Monday, May 7, 2012

Breve sobre libros con ácaros



Por Mara Pastor

Hace unos meses lo encontré: la edición del Tuntún del 1937, con la portada en buenísimas condiciones. Para los que aún no lo hayan captado: era el Tuntún de pasa y grifería de Luis Palés Matos: la primera edición. Las librerías de textos usados son cajitas de sorpresas. Pena que sólo haya unas cuantas en la Isla. Poco a poco he ido entendiendo eso de la pasión del coleccionista. Claro, más allá del puro fetichismo de adquirir el fuego prometeico que se extingue.

Cabe aclarar que encontré el libro en unas condiciones particulares, acompañada por un estudioso del tema. Fui a aspirar ácaros al segundo piso de la librería junto a un amigo que hizo su tesis doctoral en Palés. Es decir, cuando retiré mi mano de la hilera de libros en vías de leer la portada del texto que entre tantos otros llamó mi atención, tardé varios microsegundos más que mi colega en reconocer lo que tenía entre manos. Él no contuvo un grito, y a mí se me saltaron un poco los ojos.

Encapricharse con un libro usado y llevárselo para la casa como si llevaras la última gran inversión de tu vida es una sensación que acrecienta con los ya adquiridos. Es bastante agradable antojarse de uno en específico y sondear los escaparates hasta que, un buen día, ahí está: Fuera de trabajo, de Esteban Valdés. Lo quería. Nunca lo había tenido entre mis manos, pero ya me imaginaba pasando las páginas. Me apasioné con la poesía concreta haciendo un trabajo sobre la Brasilia de Niemeyer y los poetas concretos brasileños. Hasta que una tarde, me llamó un amigo librero: lo encontramos.

En el libro 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff, la autora ilustra eficazmente, a través de la correspondencia que mantiene durante 20 años con un librero, esto de encapricharse con un libro que ya está agotado o desaparecido. Este libro de Hanff, novela biográfica epistolar, es además una reflexión sobre por qué son tan valiosos para quienes los coleccionan. Los criterios de Hanff sobre el particular iban desde cuán anotadas estaban las páginas de la edición, lo que en su caso era un atributo, pues los prefería a los libros con las páginas nuevas, hasta qué tipo de encuadernación tenía el pequeño tesoro. Sin embargo, la autora, más que una coleccionista de libros, era como la Ludvika de Calvino en Si una noche de invierno un viajero, una lectora voraz. Así que pedía, más bien, libros que se dejasen leer. La verdad de todo es que tengo que dejar poco a poco esta costumbre, porque los ácaros me dan una alergia infernal. Pero como dicen por ahí, ácaros con gusto…

Publicado en Derivas. 31/07/2005

Imagen: Primera edición de Tuntún de pasa y grifería, de Luis Palés Matos

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