Saturday, June 23, 2018

MI PADRE

PABLO MENDIETA PAZ

Cuando en abril del 88 el cielo giró a tientas, cuando los rayos se filtraron en la aldaba de plata y abrieron con estruendo el portón de la oscuridad, busqué en el resquicio el momento fecundo que me hiciera comprender que había sido solo transición, solo evanescencia de su materia. Un día, cuando una brisa fina sopló en un rincón de mi espíritu, supe que había entendido. Desde entonces he suprimido la fecha fatídica de ese calendario que cortó su respiración. Desde entonces celebro su vida, su íntegra naturaleza como rayo que ilumina mis noches. Anteayer, 12 de junio, ya prendidas las velas de sus 90 años, salí a caminar por las calles mojadas. Repentinamente vi cruzar el rayo por todo mi horizonte. Es el momento, me dije, mientras laborioso, y con urgencia, alisaba indicios de pretéritas y amorosas felicidades. Me acurruqué en el banco de una plaza y esperé. Cuando ya la noche había progresado, advertí que las inciertas luciérnagas del universo me cubrían como un paraguas. Cuando de pronto mi padre apareció, me lo quitaba y entregaba, me lo quitaba y entregaba. Se perfilaba en su sombra el dibujo de aquella sonrisa ancha, festiva, transportada... Lo vi irse, ya de madrugada, a través de la leve tiniebla, y desaparecer agitando sus manos macizas que me decían adiós, aquí estoy.

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