Monday, August 9, 2021

Verano


OLGA AMARÍS DUARTE

 

El verano es una época extraña, fuera del calendario lunar, indiferente al paso de las horas e indolentemente recostado bajo la sombra de las agendas. Su nombre ya es un desatino… Verano, de “verus” (verdad) y del “veris” latino que anuncia la primavera ("primum ver", el primer verano)... Es un tiempo inexistente, la prolongación despreocupada de otro, el seductor que malvive de los restos de una época más real.

El verano es una intermitencia, un sueño frívolo, aquella luz de agosto de los personajes de William Faulkner y el calor que ablanda todas las promesas de los meses cuerdos… Una pausa sin consecuencias… El amor de verano siempre es un desliz… El dolor, la picazón de un mosquito…

Otros idiomas, más precisos, reclaman la supremacía del sol: “Sommer”, “summer”. Los más sufridos, atienden al calor y a sus desgastes estivales: “été”, “estate”, “estiu”…

El verano es Céline, la joven protagonista de la novela de Françoise Sagan, a orillas del Mediterráneo… El mismo mar del que habla Esther Tusquets en su veranear... Es la última lluvia de Ferrragosto en la Roma de Gianfranco Calligarich… Es la canción del viento de una muchacha de cuatro dedos de Murakami…

Los del Sur sabemos que el verano es la noche que queda tras la resaca del caló, con las ventanas bien abiertas para que entran los quejíos ancestrales de los cantaores y el rumor/rubor de los amantes sudorosos. Para mí el verano es un pueblo de la sierra, de aquella sierra culta de María Zambrano, el lugar de la escritura y, sobre todo, un jardín… Y una maleta que llega adelgazada de ropa para llenarse de los libros que allí no encuentro y que acá me esperan… Este verano, además, se ha convertido en un ritual… El del atardecer de Hermes Trismegistos: Pura alquimia de esmeraldas, fuego y perlas. 

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