Friday, September 8, 2017

Rulfo, Juan Rulfo

CHRISTIAN JIMÉNEZ KANAHUATY

Quizás no todo haya empezado con Cien años de soledad, que publicada inicialmente en Argentina el año de 1967, fecha en la que se data, para muchos escritores y críticos literarios el inicio del Boom latinoamericano, pero Pedro Páramo, una novela que a primera vista puede parecer un drama costumbrista, representa algo más. Publicada en 1955 marca un rasgo de nuestra identidad nacional regional de una manera mucho más clara y contundente que la novela emblemática de García Márquez.

I
Rulfo crea un mundo. Eso lo sabemos. Todo buen escritor es capaz de generar nuevas reglas y lenguajes en el texto, pero además la labor misma del narrador es que esos lenguajes y esas nuevas reglas tengan vida. La ficción, y sobre todo la novela es eso: la transformación del mundo desorganizado, en un ordenado entramado de sentimientos, sensaciones y sujetos que cargan consigo una historia que es justamente la que debemos descubrir en la novela. Rulfo se anticipa al chat, a las relaciones del lenguaje en el mundo virtual de las redes sociales, en su manera de hablar. En la telegrafía de sus personajes, está, entonces, inscrita la actualidad. Rulfo crea un lenguaje acorde al tiempo rápido y lento (en simultáneo) del presente, pero lo hace no para escribir o pensar la globalización o el neoliberalismo, sino para establecer una conexión entre el mundo de los vivos y los muertos en México. Y sobre todo, en la región creada por él. Comala.

II
Pensar en Rulfo desde el presente significa remontar una tradición heredada de la oralidad de los pueblos campesinos de América Latina, significa al mismo tiempo, pensar la relación escritura y obra. Se sabe que Rulfo luego de esta novela dedicó todos sus esfuerzos a la fotografía y a la dirección de investigaciones etnográficas y antropológicas en México. Todas esas investigaciones nutrieron nuestro conocimiento sobre tradiciones, ritos, reglas de parentesco, estructuras de dominación y estratificación de clases, pero nos alejó de la ficción. La fabulación quedó en suspenso, porque de muchas maneras Pedro Páramo abre y cierra al mismo tiempo un proyecto narrativo.

III
Rulfo inicia el Boom latinoamericano gracias a su proyecto narrativo. Sólido y capaz de transformar el mundo que conocemos. No es un mundo en decadencia o en transformación, tampoco es un mundo como el de Sábato que transcurre en gran medida dentro de los personajes y los constituye como sujetos por medio de sus miedos o traumas. Ni se parece tampoco a la narrativa que luego emprenderá García Márquez, no hay lluvias torrenciales de días y días, o hilos de sangre que recorren todo un poblado, ni siquiera artificios como pianos mecánicos o pececillos de oro. En Rulfo lo que hay es vida, el ritual de la muerte luego de la muerte. No es realismo mágico, no es costumbrismo, no es solamente la narración de los estragos posteriores a la revolución mexicana de 1910. Lo suyo es la conexión entre vida y muerte.

IV
Rulfo con Pedro Páramo y con los cuentos de Un llano en llamas, ha generado la narrativa que luego de muchas otras formas, versionarán escritores como Roberto Bolaño, Vicente Leñero, Guillermo Fadanelli, Mariano Azuela, Arreola, José Emilio Pacheco, Juan Villoro, y Yuri Herrera, el mundo de ellos no es el mismo, pero claramente está dentro de esa gran estela que es la vida, la búsqueda del padre, la convivencia con la muerte. La guerra como motor social y político del mundo contemporáneo y la violencia como práctica constitutiva de las naciones y la identidad como relación de poderes y de cuerpos, son signos que nacen en Rulfo y que están hoy en las letras mexicanas y latinoamericanas como espeso gen que es imposible de extirpar porque es justamente el andamiaje del proyecto narrativo y de las preguntas que arroja sobre el mundo de los vivos, a partir de los mundos de los muertos en vida que son los personajes.

V
Así, la senda abierta por Rulfo en este tiempo, es más que una obra narrativa compleja y llena de guiños a la cultura popular mexicana, una muestra de lo que se puede hacer cuando se explora la forma novela hasta sus límites.

VI
Claro que explorar los límites de la novela, hizo que éstos se hicieran más amplios y que por lo tanto, los que vinieron luego de él, como aquellos narradores que ya hemos señalado, no sólo tuvieran mayor libertad creativa para afrontar la forma, o jugar con mayores recursos estilísticos, sino que se adentraron en el mundo cultural, aislado, y peculiar del desierto mexicano y resignificaron en ese sentido la tradición instaurada por Rulfo, lo cual quiere decir que esa tradición sigue viva pero con otro códigos.

VII
Rulfo crea un mundo, ya lo hemos dicho. Pero no es un mundo físico. Su mundo es sensorial. Es perceptivo a nuestras emociones, y es altamente emotivo en sus diálogos, pero la configuración de su paisaje va naciendo conforme se van sucediendo las acciones en las tramas de sus cuentos y sobre todo, en la novela. Esto es importante para nosotros en este lado del mundo porque nuestra literatura en no pocas ocasiones ha seguido esta forma narrativa para construir el contorno de lo buscado. La necesidad de lo físico no precede a la narración, sino que la sucede. Lo físico es determinado por el diálogo y las emociones, pero, sobre todo, por los recuerdos.

VIII
La memoria no existiría sin el olvido. Sería imposible recordarlo todo. Aun así, en Juan Rulfo, el tejido de sus historias está plagado de memoria. Siempre el pasado es parte del presente continuo de sus personajes, tanto así que el futuro no está clausurado, pero sí es irreconocible. El pasado y su memoria atrapa a los personajes y así como los rituales y la cultura, los atraviesa y los convierte en algo tangible, visible y real. La apuesta es que el pasado de cada persona sea su identidad, pero esa identidad, como en el caso de los cuentos, es algo compartido. Al ser algo compartido, no solamente se confecciona la comunidad mexicana, sino, la proximidad entre los personajes, al final, todos terminan siendo familia. La gran familia de los recuerdos, de los fantasmas y de las personas que habitan el territorio que no conocemos pero que presentimos, es decir, el territorio de la memoria que se va rehaciendo todo el tiempo, dado que la memoria no es una cosa sólida y continua en el tiempo. Los recuerdos en la memoria adquieren todo el tiempo nuevos matices, nuevas texturas y nuevas formas. Así, un recuerdo guardado a los nueve años, visto desde los doce es una cosa, pero visto desde los treinta es otra, así, de ese modo, los personajes de Rulfo van cambiando sus percepciones sobre lo que conocían y sobre el contorno mismo de sus vidas.

IX
Rulfo ha hecho lo inimaginable. La movida es justa, concreta y precisa, una novela, un libro de cuentos y no más. Eso le ha bastado para pasar a la historia. Para dejar una huella imborrable y una estela preciosa en términos narrativos y vivenciales. Sus personajes están vivos. Sus miedos, son los nuestros. Sus vidas, nos preceden y sus deseos son compartidos. Lo demás, no es silencio, sino un valle lleno de figuras calientes que se mueven cadenciosamente a través del tiempo. Nos dictan mandatos desde el otro lado y nosotros vamos en procura de su cumplimiento. Lo que nos dicta Rulfo es seguir la historia, sus personajes siempre tienen algo que contar, algo que dejaron sin decir o algo que les faltó por concretar. La apuesta es de Rulfo. La apuesta es que nosotros lo hagamos, o sea que continuemos con la oralidad y sigamos escuchando, contando, escribiendo.

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Fotografía: Tepeaca/Juan Rulfo

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