social. Desnos lo ayudó a integrarse a la comunidad de intelectuales vanguardistas y hasta le facilitó el uso de algunos locales para que viviera y trabajara hasta que logró una estabilidad económica.

Carpentier también se integró a la comunidad de intelectuales latinoamericanos. Algunos (como el guatemalteco Miguel Ángel Asturias, o el venezolano Arturo Uslar Pietro) eran exilados políticos. Del mismo modo, confraternizaba con los cubanos; en particular, ejercía las funciones de promotor de cantantes, compositores, intérpretes y bailarines, pintores, escritores, entre otros.

III

Fernando Freyre de Andrade (1863-1929), el padre de María Teresa, fue un oficial de alta graduación en el Ejército Libertador durante la última guerra de independencia. Después de constituida la República de Cuba, él se mantuvo en la política al igual que sus hermanos Gonzalo, Leopoldo y Guillermo.

Ellos se opusieron a la prórroga de poderes machadista. Gonzalo se destacó como abogado defensor de estudiantes y de otras personas víctimas de las persecuciones de la satrapía. Sus hermanos lo ayudaban.

El 27 de septiembre de 1932, un comando integrado por combatientes de la organización clandestina ABC y del Directorio Estudiantil Universitario logró él éxito en un atentado a Clemente Vásquez Bello, presidente del Senado machadista y amigo del sátrapa. Desde 1931, este había ordenado la estructuración de “la porra”, mercenarios y mercenarias, quienes eran contratados para atacar las manifestaciones, o para asesinar a enemigos con absoluta impunidad.

Tan pronto Machado supo la muerte de Vásquez Bello; dio la orden de que grupos de “la porra” salieran a cazar enemigos. Alrededor de las tres de la tarde, siete asesinos irrumpieron con la máxima violencia en la mansión de Gonzalo y lo masacraron junto con sus dos hermanos. También fue abatido Miguel Ángel Aguiar al abrir la puerta de su casa. Ricardo Dolz y Carlos Manuel de la Cruz lograron esconderse y salvaron la vida. La desfachatez criminal de la tiranía llegó al extremo de que en el periódico Heraldo de Cuba de ese día, apareció la noticia de la muerte de los Freyre de Andrade, cuando ellos estaban todavía vivos. Por otra parte, se anunció en la misma noticia la ejecución de Dolz, cuando en realidad él ya había escapado.


Revista Carteles, 24 de diciembre de 1933, p.14.

María Teresa tuvo que exilarse de inmediato. En París, ella se convirtió en uno de los iconos de las razones que moralmente fundamentaban el combate antimachadista. Carpentier precisaría en el artículo “Homenaje a nuestros amigos de París” sobre la obligación ética de todo cubano decente:

“(…) la causa del antimachadismo se había vuelto, desde hace varios años, una cuestión de conciencia para todos los cubanos. Representaba un anhelo elemental de higiene moral, comparable a lo que sería, en lo físico, el deseo de llevar cuello limpio y de no tener piojos en el cráneo. No cabía la actitud política neutral. El mínimo coeficiente de conciencia, de patriotismo, de decencia, exigía que se alimentara, cotidianamente, un odio profundo contra el verdugo de nuestra isla y sus abyectos secuaces. El “hacer también algo” contra él y su régimen, en la medida de las posibilidades de cada cual, era un deber que bien pocos —para honra nuestra— han querido ignorar. (…)” (Revista Carteles, 24 de diciembre de 1933, p.14.)

Según Carpentier, a finales de 1932, o inicios de 1933, se organizó una célula clandestina del ABC en París. Él era el jefe de propaganda, entre sus funciones tenía la de buscar intelectuales franceses solidarios, acopiar materiales que pudieran servir para las campañas contra la satrapía. María Teresa firmaba los documentos públicos junto con el médico y político dominicano-cubano Enrique C. Henríquez Laurenzón (hijo del ex presidente de la República Dominicana doctor Francisco Henríquez). Ellos utilizaban el nombre colectivo de Comité de Jóvenes Revolucionarios de París, el cual facilitaba una función unitaria entre los exiliados que podían estar afiliados a las más disímiles organizaciones. Robert Desnos y Georges Ribemont-Desaigne se integraron al grupo y facilitaron denuncias en la prensa francesa.


Comité de Jóvenes Revolucionarios Cubanos. Edición española, Madrid, 1933

En mayo de 1933, apareció la edición en español del folleto El terror en Cuba, cuya portada era un dibujo firmado de manera bien visible por el pintor Carlos Enríquez. En agosto, circulaba la edición francesa. El compositor Edgar Varesse ayudó a sufragar los gastos de la segunda. En los dos folletos, hay un manifiesto firmado por María Teresa y Enrique Henríquez, en nombre de los denunciantes. Ella resumió lo ocurrido en la casa de los tíos y aportó fotografías*.


Comité de Jeunes Revolutionnaires Cubains. Editión Française, París, 1933

En el folleto en francés, se incluyó un segundo manifiesto de especial interés porque reflejó la opinión contraria a la Mediación del embajador estadounidense Benjamín Sumner Welles para terminar con el machadato y así ocultar las responsabilidades de los gobiernos anteriores a la asunción como presidente de Franklin Delano Roosevelt. La célula del ABC parisina se alineaba, de este modo, con las posiciones de la tendencia autonombrada ABC Radical, quien convergía con el Directorio Estudiantil en el rechazo político a los pactistas con la embajada. De nuevo, María Teresa y Henríquez suscribían en nombre de todos.


Le Terreur a Cuba. La médiation de M. Welles dans le probléme Cubain. Déclaration. París, 1933, p. 95.

El dibujo firmado de Carlos Enríquez en la portada de los dos folletos suponía otro desafío, porque el pintor hacía notorias las diferencias políticas con su padre, quien era uno de los médicos del dictador. Cuando se supo en La Habana sobre el gesto de Carlos; el doctor fue llamado al Palacio Presidencial para ser insultado.

Carpentier y Carlos estaban el 12 de agosto de 1933 en Madrid, cuando circuló la noticia del fin de la dictadura machadista. Ellos festejaron con los intelectuales republicanos y el pueblo español. Carpentier regresó a París; pero, antes de irse le entregó “Retrato de un dictador” al poeta Rafael Alberti para que lo publicara en la revista Octubre. Carlos se embarcó hacia La Habana.

Henríquez Laurenzón también marchó hacia a La Habana. En febrero de 1934, sería uno de los fundadores del Partido Auténtico y uno de los ideólogos del nacionalismo revolucionario.

María Teresa no retornó hasta 1938. Completó estudios sobre la bibliotecología, que después difundió desde la Universidad de La Habana. Entre 1947 y 1951 perteneció al grupo de fundadoras del Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxos), quienes libraron una batalla permanente contra la malversación de los fondos públicos. Precisamente, como personalidad de la ortodoxia fue nombrada directora de la BNJM.

Carpentier se enroló en París en la defensa de la Segunda República Española y en el combate contra todas las formas del fascismo. Retornó a La Habana en junio de 1939 y mantuvo el proselitismo antifascista hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.

El reencuentro de Carpentier y de María Teresa, a finales de julio de 1959, en La Habana, podría ilustrar la vocación de ambos intelectuales por cumplir con los deberes de multiplicar los impactos culturales de una revolución democrática y emancipadora.

La Habana, 7 de agosto de 2009.

Publicado en La Jiribilla (Revista de Cultura Cubana) #453, Cuba, enero 2010

Imagen: Alejo Carpentier

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