Monday, October 3, 2016

Solamente una vez

ROBERTO BURGOS CANTOR

No estaría de más pensar un poco en el significado de escoger a Cartagena de Indias para firmar los acuerdos que ponen fin al conflicto armado. Más allá de la infraestructura del turismo, la industria sin humo como la llamó LLeras Camargo, con sus beneficios y calamidades; o el rastro del tiempo con oprobios y asombros; el misterio del mar; la bullaranga de lenguas en el puerto; los secretos del silencio nocturno; y más que mucho, hay una condición histórica que tiene que ver con la definición de la independencia como lucha por la libertad, un ideal absoluto sin medianías.

Intervinieron los costos materiales, de vidas, la desolación y la esperanza que arrasaron con una comunidad y estancaron su sueño. Parecería que una permanente tensión por la libertad permea la vida cartagenera desde la conquista, el horror de la esclavitud, la independencia, y el conflicto entre las periferias y el centro.

Una coincidencia de los días sugiere esta metáfora: desenterrar el pasado. Durante el mismo año en el cual sacarán del mar el antiguo carcamán San José, de cofres de llaves perdidas, guiado por la sombra de apacible vaivén de sus navegantes sin catalejos; también otro pasado de muertos, venganzas, odios, se asoma al sol del perdón.

Lo uno y lo otro reposarán en un museo sin interferir el presente. Serán contemplados con la compasiva mirada de aquello que la luz desaparece y no perseguirán nunca más con sus fantasmas de odiosas zancadillas.

La contenida emoción, la radiante electricidad de sentimientos nuevos, el perplejo estar ante algo cuya dimensión sobrepasa, mostró uno de esos instantes irrepetibles que anuncian un cambio rotundo, el aleteo revivido de la ilusión. El recogimiento de quienes se abrieron a la grandeza del momento, que sobrepusieron la generosidad y el asomo de porvenir a las mezquinas escaramuzas de mentiras y oprobios, tuvo la gracia de marcarlos para siempre con una hora de la historia que no está en los relojes.

La energía espiritual de un momento de cambio flota en la conciencia y la predispone a comprender, a aceptar vivir sin destruir al otro. Noblezas de la convivencia que se muestran otra vez.

Ojalá las matracas que no convocan a maitines, su repetido mordisco de lata gastada, sean arrojadas al mar que consume las vergüenzas y cubre la historia.

Hay que prepararse para los retos del futuro, responder a las generaciones que siguen con la sonrisa de un esfuerzo, contarles que en esa arcadia del Caribe no sólo se come arroz, carne y arroz.
El sol misericordioso cure a aquellos cuyo corazón se enloqueció sin amor.

__

De EL UNIVERSAL (Cartagena de Indias), 01/10/2016

Imagen: Restos del galeón español San José

No comments:

Post a Comment