Thursday, May 10, 2012

Claudio Ferrufino-Coqueugniot, a la calle



Por Miguel Sánchez-Ostiz
Canto que a nadie ha de interesar es éste.
Ahí reside su júbilo.
Ni al predicador inútil y solitario, ni a mí.
Coincidencias. Otras. Malas. Por una de ellas me desperté esta última mañana de La Paz con esos versos de Balada de la galleta marinera, de Guillermo Quiñonez, el  poeta de Valparaíso. Ayer me enteré de que a mi amigo Claudio Ferrufino-Coqueugniot lo habían echado de Página siete, el periódico donde colaboraba, gracias a una polémica columna de opinión… publicada en otro periódico. La dirección del periódico se cae del guindo y esgrime unas reglas éticas para justificar lo que huele a castigo o a venganza inducida. Ellos sabían a quién publicaban: a un autor que tiene un estilo agresivo, bronco a veces, ferozmente antigubernamental que publicaba en ese y en otros periódicos. Y el artículo  por el que le echan del periódico donde no fue publicado debe inscribirse en ese contexto. Ya hablé de este asunto el otro día. De no haber levantado la polvareda que ha levantado el viceministro de Descolonización, no habría pasado nada, pero el viceministro alentó medidas de castigo acusando a Claudio Ferrufino de racista: mucha acusación y mucho alentar. Como dice la autora de un comentario: triste.
Publicado en el blog del autor, Vivir de buena gana, 24/02/2012
Imagen; Roy Liechtenstein, 1966

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